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❖ 5 ❖


—¡¿A caso tienes idea de lo que hiciste?!— enfurecido, Nishinoya le gritaba a la muchacha sin verla a la cara directamente.

Habían llegado a la base abandonada de antes, así había decidido Reiko llamar a aquel lugar sucio y oscuro. El de mechón rubio respiraba agitado, su rostro comenzaba a tornarse de un tenue rojo a la vez que caminaba casi en círculos por el estacionamiento abarrotado de autos deportivos.

—¿Debería decir que lo siento?— Reiko comenzaba a creer que todo parecía una mala película, no sentía que estuviera recibiendo un trato muy especial, pero tampoco la habían matado, eso tenía que significar algo.

El chico la miró fulminante, se acercó hasta ella sin titubear y la tomó con fuerza del cuello, eso la dejo sin aire e instintivamente trató de zafarse del agarre.

—¿Crees que eres especial?, simplemente te llevé afuera un rato para que respiraras... comienzo a pensar que fui muy bueno contigo, ¿por qué tendría que confiar en alguien como tú?

—¿Y por qué yo tendría que confiar en ti o en los otros psicópatas que me secuestraron?— dijo Reiko con el poco aire que estaban recibiendo sus pulmones por el agarre.

—Ya me cansaste.

Y sin decir nada más se la llevo a rastras hasta dentro de la base, caminaban a toda prisa por los pasillos y él no esperaba que Reiko siguiera sus pasos, estaba muy enojado.

Doblando una esquina, al final del pasillo se encontraba el chico pelinaranja y junto a él, otro mucho más alto y de cabello negro azabache. Estaban discutiendo por lo que sus gritos inundaban todo el lugar.

—¿Y yo como iba a saber que esa información era falsa?, ¿acaso no sabes que todo lo que está en Internet no siempre es real?

—Tenías una única obligación maldito enano, una sola responsabilidad y la echaste a perder, ahora tú vas a elevar un informe al jefe sobre tu incompatibilidad...— el pelinegro dejo de hablar cuando Nishinoya y Reiko pasaron cerca de ellos—. ¡Nishinoya!...¿Quién es ella?

El mencionado no volteó a verlo, pero se detuvo, la chica sintió la tensión en el cuerpo del joven, este le temía al de pelo negro.

—No es nadie importante, la pidieron como compañía y la estoy llevando para allá. 

El pelinegro se colocó frente a Reiko y esta tuvo que elevar su cabeza para verlo directamente, era realmente alto, tenía una tez blanca como la luna y ojos azul oscuro. 

—¿Cuál es tu nombre?— le interrogó.

—Kageyama ya te dije que no es nadie importante— volvió a reiterar Nishinoya, se notaba en su voz un nerviosismo que no pasó desapercibido—. Déjame hacer mi trabajo.

El tal Kageyama lo detuvo agarrándole el cabello con fuerza, a lo que Nishinoya soltó un bufido.

—¿Tengo que repetir la pregunta?— dijo clavando sus ojos azules en ella.

—Bushida Reiko.

Los ojos de Kageyama se abrieron de par en par, infringió más presión en el pelo de Nishinoya y este soltó un grito.

—¡Explícame por qué mierda esta persona no está muerta desde ayer!— a Reiko se le erizaron los pelos de la nuca al oír aquello—. ¡Te dieron la maldita orden de asesinarla y no pudiste hacer algo tan simple como eso!

—Iba a hacerlo...

—Ya tendría que estar hecho, ¿es que acaso soy el único que tiene que hacer todo aquí?— soltó a Nishinoya con fuerza y en su lugar tomó a la muchacha de la nuca—. Esto termina ahora.

La estampilló contra una pared y con una velocidad aterradora le apunto con un arma, Reiko vio pasar su vida ante sus ojos. Recordó a su padre ausente, a su madre consumida por el alcohol, pero también a sus amigos, a Yamaguchi y Terushima. No podría decirle a Yamaguchi todo lo que apreciaba su amistad, lo bien que le hacía su compañía. No podría agradecerle todo lo que había hecho por ella, las veces que la salvo de caer en un pozo depresivo y mandar todo al carajo.

Y a Terushima, jamás podría decirle que sí le gustó ese beso que se dieron borrachos en la terraza de su departamento. No podría decirle que los porros que le vendía eran una mierda, pero era divertido fumar con él. Las lágrimas se le escapaban de los ojos y un sabor salado inundó su garganta.

Tal vez así sabía la muerte.

—¿Últimas palabras?

—Yo...

—¡Kageyama!— el mencionado se dio vuelta y reconoció a Tanaka que, a paso agitado, llegaba hasta ellos.

—Tengo órdenes del jefe, hay que hacerle otro interrogatorio— el rapado se interpuso entre ellos dos y miro fijamente al pelinegro.

Kageyama pareció creerle, por lo que guardo su arma en el estuche negro que colgaba de la cintura de su pantalón. Estaba vestido con ropa negra de pies a cabeza, parecía un espía salido de una película, o más como un agente de FBI.

—Recuerda en que tono me hablas, soy tu superior— le dijo a Tanaka para luego lanzarle una mirada a Reiko, pero ella tenía la vista perdida—. Espero que no cause problemas, o si no me encargaré personalmente de matarla, y a ustedes junto con ella. Que les quede claro.

Y se marchó. 

—Será de nivel tres, pero es un idiota— se quejó Tanaka—. ¡Hey, levántate!, ¿no escuchaste lo que dije antes?

Trató de reincorporar a la joven, pero a esta le fallaron las piernas y volvió a caer, el cuerpo le temblaba sin control.

—No puedo... no puedo levantarme— pronunció casi inaudible, a lo que Tanaka chasqueo enfadado.

La tomó por el torso elevándola y, sin ningún esfuerzo, la colocó sobre su hombro izquierdo, la mitad del torso de la chica colgaba sobre la espalda del muchacho, estar media boca abajo le producía más mareo que antes pero no podía vomitar nada, su estómago estaba completamente vacío.

—Nishinoya, después hablaremos de esto...

El de mechón rubio no respondió, estaba entre avergonzado y molesto por el trato de su superior, tantos años diciéndose que iba a subir de nivel y todavía no conseguía nada, seguía siendo el perro de los mandados.




Reiko sentía que comenzaban a moverse, solo podía ver el suelo y las zapatillas deportivas de Tanaka caminando apresuradamente, por lo que oía, el pelinaranja los acompañaba también. 

La chica esperaba encontrarse otra vez en la sala de interrogatorios como había dicho Tanaka antes, pero en cambio llegaron a un living enorme, había un juego de sofás, mesas ratoneras con almohadones repartidos por todo el lugar y en la esquina una barra con tragos. Toda la habitación estaba iluminada con luces de neón roja que le daba un aspecto al infierno mismo, Tanaka sentó a la chica sin ningún cuidado en un sillón de cuero y él se sentó frente a ella. 

—Ya me informaron que Nishinoya te llevó con él a hacer un trabajo, era obvio que no debías ir allí, pero ya está. Espero que el jefe no se entere de esto o estamos todos perdidos, ¿entiendes?

La cabeza se le partía a la mitad, el cuerpo le temblaba internamente y la luz roja le comenzaba a dar sueño, pero aun así asintió como pudo.

—Ten...— Hinata le tendía una lata de refresco que no dudó en tomar.

Pronunció un gracias y con sus últimas fuerzas abrió la soda, bebió un trago y sintió como todo el líquido recorría sus entrañas.

—El jefe me ha encomendado pedir una orden de rescate por ti.

—Ya te dije que mi padre no va a responder a eso.

—Lo sé, por eso no voy a ser yo quién pida el rescate.

—¿Y quién...— lo miró y notó en sus ojos lo que estaba insinuando el rapado—. No, ni lo sueñes, yo no voy a llamar a ese hijo de puta.

—Es esa opción o la segunda— sacó del borde de su pantalón el arma y la depositó sobre la mesa pequeña de vidrio—. No me caes bien, así que no sería mucho problema para mi matarte ahora mismo, pero si de verdad valoras tu vida deberías replantearte esta oportunidad que te estoy dando.

—Si lo hago, ¿me dejarán irme de aquí?

—Claro... si todo sale bien podrás irte en libertad sin un rasguño— Reiko lo miró atentamente buscando una pizca de mentira en sus ojos, pero no encontró nada—. ¿No confías en mí?

Claro que no, pensó Reiko. Pero la oportunidad de su vida se estaba presentando una vez más, ¿qué otra cosa podía hacer?, era hacer esa maldita llamada o morir.

La primera opción era la más sensata.

Tanaka le entregó un celular con el número de teléfono que conocía a la perfección, solo necesitaba apretar el botón y llamarle.

—Esto es lo que pedimos por el rescate— depositó una hoja de papel con una lista de cosas escritas.

Entre ellas se leía: las acciones de los tres hoteles cercanos al barrio Kabukicho y cien mil dólares, todo eso a cambio de la libertad del hijo menor del señor Bushida.

—Esto es una locura— dijo Reiko leyendo lo que estaba allí escrito—. Además, yo soy la que está secuestrada no su hijo menor.

—Hinata hizo una investigación rápida y al parecer el hijo menor de Bushida está de intercambio en Italia— Respondió Tanaka.

—No te preocupes— Habló el pelinaranja, haciendo que Reiko lo mirara—. Con un poco de ayuda conseguí que interceptaran su celular y no puede recibir llamadas durante las próximas veinticuatro horas, así que nadie podrá confirmar si es verdad o no que lo tenemos secuestrado al chico.

—¿Y por qué tendría yo secuestrado a su hijo?

—¿No te das cuenta?, eres perfecta para este trabajo, tienes todo el derecho de estar enojada y reclamar lo que es tuyo por derecho de nacimiento.

Reiko le dio otro sorbo a la soda, no estaba convencida ni un poco de lo que estaba por hacer, pero no podía fallar, o su vida terminaría en este momento.

Presionó el botón de llamada y altavoz, en cuento el sonido inundó la habitación Tanaka le dijo lo que más temía.

—Más te vale conseguir un trato o estás muerta.

En ese instante se congeló y alguien del otro lado respondió.

—Hola..., ¿quién habla?

—Señor Bushida...

—Si, soy yo, ¿quién habla?

Tanaka le hizo una seña de que podía develar su nombre.

—... Soy Reiko

—¿Que mierda quieres ahora?, no me digas que es por la manutención porque ya se las pasé la semana pasada.

—Escúchame pedazo de idiota, tengo a tu maldito hijo secuestrado, así que más te vale prestar atención a lo que te estoy por pedir.

—Si claro, como si fuera a creer una estupidez como esa.

—Compruébelo usted mismo...

Se oyó un silencio mortal del otro lado, al perecer estaba intentando contactarse con su hijo y no podía, como Hinata lo había predicho.

—¿A qué se supone que estas jugando niña?

—Esto no es un juego... necesito que me transfiera cien mil dólares y las acciones de los tres hoteles cercanos al barrio Kabukicho.

—Estás loca...

—¿Quiere averiguar cuán loca estoy?— sin previo aviso tomó el arma que Tanaka había dejado en la mesa de vidrio y disparó dos veces a la pared detrás de él, el rapado ni se inmutó, Hinata por el contrario se escondió detrás de un sofá—. Esos fueron de advertencia, el próximo será en la pierna de su hijo.

—¡Espera!— Reiko estaba a punto de colgar cuando escuchó que su padre murmuraba algo—. Déjame conversar con mi hijo y te daré todo lo que pediste.

Tanaka miró a la chica con ojos enfurecidos, debía evitar esa situación a toda costa.

—Aquí la que tiene el control soy yo, que no se le olvide— y diciendo eso colgó, no paso un segundo que Tanaka se abalanzó sobre ella y comenzó a estrangularla, no tanto como para matarla, pero si como para que pasara poco aire por su garganta.

—¡¿Que mierda fue eso?!, ¡te dije que necesitaba un trato!

—¡Lo vamos a tener, solo... espera!— se le dificultaba respirar por la presión—. Tengo una idea...— Tanaka aflojó su agarre, pero no le quitó las manos de encima—. Tengo su número de cuenta bancaria, podemos quitarle todo el dinero que quieras.

—¡¿De verdad lo tienes?!— preguntó Hinata saltando detrás de un sofá, ella asintió—. Tanaka eso es increíble...

—Si le quitamos los cien mil volveremos a llamarlo y sabrá que no estamos mintiendo— aseguró Reiko sobándose la garganta que seguro estaba roja por el apretón.

—¿Puedes hacerlo enano?

—Es pan comido, ven conmigo Reiko.

Y como si la atmósfera asesina se hubiera disipado de la nada, se dirigió con Hinata hasta una sala que estaba llena de computadoras con Tanaka pisándole los talones.

—Necesito que abras tu cuenta aquí— le dio lugar para que pusiera su contraseña de banco en una computadora, cuando estuvieron dentro revisaron las últimas interacciones y allí estaba como ella prometió el número de cuenta de su padre.

Con un par de cosas más que hizo el pelinaranja ya tenían acceso total a la cuenta de Bushida, Reiko estaba impresionada de la facilidad con que el chico podía hackear algo así, él le entregó un celular de los tantos que tenía en una caja de plástico transparente.

Pegó una cinta adhesiva en el dorso del móvil y escribió un par de números y letras.

—Esa es la contraseña, solo hay que ir a un cajero cualquiera y sacar el dinero.

—Vamos— la voz de Tanaka resonó en la habitación, Reiko se despidió de Hinata y siguió al rapado, durante el camino no pronunciaron palabra. 

La garganta de Reiko todavía dolía y eso le recordaba que no estaba tratando con cualquier persona, por más que Hinata fuera alegre y la tratara bien, no era nada bueno lo que estaba haciendo. 

Tanaka la condujo hasta un auto deportivo negro, le abrió la puerta del acompañante y ella entró, llevaba el celular en sus manos y lo apretaba como si se estuviera aferrando a la vida misma. El chico entró al auto y antes de encender el motor se estiró buscando algo en el asiento trasero, Reiko pudo observar cómo los músculos de sus brazos se estiraban con cada movimiento que hacía. 

No era de extrañar que cada vez que la tomaba de la muñeca o de algún lado le doliera tanto. Le extendió una sudadera blanca y eso la sacó de sus pensamientos, se colocó la prenda y esperó a que arrancara, pero él soltó un chasquido.

—¿Qué?

Se adelantó y tomó el cinturón de seguridad de Reiko y se lo colocó, ella se tensó por el contacto, sentía su perfume fuerte como sus músculos de los brazos, llevaba una remera negra apretada al cuerpo y unos jeans negros.

Tomó un cigarrillo y lo encendió, le dio una pitada y se lo pasó a Reiko, ella no entendía por qué a veces la trataba como una persona normal y otras veces la quería matar.



Condujeron por las calles oscuras y se detuvieron a la orilla de un parque, Tanaka estacionó y le indició a Reiko que el cajero de 24 horas estaba en frente.

—Es mucho dinero así que vamos a hacerlo en cuatro partes, tienes que ser muy rápida, hay que sacar 25.000 dólares aquí, lo tomas y luego regresas al auto.

Ella asentía a todo lo que le estaba explicando, era una forma más segura de sacarla.

—Creo que está demás advertirte que pasará si intentas huir con el dinero.

—Creo que ya avanzamos a una etapa en la que cualquier cosa que haga puede matarme.

—Entendiste perfecto Re-Rei— se burló el rapado refiriéndose a la primera vez que se conocieron y ella estaba tan nerviosa que no podía pronunciar su propio nombre.

Tanaka volvió a estirarse buscando algo en el asiento trasero, esta vez la remera se le levantó un poco y ella pudo notar que su abdomen también estaba bien trabajado. Le extendió una mochila negra y no hizo falta que le explicara que el dinero debía ponerlo ahí.

—Suerte...— dijo el muchacho—. Ah, por cierto... que no te vean las cámaras Re-Rei— y le regaló una sonrisa burlona, su piercing de la ceja brilló con la luz de los postes y Reiko cerró la puerta con fuerza dejándolo dentro del coche.

Se colocó la capucha de la sudadera, miró a ambos lados de la calle y cruzó, por el rabillo del ojo notó una cámara de seguridad y le dio la espalda, ya estaba frente al cajero automático y procedió a ingresar la cuenta que Hinata le había anotado en el celular.

Para su suerte estaba todo en orden y procedió a anotar el monto que Tanaka le había dicho, pero se detuvo antes de presionar para extraerlo.

¿Era esto lo correcto?, claro que no. 

¿Pero cuándo su padre había sido correcto?, ¿cuándo se había preocupado por ella o su madre?

La vida misma le había dado la espalda a Reiko, terminó por abandonar la escuela, cada día estaba menos en su casa y su madre le echaba la culpa todos los días por la miseria en la que vivían. 

Lo único que le quedaba eran sus amigos que ya no podía ver más, ¿ellos también se preocuparían por ella?, ¿la estarían buscando?

Su dedo temblaba ante el botón digital y en su cabeza se estaba debatiendo una guerra.

Al apretar ese botón ya no había vuelta atrás, estaría por cometer el crimen más grande su vida, los robos de dulces y cosas por el estilo no eran nada parecido a esto. Estaba por arruinarle la vida a su padre.

Estaba por arruinarle la vida a su padre...

Sonrió, y presionó el botón.


[Extraer]


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