❖ 4 ❖
El ramen que había comido parecía darle vueltas por el estómago, como un molesto gusano gigante que se arrastraba entre sus entrañas, no lograba conciliar el sueño por más que quisiera, se preguntó cuanto faltaría para que llegara el siguiente día. Allí bajo tierra, en esa oscura y sola habitación, parecía que el tiempo se había detenido, ¿que estarían haciendo sus amigos?, ¿ya habrían ido a la policía a denunciar su desaparición?, ¿les habrían creído?
Y así pasó las horas. Preguntándose.
Abrió de repente los ojos, estaba desorientada, miró a su costado y allí se encontraba el chico de mechón rubio, observándola.
Se preguntó cuanto tiempo debió estar parado sin decir nada, ese pensamiento la puso un poco nerviosa.
—Perdón si te desperté— su tono de voz, que no era fuerte ni demandante, contrastaba con todo el lugar, parecía la única persona con modales allí.
—¿Vienes a terminar con mi vida?— preguntó Reiko ya devastada, lo único que le quedaba a estas alturas era su pésimo humor, no se despediría de nadie; nadie la vería en sus últimos momentos.
—¿Qué?... levántate— hizo un ademán con la mano—. Tienes que acompañarme a un lugar.
Reiko tardó unos segundos en levantarse, a la vez que pensaba de que se podía tratar todo esto.
Tal vez la matarían en otro lado, tal vez necesitaban esa habitación limpia por si traían a otra persona como ella. Las preguntas le empezaron a inundar la mente y como si no pudiera contenerlas las soltó.
—¿Puedo hacerte una pregunta?
—Puedes... pero dependiendo de la pregunta, es si responderé o no.
—¿Como te llamas?
Eso pareció llamarle la atención al chico, porque se detuvo en seco justo cuando estaba abriendo una puerta, posó la mirada en Reiko unos instantes. De todas las preguntas que se le ocurría que podría hacerle la chica, definitivamente, esa no se la esperaba.
Por la abertura de la puerta se colaba un aire fresco que ella no tardó en respirar.
—Nishinoya Yuu.
Cruzaron la puerta.
❖
Un garaje lleno de autos se desplegaba a lo ancho, el aire de aquel lugar parecía más natural que el de adentro. Del lado izquierdo, a unos cuantos metros se podía vislumbrar una rampa que subía hacia el exterior. Nishinoya caminó en dirección de una moto que estaba entre dos autos deportivos, era la única del lugar. En la pared, unos estantes sostenían un casco negro y lo que parecía ropa, además de herramientas y chatarra.
—¿A dónde vamos?
—Prefiero no decirte.
—¿Voy a morir?
Ya estaba cansada de no saber lo que pasaría con su vida, ¿seguirían posponiendo su muerte?, ¿hasta cuándo?, ¿realmente la matarían?
—Todos vamos a morir en algún momento...— se dio vuelta a mirarla, mientras se colocaba una chaqueta de cuero negra—. El único problema es que no lo sabemos hasta que estamos frente a la muerte misma.
—¿Acaso eres poeta?
—En mis tiempos libres, sí— respondió con sarcasmo Nishinoya, tomó de la estantería una sudadera negra y se la colocó a Reiko, como si la chica hubiera olvidado completamente como vestirse ella misma. Había algo en la acción del joven que le hacía dejar a un lado la idea de que era un mafioso o algo por el estilo, prosiguió con lo que estaba haciendo y colocó el casco negro en la cabeza de Reiko, lo abrochó alrededor de su mentón y se aseguró de que estuviera bien ajustado.
Ella estaba confundida, ¿por qué era tan atento?, ¿acaso no era mafioso o asesino?
Subieron a la motocicleta.
—Agárrate bien... no queremos que te pierdas a la mitad del camino, ¿o sí?
Ella, aún sorprendida, accedió a lo que dijo y se sujetó del asiento, pensando -o más bien, rogando- de que ya con eso fuera suficiente, pero el muchacho encendió el vehículo y aceleró de cero a cien a lo que Reiko casi se estampilla contra el suelo.
Subieron la rampa y salieron al exterior; era de noche, la chica levantó el cristal de su casco y pudo sentir lo que tanto ansiaba, aire fresco.
Parecía que no había salido hace días.
Recorrían una calle recta, las casas a sus costados se iluminaban tenues con los focos de la ciudad, doblaron en una curva y reconoció al instante el "Teatro Nacional de Noh", eso significaba que estaban del lado de Shibuya, siguieron por la autopista hasta que bajaron por otra calle. Atravesaron un pequeño túnel, rebasando cada auto que le estorbaba a Nishinoya, se notaba que le gustaba la velocidad, Reiko pensó si estaría bien que ella llevara el casco y no él. Después de todo, la vida que más valía era la de este chico, ella simplemente era una rehén, ¿o no?
A un par de metros, Nishinoya bajó la velocidad, el muchacho dobló repentinamente y ella presionó su agarre; una mano en el asiento y la otra en la chaqueta de cuero del joven. Volvieron a ingresar a un estacionamiento subterráneo, pero en este solo había un par de autos, y cayó en la cuenta de que era un hotel.
—¿Planean venderme?
—¿Por qué dices eso?, ¿pensaste que te traía a un hotel para venderte a algún gangster o algo así?— la respuesta le atemorizaba—. Claro que no... solo te traje para que me acompañaras, tengo trabajo que hacer.
Debajo del asiento de su moto guardaba una mochila negra que se la extendió a Reiko, le dijo que la cargara ella y que por ningún motivo se la sacara hasta que él lo dijera.
Caminaron hasta la entrada y un enorme vestíbulo los recibía, el chico no necesito registrarse, mostró una especie de tarjeta y el personal le asintió en señal de que les dejaba el pase libre.
Entraron a un ascensor y Nishinoya presionó el último botón de este.
Hacia la terraza.
—¿Por qué me trajiste?
—Porque nadie me quería acompañar y eras la única que estaba al alcance.
—El chico de anoche, Tanaka... me hizo creer que hoy me matarían, ¿acaso cambiaron de opinión?
—Solo te quiere asustar, se aprovecha de eso... pero no es una mala persona
Eso le revolvió el estómago a Reiko.
—¿Como no puede ser una mala persona?, mató a alguien frente a mí... creo que tenemos diferentes posturas sobre lo que es ser buena persona.
—¿Tú crees que yo soy una buena persona?
La miró interrogante, no había una pizca de emoción en sus claros ojos, ¿quién sabría lo que podía haber hecho?, la melodía del ascensor se colaba por sus oídos y le recorría lo sesos, era tan molesto que Reiko deseaba que terminara tan pronto como fuera posible.
Esa molesta música, sumada a la mirada penetrante que tenía Nishinoya, le estaba poniendo los pelos de punta, no sabía cuánto tiempo habían estado así, hasta que en un momento las puertas se abrieron acompañadas de ese característico sonido.
❖
Estaban en el último piso, recorrieron el pasillo dejando atrás las habitaciones para llegar a una escalera de emergencia y salieron a la terraza. Todo estaba oscuro, salvo por la luz que se filtraba de las calles y los edificios que se extendían en todas direcciones debajo de ellos, el frío era soportable para Reiko que llevaba la sudadera negra.
Se asomó para ver las calles, y tal vez seguir lamentándose por ser prisionera de esta gente, cuando Nishinoya, de un solo tirón, la atrajo hacia su lado.
—Ni se te ocurra.
Y no se habló más.
Esperaron unos segundos hasta que llegaran las personas con las que el chico debía reunirse, le había dado instrucciones estrictas de no hablar, no mirar y -si podía- no respirar, a lo que Reiko solo asintió de forma desinteresada.
Su cuerpo se crispó cuando sintió sobre su mano el frío de un metal, Nishinoya había depositado un arma en sus manos.
—¿Sabes disparar?
—¡Claro que no!, ¡¿estás loco?!— pero el muchacho insistió en que la tuviera, solo para defensa personal.
No se daba cuenta del poder que le había otorgado a la joven, tranquilamente podía dispararle a Nishinoya y huir de allí como si nada. Pero sabía perfectamente que no era el momento, en su mente se estaba debatiendo una lucha entre si el chico verdaderamente era bueno con ella y se había comportado de manera amable porque quería ayudarla; o la estaba engañando.
Podría ser un mentiroso patológico y solo estaba jugando con ella. No descartaba esa posibilidad, ya que no sabía de quién fiarse.
Solo estaba ella contra el mundo.
—Vienen...— habló Nishinoya, y detrás de ellos -por las mismas escaleras que habían ingresado hace unos minutos- apareció un chico de estatura baja, y a su lado, uno que era tres veces más grande que él.
El más bajo tenía cabello marrón claro, jeans celestes, remera blanca y campera de cuero como la de Nishinoya; el más alto, sorprendentemente, tenía el cabello gris, que bajo la tenue luz de la ciudad daba el aspecto de blanco. Algo que le sorprendió a Reiko, fueron sus brillantes ojos verdes, sentía que le atravesaban hasta el alma, estaba vestido con pantalones negros y una campera deportiva roja.
Ambos la miraron, su presencia los desconcertaba bastante.
—Nishinoya, ¿quién es esta?— habló el más bajo, que no esperó a llegar hasta ellos para largar ese comentario—. Pensé que de tantos años trabajando para la mafia ya sabrías la regla de no extraños.
—Eso aplica solo a tus reuniones, siempre eres tan resentido... tuve que traerla porque después debemos hacer algo importante.
—¿Qué?, ¿se irán a un motel?
A Reiko le subió la sangre hasta la cabeza, Nishinoya por el contrario, palideció.
Dio tres zancadas y ya estaba a centímetros del otro chico. El peligris estaba a punto de separarlos, cuando su compañero levantó la mano en señal de que no interviniera.
—Te lo advierto Yaku... vuelves a decir una estupidez como esa y de aquí no sales con vida— el susodicho rio entre dientes y le hizo una mueca.
—¿Quieres revivir nuestras peleas?, ¿o acaso no te he hecho trizas lo suficiente como para que aprendas la lección?— ambos sostenían la mirada, sus ojos se atravesaban con tanto odio que Reiko entendió que había historia entre estas personas, y no precisamente una buena—. Lev...— le hizo señas al alto y este obedeció pasándole una carpeta—. Aquí está lo que querías, Yuu.
Presionó el objeto contra el pecho de Nishinoya, y este procedió a revisar los papeles.
Yaku aprovechó el momento para acercarse a Reiko y observarla, en lo que Nishinoya estaba distraído.
—Soy Yaku Morisuke— le extendió la mano—. Es un placer...— y le hizo una seña con los ojos para que ella se presentara.
—Oye, esto es lo que te debo— interrumpió Nishinoya, se acercó a Reiko y le quitó la mochila que tintineó como si dentro hubiera armas, lo cual no descartó—. Tómalo y lárgate.
Yaku volvió a reír entre dientes, y con pasos medidos, tomó la mochila, no se molestó en revisar su contenido, estaba seguro de que se encontraba lo acordado.
—¿No piensas presentármela?— dijo refiriéndose a Reiko.
Nishinoya miró en dirección de la chica y luego a Yaku. —Ya la conocerás, no te preocupes— habló, regalándole una sonrisa irónica.
Yaku chasqueó irritado y se fue con el más alto, no sin antes levantar una mano, de espaldas a ellos, despidiéndose. La chica respiró hondo, no se había dado cuenta que tenía el aire contenido hasta que esas personas se marcharon, rápidamente Nishinoya le arrebató el arma que le había entregado minutos atrás.
—Es una suerte que no tuvieras que utilizar esto.
—¿Quiénes eran estas personas?
—Son de otra mafia...— se quedó pensando unos segundos y sacudió la cabeza—. Simplemente no es de tu incumbencia.
Volvieron a recorrer el mismo trayecto de antes para ir hasta la motocicleta que estaba en el estacionamiento, durante todo el recorrido a Reiko le surgían más preguntas.
Preguntas que, dependiendo de lo importantes que eran, Nishinoya respondía o no.
—¿Es verdad que tenemos que ir a otro lugar?
—No, solo lo dije para que nos dejaran en paz.
—¿Crees que puedan seguirnos?
—Yo no me preocuparía de eso.
Subieron a la moto y el chico arrancó a toda prisa, no pasaron ni dos minutos hasta que las sirenas de la policía comenzaron a sonar, y específicamente detrás de ellos.
Esta era una oportunidad perfecta, pensó Reiko.
Todo el tiempo que estuvo en ese escondite rogó porque alguien hubiera dado aviso de su desaparición a la policía y la estuvieran buscando por todas partes. Nishinoya, con el ceño fruncido, miró por el vidrio retrovisor y notó que la patrulla no tenía intenciones de rebasarlos, por lo que no le quedó de otra que reducir la velocidad y estacionar a la orilla de la calle.
El corazón de Reiko latía a mil por segundo, cuando analizó la idea de bajarse de la motocicleta y gritar a todo pulmón por ayuda, Nishinoya apretó con su mano la pierna de ella, dejándole en claro que no podía escapar.
—Buenas noches— una voz gruesa y firme a su lado los sorprendió, el oficial, de tal vez un metro setenta, los inspeccionaba minuciosamente—. ¿Se puede saber a dónde van con tanta prisa?
—Buenas noches oficial, estoy llevándola hasta su casa— mintió rápidamente Nishinoya.
—No creo que esa sea una excusa suficiente como para explicar la velocidad con la que estaba conduciendo, joven— miró a Reiko en busca de explicación, pero ella llevaba el casco que no dejaba verle la cara—. ¿Dónde está su casco, joven?
—Es el que tiene puesto mi novia, no tengo otro... prefiero protegerla a ella.
—Pues su acto tan caballeroso le va a costar una multa— sacó una agenda y comenzó a escribir, Reiko necesitaba hacer algo ya, o sería la última vez que estuviera tan cerca de la libertad, pero apenas movió un músculo, Nishinoya volvió a ejercer presión en su pierna derecha, la cual el oficial no podía ver.
En ese momento, ella entendió que el casco no era para protegerla, era para que no la reconocieran por las cámaras de seguridad, o la policía, en caso de que ya estuvieran informados de su desaparición.
—Toma niño, más te vale que la lleves a casa, como me entere que volviste a exceder la velocidad te detendré y vendrás a la comisaría.
—No se preocupe— dobló el papel y lo guardó en un bolsillo de su chaqueta.
La respiración de Reiko nublaba el cristal del casco, y su desesperación crecía más y más.
—¿Estás bien?— el oficial no tardó en darse cuenta de que algo malo pasaba.
—Ella está bien— contestó rápidamente Nishinoya—. Es solo el frío de la noche, si me disculpa, la tengo que llevar devuelta a casa— estaba dispuesto a arrancar el motor, cuando el oficial lo detuvo agarrando su brazo.
—¿Estás segura de que todo está bien?— ella notó la mirada del chico por el retrovisor, y no tuvo más remedio que asentir—. Si pasa algo, no dudes en llamar a la estación, pregunta por el oficial Daichi Sawamura.
Y dicho eso, los dejó en paz.
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