❖ 2 ❖
—Re-Rei...— no podía controlar el temblor de su cuerpo que se extendía hasta su boca para pronunciar esas simples palabras.
—Bueno, Re-Rei— habló el chico burlándose—. Creo que sabes lo que se viene ahora— acto seguido cargó el arma y ella cerró sus ojos, de los cuales cayeron un par de lágrimas.
—¡Tanaka, idiota!, ¿qué mierda estás haciendo?
Reiko abrió los ojos y miró en dirección de la voz, un chico más bajito con el cabello negro y unos mechones rubios que caían a los costados de su cara caminaba en dirección a ellos.
—¿Que mierda te importa?, estoy arreglando unos asuntos.
—El jefe nos llama urgente, tenemos que irnos ya— el nuevo miró a Reiko y ella miró en otra dirección. —¿Vio algo importante?
—Claro, ¿por qué te crees que lo estoy arreglando?
—Si hubieras sido más cuidadoso esto no hubiera pasado... llevémosla, después vemos que hacemos con ella.
Reiko quería protestar, pero sabía que si decía algo no saldría con vida de ahí. Aunque era obvio que no tenía posibilidades de sobrevivir, necesitaba pensar en algo rápido para escapar. El rapado chasqueó molesto y guardó el arma en el borde de su pantalón, la tomó con fuerza de la nuca y caminaron hasta salir de la oscuridad del callejón.
Las personas parecían no notar su cara de terror, miraba con desesperación a que alguien observara la situación y la salvara milagrosamente, Yamaguchi tampoco se veía por ningún lado y eso le aterró más.
El rapado la apretó más fuerte y se acercó a su oído. —Como llegues a intentar algo te mato.
Subieron a una camioneta negra con los vidrios polarizados, ella y el rapado en la parte trasera, el de mechón rubio en el asiento del acompañante y el que conducía era un chico con el cabello de un sorprendente color naranja.
—¿Por qué tardaron tanto?, el jefe está como loco.
—Arranca maldita sea.
Y salieron más rápido de lo que hubiera deseado, el pelinaranja miró por el vidrio retrovisor y notó la presencia de la chica.
—¿Quién carajos es esta?
—Él estúpido de Tanaka no pudo hacer bien su trabajo sin que nadie lo observara.
—¿Y por qué no hiciste tú el trabajo sucio?— el rapado estaba bastante molesto.
—Porque te lo habían encomendado a ti, tarado.
Y allí terminó la conversación, el ambiente era tan tenso que se podía cortar con un cuchillo.
El pelinaranja conducía a toda velocidad pasándose algunos semáforos en rojo, no le importaba que fuera visto por las cámaras de seguridad y Reiko rogaba que la policía los persiguiera, era de la única forma en que podría pedir ayuda.
Pero no sucedió.
❖
Llegaron sin problemas hasta una especie de fábrica abandonada, estacionaron y el rapado la tiró para que bajara rápidamente. Reiko notó que la camioneta no tenía patente, así que no tenía datos que aportar a la policía.
Si es que llegaba a ver a la policía empezando por ahí.
Entraron por la parte de atrás, una especie de bajada los conducía a una entrada por la que salía una luz roja de neón, las paredes estaban llenas de grafitis por todas partes. Cuando estaban ingresando, sorpresivamente el celular de Reiko comenzó a sonar y se tensó.
El tono de llamada parecía quemarle los tímpanos y el rapado la acorraló contra la pared, furiosamente metió las manos en los bolsillos del jean de la chica hasta que encontró el aparato. Lo estampilló contra el suelo no sin antes leer el nombre de la persona que la estaba llamando, la miró a la joven y la tomó por el mentón infringiendo demasiada fuerza.
—No te salvas de esta noche maldita.
—¡Eres un imbécil!, ¿cómo no se te ocurrió revisarla antes de traerla aquí?— el de mechón rubio gritaba desaforadamente.
Siguieron caminando por los pasillos, subieron escaleras hasta que llegaron a una puerta, que estaba completamente pintada con aerosol negro.
La insignia de un cuervo extendiendo las alas ocupaba todo lo ancho de la puerta, tenía los ojos rojos chorreantes y parecía que en cualquier momento cobraría vida para arrancarle el alma a Reiko.
El pelinaranja tomó la delantera y abrió la puerta, dentro, la sala estaba abarrotado de personas.
El humo de cigarrillo dificultaba la acción de respirar, el bullicio de gente ensordecía y Reiko no podía pensar en otra cosa que fuera escapar de allí.
La fuerza que ejercía el rapado en el brazo de ella le estaba empezando a doler.
En un segundo, todas las voces se callaron en simultáneo, al frente de ellos apareció una persona de estatura media, encapuchado. Estaba vestida completamente de negro y no se le veía la cara, por su complexión, Reiko asumió que se trataba de un hombre.
Al fin y al cabo, todos eran hombres allí, estaban tatuados, con perforaciones y fumando cigarrillos o porros.
El encapuchado se sentó sobre una mesa que había allí toda destartalada, a su lado un chico rubio muy alto lo acompañaba, parecía su asistente.
—Como ya saben, la casa de Nekoma está ayudándonos muchísimo en la búsqueda— su voz era suave y melodiosa, contrastaba al máximo con su vestimenta y el lugar en sí—. Pero todavía no hemos podido hallar a los culpables de nuestras bajas.
Parecía como si un general del ejército estuviera poniendo al tanto a sus soldados. Pero esto era más turbio.
—Seguiremos actuando como lo hemos estado haciendo durante estas últimas semanas... si atacan, los atacamos también— una ola de gritos se produjo por esto último que había dicho el sujeto.— No se dejen pisotear y manténganse unidos.
Y sentenciando eso se levantó para retirarse entre las vociferaciones de los demás, nadie se percató en la presencia de Reiko a lo que sus captores la condujeron al frente de la multitud que comenzaba a retirarse.
—¡Señor!...— el de mechón rubio llamo al sujeto extraño, este último se dio vuelta y la muchacha notó que llevaba puestas unas gafas negras, se preguntó como haría para ver algo entre todo ese cuarto oscuro por el que solo entraba la luz de la luna—. Tenemos que hablar con...
—¿Quién es esta?
—Justamente, tenemos que hablar de esto, Tanaka tuvo un inconveniente y esta chica lo vio... ¿Qué debemos hacer con ella?
—¿Que no es obvio?— Reiko sintió terror por la respuesta obvia—. Cualquier estorbo debe ser eliminado.
—¡No!
Su grito la tomó por sorpresa, su propio inconsciente estaba luchando por mantenerla, aunque sea, unos segundos más viva.
—Dame una sola razón para no matarte— justo en este momento no se le ocurría nada—. ¿Tienes dinero?, ¿Eres una persona importante?... lo único que me sorprende es tu cara, me parece haberte visto en algún lado.
Le hizo señas al de mechón rubio y este se acercó, le dijo algo al oído y con eso se retiró junto al rubio de lentes.
—Vamos... a la sala de interrogatorios.
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