❖ 1 ❖
La chica se restregaba los ojos por quinta vez en la noche.
Al abrirlos, no se le quitó el efecto de mareo. Eso es lo que conlleva beber alcohol y mezclarlo con cannabis, no solo ella estaba bajo los efectos de la droga, sino que los amigos que la acompañaban también experimentaban esas sensaciones.
Yamaguchi Tadashi y Terushima Yuuji, se paseaban por el tren completamente vacío salvo por sus propias presencias.
Tatsuki Reiko permanecía sentada, la cabeza le daba vueltas y si no llegaban a tiempo a la estación de Shinjuku no aguantaría la catarata de vomito que se le estaba adelantando.
Para suerte de los tres jóvenes, el sonido del tren estacionándose se hizo presente más rápido de lo que esperaban. Cruzaron las puertas y salieron a la oscura noche iluminada por las luces de la calle, el frio se hizo presente en sus alientos que despedían vapor con cada respiración agitada que emanaban sus cuerpos.
—¿Y ahora, hacia dónde?
Pregunto Terushima, su pelo rubio -decolorado- parecía blanco en la oscuridad.
—A estas horas no creo que haya algún lugar abierto— contestó Yamaguchi observando alrededor—. Son las cuatro, los bares cierran a la tres.
—Hay un lugar al que podemos ir— la joven, casi tiritando de frio, comenzó a caminar marcha atrás, tirándole una mirada al peliverde que ya intuía hacia donde los pensaba llevar su amiga.
—No...
Ella le asintió y echó a correr en dirección recta.
—Ja, ja, ja, ¿hacia dónde piensa ir?— preguntó Terushima, siguiéndole el paso a Reiko.
—¡Está loca!, ¡es muy peligroso ir allá!— Yamaguchi corrió tras los otros dos—. ¡Quiere ir a Kabukicho!
—¿Y eso te parece peligroso?
—¡Es el maldito barrio rojo de Japón!
El rubio solo atino a reírse, no comprendía la gravedad de la situación. En el famoso barrio de Kabukicho podía encontrarse muchas cosas ilegales, desde compra y venta de armas hasta tráfico de personas, no era seguro para nada.
❖
Los jóvenes llegaron hasta el lugar y el famoso arco rojo decorado con grandes luces les daba la bienvenida. Yamaguchi tomó el brazo de su amiga deteniéndola, estaba a un paso de poner su seguridad en manos del peligro.
—Rei, no quiero que entremos, jamás lo hemos hecho y no somos mayores de edad.
—Yams...— como lo llamaba la chica desde que tenía memoria—. Todo el mundo entra aquí, solo hay que asegurarnos de no mirar a nadie extraño y todo estará bien.
—Chicos— habló Terushima, su piercing de la lengua brillaba cada vez que pronunciaba alguna palabra—. La vida es una sola, tenemos que disfrutarla— y tomándolos por los hombros a sus amigos cruzaron el gigante arco rojo.
El rubio utilizaba esa frase para referirse a cualquier cosa -ya fuera ilegal o no- que estuvieran a punto de hacer. No era casualidad que los tres hubieran dejado la secundaria a la mitad, para ellos la verdadera "diversion" estaba fuera de ésta.
La variedad de locales que se desplegaba a la vista era demencial, carteles led, luces de todos los colores y gente por todas partes. A simple vista parecía un simple barrio de Tokio, había que detenerse a mirar unos segundos para darse cuenta de que lo que se ofrecía en cada puesto no era tan legal como cualquiera pensaría.
Los love hotels ofrecían una "carta" de las chicas disponibles para pasar una noche, los puestos de películas +18 estaban abarrotados de gente y se podía ver a las personas vendiendo droga en la oscuridad de los callejones.
—¿Que mierda vamos a hacer aquí, Reiko?— la preocupación del peliverde era cada vez más evidente.
—Lo bueno de este lugar es que tienen el alcohol más barato— la chica, como podía, se recogía el corto cabello en una media coleta.
—Este lugar no es bueno para nada— dijo Yamaguchi haciendo énfasis en esa palabra.
Los tres amigos entraron a una pequeña tienda, como todas las otras, y compraron tres latas de cerveza.
—¿Van a poder aguantar otra ronda?— hablo el rubio refiriéndose a la cantidad de alcohol que venían bebiendo desde las once de la noche.
—Por mí no te preocupes— dijo Yamaguchi—. Me parece que tendrías que hacerle esa pregunta a otra persona— le dio un sorbo a la lata mientras señalaba con la vista a Reiko.
La muchacha le dio un pequeño golpe en la nuca al pecoso haciendo que este se ahogara con la bebida.
—Voy a ir a comprar más cigarros— la joven volvió a entrar al local y los dejo a sus amigos que, por petición de Terushima, entraron a otra tienda, pero de revistas porno.
Yamaguchi no estaba convencido de separarse ni un segundo de su amiga, pero el alcohol ya volvía a confundir su cerebro, por lo que se dejó llevar.
Reiko salió de la tienda y prendió un cigarro, con la vista busco a sus amigos que hacía solo un momento habían estado ahí fuera.
⌦ ꒰ [Yams]
-hey.
-¿donde mierda se metieron?
✓ ₀₄ ₁₅
Los mensajes no le llegaban a su amigo, así que la castaña decidió buscarlos por su cuenta. El ambiente del lugar era realmente tenso, la joven trataba de hacer lo posible para no parecer perdida porque cualquiera se podría aprovechar del estado en el que estaba para poder robarle, o algo por el estilo.
Cuando por fin cruzaba por su mente las palabras de Yamaguchi de que ese no era un buen lugar, observó algo que le heló la sangre.
En un callejón oscuro, un hombre estaba apuntándole con un arma a otra persona, su cerebro no pudo procesar tan rápido como hubiera querido y se quedó varios segundos contemplando la escena. Al momento del disparo, su cuerpo se tensó tanto que hasta la respiración se le había escapado de los pulmones, el sujeto que sostenía el arma giró su cabeza y se encontró con la mirada de Reiko.
En ese instante, el miedo los sorprendió a ambos.
Ella, sin pensarlo dos veces, salió corriendo de allí y él la siguió hasta alcanzarla unas cuadras más adelante.
Reiko sentía que sus pulmones quemaban con cada bocanada de aire que luchaba por atrapar, la persona que la estaba persiguiendo consiguió tomarla por la muñeca y de un tirón, la arrastró hasta la oscuridad de los callejones.
De un golpe seco la estampilló contra la fría pared de ladrillos y presionó un metal helado sobre la frente de la chica, en un segundo se dio cuenta que era el revolver y se paralizó.
¿También la iba a matar como a la persona de antes?
—Shhh...— le susurraba el hombre de cerca—. Ambos sabemos que no tuviste que ver eso... mírame— le dijo y ella obedeció con los ojos lagrimeando, notó que no era tan grande como pensaba, tal vez le sacaba uno o dos años de diferencia, tenía la cabeza rapada, un piercing en la ceja izquierda y los ojos rodeados de casi imperceptibles ojeras—. ¿Cómo te llamas querida?
Ella no podía pronunciar una sola palabra, estaba aterrada.
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