8
Aunque la cama era grande, Gulf agradeció en silencio que Mew se hubiera acostado tan cerca. Estaban tapados con la misma cobija. Aunque sólo rozaba su brazo si se movía, tenerlo tan cerca le parecía a Gulf un sueño.
—Así que...te arrepentiste, te bajaste dos estaciones más adelante...y caminaste de vuelta hasta aquí...
—Sentí que era injusto...dejarte solo en medio de toda esta situación. Sé que era parte del plan que yo me fuera. Recibí un mensaje de mi jefe. Al parecer consiguió prestada una moto para mí, para que no perdiera este fin de semana de trabajo...
—Entiendo...—dijo Gulf casi en un susurro.
—Pero no hubiera podido trabajar tranquilo, sabiendo que te dejaba aquí, con esa familia que tienes.— la voz de Mew también se oía como un susurro bajo la cobija.
—A veces creo que son la peor familia del mundo...pero otras veces creo que hay algo malo en mí, para que ellos me traten así...— Gulf no pudo evitar sollozar.
Mew buscó por debajo de la manta la mano de Gulf, entrelazó sus dedos y apretó suave.
El corazón de Gulf se saltó un latido.
—Te voy a contar la historia de la peor familia del mundo.— le dijo Mew— La historia de mi familia. Cuando mi madre murió, mi padre y yo nos mudamos para acá. Porque la casa en la que vivíamos, en la que yo nací, era parte de la herencia familiar. La herencia de mis abuelos maternos comprende más de diez casas. Todas están alquiladas. Mi padre les pidió una de esas casas para mí. Van cinco años y todavía seguimos esperando. ¿Sabes dónde vivimos? En un remolque. Siendo yo uno de los herederos de la rica familia Oribe. Yo volví a esa ciudad sólo una vez, desde la muerte de mi madre. La casa en la que viven mis tíos también es parte de nuestra herencia. Después de un viaje de diez horas, tuve que esperar sentado en la vereda hasta el mediodía a que mi tía, hermana de mi madre, se despertara y abriera el candado que había puesto en el portón de entrada.— de repente Mew pareció quedarse sin aliento.
Gulf le apretó la mano con dulzura.
Mew respiró profundo y continuó:
_Tengo quince primos. Ninguno me habla. Con el único que me llevaba bien, el único que parecía quererme, se suicidó hace algunos inviernos. Se pegó un tiro en la cabeza, con un arma que usaba para cazar. Él, como yo, era de la rama pobre de la familia. Su madre, mi tía, sobrevivía haciendo comida para vender. A la mañana siguiente al funeral de mi primo, mi tío fue a verla a su casa. Ella le pidió que le dieran otra de las casas. Sentía terror de seguir viviendo en el mismo lugar donde mi primo se había volado la cabeza. No sólo se la negaron sino que mi tío le sugirió que fuera a la comisaría y recuperara el arma usada en el suicidio, que la vendiera y así poder devolver el dinero que la familia había tenido que poner para comprar el ataúd...
Gulf no lo soportó más y rompió en llanto. Mew lo atrajo hacia él y lo abrazó tan fuerte como pudo.
—En medio de sus delirios por el dolor, mi madre los llamaba... Ninguno de ellos vino... Ninguno de ellos me habla, ni a mi padre... Mi padre se accidentó en su trabajo y la compañía nunca se hizo cargo. Vivimos de sus changas y de lo poco que yo puedo aportar. Gulf, tú nada le has hecho a tu familia. Ni yo tampoco a la mía... Nos tratan así porque así son... No saben amar...Pero eso no significa que tú no merezcas ser amado...
Mew dejó de hablar. Gulf tampoco dijo nada. Sólo se oía en la habitación la respiración agitada de ambos. Afuera el viento había amainado y había comenzado a nevar.
Y así, abrazados, y en silencio se quedaron por fin dormidos hasta el amanecer. Ninguno de los dos se dio cuenta de que en un momento, justo cuando el sol salía, un par de ojos escudriñaron a la pareja abrazada y dormida, cobijada bajo el calor de la manta y bajo el calor de dos corazones que latían al compás...
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