3
—¿Puedo darte un consejo?— le dijo Mew susurrando en su oído.
Gulf tembló. Nunca lo había tenido tan cerca.
—Lo que sea con lo que te estés drogando..., ¡déjalo!
—Si tan sólo me dieras...diez minutos...te lo puedo explicar.— dijo Gulf con apenas un hilo de voz.
Sentía que si perdía aquella oportunidad, no iba a tener otra.
—Tienes...un minuto...
Gulf tomó aire y dijo:
—Mi familia no acepta que yo sea gay. Y cada vez que hay reunión familiar, se discute un posible matrimonio arreglado para mí. Me presentan a una heredera millonaria, a la que sólo le importa ella misma y los millones de mi familia y esperan que, al verla, yo...— Gulf sacudió la cabeza, interrumpiéndose. Se sentía muy humillado— Si voy con un novio, y les muestro que tenemos una relación profunda y verdadera, ellos por fin dejarán de pedirme que viva una vida que yo no quiero vivir.
Mew estaba serio. Pero parecía escucharlo con atención. Gulf respiró profundo una vez más y dijo:
—No te estoy pidiendo que duermas conmigo...ni siquiera que me beses...— "eso sería como morir e ir directo al Cielo", pensó Gulf— Sólo te pido que te presentes como mi novio. Y que estés allí conmigo sólo unas horas. No tienes que quedarte los tres días. Llegamos, te conocen y para la cena recibes un mensaje urgente...que te obliga a volverte en el tren de las siete...
—¿Por qué tengo que ser yo? Seguro hay alguien más a quien se lo puedas pedir...— la pregunta de Mew hizo que Gulf se sonrojara.
¡Claro que tenía que ser él! Porque era él quien le había robado el sueño desde que se habían chocado en un pasillo el primer día de clases... Pero aquella no era la única razón...
—Todos aquí saben que soy gay...pero tú eres el único que no me mira con...repugnancia cada vez que me ve...
Mew frunció el ceño. Y se quedó viéndolo en profundo silencio. Gulf suspiró.
Aquello había sido una mala idea. Una estupidez. Y ahora comenzaba a sentirse arrepentido y muy avergonzado.
—Olvida todo lo que acabo de decir... — dijo Gulf con timidez.
Y se subió a su auto sin volver a mirar a Mew. Trató de encender el motor pero le temblaban demasiado las manos como para conducir. Bajó la ventanilla y respiró profundo. Apenas de reojo vio cómo Mew volvía a paso lento al taller mecánico.
Su celular comenzó a vibrar. Gulf maldijo por lo bajo mientras rechazaba la llamada. No estaba en condiciones de hablar con nadie de su familia. Cerró los ojos, esperando calmarse. El celular volvió a sonar. Esta vez era un mensaje de voz. Presionó la pantalla y volvió a cerrar los ojos:
"Supongo que te avisaron de la reunión familiar. ¡Te lo voy a decir una sola vez! Compórtate como una persona normal, no hables ni de política ni del cambio climático. ¡A nadie le interesa tu opinión! A la cena del Viernes, vendrá la hija de ese Senador, amigo de papá. Será tu cita. Y mi novio y su familia también asistirán. Así que...por lo que más quieras, actúa como un verdadero hombre y ¡simula que te gustan todas las mujeres de este maldito planeta! ¡No arruines la imagen de esta familia! Cuando mi novio ponga por fin un diamante en mi dedo y nos casemos, haz lo que quieras, múdate a una isla desierta... Eso sí, ¡lo harás sin nuestro dinero, porque te juro que no pararé hasta que nuestro padre te desherede...! ¡¡¡ Qué maldita mi suerte de tenerte como hermano!!!"
El audio acabó con una palabrota pero Gulf no abrió los ojos. Tenía el rostro empapado en lágrimas, y un dolor muy profundo en el pecho.
Pero ese dolor desapareció, como por arte de magia, cuando una voz dulce y varonil le susurró al oído:
—Hagamos un trato... Tú me pagas el arreglo de la moto y dejas de llorar, y yo me hago pasar por tu novio, por unas horas...y le arruino el vestido a la loca ésa en cuanto tenga oportunidad...
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