Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo XXVI: Revelaciones - primera parte



Llamó al lancero en cuanto hubo llegado al jardín, apareció un segundo después. La nigromante tiritó y en consecuencia Diarmuid le ofreció el saco, lo rechazó dos veces antes de aceptarlo. No hacía frio, pero su temperatura había estado a punto de hacerla evaporar que el ambiente le parecía el polo norte. Avanzó entre los jardines hasta que encontró dónde sentarse. Necesitaba un poco de paz. El lancero la imitó.

—No entiendo por qué el Eje se niega a tomar cartas sobre el asunto —murmuró pasados unos segundos, Patrick la estaba acorralando y no sabía qué era peor—. No tiene sentido. Las muertes pararon, sí, pero dos hechiceros murieron en el proceso, un Dómine incluido. Y el acendrado no deja de molestar.

—Tu mundo es algo que sigo sin comprender. Dame tus órdenes y las haré realidad.

Sí, ya se había percatado de que no tenía ningún reparo en ejecutar sus órdenes. Literalmente. Pero Raphaella era una cobarde. No podía sentenciar al acendrado a muerte... Y tampoco quería arriesgar a Diarmuid. No sabía hasta qué grado podría Patrick hacerle frente.

—No hay nada que hacer por el momento, solo esperar.

El lancero asintió y la acompañó en su soledad. De improvisto, su móvil comenzó a vibrar. Lo sacó incómoda de la bolsa a la pierna que cargaba bajo el vestido. Era un mensaje de Fraser. Simple y conciso.

Necesito verte. Quiero hablar.

Estoy en la parte sur del coliseo. Afuera. No muy lejos.

Suspiró.

—Te veré en un rato, Diarmuid. —Le devolvió el saco.

El espíritu se levantó y antes de desvanecerse colocó la mano derecha sobre el pecho, luego tras él la ausencia en forma de pequeños destellos dorados.

—¡Raphaella! —Fraser se acercaba corriendo.

—¿Qué tal? —Sonrió cuando él estuvo frente a ella—. En norabuena, felicidades, Ivar.

El heredero hizo un mohín, incómodo. La nigromante desvió la mirada y comenzó a caminar.

—Me has planteado la posibilidad de escapar antes...

—En realidad fuiste tú quien la sugirió —corrigió—. En ese momento era bastante ingenua como para entender la gravedad de tus palabras, ahora lo hago.

Ivar la miró con desconcierto, y algo similar a la desconfianza se reflejó en sus pupilas.

—Tú también anhelas ser libre. —Se colocó en frente, cortándole el paso.

La marcha se detuvo.

—Tranquilo, no le diré a nadie.

—Ella...

—Y si está en mis manos ayudarte, ten por seguro que lo haré. Aunque qué podría...

—No, no es eso lo que quiero.

Abrió la boca para teorizar sobre algo más.

—¡Por todos los dioses, Raphaella, déjame terminar! —La sostuvo de los hombros.

Asintió despacio. Fraser se tomó su tiempo para hablar.

—Si te lo propongo, si te juro que estaré contigo por lo que resta de nuestras vidas: ¿huirías conmigo?

Su cerebro se apagó. Era una propuesta atrevida, y aunque por mucho tiempo fue lo que ella hubiera deseado (estar con él), ahora no lo tenía tan claro. La nigromante no pudo encontrar su voz a tiempo, no sabía cómo responder.

No era que hubiese algo romántico entre ambos, pero imaginar la posibilidad no hería a nadie, le confesó sus sentimientos y él los correspondió, bueno, más o menos. Sin embargo, por más que intentaba formular una respuesta, esta no acudía a sus labios ninguna. No se sentía libre de elegir, no cuando había tantas cuentas pendientes. Aún debía encontrar al asesino de su hermana y ayudar a Magnus. Eso sin considerar que carecían de un plan de escape. Serían capturados en menos de una semana.

¿Y Diarmuid? ¿Podría ir? Se cubrirían mejor las espaldas si eran tres, las huellas podrían ser mejor ocultadas con dos hechiceros y un espíritu cuidando de sus vidas... pero no creía posible que el lancero la apoyara. Él quería regresar a su vida pasada, tarde o temprano serían arrastrados a la isla.

—¿Qué hay de Victoria? —preguntó, desviando la atención.

—¿Victoria?

—No puedes abandonarla así. —Dejar a una hechicera con la ilusión de ascender era cruel.

—Le estaré haciendo un favor. Casarme con ella no es lo correcto, ni por honor ni por responsabilidad. Será infeliz, y no lo merece. Tú tampoco mereces ser desdichada solo porque los Dómines lo han dispuesto así.

Algo dentro suyo se rompió y sus ojos se cristalizaron. Sintió un par de lágrimas deslizarse por su piel. Ivar había hecho tintinear las cadenas que la ataban.

—No puedo —murmuró, tragando el nudo que se había instalado en su garganta.

Quería ir, quería huir y abandonar a todos. Nunca había sido esencial ni tampoco había fomentado relaciones como para pensar que alguien se atrevería a extrañarla... Tenía el camino libre, pero no ese instante.

Ivar malinterpretó su respuesta.

—No te mientas, Raphaella, y no intentes mentirme tampoco Los dos sabemos que tu elección sigue siendo la misma. Que tu desdén fingido es solo por cubrir el rubor que sube a tus mejillas cuando me ves.

—Presuntuoso —musitó con una sonrisa, se enjugó las lágrimas.

—Quiero estar contigo, y sé que tú también. ¿No habías contemplado que no te importaría quedar en cuarto lugar cuando la prueba se llevara a cabo?

Abrió los ojos sorprendida, ese solo había sido un pensamiento

—¡No vuelvas a invadir mi mente! —prohibió y golpeó el hombro de Ivar.

El heredero tuvo la amabilidad de fingir que le dolió.

—Escucha, Ella, no tienes que responderme ahora. Supongo que es inesperado. —Volvió a un costado y comenzó a caminar de nuevo—. También es el peor lugar para decirte esto, lo sé. Pero nunca fuiste una persona que saliese por allí en donde yo te pudiera encontrar, y visitarte en la casa de Sebastian Marlowe resultaba temerario si no había un motivo lo verdaderamente convincente para que tu padre no sospechara. Eras la hija preciada del Dómine Marlowe, cómo podía osar alguien como yo en pretenderte. —Su voz adquirió un tono apagado—. Ahora estás todavía más lejos. Ahora que vives bajo el escrutinio de los Von Lovenberg eres imposible.

Contempló el perfil de Fraser, cada línea y cada curva que había memorizado esperando que, en la soledad de la vida que la aguardaba, pudiese sonreír al recordar al que sería su amor imposible, su amor platónico. Tenía en ese instante a Ivar, lo tenía a escasos centímetros e incluso así no podía levantar las manos y acariciarlo. Su moral se lo impedía.

Recordó lo que sucedió cuando Dagmar y ella estuvieron bajo la lluvia, Diarmuid había escuchado todo. No cometería el mismo error, se concentró en mantener los muros de sus mentes altos y gruesos.

Entonces, cuando el hechicero recobró el aliento, viró para tomarla de la cintura. Fue tan inopinado que no tuvo oportunidad de reaccionar.

Ivar la besaba.

Por breves instantes Raphaella fue solo sentidos. El sabor de su boca, la humedad de sus labios, los gruesos brazos que la aferraban a él, uno en la cintura y otro en la nuca. Jadeó entre sorprendida y arrobada, sin saber exactamente qué emoción llevaba la voz cantante.

Lo que experimentó fue muy diferente a cuando Dagmar lo hacía. No sintió la calidez que la invadía sin permiso, tampoco fue como ahogarse. Se trataba de otras emociones, su corazón latía con fuerza, su mente era consciente de lo que estaba haciendo y sus manos se aferraban al pecho del hechicero. ¿En qué momento habían llegado hasta allí?

—Ella. —Fraser se alejó lo necesario para hablar, un suave susurro acarició sus labios—. Lo que quiero proponerte es... Es un poco temerario, una locura en realidad; sin embargo, no quiero que nuestro mundo me aleje de ti. —El oro de su mirada se solidificó—. Si aún lo deseas, podemos ser solo tú y yo. Pero decide pronto. Elige rápido porque el tiempo se agota.

«Adulterio, huir»

—No sola —susurró.

—Nunca te abandonaría.

Negó con la cabeza y se alejó varios centímetros para ordenar sus ideas. El perfume del pelirrojo la distraía.

—Tengo una responsabilidad... Mitsrael es mi responsabilidad.

El hechicero acarició con ternura el cabello de la nigromante.

—Lo sé, y lo entiendo.

—¿De verdad? —En la noria, Ivar había declarado su aversión al espíritu.

—No es solo tu amigo —explicó—. Tú lo llamaste. Lo entendí después de Aamón. —Respiró profundo—. No te estoy pidiendo que lo dejes, te ofrecí escapar, tú y yo, pero no cerré la puerta a amigos.

La nigromante pensó en que el lancero no era ningún amigo, era algo más.

—Vamos, la gala es por ustedes. —Le ofreció el brazo.

Lo aceptó, gustosa de abandonar el tópico. Cuando hubieron entrado, Victoria fue por su prometido y lo animó a bailar.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro