Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo VI: Oscuridad y Luz - primera parte




Arrastraba los pies sin rumbo fijo, tenía la ropa acartonada por el fango en el que había pasado la noche. Raphaella no se sintió digna siquiera de un árbol o una roca. Su consciencia todavía pesaba y una voz interna no paraba de gritarle que era una desalmada. Mató a una hechicera a sangre fría, pudo haber huido, pero eligió asesinar. Y no podía dejar de recriminárselo. No existía explicación alguna que justificase sus crímenes.

Limpió sus mejillsas, estaban húmedas, no había parado de llorar desde esa tarde; sin embargo, pese a la culpa, aún había algo dentro de ella que la instaba a continuar, a pelear y sobrevivir, no podía quedarse y esperar a que alguien más la matara. Eso habría sido una mentada de madre para Lisa. Además, tampoco quería morir, pues, aunque era claro que el Bosque ya habría asumido a Lisa como el sacrificio, la unidad solo era un mínimo requerido, no significaba que la sangre dejara de correr a la primera muerte.

Su mente la traicionó haciéndola repasar lo sucedido. Sofía atacó sin temor y la protegió sin conocerla, había arriesgado su vida con tal de ayudarla y la nigromante no fue capaz ni de agradecerle, huyó como vil cobarde luego de cometer el crimen. Huyó, dejándola con el cuerpo de Lisa. Su estómago se contrajo al recordar el cuerpo sanguinolento de la hechicera... Se preguntó cómo la estaría pasando la naturalista, ¿tendría remordimientos, así como ella? ¿O andaría de lo más campante? Tal vez debió quedarse y formar un equipo, de ese modo podrían protegerse una a la otra... No obstante, alejarse no había sido una decisión incorrecta, Sofía podría volverse contra ella.

Se agachó y escarbó un poco en la raíz de un árbol, húmedo... había alguna fuente de agua cercana. Se concentró en los ruidos del ambiente, detectando piares de aves, sonidos del viento y, sonrió, agua corriendo. Los hechizos para aguzar sus sentidos los había ejecutado a la mañana siguiente de lo ocurrido con Lisa, más le valía ser precavida y evitar más altercados. Su casi muerte pudo haber sido evitada, si hubiera escuchado que era acechada, habría corrido sin detenerse. Giró a la izquierda y avanzó hasta encontrar el río.

El agua corría sonora y limpia, se acercó a la orilla y hundió las manos en ella. Llevó un poco del líquido a su rostro y lavó la sangre de Lisa. Aún tenía su vida derramada sobre sí misma. Lo ideal sería quitarse la ropa y enjuagarla; no obstante, si se topaba con alguna hechicera más, encontrarse semidesnuda dificultaría la defensa... Además de hacerla pasar una enorme vergüenza.

La nigromante depositó la mochila al pie de un árbol antes de sumergirse de un chapuzón, la corriente no era fuerte lo que le permitió nadar de dorso por breves segundos. Luego talló su ropa por encima. El agua fue marrón y rojiza. Sangre que no le pertenecía. Salió tiritando, el viento soplaba.

Recogió sus pertenencias y sacó el ánfora para rellenarlo antes de retomar el camino. Sus ojos seguían sin vislumbrar ningún talismán en la redonda, lo que tenía sentido si consideraba que andaba sin rumbo fijo. Era tiempo de espabilar, no podía pasarse la prueba lamentando sus acciones. Subió a un árbol con el objetivo de orientarse, desde ese ángulo pudo ver los cuatro lugares estratégicos a visitar.

Las Montañas Cuervo lucían majestuosas desde allí, de tierra oscura y con lianas colgando, dominaban los cielos con patrones irregulares, que eran mortales la mayoría de las veces. Aun así, elegirlas era quizá la opción más segura para ella... si tan solo pudiera usar correctamente la telequinesis para elevarse y zigzaguear entre los enormes trozos de roca, o si fuera ágil como una gimnasta para balancearse entre las ramas que pendían.

Se mordió el labio. Lamentarse no haría que mágicamente apareciera a sus pies un talismán, así que pensó en otras opciones. Los Mantos Durmientes, caracterizados por la maleza devoradora y rocas traicioneras, parecían ser una buena opción, se encontraría a varias hechiceras allí sin duda, de entrada, a la naturalista. Recordarla revivió lo sucedido y ya no supo qué era peor.

Ni siquiera consideró los Ríos Mefíticos, los talismanes omegas solo habían sido presentados tres veces en la historia de la Prueba de Sangre Digna; Irene, Akame y Abril, en ese orden. La primera, una hechicera empática que por más que Raph se esmeraba en entender qué había hecho para conseguirlo, si su don no ofrecía ventaja ni en los Ríos ni en cualquier otro lugar, no lograba descifrarlo. Había pasado horas de su vida tratando de descubrirlo, y siempre quedaba con más interrogantes que respuestas. La historia decía que el matrimonio al principio había sido conflictivo, pero gracias a su particular habilidad supo ganarse al creador; de ese don apenas quedaban unos especímenes. Por alguna razón había empezado a ser cada vez más raro.

Akame fue una sombra casi tan oscura como la estirpe Hagebak lo era, y tal cual se esperaba se casó con otro Von Lovenberg. Los libros relataban los matrimonios como si las hechiceras fueran más un objeto que una persona, presumían sus talentos como si fuera lo único relevante y sus descendientes eran descritos de tal guisa que hacían creer que solo el varón participó en los procesos de concepción, gestación y crianza...

Luego estaba Abril, la hechicera incandescente. Una habilidad perdida mucho tiempo antes que la de Raphaella. Ella se casó contra toda probabilidad con un Fraser. De esta última le gustaba pensar que pudo tener un final feliz, que había sido realmente una elección la del cónyuge.

Descartó los Volcanes de las Serpientes Rojas ipso facto, el lugar era demasiado caliente, como una llama sobreviviría como un termo también, pero como una nigromante... sin ayuda sería poco probable, por no llamarlo imposible; en adición a esto, no sabía de nadie en la historia que hubiese sido inmune al fuego. La aceptación del hecho la hizo percatarse de que estaba dejando de lado sus reliquias.

¡Tremenda idiota! Había casi muerto por no haber invocado a nadie, si lo hubiera hecho sus manos seguirían limpias. Sonrió, no tenía que actuar sola, podía llamar a Alejandro Magno o tal vez a Isabel de Francia, cualquiera de los dos sería realmente bueno. El abanico de posibilidades volvía a abrirse.

Comenzó a limpiar el suelo y a nivelarlo con las manos. Al terminar, sacó de la mochila el arete de la mujer, el encendedor y el cuchillo. Dibujó el pentagrama sobre la tierra con ramitas, la sangre de una vida sería mejor, pero no decayó por no tenerla. Cogió un puñado de hojas secas y lo colocó en el centro, la sangre llamaba al poder, el fuego potenciaba la fuerza. Cortó su palma y vertió el líquido rojo sobre estas antes de prenderles fuego. Luego depositó el arete a un costado y retrocedió.

Con fuego te convoco, con sangre te ato

Ven y responde a mi llamado

Que mi voz sea lo único que obedezcas

Levántate, Isabel de Francia

Movió los dedos a un compás brevemente modificado para hacer de la fuerza de la mujer una más grande. Los hechizos N1, N5 y N4. Se planteó la posibilidad de agregar el N10, ese que hacía que todo golpe recibido por el nigromante lo resintiera el espíritu en su lugar, pero lo consideró un exceso. Y el punto de ello no era ser descuidada, sino todo lo contrario.

La circunferencia brilló como sabía empezaría. Lentamente, el poder se fue distribuyendo al interior, afectando el entorno hasta el grado en que la luz obligó a Raph a cerrar los ojos. El resto de sus sentidos se aguzaron. El viento corría con fuerza, hojas muertas golpearon su rostro, revelando que estaba materializándose el puente entre los vivos y los muertos. Una forma cruzó el portal. El huracán cesó.

Al abrir los ojos, una mujer hincada la veía sin temor alguno. Enormes pupilas azules analizaban a la nigromante, recorriendo toda su figura. Le devolvió la incomodidad y no despegó los ojos del espíritu. Tenía el cabello rubio adornado con pendientes de oro y perlas. Siguió su retrato. Pequeños mechones caían sobre sus hombros en suaves ondas, de sus orejas pendían dos enormes rubíes y sobre su clavícula algo más de oro... Entonces, la mujer le sonrió. Una reina la miraba y una reina se postraba ante ella.

Continuó detallándola, incapaz de hacer algo más ante su presencia. Un largo y amplio vestido dorado la cubría, sobre él, una cota de malla resplandecía de protección. Las leyendas tenían cada palabra de verdad. La Loba de Francia era una mujer hermosa, impactante y seductora... Había sido una imponente hechicera en su tiempo, de las mejores ocultadoras que la magia había ofrecido a la nobleza, guardando a su hijo nonato del bando contrario cuando se vio obligada a ello. Escondiéndose de los rastreadores enemigos,l se probó digna de la corona y de llevar en su vientre al futuro heredero.

La tristeza se filtró en sus pensamientos al recordar toda la historia, ni el poder ni la valentía de Isabel habían sido suficientes. La reina a la que cuya belleza no le sirvió de nada. La Loba de Francia nunca ganó el amor de su esposo, por otro hombre.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro