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Epílogo

Diminutos rayos del sol atravesando las persianas iluminaban de manera tenue mi habitación, permitiéndome ver el pacífico rostro de un Dillon durmiente. Eso se había convertido en un hábito cada mañana, despertar primero que él y tan solo observarlo hasta que el sol llegara a su máximo y anunciara que la noche había sido sustituida.

Pegué mi cabeza en su torso, mirándolo por extensos minutos.

Se miraba aterradoramente en calma que me parecía un delito interrumpir su sueño, incluso si significaba llegar tarde a una clase o alguna entrevista.

Por momentos el sueño me ganaba y volvía a quedarme dormida, y otras veces era atrapada cuando despertaba, pero sin importar que, nunca quería moverme.

—A veces me asusta que pases tanto tiempo mirándome —escuché a Dillon decir con voz mañanera.

Sonreír al ser descubierta, mas no me moví.

—Siempre tienes la opción de ir a tu departamento.

Sonrió, abriendo los ojos. Ambos sabíamos que no había importancia en mi respuesta.

Dillon pasó su mano por mi espalda acercándome aún más a él. Quería volver a dormir y no despertar hasta tarde, quería quedarme en esa posición por el resto del día con Dillon, pero era imposible.

—¿Lista para hoy? —asentí en su pecho— Gran día.

—Lo es —murmuré.

Elevé mi cabeza para ver su rostro, encontrado su mirada sobre mí. Ambos sonreímos y Dillon depositó un beso en mi frente.

A veces era imposible preguntarme si era posible que momentos así fuesen eternos, querían que lo fueran, es lo que mas ansiaba.

—¿Qué es lo que pasa por tu cabeza? —preguntó, sonriendo de manera exorbitante.

—No quiero levantarme, quiero quedarme así —me quejé sin pena, haciéndolo reír.

Sus labios bajaron hacia los míos depositando un corto beso.

—No puedes llegar tarde a tu graduación, tus padres te matarán.

Lo sabía perfectamente, gran día, gran evento, y por suerte, el ultimo antes de un largo descanso.

Me preparé para darle la razón, para decirle que solo me dejara estar así cinco minutos más antes de empezar con el gran día que tenia por delante, mas nunca pude hacerlo.

Mi corazón dio un vuelco al escuchar dos familiares voces gritar mi nombre desde la sala. Los ojos de Dillon se llenaron de pánico y saltó de manera inmediata de la cama intentando buscar su ropa.

—Poppy y Olivia —mencione sus nombres en voz baja recordando el plan que habíamos armado la noche anterior después de salir el bar.

Las dos, quienes contaban con una copia de la llave de mi departamento, vendrían para traer mi vestido para la ceremonia que Eithne envió desde París, justo a las siete de la mañana.

Me quedé estática sin moverme, ocultándome entre las sabanas y no respondiendo a sus llamados.

Al escuchar la perilla de la puerta de mi habitación ser abierta, Dillon jaló la sabana que me cubría para tapar su cuerpo en un intento fallido de encontrar su ropa. Tome las almohadas más próximas cubriéndome justo cuando ambas entraron.

—¡Ella! —chilló Poppy al vernos— ¡Pudiste habernos avisado! —reclamó cerrando sus ojos.

Reí nerviosamente.

—Señoritas... —saludó Dillon a la vez que intentaba huir de la escena envuelto en la sabana.

Segundos después de la huida de Dillon un agudo grito de escuchó en el pasillo del edificio acompañado de un "Jesucristo Santo" y la voz de Dillon diciendo "Un gusto volverla a ver señora Jenkins".

—¿Jenkins no es el apellido de la señora que va todos los días a la iglesia a rezar? —preguntó Olivia.

Asentí, ocultando mi vergüenza y la pena que sentía por parte de Dillon.

—Si hubiéramos sido tus padres les hubieran generado un infarto —protestó Poppy, arrojándome mi bata de baño.

Ambas se voltearon dándome un poco de privacidad, y tan rápido como pude me coloqué la bata atándola con fuerza alrededor de mi cintura.

—Lo sé —le di la razón a Poppy—. Olvidé por completo que vendrían.

—Obviamente tu mente estaba siendo ocupada por otros pensamientos —insinuó Olivia.

Mi vergüenza estaba plenamente expuesta ante ellas y no tenía como disculparme por el trauma generado.

—Ten, llegó tu vestido —cambio de tema Poppy al sentir mi incomodidad.

Tomé la caja poniéndola sobre mi cama, y destapándola al instante.

Realmente, no era lo que esperaba.

—¿Seguras que este era para mí? —pregunté examinando el vestido.

—Si, llego ayer en el correo —aseguró Olivia— ¿Esta algo mal?

Ambas se acercaron a la cama mientras sacaba el vestido de la caja.

—Se supone que sería azul claro sin mangas y largo —respondí.

Era en efecto hermoso, pero no era el color ni el diseño que Eithne había propuesto, era completamente diferente a lo que el boceto reflejaba. Este era corto, con mangas largas transparentes, mariposas bordadas en la tela con perlas incluidas y color crema.

La opción más viable, es que era el vestido de otra persona, y Eithne los confundió. Y lamentablemente, sin importar cual haya sido la razón del por que no llegó mi vestido, no tenia tiempo de conseguir otro.

—¿Quieres que te consigamos otro? —propuso Olivia.

Negué.

—Tengo menos de una hora para estar lista, solo espero que este me quede o estaré en problemas.

Me duché tan rápido como pude, y penas salí de la ducha Poppy se encargó de mi cabello y Olivia de mi maquillaje, cambiando todo el estilo y tonos debido al nuevo concepto del vestido.

Mis padres nos verían en el lugar de la ceremonia a la cual Dillon nos conduciría.

Poppy fue la primera en tener la ceremonia de graduación, después siguió Dillon y al día siguiente volamos hasta Dublín para asistir a la de Darren, Eithne se graduaría en una semana y su vida parecía estar hecha un desastre. En cuanto Olivia, su carrera demandaba aun dos años más como mínimo antes de una especialidad y varios años de residencia, así que estaba lejos de tener que enfrentar y prepararse para una ceremonia de graduación, por lo que temporalmente, mi ceremonia era la última. Por desfortuna y contratiempos, ni Darren ni Eithne asistirían.

Poppy colocó unas cuantas perlas entre mi cabello improvisando algo rápido. Lucia bien, me miraba bien y el vestido había quedado.

Unos toques a la puerta principal se escucharon y segundos después Dillon entró a la sala vistiendo un traje de tono neutro que habíamos comprado tres días atrás, casualmente, ante el imprevisto del vestido erróneo, nuestros atuendos combinaban.

—¿Están listas?

Un poco de nerviosismo pudo escucharse a través de voz, pues era obvio que ninguna olvidaría lo sucedido de esta mañana.

Asentimos sin decir nada.

—¡Mi toga! —exclamé girándome hacia Poppy.

Olivia tocó mi hombro y me extendió la túnica junto con el birrete.

—Tranquila —me recordó ayudándome a colocar y a ajustar el birrete a la vez que me colocaba la toga.

—Ahora sí, listas.

Dillon nos condujo a las tres, más no serían las únicas personas presentes en mi ceremonia. Mis padres junto con la madre de Dillon viajaron desde Clifden, y Poppy había confirmado días atrás la presencia de Cillian.

Nunca dejó de sorprenderme como ninguna de las relaciones en la que Poppy se adentraba funcionaba por mas de un mes, excepto la de ella y Cillian, el chico que vivía en otro país y el cual miraba en raras ocasiones, y con el cual llevaba saliendo por mas de tres años. Todo porque el rubio había encontrado mi teléfono en el piso cercas de mi locker.

Dillon estacionó el auto cerca de Senate House. Afuera, nuestros padres se encontraban reunidos, conversando con cierto rubio cuyo rostro se iluminó apenas vio a Poppy, quien no tardó en bajar del auto para correr hacia él.

—Necesito que te quedes por varios meses por que esto está siendo imposible —chilló Poppy sin soltar a Cillian.

—Sobre eso quería hablar contigo —cuidadosamente mencionó Cillian.

Poppy se desapartó mirándolo con cierta curiosidad y advertencia en su mirada, ocasionándome escalofríos.

—¿Qué pasó? —cuestionó secamente.

Cillian sonrió nerviosamente.

—Me ofrecieron una posición en Leinster, y necesito comenzar a entrenar comenzando la próxima semana.

La boca de Dillon se abrió, Olivia y yo comenzamos a dar diminutos saltos y Poppy tan solo lo abrazó con fuerza.

Siempre había sido el sueño de Cillian jugar Rugby profesionalmente para ese equipo en particular. No había reunión alguna donde mencionara su plan y aparentemente lo había logrado, había logrado entrar al mejor equipo de liga profesional de Rugby en Irlanda.

—¡Felicidades! —exclamó Poppy con rastro de orgullo en su voz, intentando contener las lágrimas.

—Me mudaré a Dublín, permanentemente —un enorme silencio hubo por segundos que parecieron eternos en donde ninguno de los dos se atrevió tan siquiera a respirar—. ¡Ven conmigo! —fue lo siguiente que pronunció Cillian— a Dublín.

Me abstuve de reaccionar. Poppy era impulsiva, bastante, pero no al punto de dejar toda su vida por un chico, no al menos de manera tan repentina sin planear nada. Y tanto como yo, Olivia lo sabía.

—¡Si! —la escuchamos gritar eufóricamente— ¡¿Cuándo nos vamos?!

Cillian sonrió de manera atontada como si estuviese hipnotizado por la felicidad de Poppy.

—¿Cuántos días necesitas para empacar?

—Dame horas y estaré lista.

Noté como Olivia estaba lista para intervenir. Era apresurado, era inesperado y tenía varias posibilidades en dónde saliera mal, pero eran adultos con un carácter muy ligero, si algo sucedía podría apostar que Cillian sería el primero en ceder.

—Estarán bien —le aseguré a Olivia.

Todos entramos al edificio histórico en dónde se llevaría a cabo mi ceremonia, yo adoptando mi posición correspondiente con el resto de los graduados.

Discurso motivador.

Recolección de mi título.

Arrojamiento de birrete.

Fotos con compañeros y profesores.

Fotos con familia y mis amigos.

Todo duró un poco menos de una hora y por fin cuatro años de trabajo habían terminado, por fin tenía entre mis manos el documento que marcó la finalización de mis diecinueve años de tortura académica.

¿Mi recompensa por tanto esfuerzo? Poder escoger el restaurante que quisiese para celebrar.

La madre de Dillon y mis padres se fueron en el auto que habían rentado. Poppy y Olivia, a petición de la pelirroja, partieron camino con Cillian, dejándome a solas con Dillon.

—¿Cómo te sientes? —preguntó Dillon tras entrar al auto.

—Me siento como si acabara de terminar una saga de libros larguísimamente trágica —reí a la vez que abrochaba el cinturón.

Dillon besó mi mejilla antes de empezar a conducir. Me sentía feliz, finalmente tomaría un descanso antes de comenzar a buscar empleos, y a la vez me sentía asustada. No sabía si regresaría a Irlanda o me quedaría en Londres. Sabía que en algún punto Dillon regresaría, pues trabajaría con su padre en el gran imperio familiar; no quería pensar en eso, pero ya ambos habíamos terminado las clases universitarias.

Alejé ese pensamiento poniéndolo detrás de mi mente. Necesitaba valorar este día lo mas que fuese posible antes de tomar pasos futuros.

Comencé a poner atención al camino, y a concentrarme en las señales, y estaba casi convencida de que no era el camino usual hacia el centro de Londres, ni uno más corto.

Quise preguntar, pero no tuve la oportunidad. Dillon estaciono el auto y abrió la puerta para mi ayudándome a bajar. No estábamos en Londres, pero cercas.

Knebworth, estábamos en un pueblito, el pueblito donde nos quedamos varados dos semanas después de haber llegado al país cuatro años atrás debido a una tormenta y fallas vehiculares. El pueblito en donde acampamos por una noche en su auto hasta recibir ayuda al día siguiente. Lo recordaba perfectamente.

—¿Qué hacemos aquí? Si me dices que tu carro está teniendo fallas será la coincidencia más graciosamente trágica por la que hemos pasado.

Dillon comenzó a reír, no dijo nada, y tomó de mi mano.

El parque estaba parcialmente solo y comenzamos a caminar con calma, y por un momento, me olvidé de que todos no esperarían en el restaurante.

—¿Recuerdas la tormenta? ¿Cuándo nos quedamos varados? —asentí sin decir palabra alguna— Creaste una barrera antilluvia alrededor del auto impediste que muriéramos de frio. Nos quedamos hablando toda la noche, durante horas hasta que un granjero nos extendió su ayuda en la mañana, nunca creí posible poder hablar con alguien por horas y horas sin estar cansado. Debí suponer en aquel momento que tus eras la excepción, pero lo supe después de ese día.

Ambos seguimos caminando sin ningun rumbo en específico, o eso creí.

Salimos del sendero marcado siguiendo por el césped. Dillon me condujo entre unos árboles, en dónde se encontraba casi oculto un túnel hecho por ramas, frondosas hojas y brillantes flores, un túnel hecho por magia, seguramente, la de mi pelirrojo.

—Recuerdo ese día —fue lo único que pude decir, aún perpleja por el escenario que mis ojos presenciaban.

—Ese fue uno de tantos momentos —suspiro Dillon.

Sus manos tomaron mi cintura. Sonreía con tanta calma que mi cerebro se congeló con su imagen. No comprendía la situación, pero sabía que no quería que terminara, no me importaba nada más.

—¿Uno de tanto momento de qué? —su sonrisa se amplió.

Dillon chasqueó sus dedos encendiendo varias linternas pequeñas con fuego que permanecían ocultas entre las ramas.

Era irónicamente el momento mágico perfecto. Mis ojos no podían parar de recorrer todo el túnel que Dillon había creado en algún momento, era precioso.

Cuando voltee a verlo, sus ojos estaban fijamente sobre mí y sus manos en su pecho, sosteniendo una cajita pequeña abierta, con un precioso anillo en su interior. No era un diamante, era una pierda color gris verdoso con la apariencia de tener ramas internamente, la banda estaba rodeada por diamantes que simulaban ser hojas de alguna rama, era precioso. Simplemente precioso.

—Uno de los tantos momentos en los que supe que no quería separarme de ti... ¿Quisieras... no separarte de mi... por siempre?

Sí.

Mil veces sí.

Un millón de veces sí.

Dillon me miraba fijamente esperando a que dijera algo, que reaccionara, pero mi boca parecía estar desconectada de mi cerebro, quería hablar, pero no salían las palabras.

Asentí frenéticamente, rodeé su cuello con mis brazos y lo besé en forma de respuesta.

—¿Eso es un sí? ¿Cierto?

—Lo es —afirmé tan pronto mi cerebro me permitió hablar.

Por varios minutos estuvimos ahí, nosotros dos sin decir nada, hasta el momento que tocó regresar.

¿Qué les diría a mis padres cuando llegara al restaurante? ¿Sabían de esto? ¿Cómo reaccionarían? Sabía cómo reaccionarían, si estuviésemos los cuatro en una casa en llamas estoy segura de que pusieran en consideración a quien salvar primero, a mí o a Dillon, lo amaban, a veces un poco más de lo que debían.

Llegamos a Londres, pero no nos detuvimos en el centro, Dillon siguió conduciendo. Lo miraba con curiosidad y tan solo sonreía. Pasamos el área del restaurante y él seguía conduciendo, no sabía a dónde me llevaba, y no me preocupaba, pero me generaba intriga.

Por una hora extra, Dillon siguió conduciendo hasta llegar a las afueras de Londres, hasta llegar a Reading, otro pequeño pueblo.

Estacionó el auto, e inmediatamente reconocí el de mis padres y el de Cillian, estaban aquí, dónde sea que aquí fuese. Y no eran los únicos autos estacionados. Bajé cansada del misterio, siendo guiada por el brazo de Dillon hacía, lo que parecía ser un jardín, había carpas, abundantes decoraciones con flores y luces, casi un evento de afternoon tea, pero con servicio de catherine, era una fiesta.

Mi brazo seguía sosteniendo el de Dillon al momento de llegar al evento, mis padres y la madre de Dillon no perdieron tiempo en acercarse a nosotros.

—¡Felicidades! —abrazó mi mamá a Dillon—. Estoy tan feliz por ustedes —chilló forzándose a no derramar lágrimas.

Finalmente recibí su abrazo, uno largo y fuerte, raro sería que estuviese descontenta con la noticia.

—Cuando tu madre me dio la noticia de lo que planeabas hacer juré que estabas con fiebre, a punto de morir —se escuchó una voz femenina detrás de nosotros—. Me alegra saber encontraste felicidad en medio de todo el caos.

La abuela paterna de Dillon me abrazó con fuerza antes de abrazar a su nieto. Tan solo había convivido con ella una vez años atrás en la boda del padre de Dillon, y no pareció envejecer ningun día. Se notaba feliz.

—Gracias abuela —sonrió Dillon.

—Supongo que hay que hacer un viaje con Ela y su madre antes de la boda ¿Qué tal suena Grecia? —propuso la abuela de Dillon.

Su madre volteo a ver a la mía con miradas cómplices.

—No suena nada mal —acordó la madre de Dillon.

Mis amigas y Cillian fueron los próximos en acercarse. Poppy y Olivia se abalanzaron hacia mí con fuerza desbalanceándome un poco a la vez que me felicitaban y confesaban que tan difícil fue mentirme en la cara y ocultar el secreto. Las adoraba.

—Creo que es nuestro turno de felicitar a la feliz pareja.

Volteé de inmediato al escuchar la vez de Darren. Miré por encima del hombro de Dillon dándome cuenta de que no estaba imaginando cosas, Darren y Eithne estaban detrás de Dillon.

—¿Que hacen aquí? ¡Creí que estaban en Paris!

Corrí hacia ellos abrazándolos a ambos al mismo tiempo.

—¿Quién crees que fue la responsable de hacer tu fiesta de compromiso posible? —preguntó Eithne sonriendo maliciosamente.

—¿Fiesta de compromiso? —cuestioné con inseguridad.

—Bueno es una fiesta... y está comprometida... así que...

Miré al responsable de todo esto. Dillon me dedicó un pequeño guiño confirmando su complicidad con Eithne; bajé la mirada hacia el vestido que portaba para después ver el traje de Dillon. Eithne no se había equivocado de vestido, había sido intencional, cada aspecto estaba planeado.

—Muchas felicidades, siempre supe que harían gran pareja —se atrevió a decir Darren.

Sin sutileza, Dillon y yo volteamos hacia él, cuestionando su comentario.

—No me hagas recordarte todas las veces en que expresaste que lo de nosotros acabaría en desastre —acusó Dillon.

—Cierto —acordé con Dillon—. No mereces ningun platillo ni postre de este evento.

Un ofendido Darren se quedó sin la oportunidad de defenderse. Nuestra atención fue captada por un movimiento de mano al otro lado del evento. Toqué el hombro de Dillon señalando a Alethya, quien intentaba llamar nuestra atención.

Nos disculpamos antes de partir de la presencia de mis padres, y la madre y la abuela de Dillon. Cillian nos siguió, y supe que tendría que desviar cualquier asunto mágico que llegase a presentarse.

Dejé las preocupaciones por un momento y dejé que las felicitaciones llegaran.

—Creo que mis visiones se cumplieron al pie de la letra —confesó Alethya examinando mi anillo de compromiso—, el anillo es idéntico —sonrió.

—Y no esperaba que fuese diferente —admitió Dillon con alivio, abrazándome por los hombros.

Alethya volteó hacia Cillian y sonrió. Con la mirada, le pidió permiso a Poppy quien pareció entender y asintió. Casi de manera inmediata, tomó la mano de Cillian quien comenzó a perder la calma apenas el desello blanco se hizo presente en las palmas de Alethya. Estaba segura de que no sería yo quien explicaría eso.

—Tienes un dálmata, cachorro ¿Lo llevarás a Dublín contigo?

Los ojos de Cillian se abrieron a su máxima capacidad.

—¿Co-Como...?

—Pilar derecho... para los Leinster, interesante.

—Tu le vas a explicar esto a tu novio —amenazó Olivia a Poppy quien asintió sin tomarle importancia.

—Uh... romperás un récord... y la mansión en el lago es preciosa, no pareces del chico que le llamen la atención la arquitectura francesa y los jardines con claveles.

No, Cillian no era ese tipo de chico, pero Poppy era ese tipo de chica.

No puede contener mi sonrisa al poner las piezas juntas, ambos estarían bien en un futuro.

El destello entre sus palmas fue descendiendo hasta extinguirse, Cillian retiró su mano y retrocedió, aún confundido ante lo sucedido y un poco asustado.

—¿Qué eres? —demandó saber sin acercarse.

—Es una psíquica —respondió Poppy por Alethya con entusiasmo—. Ella predijo que me graduaría de Cambridge y que en algún punto Dillon se comprometería con Ela —dio un poco de contexto sin obtener quitar la confusión de Cillian del rostro— ¡Romperás un récord! —lo felicitó, obteniendo una reacción distinta de él.

—¿Te imaginas que sepa sobre ti, Dillon y Eithne? —dijo Olivia en voz baja cerca de mi oído y riendo.

Esperaba que nunca lo hiciera.

—¿Es... cierto? —preguntó Cillian para todos nosotros.

Asentí con seguridad, sin dar detalles.

—Ven querido, creo que necesitas un poco de champaña —propuso Poppy.

Tomó la mano de Cillian y lo llevó a la barra del fondo de la carpa, desde lejos pude notar como pedía la botella entera de champaña en vez de dos normales y comunes copas. Reí discretamente.

Recargué mi cabeza en el hombro de Dillon, viendo nos movimientos exagerados de Cillian y el intento de Poppy por explicarle el mágico y raro momento que acababa de suceder, ambos eran lindos y despistados.

—Son una linda pareja —dijo Alethya viendo en su dirección, y sonriendo.

Asentimos en silencio.

Nuestro pequeño momento se vio interrumpido por una fuerte presencia que podía percibirse a metros de distancia. Los invitados bajaron la voz casi el instante, y esa fue la señal que nos hizo voltear a la entrada.

El padre de Dillon había llegado.

No estaba sorprendida, era el padre del novio, tenía sentido que estuviese aquí, pero no para Dillon, no encontré tranquilidad o entusiasmo alguno que fuese un indicador de que él era un invitado más en la lista.

Al ver que su cercanía era próxima a nosotros con cada paso que daba, mis amigos huyeron a la barra, abandonándonos a mí y a Dillon.

Suertudos.

—Tu madre me dio la noticia —fueron las primeras palabras en expresar su padre—. Felicidades, supongo.

—Gracias, supongo —respondió Dillon.

Ninguno de los dos dijimos nada, esperamos con paciencia a que su padre dijera alguna otra cosa. No parecía estar aquí para disfrutar de la fiesta y celebrar el compromiso de su hijo, parecía listo para irse a pesar de acabar de llegar.

—Vine por que necesito que estes mañana en la junta en el edificio principal, sala de conferencias del piso 82.

Dillon negó, al instante.

—¡No! —comenzó a reír, como si hubiese escuchado lo más gracioso hasta ese punto en su vida— No puedes venir a mi fiesta de compromiso demandando que asista a una junta ¡Ni siquiera asististe a mi graduación! ¿Sabías que ya me gradué?

Su padre protestó con los ojos, como si el reclamo de su hijo le pareciera irritante.

—Dillon, eres un adulto, hay cosas más importantes que celebraciones y fiestas —resopló con cansancio—. Necesito que estés ahí a las siete de la mañana, la junta es a las nueve.

—¿Por qué dos horas antes? —cuestionó Dillon.

—Porque te reunirás con mis abogados para hacer el traspaso de todos mis bienes antes de que te presentes a la junta para asumir la posición de CEO.

Por un buen minuto Dillon se quedó estático. Su padre no parecía contento de darle tanto poder a su hijo, por lo que no parecía ser un acto de amor o bondad, y aún así, estaba seguro de sus palabras.

Me abstuve de opinar en el tema. Por momentos olvidaba la parte de la vida de Dillon en dónde podía tener todo a su alcance y nunca visualicé que un momento así llegaría.

—¿Por qué? —volvió a cuestionar Dillon, inseguro de su pregunta— Se que no es tu regalo como padre a su único hijo, ya dejaste claro que no te importaban los aspectos importantes de mi vida ¿Por qué me vas a dar todo de manera tan repentina? ¿Estas muriendo?

Su padre se soltó en carcajadas, esa fue la única vez en dónde lo escuché reírse. No iba con su personalidad.

—No, aún seguiré en tu vida por algunos años más, lamento informarte —volvió a reír, no generando ninguna gracia en Dillon—. Melione me pidió el divorcio, y no hubo ningún acuerdo de bienes separados así que esta peleando por el sesenta por ciento de mis bienes. Mis abogados creen que en este caso el mejor plan es darte todo a ti y que nada quede a mi nombre, eres mi hijo así que es mejor plan que darle todo a ella.

—O sea que soy la solución a tu problema —esta vez, fue Dillon quien se soltó en carcajadas—, que ironía ya que siempre decías que yo era el problema principal en tu vida —una vez más en la conversación, su padre protestó con la mirada—. Llegaré a casa a las seis a dejar mis cosas y...

Su padre negó, interrumpiéndole a Dillon terminar su frase.

—La residencia Fitzgerald principal en Dublín está siendo ocupada por Melione, si llegas sin avisar puede que la alerte, y no quiero eso, no quiero que contacte a sus abogados.

Dillon río de forma burlesca ante la desesperación de su padre.

—Bien, reservaré un hotel.

Su padre asintió resignado.

—Gracias —forzó a salir de sus labios—. Para que no creas que no me importan tus momentos importantes de vida yo pagaré los abogados de tu boda.

Dillon avanzó con cautela hacia su padre con porte amenazante y soltando mi brazo. Sentí escalofríos recorrer mi cuerpo ante sus dos oscuras miradas estando a punto de empezar una guerra verbal. Padre he hijo no se temían entre sí, y debido al carácter de ambos, era peligroso.

—¿Qué quieres decir con eso? —demando saber Dillon.

—Me preocupa que te encuentres en una misma posición que yo en unos cuantos años —arrojó su padre sin sutileza, y creyendo cada una de sus palabras.

—Explícate —exigió.

—¿No es obvio? Mi regalo para ti será un acuerdo de bienes separados. Si la señorita Glendalough realmente te quiere no debería negarse en firmarlo —su mirada se dirigió a mí.

No me importaban sus palabras, pero a Dillon si, y me preocupaba que una discusión se desatara entre ambos.

Tomé el brazo de Dillon, pidiéndole de manera discreta que tomara distancia de su padre, no era un buen momento para una discusión familiar, no con tantas personas, en donde varias eran de mi familia y de Dillon.

—Vete antes de que me arrepienta asistir mañana. Realmente no me importaría verte perder ante tu exsecretaria y yo quedarme sin nada —espetó Dillon, voz seca y careciente de sentimiento alguno.

Su padre sintió la honestidad en las palabras de su hijo, y por primera vez, lo miré inquieto ante algo que Dillon le dijera, por primera vez, lo miré sintiendo algo cercano al temor.

Su padre se despidió de nosotros lo más cordialmente posible para él y se retiró del lugar. Dejándole una gran inquietud a su hijo.

—Hey —llame su atención—, realmente no me importa firmar lo que sea que tu padre...

Negó interrumpiéndome.

—No, nunca te haría firmar nada —sus manos tomaron mi rostro con delicadeza y miró directamente a mis ojos—. Si existe la posibilidad de que algún día decidas que ya no soy la persona para ti creeme que no hay nada que puedas hacer en este mundo para tan siquiera considerara dejarte completamente sola sin nada. No importa lo que hagas, o lo que decidas.

Lo abracé fuertemente. Cada vez que Dillon decía o hacia algo me recordaba que nunca fue un error haber ido a su casa a plena tormenta cuatro años y medio atrás. Esa, fue una de esas veces.

Lo amaba.

—Creeme que no te desharás nunca —recalqué—, de mí.

Lo escuché reír. Bajó su mirada hacia mi y sonrió.

—Ela —pronuncio mi nombre con tal seriedad que mis pulmones dejaron de reclamar aire—, tendré que irme de madrugada, pasaré una semana en Dublín... algo me dice que no será algo muy fácil lo que mi papá planea.

Aumenté la fuerza en mi abrazo.

—No puedes pedirme que pase el resto de mi vida contigo y abandonarme casi al instante en otro país ¡Eso es ilegal! —nuevamente, lo escuché reír— Iré contigo —sentencié.

—¿Segura? —asentí frenéticamente ante su pregunta.

—Tenemos muchas cosas que planear ahora que ya tienes trabajo —bromeé, recordando el gran puesto que asumiría a partir de mañana—. He de admitir que no esperaba tener que dejar Inglaterra tan pronto pero siempre supe que sucedería —admití.

—Ela, puedes quedarte si necesitas mas tiempo.

Negué.

—No, y si sigues insistiendo pensaré que te estas arrepintiendo de haberme dado el anillo —bromeé.

La intención de Dillon se hizo notoria. Sus labios comenzaban a aproximarse a los míos, y milímetros antes de tocarse entre sí, fuimos cubiertos, por otra interruptora presencia.

Elevé mi vista, su sonrisa está ahí, su misteriosa aura seguía intacta, sus intenciones no eran claras y sus manos sostenían una caja. Igual que la última vez, llegó a nuestras vidas de manera imprevista. No lo quería, no quería saber el por qué, de su llegada, no quería saber de otro problema, no quería tener que involucrarme en algo más.

Dillon y yo nos quedamos inmóviles, intentado descifrar la razón de su llegada, y poco segundos después, Eithne y Darren estaban a nuestro lado.

—Hola chicos —saludó Zéphyrine—. Veo que ahora si se ven de mi edad.

—¿Cómo nos encontraste? —demandó saber Dillon, dando un paso frente a mí.

—Redes sociales, es muy fácil —río.

Negué, incapaz de comprender el por que estaba aquí.

—¿Qué necesitas? Te dije que no volvería a atender ningun asunto mágico.

La pixie mayor sonrió, intentando calmar mis nervios, como si mi paranoia fuese algo de lo cual burlarse.

—Necesito que cuiden algo por mi —bajó la mirada—. Mi tío tenía razón Ela, no quiero ser decepcionada así que quiero confiarles esto, solo tienen que ocultarlo y jamás abrirlo, es todo lo que pido de ustedes, no puedo tenerlo yo y ningún humano debe encontrarlo. Jamás —sentenció.

Dillon dirigió su mirada hacia mi al verme avanzar hasta ella, no me detuvo, pero pude sentir su preocupación.

No tomé la caja, pero no despegué mis ojos de ella.

—¿Qué hay en la caja? ¿Es lo que tu tío te dijo que dejaras de buscar? —asintió con cautela— ¿Qué es? —pregunté lentamente.

—El portal a la tierra mágica. Cuídalo, no debe de ser abierto nunca.

Tomé la caja de piel, accediendo a un último favor. Estaba pesada y no muy protegida, realmente se miraba antigua, parecía una reliquia, y una muy peligrosa.

—¿Por qué no puedes hacerte tu cargo de ella? —preguntó Darren.

—Por que estoy entrenando haditas, como ustedes lo eran, y es peligroso que objetos así estén en presencia de estas nuevas generaciones —volvió a reír—, son adolescentes muy curiosos.

Su sonrisa fue decayendo, su rostro comenzó a adaptar seriedad, y su mirada se tornó oscura, dándole más importancia a la conversación.

—¿Algún día pedirás el portal de regreso? —pregunté.

—Si, cuando el momento llegue, estaré tocando en la puerta de su casa, por el momento ocúltenlo bien, si lo abren puede que haya consecuencias de las cuales desconozco. Se los pido, protéjanlo.

Volteé hacia Dillon quien asistió.

—De acuerdo, lo guardaremos por ti.

Zéphyrine recobró su brillante e inocente sonrisa, como si nada serio se hubiese discutido.

—Dillon, Ella, muchas felicidades. Les deseo la mayor felicidad.

Nos abrazó a ambos antes de retirarse, si no la conociera, jamás imaginaría que una mujer con una sonrisa tan inocente y mirada tan entusiasta escondería tantos retorcidos secretos por debajo, jamás creería posible que alguien como ella sería capaz planear y engañar a personas, jamás creería que pasó por tanta tragedia incluso antes de poder caminar y decir su primera palabra.

Zéphyrine era una criatura mágica completa en un mundo sin magia, inmortal, jamás podría ser capaz de encontrar a su otra mitad ni tener amigos, por que no sería para siempre y eso sería doloroso. Tampoco sería capaz de volver con su familia en la tierra mágica por que no hay nada que garantizara que sería recibida o que aún tuviera una familia del otro lado.

A medida que caminaba a la salida del jardín caí en cuenta que era una de las personas más fuertes que conocí además de Gwenhwyar, y por primera vez, sentí pena por ella, y me sentí afortunada de ser como soy y tener lo que tengo.

—¿Estas bien? —preguntó Dillon, tomando mi mano.

—Si... lo estoy —me giré hacia él, viendo directamente a sus ojos—. Siempre estaré bien, por que lo tengo todo. 

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