Capítulo 9
Me apresuré a bajar las escaleras tan pronto estuve lista. Había planeado levantarme media hora más temprano, no solo porque Darren sería el que me llevaría esta vez a clases, sino porque la noche anterior había revisado la nevera, y lo único comestible que quedaba era medio litro de leche y una manzana. Y, conociendo a mi padre, sabía que no dudaría en quedarse la manzana.
Tomé mi mochila la cual había dejado en el comedor y abrí la nevera. Para mi mala suerte, la manzana que tenía en la mira desde la noche anterior había desaparecido.
—¿Buscabas esto? —preguntó mi papá apareciendo detrás de mí, mostrándome la manzana que planeaba comer con una mordida.
—¡Había levantándome media hora antes por esa manzana! —protesté.
—Siempre debes asumir que tus oponentes saben tu plan, de ese modo también sabrás lo que harán para que falles —se burló, dándole otro mordisco a la manzana.
Volví a abrir la nevera con la esperanza de encontrar algo que se haya escapado de mi vista la noche anterior, pero tan sólo había una jarra de agua a la mitad y las rebanadas del pan blanco que nadie quiere: la primera y la última.
—¡También tomaste la leche que quedaba! ¡No es justo! Se supone que soy menor de edad y estoy bajo su cuidado ¡Deben alimentarme! Los reportaré con las autoridades por negligencia parental.
Papá rodó los ojos a la vez que sacaba dinero de su billetera.
—Toma —dijo extendiéndome treinta euros—, cómprate un café y un pan, guarda el resto.
Tomé el dinero sin dudarlo y lo guardé en mi mochila.
—¿Cuándo irán al mercado? Necesitamos comida ¡Ni siquiera hay cereal!
Desde que habíamos llegado a Clifden tan sólo una vez se habían hecho las compras en el supermercado, y oficialmente, esta mañana, habíamos acabado con todas ellas.
—Hoy salgo tarde, y tu mamá tiene una reunión para una mesa de postres, además dijo algo de la fermentar masa madre —respondió—. Tal vez el fin de semana.
La comida callejera no sería una buena opción por otros dos días. Mi estomago comenzaba a resentirla, además de no haber snacks a media noche, por lo que sabía que era tiempo de hacer un sacrificio.
—Yo puedo ir al mercado después de clases —le propuse, mirando hacia el techo.
—¿Enserio? —cuestionó— ¿Segura que quieres hacer fila y escuchar las protestas de tu madre por haber traído una marca diferente a la que suele comprar?
Su advertencia hacia crecer las ganas de retractarme, pero extrañar la sensación de comer chocolate en la noche me lo impedía.
—Si... segura —contesté indecisa.
—Te daré mi tarjeta —dijo a la vez que se apresuraba a sacarla de su billetera —la clave es....
—0809 —le interrumpí.
Mi papá alejó la tarjeta a los pocos centímetros de querer tocar mis dedos.
—¿Cómo la sabes? —preguntó.
—Es la temporada en el que Leinster ganó por primera vez, 2008 y 2009 —respondí—, además ¿No habías notados los cargos por compras en Amazon?
Tomé la tarjeta de sus manos antes de que pudiera procesar la segunda parte de mi respuesta para después caminar hacia la puerta, la cual cerré al salir. Para mi suerte, el Pick Up de Darren se acercaba, por lo que no tendría que esperar afuera.
Coloqué mi mochila en la diminuta parte trasera de la cabina y me senté en el único asiento de enfrente.
—Estas lista tan temprano... eso no es normal —dijo al momento en el que cerré la puerta.
—Me levanté media hora antes para ganarle la última manzana a mi papá —contesté sin dejar de ver hacia el frente.
—¿Y la ganaste?
¡No! —exclamé, golpeando levemente el tablero del vehículo con mis puños—. Iré al mercado después de clases ¿Podrías llevarme?
Junté mis manos en forma de súplica al ver como pensaba la respuesta a mi pregunta. Si no contaba con su acabado Pick Up, no habría manera de comprar las cosas el día de hoy, por lo que era mi única opción.
—Está bien —resopló después de un tiempo.
—¡Gracias! ¿También podrías parar en la cafetería que esta cercas de la escuela? —le pedí—. No he desayunado —dije al verlo rodar sus ojos.
—Bien —volvió a resoplar.
Sonreí sin voltear a verlo a medida que el auto avanzaba. Por fin algo positivo ocurría.
Traté de encender el estero, pero al subir el volumen el molesto sonido de señales mezcladas empezó a escucharse, obligándome a apagarlo.
—¿No hay estéreo? —volteé para preguntarle.
—No sirve el antena —se limitó a contestar.
Darren condujo por un par de minutos más antes de que empezara a escucharse un extraño ruido proveniente del vehículo, y tan sólo faltando cinco minutos para llegar a la escuela, este había dejado de caminar.
Me bajé del auto junto con Darren quien había intentado volver a encenderlo un par de veces. Al abrir el capote del Pick Up, humo oscuro comenzó a salir de él, era más que obvio que no encendería.
—No otra vez —murmuró a la vez que trataba de dispersar el humo de nuestra cara.
—¿Otra vez? ¿Cuántas veces ha pasado esto?
—Es la tercera vez del mes, no sirve el radiador —respondió.
Darren se giró para hacer una llamada la cual no logré escuchar. A los pocos minutos, se acercó a mí.
—Mi abuelo vendrá a recoger el auto, tendremos que caminar —dijo avanzando hacia la puerta de auto.
Me paralicé al escuchar la segunda parte de la oración, no tenía ánimos ni energía para caminar hacia la escuela. Darren abrió la puerta del auto y sacó ambas mochilas para después extenderme la mía.
—¿Qué clase de Pick Up es? —le pregunté apenas comenzamos a caminar.
—Ford Ranger cabina y media de 1988 —respondió con cierto orgullo en su tono de voz.
El auto en sí tenía un aspecto antiguo, pero al momento en el que menciono el año, todo había quedado claro. Era obsoleto.
—Creo que no podré ir de compras —dije mirando hacia mis pies, a la vez que pensaba que comería a la tarde.
La presencia de un auto impecablemente blanco apareció detrás de nosotros. Por un momento dudé en avanzar más rápido al ver que el auto avanzaba a la misma velocidad en la que yo y Darren caminábamos, pero me relajé al ver como la cabello pelirrojo de Dillon se hacía visible a medida que la ventana del conductor bajaba.
Darren y yo dejamos de caminar y Dillon paró el auto por completo.
—Miré tu Pick Up unos metros atrás ¿Que sucedió? —preguntó Dillon.
—Se dañó el radiador —contestó Darren—. ¿Nos llevas? No quiero escuchar las quejas de Ela todo el camino.
Volteé hacia él.
—Suban —se apresuró a contestar Dillon.
Darren abrió la puerta del copiloto entrando casi de inmediato, por otro lado, me senté en la parte trasera.
—¿Puedes llegar a la cafetería que está cercas de la escuela? —le pregunté a Dillon cuando empezó a conducir nuevamente—. No hemos desayunado —añadí.
—Claro.
—¿Puedes pagar el desayuno? No traemos dinero.
Darren se giró completamente hacia mí para cuestionarme con la mirada por mi pequeña mentira.
—No —respondió Dillon mirándome por el espejo retrovisor.
—Dijiste que querías ser un buen amigo —le reproché.
—Si, pero no creí que sería tan difícil ser un buen amigo.
—Ser un buen amigo no es difícil —dijo Darren—, lo difícil es ser un buen amigo que cumpla con los estándares de Ela.
Dillon soltó una carcajada volteando a verme nuevamente por el espejo retrovisor. No había duda de que eran las versiones masculinas de Poppy y Olivia.
Al llegar a la cafetería, Dillon bajó del auto apenas le dijimos nuestra orden. Al los pocos minutos llegó con tres lates y tres emparedados. Le extendí el dinero pretendiendo pagar por mí y por Darren, pero no lo tomó.
—Déjalo así —dijo entregándome mi café y mi emparedado.
—¿Enserio no nos cobrarás? —le preguntó Darren.
—No, no con dinero, pero necesito que me hagan un favor.
Volteé a ver a Darren, quien mantenía el entrecejo arrugado. ¿Qué favor podría pedir alguien con perfectas notas y con todo a su alcance?
—¿Qué favor? —le pregunté.
Sea lo que fuese yo no podía negarme, y no solo por haber obtenido un desayuno gratis gracias a él, sino por lo que hizo por mí en Londres.
—Mi padre quiere que regrese a Dublín, y mi mamá cree que es lo mejor ya que piensa que me quito toda mi vida por haberme obligado a venir a Clifden.
—¿Y quieres que hagamos exactamente qué? —le preguntó Darren.
—Si ella cree que estoy estable aquí convencerá a papá de que me quede, y para eso necesito introducirles a amigos, o sea ustedes —respondió con una amplia sonrisa— van a ir a comer hoy a mi casa y se presentaran como mis amigos y le dirán como es asombrosa la vida aquí en Clifden.
—Wow, obtuve desayuno gratis y tendré que pagarlo yendo a un almuerzo gratis... ¡Creeme que no tengo ningún problema con eso! —exclamó Darren.
Dillon fijó su mirada en mi a través del espejo por un segundo esperando mi respuesta.
Miré hacia mi emparedado y sonreí.
—Iré solo si...
—¡Hey! Me debes muchas, no puedes poner condiciones —protestó Dillon sin dejarme terminar mi propuesta— ¡Además te estoy pidiendo que vayas a comer gratis a mi casa!
Todos ganaban en esta situación, y eso era raro puesto que alguien siempre sacrifica algo cuando realiza un favor, por lo que no tenía una razón para decir que no, pero el coche de Darren se había descompuesto y mi nevera seguía vacía.
—Llévame al mercado después de comer —dije mirando hacia el espejo esperando que volteara a verme.
—¿Que?
—No hay comida en mi casa, y Darren me llevaría pero ahora no puede ¿Podrías llevarme?
—De acuerdo. ¡Pero no pagaré las compras! —advirtió Dillon.
—¡Gracias! Te debo otra.
Dillon sonrió sutilmente.
Como lo tenía previsto, habíamos llegado unos minutos antes de que las clases iniciaran. Y apenas dimos un paso dentro del edificio, el chico rubio que había tirado aquel balón de rugby el primer día de clases, se aproximó hacia Darren.
—¡Twomey! ¡Te andaba buscando! —exclamo ignorando mi presencia y la de Dillon.
Darren resoplo elevando su cabeza, para después ver al rubio directo a los ojos.
—No bajaré las tarifas— mencionó con cierto cansancio en su voz— quince euros las tareas, cuarenta euros por dos horas de asesorías, sesenta euros por proyectos y ciento veinte euros por exámenes.
Dillon y yo volteamos a vernos al mismo tiempo ante la respuesta de Darren.
—¡No es eso! Bueno si, necesito la tarea de literatura de la profesora Eabha pero eso es la próxima semana —añadió aumentando la velocidad en su voz—. Necesitamos a dos repuestos para el entrenamiento de hoy, vendrá lo de National University a vernos, y quiero beca deportiva para esa universidad, necesito que cubras a alguien.
—¿En serio es muy importante esto para el equipo? —le pregunto Darren al rubio, quien se limitó a asentir de manera frenética—. Bien, cincuenta euros por integrante y lo cubriré.
La boca del rubio se abría y cerraba, como si quisiera poner algún pero, algo que nunca hizo.
—Te damos setenta por integrante, si consigues a alguien que suplante al otro —propuso el rubio.
Darren sonrió.
—Hecho —aceptó Darren—. ¿A qué hora?
—A las 11am, perderías los últimos quince minutos de la tercera clase y toda la cuarta clase.
—Ahí estaremos.
El deportista rubio se alejó de nosotros trotando por el pasillo central. Al momento de desviar nuestras miradas hacia Darren, notamos la suya sobre Dillon, junto con una amplia sonrisa.
—NO — se apresuró a decir Dillon, como si supiera lo que diría Darren.
—Solo es este juego ¡Y son setenta dólares! ¡Por jugador! Eso sería... — Darren comenzó a balbucear cifras— ¡SON 910 EUROS! —chilló.
Los ojos de Darren radiaban de emoción, pero a pesar de ello, Dillon se mantenía firme
—No —reiteró.
—¡Solo es esta ves! No sería permanente y perderías una clase entera —dijo a modo de súplica— además voy a ir a tu comida para que no te manden de regreso a Dublín.
Dillon rodó los ojos para Después voltear a verme. Me encogí de hombros.
—¿Sabes jugar rugby? —le pregunté a Dillon.
—Se jugar, pero no me gusta.
Dillon comenzó a caminar por el pasillo sin haberle respondido a Darren, quien comenzó a seguirlo con las manos juntas en modo de súplica.
—Dillon, no te he pedido nada más que esto, por favor —dijo Darren sin dejar de seguirlo.
Dillon dejó de caminar y se giró a verlo. Una vez más rodó los ojos.
—Bien —accedió de mala gana.
Casi al instante Darren abrazó a Dillon, quien trató de desprenderlo.
—¡Gracias, gracias, gracias! —agradeció Darren soltando a Dillon— supongo de entonces después del juego nos vamos a física ¿Hicieron la tarea?
Me paralicé un segundo antes de tratar de recordar de que hablaba, y al momento en el que mi mente sacó el archivo de la memoria en dónde se guardaba al profesor explicando la tarea que debería de ser entregada, golpeé mi frente con la palma de mi mano.
—Creo que Ela no la hizo —se burló Dillon.
—Tengo una ¿La quieres? — preguntó Darren abriendo el zipper de su mochila.
—¡SI! — exclamé.
Extendí mis manos esperando recibir la tarea, pero no lo hice.
—Son quince euros —me recordó, mostrándome la hoja con todos los procedimientos.
—¡Soy tu amiga! —le reproché— ¡No puedes cobrarme!
—Si, si puedo. Amistad y negocios por separado. Además sé que tienes el dinero del desayuno porque no lo pagaste, así que dame —exigió con un serio tono de voz.
Tomé mi cartera de mi mochila, dudando si entregarle el dinero o no, pero no había nada que debatir, necesitaba el diez por ciento de esa clase.
Darren sonrió al momento en el que le entregué el dinero, y yo guardé la tarea al momento en el que me la había entregado.
—Veremos quién te ayuda en el bosque cuando nos perdamos y los monstruos nos persigan —le dije a Darren haciendo referencia al comentario de Poppy que hizo por la videollamada que tuvimos el primer día de clases volteando a verlo.
—Me las arreglaré —respondió, encogiéndose se hombros.
~¿De que hablan?~
Al momento en el que sentí el pensamiento de Dillon en mi cabeza, me gire hacia él.
~Es solo un chiste en el que tu no estabas presente, no le he dicho nada si es lo que crees~
Pensé como forma de respuesta. Al momento en el que Dillon asintió, me confirmó que lo había entendido.
—Me voy —mencioné para ambos— los veo en historia.
Las clases acababan con la poca energía que lograba obtener por la noche. En la primera y en la segunda hora solo deseaba que llegara el receso de quince minutos para comprar algo en la máquina expendedora. En la tercera solo deseaba que llegara otra vez el otro descanso de quince minutos. Y en las últimas dos hora solo quería que el día finalizara y poder ir a casa.
Era viernes, y eso me daba un poco más de ánimos porque sabía que el fin de semana estaba a nada. Amaba esa sensación de ansiar el último timbre que anunciara la hora de salida y cuando llegaba, emocionarme por saber que no tendría clases por dos días. También me gustaba que el hecho de que compartía algunas clases con Dillon y Darren, pero a la vez me hacían extrañar a Poppy y Olivia, y nuestras conversaciones ajenas a los temas de las clases que hacían que ganáramos regaños por partes de los profesores.
El ánimo que había perdido en el transcurso del día había reapareció al instante en que mis odios presenciaron el dulce sonido del último timbre. Cerré mis libros, los metí a mi mochila y me paré de mi mesabanco, al igual que todos, para después salir del salón junto con Darren y Dillon, quienes se notaban realmente cansados.
—¡Fin de semana! —chillé al salir hacia el pasillo.
~Y mañana tienes clases con Gwenhwyar~
Planteó Dillon en mi mente, logrando bajar mi nivel de ánimo.
—¿Qué acaso eres bipolar? —me preguntó Darren.
—No... ¿Por qué?
—Porque pareces deprimida cuando hace literalmente cinco segundos estabas emocionada.
Por segundos, en ocasiones, me preguntaba cómo sería si Darren supiera hacerca de lo que pasaba conmigo ¿Cómo reaccionaría si le dijera que soy uno de esos seres mitológicos de los que se hablan en la mitología europea? Lamentablemente no podía hacerlo, no al menos por ahora.
—Recordé que tengo algo que hacer mañana, así que no tendré un día libre del todo —le respondí.
Los tres salimos del edifico hacia el estacionamiento, en dónde se encontraba el auto de Dillon. Y al igual que esta mañana, me senté en la parte trasera.
Dillon se encargó de encender el estéreo, poniendo un ambiente más cómodo.
Pasar por dónde Dillon vivía era como ir a una pequeña excursión, vivía cercas del lago y la mayoría de las casas estaban rodeadas por enormes árboles por dónde atravesaban algunos rayos del sol y la zona no tenía un aspecto vintage como lo que había logrado ver de Clifden, sino un poco más inclinado a lo clásico y elegante.
Me parecía increíble cómo es que podía vivir tan cerca del lago; a mi parecer, vivía en una de las mejores zonas de la ciudad, tal vez no todo estaba tan cercas, pero el paisaje era simplemente hermoso.
—¿Cometiste alguna infracción? —escuché preguntar a Darren.
Desaparté mi vista de la ventana guiándola hacia la parte trasera del auto, logrando ver a varias patrullas detrás de nosotros. Dillon disminuyo la velocidad esperando ser detenido por completo, pero no fue así. Los oficiales siguieron su camino hacia adelante a una velocidad alta.
—Creo que no era por mi —respondió Dillon.
Él siguió conduciendo por un par de minutos, hasta por fin llegar a su gigantesca casa. Esta vez, en lugar de bajarse a abrir el portón, solo bajó la ventanilla y presionó uno de los botones del pequeño control que colgaba de su llavero, haciendo que el portón se abriera al instante.
—Eso es tecnología —murmuró Darren.
Dillon estacionó su auto en la entrada principal de la casa, detrás de un hermoso Mercedes-Benz de color azul oscuro.
Los tres caminamos hacia la puerta quien fue abierta por Dillon para después Darren y yo ser conducidos por él a la sala, pasando por el enorme recibidor.
Tanto Darren como yo nos detuvimos al notar como Dillon había dejado de avanzar. En la sala se encontraba una mujer de sentada en el sofá dándonos la espalda. Era la madre de Dillon.
—Mamá. Llegué —anunció Dillon—. Invité a unos amigos, espero que no te moleste.
El silencio era tan extremo que la voz de Dillon parecía resonar por todo el lugar a pesar de no haber hablado en un tono tan alto.
Su madre se paró lentamente dejando su tableta sobre la mesa de mármol que se encontraba en el centro. A medida que se giraba no podía evitar tener esa sensación de estar a punto de conocer a alguien importante, me sentía nerviosa. Y a juzgar por como Darren contenía la respiración, pude deducir que no era la única que se sentía así.
Al momento de estar frente a nosotros, lo que más me llamó la atención era la gran diferencia de apariencia que había entre ella y Dillon, parecía ser como si no estuvieran relacionados del todo. Su madre tenía cabello castaño oscuro y ojos marrones, su piel no era tan blanca como la de él y no era tan alta como Dillon a pesar de portar tacones. Pero aun así, lograba mantener un porte intimidador. El pantalón impecablemente blanco holgado que portaba y la blusa de manga larga ceñida en color crema junto con el sutil maquillaje que se inclinaba por un tono natural la hacía ver elegante, como el tipo de persona que uno se imaginaria que viviría en una casa como esta.
Sus ojos parecían inspeccionarnos, a mí y a Darren, con detalle, como si tratara de encontrar algún tipo de defecto.
—De acuerdo ¿Cuánto les pagó Dillon para que vinieran? —preguntó la mamá de Dillon si desapartar sus ojos de nosotros.
—¡Mamá! —protestó Dillon.
—Nada —respondió Darren volteándome a ver.
La madre de Dillon desapartó sus ojos de nosotros para lanzarle una mirada cuestionante a Dillon, cruzándose de brazos.
—¿Por qué crees que les pagué? —le cuestión Dillon.
—Nunca tuviste amigos y las personas que se juntaban contigo tenían... una apariencia diferente y nunca los soportaste. ¿Llevas aquí apenas un poco más del mes y ya conseguiste dos amigos? Cuando nunca en tu vida tuviste uno ¿Esperas que crea eso?.
Sabía que no era un buen momento para reír a pesar de querer hacerlo. Por lo que me contuve. Por otro lado, no sabía si debería sentir pena por él al ser expuesto por su madre.
—¡Si! —exclamó Dillon—. Sus nombres son Darren y Ela. Comparten algunas clases conmigo.
Su madre asintió lentamente, como si hiciera un gran esfuerzo en creer en las palabras de su hijo.
—¿Sabían que es un amargado? —nos preguntó su madre a mí y a Darren.
—¡Mamá! —le volvió a reprochar.
—Si —contestamos Darren y yo al mismo tiempo.
—¡Hey! —gritó Dillon dirigiéndose a nosotros.
Mi segunda sorpresa de la madre de Dillon fue al momento de escucharla reír sin ninguna moderación, siendo eso otra de las cosas que se sumaba a la listas de diferencias entre ambos. ¿Cómo era posible que fueran tan diferentes? ¿Sería Dillon una copia y pega de su padre?
—Pasen al comedor, llevaré la comida —pidió la madre de Dillon, dirigiéndose a la cocina.
Dillon nos guió hacia una puerta corrediza de vidrio que daba entrada a un amplio espacio en dónde se encontraba un gran comedor de tamaño innecesario. Los tres nos sentamos en el mismo lado, yo quedando en el medio de ambos.
Después de unos minutos en silencio, la madre de Dillon entró con una charola rectangular la cual colocó en la mesa antes de volverse a ir, al poco tiempo llegó con dos platos, uno con lo que parecía ser pure de papas y otro con verduras horneadas. Al igual que con la charola, los colocó al centro de la mesa.
—Dillon, olvidé la jarra de agua ¿Puedes traerla?
Sin decir nada, Dillon se levantó de la mesa y salió del comedor.
—Se ve muy bueno señora —dijo Darren, admirando la comida.
—Gracias, espero que les guste. Díganme algo ¿Enserio son amigos de Dillon?
—¡Mamá! —exclamó Dillon desde la puerta del comedor.
No me contuve y solté una carcajada, y gracias a ello, obtuve una mirada retadora por parte de Dillon quien dejó el agua con cítricos en la mesa.
—¿Qué es? —preguntó Darren al momento en el que Dillon destapó la charola.
—Pescado empanizado, verduras y colcannon —respondió la madre de Dillon.
Sonreír al escuchar el último platillo. Solo lo comíamos en navidad cuando la abuela viajaba a Inglaterra a para pasar las fiestas. También fue la única receta que no compartió con nosotros.
—Oh no —murmuró Dillon mirando fijamente a su madre.
—¿No te gusta? —le pregunté en voz baja.
—Es mi favorito —respondió con el mismo tono de voz sin desapartar la mirada de su madre, quien sonreía de manera nostálgica.
No lo comprendía ¿Por qué alguien se quejaría de su platillo favorito? Y sobre todo ¿Por qué miraba a su madre de ese modo si había cocinado su comida favorita?
—Lo siento —dijo su mamá bajando su mirada.
—¿Cuando? —le preguntó Dillon
—Mañana, pero solo serán dos semanas.
—¿A dónde?
La madre de Dillon se quedó por un par de segundos en silencio.
—Paris —respondió.
Por primera vez me sentía como Darren cuando Dillon y yo hablábamos de algo que él no entendía, solo que esta vez era Dillon y su madre.
—¿Y cuando el caso se resuelva? ¿Qué harás? ¿Tomarás otro en el que viajes por todo el mundo?
La madre de Dillon rodó los ojos.
—No, cuando esto se resuelva me quedaré en Clifden y trabajaré como abogada particular.
—¡¿Por qué tienes que ir?! —le cuestionó, elevando un poco el volumen de su voz.
—Porque se necesita decidir la custodia de Clover y Patrick.
—¡Eso es innecesario!
Había tenido la oportunidad de conocer al Dillon gruñón, al Dillon comprensible, al burlón y al serio. Pero por primera vez, conocí como era cuando se molestaba, y no era una versión muy alejada del Dillon gruñón.
—Creo que la custodia de los hijos es importante, determina el futuro de los niños.
Dillon soltó una risa amarga ante la intervención de Darren, quien en ningún momento desvió la mirada del plato vacío.
—Sería importante si los hijos —dijo Dillon haciendo comillas, enfatizando la última palabra— no estuvieran en cuatro patas.
Darren y yo volteamos a vernos, ambos parecíamos no entender la situación.
—Son dos terrier —aclaró la madre de Dillon.
—¿Perros? —pregunté insegura.
Dillon asintió
—Y... ¿Viajara a Francia por dos perros? —le preguntó Darren a la madre de Dillon.
—Así es, casi una década de estudios para obtener mi doctorado y me encuentro arreglando visitas supervisadas para esos dos canes —respondió la señora—. Dillon, solo serán dos semanas ¿Quieres que te traiga algo?
—No —se apresuró a contestar Dillon, si dirigirle la mirada a su madre.
—¿Ni el té de castañas wulong de Comptoirs Richard?
—Solo eso... tres cajas —contestó sin elevar la mirada.
La madre de Dillon sonrió.
—Bien, pero quita esa cara y ponte a comer.
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Oficialmente estoy libre, y ya tendré tiempo de publicar, y de escribir. Les dejé un capitulo largo, espero que les haya gustado.
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