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Capítulo 8



No comprendía lo que sucedía. Al momento en que Dillon y yo subíamos la colina para llegar a la casa de Gwenhwyar el oxígeno entraba con más dificultad a mis pulmones, como siempre que hacía algún deporte. Si mis poderes habían vuelto ¿Por qué no mejoraba mi condición física? Y si mis poderes eran más fuertes que los otros descendientes de los changelings ¿Por qué no podía saltar más de veinte centímetros?

Dejé que Dillon tocara la puerta de su mentora, estaba muy cansada para hacerlo y sabía que el tiempo que duráramos ahí sería aún más agotador. No tardó mucho para que su mentora abriera la puerta, y al igual que la última vez que me presenté hacia ella, me miró con sorpresa.

—¡Ela! Es una sorpresa verte, Dillon me contó sobre tu desafortunada situación, la que tuvieron en Londres —dijo después de habernos dejarnos entrar a su casa.

Volteé hacia Dillon reprimiéndolo con la mirada, como respuesta, solo me dedicó una leve sonrisa anunciando un "lo siento".
—Precisamente por eso estoy aquí —dije, desapartando mis ojos de Dillon para concentrar mi mirada en ella—. Al parecer si los recuperé.

Su facciones faciales se contrajeron al momento en que comenzó a examinarme con su mirada.

—¿Cómo se manifestaron? Supongo que por eso estas aquí.

—Desperté y toda mi casa estaba cubierta de plantas, desde el piso hasta las paredes. También tuve un examen y esferas de tierra atacaron mi salón de clases y la cafetería ¡Lastime a algunas personas! —expliqué sin medir la velocidad de mis palabras—. ¿Por qué?

En ningún momento su ojos se apartaron de los míos, aun así, Gwenhwyar pareció entender mi situación.

—Se están liberando, y como pasaron tanto tiempo reprimidos se harán presentes de alguna forma con cualquier emoción que manifiestes —respondió.

—¿Entonces que debo hacer? —me apresuré a preguntar.

—Aprender a controlarlos.

—¿Y en lo que aprendo? ¡No puedo solo hacer crecer flores de la nada porque esté un poco feliz!

No se podía repetir lo que había sucedido horas atrás, tampoco suceder algo similar, no solo porque alguien podría terminar herido, sino porque podrían comenzar a sospechar que algo anormal lo causaba.

—Tengo algo que podría servir.

La mentora de Dillon caminó hasta uno de los pasillos. Volviendo instantes después, sosteniendo un brazalete el cual me entregó.

No era nada extraordinario, solo una delgada línea blanca lo rodeaba en el centro, contrastando con el color cromado del brazalete. No parecía nada relacionado con algún mundo mágico, parecía haber sido comprado en uno de los puestos del centro comercial.

No lo comprendía ¿En que ayudaría un sencillo brazalete plateado?

—¿Qué se supone que haga esto?

—Póntelo —me ordenó.

Me preparé para algún tipo de reacción al momento en que el metal tocó mi muñeca, pero no fue así, no sucedió nada.

—¿Ahora qué? —pregunté sin dejar de ver el brazalete.

—Trata de pensar cuando tus padres te confesaron saber acerca de tus poderes ¿Cómo te sentiste?

—¿Qué si como me sentí? —le cuestioné—. ¡Enojada obviamente! ¡Nunca me dijeron nada ni tampoco me advirtieron! ¡Y si lo hubiesen hecho quizás nunca hubiese entrado al bar de los goblins en dónde casi muero! ¡¿Y por qué tengo que hacer esto?! —grité.

Me había enojado, y al darme cuenta de eso comencé a alterarme. Si lo que Gwenhwyar había dicho era cierto y mis emociones estaban conectadas por mis poderes podía también destruir esta casa con más tierra, o algo peor. Pero por alguna razón, eso no parecía preocuparle a la mentora de Dillon, quien sonreía.

—El brazalete —lo señaló—, contiene tus poderes.

Volteé a ver mi muñeca. La delgada línea central blanca que cubría el brazalete comenzaba a tomar color, un marmoleado entre naranja, café y rojo. Algo muy discreto a un distancia lejana, pero llamativa a una cercana perspectiva.

Comencé a inspeccionar de manera rápida la sala, en espera de que algo sucediera. Pero no fue así, lo que sea que adornaba mi muñeca ese momento había funcionado.

—¿Reprime mis poderes? —pregunté.

—Hasta cierto punto... si —aclaró Gwenhwyar.

—¿Cómo hasta cierto punto?

Gwenhwyar exhaló con pesadez.

—El brazalete es como un globo que contiene aire, y el aire representa tus emociones —respondió después de unos segundos—. Si entra más aire de lo que el globo puede contener, explotará —explicó.

Retiré el brazalete de mi mano tan rápido como pude. Era claro que no podía controlar mi magia, tampoco era buena controlando mis emociones. Si estaba enojada, no lo ocultaba. Si estaba triste, no me esforzaba por mantener una cara alegre. Si estaba feliz, me encargaba de que todo a mi alrededor lo notaran. Y por esa razón no podía llevar una bomba emocional la cual podía estallar en cualquier momento en mi muñeca.

—No podré usarlo ¿Qué pasa si estalla? ¿Cuáles serían las consecuencias y como sabré que ha llegado al límite? —le cuestioné, extendiéndole el brazalete.

—No lo sé, a ninguna de tus preguntas —confesó—. Jamás se lo había dado a ninguno de mis aprendices. Tampoco había tenido a alguien como tú.

—¿Hecha un desastre? —se burló Dillon.

Volteé a verlo sin ocultar mi disgusto por su comentario. Al momento en el que notó mi mirada, un golpe se escuchó en el ventanal ocasionando que desviara mi mirada. La marca café que había quedado plasmada ante el sonido era una señal de que otro golpe de tierra se había hecho presente.

—¿Vieron eso? —les pregunté, señalando hacia la ventana—. Me molesté por un pequeño comentario y regresaron las esferas asesinas de tierra. ¿Saben qué? Me rindo. Iré a vivir al bosque en dónde no podré tener contacto alguno con la civilización.

—No seas dramática —resopló Dillon—. Solo usa el brazalete.

—Ela —me llamó su mentora—. Usa el brazalete, cuando sientas que llegó a su límite, trata de descargar tus emociones.

—¿Y cómo hago eso?

—No lo sé ¿Qué sueles hacer cuando estás molesta o triste o simplemente estas emocionada?

Solo una cosa pasaba por mi mente­: Olivia y Poppy. Solíamos contarnos todo pero estaban a miles de kilómetros de distancia.

—Hablaba con mis amigas, y cuando estaba enojada me quejaba —respondí.

—Pero tus amigas no pueden saber de esto —se apresuró a decir.

Sentía la mirada de Dillon sobre mí, pero no le correspondí. Mis amigas ya estaban al tanto de lo que sucedía y no podía permitir que Gwenhwyar lo supiera. La primera vez que me vió amenazó con cubrirme de un polvo mortal al pensar que era humana y no quería pensar ni saber en lo que pudiera hacer con Olivia y Poppy si se enteraba que ellas sabían el secreto.

—Tampoco los amigos que haga en irlanda —dije—. ¿Entonces que se supone que haga si no puedo expresarme con nadie? —le cuestione.

—Puedes quejarte con Dillon —propuso, proyectando una sonrisa.

Dillon negó de manera frenética rápidamente, oponiéndose a la propuesta de su mentora.

—No puedo —se excusó Dillon—. Soy géminis, no somos buenos y no tenemos la paciencia para escuchar los problemas de otras personas.

—Pues yo soy escorpio y me descargo con la primera persona que tengo al frente, y en este caso tú, o la bomba emocional que portaré en mi brazo estallará. De ti depende que todos estén a salvo.

Resopló con pesadez.

—Bien —dijo alargando la palabra mientras alzaba su cabeza, mirando hacia el techo—. Pero no daré consejos —me advirtió.

—¿Cómo aprenderé a controlar mi magia? —le pregunté a Gwenhwyar ignorando la actitud de Dillon.

—Vendrás tres días a la semana, los mismos que Dillon, de ese modo no se complicará tanto mi vida —respondió la mentora de Dillon.

Me había molestado un poco ante su respuesta. No era ella la que cargaba con poderes descontrolados, tampoco envejecía con normalidad por lo que el tiempo de disfrutar la vida no era un problema ¿Cuál era lo complicado de su vida?.

Asentí guardando el comentario sarcástico que advertir salir de mi boca. Lo último que necesitaba era ser detestada por la única maestra en conocimiento de magia que conozco.

—De acuerdo —contesté.

—Tienes mucho que aprender Ela, hay muchas cosas allá afuera que podrían hacerte daño —confesó—. Necesito que hagas un esfuerzo para aprender todo lo más rápido posible.

Miré a Dillon.

¿Qué podría ser más peligroso que los goblins y plantas mortales? ¿Qué otras criaturas podían existir además de las Pixies?

—¿A caso ser un hada es más peligroso que ser una chica caminando solo por la calle de noche?

Gwenhwyar volteó a ver a Dillon ante mi pregunta.

—Si, y es por eso que tendrás que aprender rápido —respondió—. No solo a controlar tus poderes, también los materiales que puedes usar para defenderte y la historia de tu origen, es importante —concluyó.

No solo detestaba la clase de historia para simples humanos que enseñaban en la escuela por el simple hecho de que no le encontraba sentido aprender algo que no nos daría trabajo en un futuro, sino que también por el hecho de que mi cerebro no podía retener las fechas por más de dos horas, y ahora me encontraba en la posición de aprender historia mágica porque mi vida dependía, aparentemente, de ese conocimiento.

De manera automática repasé lo que Dillon y su mentora me habían contado hacerca de las hadas. Como perdieron parte de sus poderes y habilidades ante las pixies y como son actualmente. Y, entre más pensaba, más huecos encontraba en lo que Gwenhwyar había dicho y omitido, entre ello, el rol de los goblins en todo esto y la inmortalidad de mi ancestro.

—Tengo una pregunta —dije después de unos segundos de silencio de mi parte—. Dijiste que los changelings originales perdieron el poder de la inmortalidad cuando las pixies les quitaron parte de su poder y que con el tiempo, los descendientes de ellos adquirieron el tiempo de vida de un humano, pero mi descendiente nunca perdió esa habilidad porque tenía todos sus poderes completos ¿Qué pasó con él?

—Quieres saber si vivo ¿No es así? —me cuestionó Gwenhwyar.

Asentí.

—¿Lo está?

Gwenhwyar se giró, dándonos la espalda a él y a mí. Volteé hacia Dillon en busca de una respuesta, pero ignoraba tener conocimiento alguno.

—No, no lo está —respondió sin voltear a vernos.

—¿Qué sucedió?

—Busqué a mi sobrino cuando escapé de las pixies por suerte era apenas un niño y pude enseñarle a controlar su magia. Como el conflicto con las otras criaturas aún no estaba resuelto estuvimos moviéndonos de lugar, hasta 1154. Se casó una descendiente de una changeling original y tuvo un varón. Creímos que todo estaba bien puesto que no había rastros de las pixies, y fue así por dos décadas, hasta que en 1176 las pixies volvieron a atacar, esta vez en el mundo de los humanos...

—Eso no me lo habías contado —dijo Dillon, interrumpiendo a su mentora.

Gwenhwyar se giró hacía nosotros, sosteniéndonos la mirada. En sus ojos se reflejaba la tortura por la que pasaba al recordar lo que había sucedido por lo que me preparé para escuchar la tragedia que contendría el resto de la historia.

—No, porque no era importante para tu desenvolvimiento

—¿Qué pasó después? —pregunté con el fin de volver al tema.

—Nos encontraron, mataron a mi sobrino, a su esposa, a su hijo y a su nuera. Solo sobrevivimos yo y el único nieto de mi sobrino. Sabía que nos buscarían, así que lo dejé en la puerta de una de una vendedora de telas, soltera. De ese modo no lo encontrarían tan fácil si estaba comuna familia humana, después de ahí, no tuve contacto con ninguno de tus ancestros, hasta ahora —terminó de contar.

Cada vez que descubría algo más túneles encontraba en las historias que contaba Gwenhwyar y por alguna razón presentía que no serían simples detalles omitidos.

—¿Entonces cómo es que se conservó el apellido Glendalough hasta ese momento si mataron a su sobrino y su descendiente fue adoptado por una soltera? —le cuestioné.

La mentora de Dillon proyecto una leve sonrisa la cual disfrazaba un poco la personalidad dura con la que se presentaba.

—Puede que Kevin Glendalough haya sido un santo, pero su padre no —respondió—. Tuvo varios hijos ilegítimos, por alguna razón los ancestros de la mujer con la que dejé al nieto de mi sobrino fueron solamente varones por varios siglos, solo una que otra mujer, por eso se conservó el apellido.

Un poco de claridad fue lo que dejó su respuesta ante todo lo que había contado. Pero a pesar de ello, la parte de la historia que más me aterraba era la que no había contado, y si Gwenhwyar no lo había hecho era por una razón: nunca se resolvió el conflicto con la pixies.

—¿Cuál es la probabilidad que nos ataquen pixies en este siglo? —pregunté.

—No lo sé —respondió—, por eso debes aprender botánica mágica, será igual de útil que tus poderes.

—¿Entonces empezamos mañana?

Afirmaba para mí misma que la respuesta a mi pregunta formulada para la mentora de Dillon sería afirmativa. Pero al igual que en un examen de matemáticas en donde confías en respuesta y resulta estar mal, la respuesta de Gwenhwyar fue negativa.

—No, mañana terminaré la última temporada de Grimm. Además necesito que Dillon consiga algunas cosas.

La mentora de Dillon caminó hacia la mesa de centro, tomando una pequeña libreta y un bolígrafo, procediendo a escribir en ella. Al terminar, desprendió la hoja de la libreta y posteriormente se la entregó a Dillon.

—Madera de roble... Savia de arce... Savia de abedul... Hipérico... Hojas de dedalera... Hierba de limón... ¡¿Sochsterrie?! —exclamó, elevando su mirada hacia Gwenhwyar—. ¡¿En dónde se supone que con siga eso?!

—Ya sabes donde crece, deberías poder encontrarlo —se limitó a responder su mentora.

Dillon bajo la vista hacia la hoja, frunciendo el entrecejo al instante.

—¿Leche de vaca orgánica de granja? ¿Eso para qué?

—Para mis batidos —respondió con obviedad.

—Creí que las hadas serían vegana —comenté, atrayendo la atención de la mentora de Dillon—. Ya sabes... por respeto a los animales.

La idea del veganismo no sonaba tan ridícula en mi cabeza al visualizar a las hadas como criaturas de las naturalezas, sin embargo, la mirada que me dedicó Gwenhwyar me hacía sentir como si hubiera dicho una tontería.

—Nos alimentamos con lo que la naturaleza nos proveé mientras ningún ser vivo nacido tenga que ser sacrificado —aclaró.

—¿Y esto es para pasado mañana? —preguntó Dillon.

Su mentora asintió.

—¡Por supuesto! Es lo que Ela necesitará para comenzar su entrenamiento —le respondió.

—¿Y no lo puede ir a buscar ella? Es su entrenamiento, no el mío —protestó Dillon.

No me contuve y volteé a verlo. Si era esa su definición de amistad estaba equivocado.

—Se un caballero y deja de quejarte —le reprimió Gwenhwyar.

—Mi caballerosidad tiene límites, y adentrarme a lo más recóndito del bosque esta fuera del límite —volvió a protestar.

—Vas a ir —sentenció su mentora, dejándole no opción a Dillon.

—Bien —formuló arrastrando las vocales.

—En ese caso, les sugiero que se vayan, no creo que quieras adentrarte al bosque en la oscuridad —comentó con tono burlesco.

Sin decir nada, Dillon se giró, y arrastrando los pasos, camino hacia la puerta. Al notar su intención de salir, corrí hacia él. El salió primero y yo al último, después de despedirme de su mentora desde la puerta.

—Puedo ayudarte a conseguir los materiales —le dije a la vez que bajábamos la colina.

No obtuve ninguna reacción por parte de Dillon, hasta después de haber pisado el llano piso volteó hacia mí.

—No, no conoces el bosque y posiblemente mueras.

Su mirada me hizo recordar el día en el que escapamos del bar de los goblins, la vez que mencionó a las hadas con asaz seguridad. Era la misma seguridad que proyectó al momento de responder.

—Para tu información acampaba en los veranos con Poppy y la familia de Olivia, se cómo prender fuego utilizando ramas —le hice saber de manera alardeante, esperando alguna reacción positiva.

—¿Sabes qué hacer cuando te encuentres con Fuego Fatuo? ¿Como librarte si te encuentras con un Eachy? ¿O que hacer en caso de que atraigas a un Brownie contigo a casa?

Su tono cuestionante era una clara afirmación que mi conocimiento para provocar una llama a partir de partes de árbol no era lo suficientemente grandioso como para impresionarlo, o convencerlo al menos de tener una habilidad superviviente para adentrarme al bosque.

—No... —contesté con cierta inseguridad—. Pero sé que hacer con el brownie, lo comería, aunque dudo que haya brownies a la mitad del bosque.

—No voy a la mitad del bosque, voy más allá —me corrigió—. Y un Brownie es un espíritu maligno que se encarga de servirle a los humanos, obligándolos a hacer un sacrificio por un servicio doméstico.

En ningún momento parpadearon los ojos de Dillon, por otro lado, me sentía la persona más tonta del mundo.

Al ver que ninguna palabra salía de mi boca, Dillon se giró y comenzó a caminar hasta su auto. Pude imaginármelo sonriendo de manera victoriosa, pero no pude confirmar si la imagen que mi mente proyectaba era real. Para el momento en el que reaccioné, Dillon permanencia dentro del auto.

—¿Te dejo en tu casa? —preguntó antes de encender el auto.

—Por favor.

Aún era temprano por lo que mi papá no estaría en casa, pero sabía que las posibilidades de que mi mamá estuviera ahí eran altas debido a que era su hora de almorzar. El llegar a casa ya no sería incomodo por el hecho de que seguía molesto con ambos, sino porque de cierto modo me intranquilizaba pensar en que contestaría cuando me preguntaran hacerca de mi día.

¿Debería decirle hacerca de mis poderes? ¿debería contarles que alguien podrá ayudar a controlar mi magia? ¿debería hacerles saber la historia familiar? ¿O debería dejar todo como esta y hacerles creer que soy una simple humana con pésima suerte?

—¿En qué piensas? —preguntó Dillon, haciendo que enfocara mi atención en él.

—Creo que le diré a mis padres que si tengo mis poderes y que alguien me ayudará a controlarlos —respondí sin desapartar mis ojos de camino.

—Omite el nombre de Gwenhwyar, ellos no pueden saber de ella.

Asentí.

—Está bien.

Dillon siguió conduciendo en silencio hasta llegar a mi casa, la cual seguía cubierta de plantas. Él se estacionó frente a mi casa. Antes de bajar respiré hondo y traté de poner todos mis pensamientos en orden. Posiblemente de esa manera, ver a mi mamá sería más fácil.

Mi mano vacilaba de manera inconsciente entre girar o no la perilla de la puerta una vez estuve frente a ella. Para mi sorpresa, esta fue abierta por Dillon, a quien creía en el auto.

—¿Qué haces? —le pregunté al ver la decisión de pasar en su mirada.

—Aprendiendo a ser un amigo —respondió para después entrar a la sala.

—¡La casa está cubierta de plantas! ¡No te puedo dejar que alguien normal vea algo anormal!

Bajé la voz a medida que lo retaba mientras buscaba alguna señal que indicara que mi mamá estuviese en casa.

—Pero no soy normal —contradijo Dillon con una sonrisa burlona en su rostro.

—¡Mis padres no saben eso! —exclamé en un tono un poco más alto.

—¿Ela?

Aprete mis ojos el escuchar a mi mamá decir mi nombre. Al abrirlos, pude notar la presencia de su sombra acercándose cada vez más a la sala. Fue en ese momento en donde me di cuenta de que todo estaba perdido, y, posiblemente, estaría castigada nuevamente.

—¿Qué suce...?

Volteé hacia Dillon a escuchar la voz de mi papá. Ambos estaban en casa, y eso no era de ayuda.

—¿Quién es él? —preguntó mi mamá sin quitar la mirada de Dillon.

—Un compañero de clases el cual ya se...

—Mucho gusto, mi nombre es Dillon —se presentó interrumpiéndome—. Les ayudaré a deshacerse de las plantas.

Mis padres se miraron entre sí confundidos.

Rogué en mi mente que no se delatara asi mismo, había muchas cosas que había omitido y el que un desconocido para ellos me desmintiera no era lo más adecuado para mí.

—Al menos que tengas contigo un equipo de jardinería no creo que puedas ayudar —le dijo mi padre— sé que es raro que la casa esté repleta de plantas pero el jardinero no entendió nuestro concepto de natural minimalista —mintió

—No se preocupen, se sobre la existencia de las hadas, sé que esto lo causó Ela.

Retiré mi mirada de los tres, no quería ver a Dillon y no me animaba a ver a mis padres.

—¿Que? —preguntó mi mamá— no estoy entendiendo ¿Hadas?

—Se que Ela es un hada, de hecho fui yo quien se lo dijo— soltó sin contenerse— pero necesito que comprendan que no es su culpa todo este desastre, son sus emociones.

—¿De qué está hablando el pelirrojo Ela? —me preguntó mi papá.

No tuve opción alguna más que elevar mi mirada hacia ellos. No estaban confundidos, sino molestos.

—Dillon es un hada —contesté con lentitud en vos baja.

El silencio presente entre los cuatro me mataba lentamente, aún más cuando sabía que un "felicidades" ni un "qué bien" saldría de las bocas de mis padres. Dillon mantenía una expresión positiva sin darse cuenta de que había arruinado todo.

—Te preguntamos que si había más hadas y dijiste que no —habló mi mamá despues de unos segundos—.Te preguntamos si tenía tus poderes de vuelta y dijiste que no. Nos mentiste.

—¡No mentí! —exclamé casi de manera inmediata—. Al menos no sobre mis poderes, no sabía quie los tenía hasta el día de hoy. Y no podía decirles hacerca de Dillon porque no era mi secreto a contar.

—¿Qué hacemos? —le preguntó mi mamá a mi papá.

Mi papá volteo a verme a la vez que negaba con su cabeza. Ambos estaban molestos aunque en parte nada de esto era mi culpa de cierto modo. Pero el decir algo más podría ganarme otro castigo.

—Tu —dijo mi papá dirigiéndose a Dillon—. ¿Sabes controlar tus poderes?

Dillon asintió.

—¿Como? —le preguntó esta vez mi mamá.

—Cuando tenía trece una de las hadas originales me buscó y me ayudó a desarrollar y a controlar mi magia, es la misma que ayudará a Ela —respondió.

—¡Ya me dio un brazalete para que mis poderes no se descontrolaran! —les mostré esperando de ellos una actitud más positiva—. También tengo entrenamiento tres días a la semana.

Nuevamente, mis padres intercambiaron miradas.

—Danos una razón para que te dejemos hacer esto.

¿Una razón? ¡Había miles! Y, aunque no sabía cientas de esas razones, sabía que existían.

—Hay duendes que podrían matarme, mis poderes podrían dañar a alguna persona, las demás personas podrían empezar a sospechar que no soy normal...

—Tenemos la capacidad de entender y aprender cosas más rápido que un humano, Ela podría obtener una beca en la universidad que quieran —intervino Dillon.

La expresión fácil de mi mamá cambio completamente ante lo que Dillon había dicho. No era sorpresa que entrar a una universidad requería de dedicación, pero entrar a una de las mejores diez como lo habíamos planeado durante toda mi vida era dificil, no solo por el tema económico, sino por mis boletas con promedio común.

—¿Oxford? ¿Cambridge?

Dillon y yo asentimos.

—Dijeron que alguien le ayudará a controlar sus poderes —le dijo mi mamá a mi papá.

—Si no queda de otra... —respondió mi papá—. ¿Puedes quitar las plantas de toda la casa? —le preguntó a Dillon—. Para... saber que tan controlados estan tus poderes.

Los ojos de Dillon se tornaron verdes, y a medida que movía sus manos, las plantas comenzaban a desaparecer. A los pocos segundos la sala de mi casa, al igual que la cocina y las escaleras se hacían visibles sin ningún rastro de hojas ni flores, tal y como lo estaban el día de ayer.

—Listo —mencionó Dillon.

—¿También el piso de arriba? —le pregunté

—Todo.

Una vez más sus ojos adquirieron ese tono verdoso cuando manipula las plantas. Esta vez, de una hoja marchita hizo crecer un ramo de lirios azules, el cual le entregó a mi mamá.

—¡¿También puedes hacer eso?! —preguntó sorprendida admirando el hermoso ramo que creó Dillon.

—Puede ponerlas donde guste, jamás de marchitaran mientras tengan agua —le aseguró.

La sonrisa amplia que mi mamá portaba en su rostro era señal de que le agradaba la idea de toda esta situación, lo cual reducía mis posibilidades de tener un castigo. Y eso era bueno.

—¿Por qué no te quedas a comer? —le preguntó elevando su mirada hacia él.

—Tómalo como un agradecimiento por quitar las plantas de las paredes de la casa —habló mi papá.

—¡Claro! Muchas gracias. 

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