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Capítulo 6



Mis padres no estaban tan equivocados como había creído al momento en que Olivia buscó las direcciones en el navegador. El hospital, al cual Dillon conducía, quedaba a tan solo diez minutos de Brixton, por Denmark Hill. Los cuatros bajamos con prisa apenas Dillon se había estacionado.

Ya era tarde, ya había pasado dos horas desde que Olivia había salido de clases, y ni ella ni Poppy habían comido; al igual que Dillon y yo, pero eso no me importaba tanto en ese momento.

Al llegar a la entrada, detuve a mis amigas antes de entrar al interior del hospital.

—Olivia ¿Por qué no van a buscar algún lugar para comer? Sería mejor —le pregunté.

Ambas intercambiaron miradas para después asentir sin decir nada. Dieron la media vuelta y bajaron los pocos escalones que habíamos subido para llegar a la puerta principal. Dillon y yo, buscamos la recepción enseguida al momento de entrar.

Un par de enfermeras charlaban, ignorando nuestra presencia. Dillon carraspeó tan solo una vez, siendo eso suficiente para lograr dirigir su atención hacia nosotros.

—Estamos buscando a una persona —dijo Dillon apenas obtuvimos su atención completa.

—Su nombre es Tanisha Clarkson.

—Clark —me corrigió Dillon.

Las mirada de una de las recepcionistas se desvió hasta su monitor, comenzando a escribir.

—¿Qué relación tienen con la paciente? —preguntó la enfermera que había ingresado el nombre.

—Es... ¡Nuestra abuela! —respondí después de ver a Dillon.

La otra recepcionista volteó hacia el monitor. Tanto ellas como Dillon voltearon a verme. Dillon era pelirrojo y con pecas, yo por otro lado tenía cabello café oscuro, y ambos teníamos tez blanca, por lo que nuestra apariencia no concordaba con nuestra supuesta "abuela", quien, tanto ella como su hermana, parecían tener descendencia africana.

—¿Están seguros? —preguntó una de las recepcionistas con incredulidad.

—Somos adoptados —aseguró Dillon—. ¿Algún problema?

Sus miradas no se apartaban de nosotros. No parecían muy convencidas pero tampoco podían hacer más preguntas debido a la carta de adopción con la que jugó Dillon.

—Segundo piso, habitación 204 —dijo después de unos segundos en silencio.

Ambos nos alejamos de ahí, apresurándonos al llegar al elevador. Presioné el botón con el número dos marcado. El elevador comenzó a subir, y a los pocos segundos se abrió, en el segundo piso. Las habitaciones se encontraban por orden numérico, por lo que hallarla no fue difícil.

El hospital no era lo suficientemente grande, pero las habitaciones eran amplias, y dividían a los pacientes por medio de cortinas azules. Por lo que pude llegar a calcular, seis pacientes se encontraban en esa habitación, incluyendo la hermana de la dueña de la tienda a la cual habíamos ido previamente.

Ambos nos acercamos a su cama. Parecía estar dormida, pero era necesario despertarla.

—¿Señora Tanisha? —hablé con un tono medio alto, logrando que abriera los ojos.

—Ela —pronunció mi nombre, casi al instante de verme—, la tierra —volteó hacia Dillon—. Dillon, el gran mar.

No sabía que era más sorprendente. Que sabía nuestro nombres o que sabía los significados de ellos.

Dillon dio un paso hacia el frente.

—¿Cómo sabe nuestro nombres? —preguntó.

—Presentí que vendrían —respondió la señora—. Supongo que vienes por tus habilidades —se dirigió hacia mí.

Asentí. Avanzando un paso, quedando a la altura de Dillon.

—Tengo una pregunta ¿Mis padres sabían que es lo que yo era... o soy? —pregunté.

Me molesté cunado me di cuenta de que ellos sabían sobre mis habilidades. Pero temía que me alguien me afirmara que ellos sabían que es lo que yo era.

—No, no se los dije —afirmó—. Estaban asustados cuando fueron a mi casa, así que asumí que se aterrarían si les hubiera dicho que eras un hada —confesó.

Sonaba cansada, y su apariencia no demostraba lo contrario.

¿Por qué se aterrarían? No es como si hubiera venido al mundo a destruir al planeta, o a la humanidad.

—¿Por qué estaban asustados?

—Cuando te llevaron, me contaron que habían sucedido algunas cosas que se salieron de control y muchas personas comenzaba a señalarlos, no me dieron detalles pero sé que dos años después se cambiaron de área. A pesar de que ya no tenías tus habilidades muchos sospechaban que no eras normal.

La mentora de Dillon tenía razón. Mis habilidades comenzaron a manifestarse desde temprana edad. Lamentablemente mi pérdida de control fue lo que hizo que me los reprimirán.

Debía preguntarles a mis padres que fue lo que había sucedido. Y en caso de ser grave ¿Sería buena idea recuperarlos? ¿Qué tan peligrosa podía llegar a ser?

—¿Recomendaría que los recuperara? —pregunté indecisa.

Dillon volteó a verme como si lo que pregunté fue a modo de broma. La señora Tanisha solo sonrió; se notaba más exhausta que hace unos minutos, y eso no era buena señal.

—Los reprendí esa vez porque sabía que vendrías a recuperarlos. No porque yo te considerara un peligro si es lo que piensas —respondió, al borde del susurro—. La pregunta es ¿Los quieres de vuelta?

Me quedé en silencio. Al llegar a Londres estaba segura de querer recuperar mis habilidades. Pero comencé a dudar sobre si era una buena opción o no al escuchar la razón incompleta por la cual me los reprimieron.

—Aquí es dónde dices que si —habló Dillon.

Lentamente la señora Tanisha elevó su mano, extendiéndola para que la tomara. Opté por hacerlo.

Al momento de tomar su mano el aparato que mostraba los signos vitales y el cual permanecía conectado a ella comenzó a emitir varios sonidos agudos. Dillon se acercó a la camilla y presionó el botón de ayuda.

—Señora Tanisha ¿Esta bien? —pregunté. Sin obtener una respuesta de su parte—. ¿Qué hacemos? —le pregunté a Dillon.

—N-No lo sé.

Ma acerqué a ella al escuchar de manera superficial como murmuraba. Traté de conectar las palabras que decía, pero fue imposible.

—No entiendo lo que dice.

Intenté retirar mi mano de la de ella, quien aún la sostenía, pero tampoco pude. Su mirada se mantenía hacia arriba, como si mirara hacia el techo, y su boca permanecía entreabierta. Pronto el monitor pasó de emitir sonidos constantes a uno solo, agudo y extenso.

Tres doctores entraron casi al instante. Nos pidieron a mí y a Dillon que nos apartáramos, y las enfermeras que entraron a los pocos segundos comenzaron a desconectarla. Había Fallecido.

—Murió... —murmuré sin dejar de ver hacia la camilla.

Dillon me tomó de los hombros y me sacó de la habitación, guiándome hacia el elevador.

—Ela... ¿Estas bien? —preguntó, una vez presionó el botón con el número uno.

No sabía que responder puesto que no sabía la respuesta. Por un lado alguien había fallecido tomando mi mano, por otro lado, jamás obtendría mis poderes.

—Hay... hay que irnos.

Salimos del hospital. Dillon me pidió mi teléfono y le llamó a Olivia, pidiéndole que tanto ella como Poppy regresaran. No puede escuchar exactamente su conversación, pero había sido breve.

Veinte minutos después, la cabellera rojiza de Poppy y el uniforme colegial de Olivia lograron captar mi atención. Al estar delante de nosotros, Poppy me extendió una botella de jugo y un emparedado en un empaque de plástico.

—Gracias —dije al tomar la comida que Poppy había comprado para mí.

—¿Qué sucedió? —preguntó Olivia— ¿Recuperaste tus poderes?

Negué.

—Murió —respondí.

Los cuatro permanecimos en silencio. No quería hablar y Dillon estaba consciente de ello. Por otro lado, Olivia y Poppy no sabían que decir para mejorar la situación.

—Ok ¿Dónde encontramos otra bruja? —preguntó Poppy, rompiendo el silencio.

—No se puede. Solo la bruja que reprimió los poderes de un hada puede liberarlos —respondió Dillon por mí.

Nuevamente otro momento en dónde predominaba el silencio entre nosotros se hizo presente.

—Dillon —lo llamé—. ¿Cuándo sale nuestro próximo avión?

Lo único que podía hacer en ese momento era pensar en regresar a casa e ir pensando en darle una explicación a mis padres, tratando de omitir la parte en donde salí del país para regresar a Londres.

—No lo compré ida y vuelta —respondió—. No sabía que tanto nos quedaríamos.

—Revisa cual es el primer avión que salga hacia Dublín y compra los boletos.

—¿Dublín? ¿No dijiste que vivías en Clifden? —preguntó Olivia.

—Clifden no tiene vuelos internacionales. El aeropuerto más cercano era Shannon, pero no había vuelos hacia Londres, así que Dillon condujo hasta Dublín —expliqué.

—¿Y qué tan lejos está Dublín de Clifden?

El recordar el tiempo que hicimos en la carrera comenzó a elevar mi estrés. Estaba a muchas horas de llegar a casa y no podía avisarles a mis padres por que se darían cuenta de que me encontraba en Londres, y si eso sucedía, el castigo sería peor del que podría imaginarme.

—Casi cuatro horas —contestó Dillon, sin despegar la mirada de su teléfono—. Ela, el avión que sale más pronto es a las 7:25 de la tarde. Si nos vamos en este momento a la casa de Poppy a dejar el auto y pedir un taxi creo que llegaríamos a tiempo al aeropuerto.

Estábamos a más de una hora de distancia de la casa de Poppy, el aeropuerto quedaba a cuarenta minutos y eran las 4:32 de la tarde. Teníamos el tiempo ajustado, pero no teníamos opción.

—Cómpralos —le pedí.

Los cuatro subimos al auto apenas Dillon se encargó de los boletos. El trafico era terrible, y la velocidad con la que él conducía activó mis nervios. Afortunadamente, no fue detenido por ningún policía.

Al llegar a la casa de Poppy lo primero que hicimos fue llamar un taxi, el cual se tardó casi veinte minutos. Pero estábamos aún en tiempo.

Tanto como Dillon como yo tan solo traíamos una mochila, por lo que todo era más sencillo, y afortunadamente, las pertenecías que traíamos no nos retrasaron, como pasaba en los viajes que organizaba mi mamá al momento de trasladarnos a lugares.

Al llegar al aeropuerto nos dirigimos hacia el área de vuelos internacionales. Y tal como lo habíamos hecho en el primer vuelo, pasamos por seguridad. Donde fuimos detenidos al momento que nuestras mochilas pasaban por la banda.

—¿Lleva algo de metal en su mochila? —me preguntó el oficial a cargo—. Por qué de ser así necesitaré que los coloque junto con las llaves del joven en la caja.

No había traído nada de metal de casa, ni siquiera cargaba con efectivo cuando salí de la casa de mia padres. Pero si adquirí un objeto cuando salimos de la tienda de la psíquica el cual ignoraba de su existencia: La caja de Dillon había comprado de manera involuntaria.

Abrí mi mochila y saque la caja poniéndolas junto con las llaves del auto de Dillon. Volví a poner mi mochila sobre la banda, y una vez pasó del otro lado, nos permitieron pasar. Tomamos nuestras mochilas y nos dirigimos hacia el área de nuestra aerolínea

Teníamos quince minutos antes de que el avión despegara, pero apenas nos permitieron abordar, lo hicimos.

—¿Abriste la caja? —preguntó Dillon una vez nos sentamos.

—No, solo la guardé.

En ningún momento me había llamado la atención. Era evidente que había otras cosas que captaban mi atención, como el recuperar mis poderes; pero en ese momento, sentí curiosidad.

—Ábrela —insistió Dillon.

Recogí mi mochila la cual permanecía ente mis pies y saque la cajita plateada. No era ni chica ni grande, pero no parecía un set para organizar joyería.

Abrí la caja, encontrando tan solo, lo que parecía ser, un relicario cuadricular. No podía negar que era precioso, parecía ser de plata y no de metal, tampoco era muy grande.

—Hay un relicario, para poner fotos —le dije.

Lo abrí. No había algún espacio para insertar fotos, solo una pequeña piedra azul con un ligero, y casi indetectable, marmoleado blanco.

—¿Qué es eso? —preguntó Dillon.

—Es un cuarzo azul, y no es un relicario, creo que es un guardapelo.

Dejé la piedra dentro del collar para después cerrarlo. Cerré la caja y se la extendí a Dillon.

—Quédatela —dijo sin tomarla.

—¿No se la quieres dar a tu mamá? —le pregunté, nuevamente extendiéndole la caja.

—Nunca usó los regalos que le daba. Al menos sé que si te la quedas el dinero que gasté no habrá sido en vano.

—Me compras un boleto de avión hacia Londres, después conduces por varias horas y me das un regalo... ¡Eres un buen amigo!

Dillon mostró una pequeña sonrisa.

—Me alegra ser un buen amigo. Es mi primera vez siendo uno.

—¿Me dirás que nunca has tenido amigos?

A pesar de mi pregunta, su discreta sonrisa se mantuvo.

—No como las tuyas, solo compañeros.

Evité hacer más preguntas. Una de las azafatas indicó por el altavoz que abrocháramos nuestros cinturones de seguridad. A los pocos minutos, el avión despegó.

El regresar a casa fue más difícil que el irse. Estaba consciente de que había desaparecido por todo un día entero, y que mis padres me esperarían en la sala. Todo el día había ignorado los mensajes de todos, pero sabía que estaban preocupados.

Al momento de llegar a Dublín y de, nuevamente, tomar carretera, comencé a formular en mi mente la perfecta historia que cubriera el hecho de que había pisado suelo inglés. Lamentablemente, el hecho de no conocer casi a nadie a excepción de Darren limitaba mis excusas.

Al estar a unos minutos de llegar a Clifden comencé a asimilar la posibilidad de ser honesta ante el interrogatorio futuro que me realizarían mis padres al llegar a casa. «¿Qué tan malo seria decir la verdad?» Me preguntaba cada vez que desechaba una mentira. "Mucho" era la respuesta. Pero el tiempo se había agotado, habíamos llegado a Clifden y no tenía otra opción.

—¿En dónde vives? —preguntó Dillon, estacionándose.

—Por Westport Road. Pero déjame dos casas antes, o si no mis padres te interrogarán —le pedí.

Dillon asintió y volvió a adentrarse a la carretera.

Veinte minutos después habíamos llegado, era la 1:27 de la madrugada. Y tal y como le pedí, me dejó dos casas antes. Respiré hondo tres veces como lo hacía Olivia cuando necesitaba tranquilizarse, pero no funcionó, seguía nerviosa. Al ver que no mejoraría reuní fuerzas y toqué la puerta, la cual fue abierta de inmediato.

—¡Ela! —exclamó mi papá apenas me vio—. ¡Caitlyn! ¡Es Ela! —le gritó a mi mamá.

Los pasos apresurados se escuchaban de las escaleras, bajando por ellos mi mamá en pijamas.

Entré con lentitud a mi casa, preparándome mentalmente para el regaño. Por sorpresa, nunca llegó; en vez de recibir gritos histéricos por partes de ambos, recibí un abrazo de parte de cada uno.

—¿En dónde estabas? —preguntó mi mamá, intentando conservar la calma— ¡¿Qué acaso no sabes que ha habido desapariciones en la ciudad?!

Perdió la tranquilidad al hacer la última pregunta.

—Fui a la tienda de cristales —respondí después del abrazo— a la cual me llevaron para reprimir mis poderes —aclaré.

Atónitos, era la palabra que describía a mis padres en ese momento. A pesar de no ser lo suficientemente clara, lograron entender que me refería a Londres.

—¿Viajaste? ¿A Londres? ¿Sin nuestro permiso? —preguntó mi papá de manera pausada.

—Tuve que, Poppy y Olivia me ayudaron a encontrarla. También fuimos con Tanisha, la hermana de la dueña de la tienda de cristales, la que realmente reprimió mis poderes —respondí.

—¿Les dijiste hacerca de...?

Mi mamá dejó la pregunta incompleta. En ese momento no sé qué les importaba más, el hecho de que haya viajado a Londres o que les haya revelado a mis amigas el secreto que tanto les preocupaba.

—Lo hice —afirmé.

—¡¿Sabes lo peligroso que es eso?! —gritó mi papá.

Comenzaba a molestarme. Después de todo lo sucedido en ese momento solo les preocupaba el secreto, que no les pertenecía a ellos, sino a mí.

—No, no lo sé por qué no recuerdo haberlos tenido. Tal vez si nunca los hubieran reprimido hubiera sabido que tan peligroso eran.

—Era necesario privarte de ellos —intervino mi mamá.

—¡¿Por qué?! —les cuestioné— ¿Por qué no sabían cómo manejarme? ¿Tan difícil era criar a alguien que nació diferente? ¡Porque les recuerdo que hay personas que nacen con discapacidades y los padres no tiene el lujo de enviarlos a reparar con una bruja!

Ambos se miraron entre sí, para después regresar la mirada hacia mí. Lucían confundidos, y era consciente de que era por haber mencionado lo último.

—¿Con quién? —preguntó mi papá.

—Ni siquiera saben nada. No saben que soy, y no saben que era quien reprimió mis poderes.

—Era una persona entrenada para hipnotizar —respondió mi papá.

Me contuve reír en ese momento, a pesar de querer hacerlo.

—No puedo creer que no investigaron antes de condenarme.

—Ela —habló mi mamá—. Eras un peligro.

—Si querías una hija normal no te hubieses casado en él —apunté hacia mi papá—, él  y todos sus ancestros son los culpables  de que yo haya resultado ser un hada.

Me giré con la intención de ignorar las próximas palabras de ambos. Comencé a subir las escaleras. Ya había hablado de más y necesitaba encerrarme en mi habitación. Pero no funcionó, mis padres me siguieron y al momento en el que entré a mi habitación, ellos entraron.

—Explica lo que dijiste allá abajo —exigió mi papá.

Rodé los ojos y dejen salir el aire.

—Todos los hombres de tu familia están ligados al Santo Kevin Glendalough, bueno, al hermano ilegítimo de él —corregí. Me senté en el borde de mi cama—. Hace más de quince siglos hubo una guerra entre hadas y pixies. Las hadas perdieron y las pixies comenzaron a robarles su poder. Para proteger a las hadas bebés, las hadas mayores las intercambiaron con bebés humanos. Nuestro ancestro, por el contrario, fue intercambiado antes de que comenzara la guerra. Somos descendientes de un changeling ilegal, por eso mis poderes se manifestaron cuando estaba pequeña y no a los trece como en todos los demás —concluí.

Silencio por parte de ambos fue lo único que obtuve. Sonaba ridículo lo que había dicho. Pero tampoco podían dudarlo. Después de todo, ellos fueron testigos de mis primeros pasos mágicos.

—Suponiendo que lo que dices es real ¿Por qué yo nunca desarrollé esas habilidades? —preguntó mi papá.

—No lo sé, tal vez porque no se pasa de generación en generación. A algunos les toca ser humanos y a otros no, a mí no me tocó —respondí.

—¿Recuperaste tus habilidades? —preguntó esta vez mi mamá.

Recordar lo sucedido esa tarde en el hospital era inevitable. No solo por el hecho de que no había recuperado mis poderes, sino porque alguien había muerto sujetándome.

—Para su suerte no. No los recuperé —respondí—. Solo la bruja que reprime los poderes de un hada puede liberarlos... la señora Tanisha murió sujetando mi mano.

Nuevamente el temor se reflejaba en su mirada.

—Tal vez fue lo mejor.

Su intento de consolarme solo logró molestarme más, por el simple hecho de que sabía que en realidad ella creía que era lo mejor.

—¿Podrían solo decirme mis castigo y dejarme dormir? Tengo clases en seis horas.

Ambos intercambiaron miradas.

—No computadora a menos que solo sea para tareas. Tienes prohibidos los videojuegos y no podrás salir a ningún lado con nadie después de clases. Tu papá te llevará y te recogerá —sentenció mi mamá, con su tono autoritario.

—¿Por cuantas semanas? —pregunté.

—Tres.

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Espero que les este gustando la historia hasta este punto. Es algo MUY diferente a todo lo que he escrito así que estoy haciendo mi mayor esfuerzo para mantenerla entretenida.

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