Capítulo 5
Cuando mis padres y yo solíamos ir de viaje, mamá se encargaba de planificar todo una semana, o dos, antes con el fin de evitar contratiempos. Dillon y yo solo tuvimos un par de horas al noche de ayer. El aeropuerto más cercano a Clifden se encontraba a una hora y media, en Shannon. Desgraciadamente, no contaba con vuelos hacia Londres. Por lo que nuestra única opción fue el aeropuerto de Dublín, el cual estaba a casi cuatro horas.
Salimos de la casa de Dillon a las 8:30, tomando prestado uno de los autos de la madre de Dillon, quien, por alguna razón, se encontraba en Madrid.
Había decidido dormir durante todo el trayecto hacia Dublín, pero no puede. Los mensajes llenos de histeria por parte de mis padres, los cuales se hacían presentes cada cinco minutos preguntando por mí, junto con el recordatorio de todas las clases que perdería me mantenían despierta, a pesar de están cansada.
«Mas vale que la habilidad de aprender más rápido sea real para las hadas o reprobaré varias materias» Pasaba por mi mente cada vez que recordaba todas las clases que perdería, al menos por este día.
Llegamos al aeropuerto de Dublín diez minutos antes de que el avión despegara, ya varias personas habían abordado y, al parecer, solo faltábamos nosotros.
Dillon entregó ambos de nuestros boletos después de pasar por seguridad y ambos abordamos al instante. Quince minutos después, el avión despegó.
—¿Primera clase? —le pregunté a Dillon con el fin de empezar un tema de conversación.
—Es más cómodo —se limitó a decir, para después concentrar su mirada a la ventana.
Iniciar un tema de conversación había fallado. Me resigné a buscar algún tipo de entretenimiento que durara el tiempo del viaje en mi teléfono. Pero tampoco había funcionado.
Los mensajes de mis padres, junto con los de Darren preguntando en donde estaba comenzaban a elevar mi nivel de ansiedad por lo que me vi obligada a apagarlo en el tiempo restante del vuelo.
Cuando el avión comenzó a descender, toda la intranquilidad que ignoraba desde la mañana empezó a acumularse. Y empecé a sentirla realmente al momento que desabordamos el avión y caminábamos hasta el interior del aeropuerto.
—¿Estás bien? —preguntó Dillon al momento en que dejamos el área de la aerolínea que usamos.
—No. Esto fue una pésima idea. Me matarán si se enteran de que regresé a Londres ¡Y a ti también! ¡Hay que regresar!
A diferencia de mí, Dillon se notaba relajado. Como si las consecuencias que obtendríamos al ser descubiertos no existieran.
—¿Y no pensaste eso cuando conducía a Dublín? ¿O cuando abordamos el avión?
Tal vez si lo hice, pero no quería admitir de que no era correcto.
—¿A caso no te preocupa que clase de castigo te darán tus padres si se enteran? —le pregunté.
—No. Porque no se enteraran —respondió, sonriendo y alzando su ceja izquierda—. Mi mamá está en Madrid atendiendo un caso, y mi papá ocupado con lo que sea que haga.
No entendía cómo es que Dillon parecía tener todo en control. Siempre que yo planeaba algo, por alguna razón, tomaba un camino diferente al que quería. No quería imaginar que es lo que podría pasar cuando ni siquiera me detuviera a pensar algo, como ese momento en el que decidí ir a Londres para buscar a una persona con la que solo tuve contacto una vez en mi vida.
—¿Qué hace tu mamá en Madrid? —le pregunté tratando de ignorar el pánico que comenzaba a sentir—. Las leyes de España son diferentes a las de Irlanda.
—Su amiga se está divorciando, y su pronto exesposo se fue a Madrid. Mi mamá les está haciendo el favor de viajar entre ambos países, llevando y trayendo documentos para que ellos no tengan que verse —explicó—. Además...
—¡ELA!
Dillon y yo nos detuvimos al escuchar una voz femenina gritar mi nombre. Sentí como mi corazón paraba en ese momento, y, nuevamente, la posibilidad de ser atrapada por mis padres rondaba por mi mente
Volte a ver a Dillon. No quería en ese momento ver la cara de algunos de mis padres.
—Eh... Ela... ¿Conoces a esa chica? Porque viene hacia nosotros —dijo Dillon volteando hacia su izquierda.
Aparté mis ojos de él enfocándolos hacia donde el miraba. Automáticamente, el miedo se había esfumado siendo reemplazado por una sensación de alivio al ver la cabellera pelirroja de Poppy.
—¿Que hace Poppy aquí? —pregunté en voz baja.
—¿Amiga tuya? —preguntó Dillon en el mismo tono.
—Mejor amiga —respondí.
Poppy me abrazo con fuerza sin decir nada, he hice lo mismo. Hacía casi un mes que no la veía, pero nada había cambiado. Y eso me gustaba, todo seguía igual.
—¿Qué haces en Londres? ¿Y tu mamá? ¿Quién es él? — comenzó a preguntar al separarnos.
—Vine a resolver un asunto... sin decirle a mis padres —respondí.
Los ojos de Poppy se abrieron. Lucía sorprendida y era de esperarse. Jamás en mis diecisiete años de vida había hecho algo arriesgado, y el hecho de que haya escapado de casa hacia otro país era inesperable para todo aquel que tuvo la oportunidad de conocerme.
—¿Te escapaste? ¿Con él?
Asentí.
—Su nombre es Dillon, y me ayudará a resolver ese problema —respondí—. A propósito ¿Qué haces en el aeropuerto? —pregunté con la finalidad de desviar el tema.
Vine a recoger a mi tía —respondió Poppy, señalando a una señora de suéter gris con dos valijas—. Mis padres salieron de la ciudad y mi tía vino desde Bélgica a solicitar emigración al Reino Unido —explicó—. ¿Sabes qué? Le diré que vaya a casa y que saldré con una amiga; le llamaré a Olivia y le diré que nos vea en Tintico, así que espérenme, me iré con ustedes.
Sin darme la oportunidad de negarme, corrió hacia su tía.
Dillon no parecía feliz con la situación, y a pesar de que extrañaba a mis amigas bastante, no era el momento de ponernos al día con nuestras vidas. Pero no tuvimos opción más que esperar a Poppy.
Los tres tomamos un taxi del aeropuerto hacia la cafetería a la cual Poppy, Olivia y yo solíamos ir cada fin de semana la cual quedaba a cuarenta minutos.
Ninguno de los tres decía nada. Poppy no dejaba de mirar a Dillon como si se tratase de un extraterrestre y Dillon trataba de evitar el contacto visual con Poppy, manteniendo su vista en la ventana del taxi.
Al momento de llegar, logré ver inmediatamente a Olivia sentada en una de las mesas fuera de la cafetería. Se levantó inmediatamente al mirarnos, y, al igual que Poppy en el aeropuerto, lucía sorprendida.
—¿Ela? —preguntó Olivia sin acercarse—. Era cierto lo que Poppy dijo —murmuró sin apartar su mirada de mí.
—¿Y qué fue lo que te dijo Poppy? —le cuestioné.
Si por algo se destacaba Poppy era por exagerar las cosas y crear historias un poco alejadas de los hechos verídicos. Por lo que de vez en cuando solían haber malentendidos, como lo presentí ese momento.
—Que te escapaste de tu casa con alguien —respondió— Ela, escucha, sea lo que sea que este sucediendo huir no es la solución, y menos con alguien a quien no conoces muy bien. No sé qué te haya dicho ese chico pero eres más lista. Vuelve a casa.
Dillon rodó los ojos y yo volteé hacia Poppy quien no me sostuvo la mirada.
—Sea lo que sea que la pelirroja te haya dicho está mal —intervino Dillon.
—¿Entonces me dirás que los padres de Ela estan enterados que ella está aquí en Londres y que no fue tu idea dejar Irlanda? —preguntó Olivia.
Dillon volteó a verme en busca de ayuda. "No" era la respuesta a la pregunta de Olivia, lo cual no jugaba a nuestro favor.
—Olivia, Poppy, Escúchenme —les pedí al mismo tiempo que tomaba asiento. Esperé a que los tres hicieran lo mismo—. Mis padres hicieron algo cuando yo estaba pequeña y vine solamente a resolverlo. Después de hacerlo Dillon y yo regresaremos.
—¿A que vinieron? —preguntó Olivia.
~No les digas~
La imploración de Dillon me ponía en dos posiciones. Si no les decía, les estaría mintiendo, y si Olivia se daba cuenta de eso llamaría a mis padres. Por otro lado, era un secreto que no me pertenecía completamente.
—Es complicado, pero no puedo decirles —respondí.
—Bien. No sé lo que suceda pero todo esto es arriesgado, y Poppy y yo te queremos demasiado como para que hagas alguna locura. Llamaré a tus padres —dijo Olivia sacando su teléfono de su mochila
Dillon se apresuró a retirarle el teléfono de las manos.
—Devuélvemelo o llamaré a la policía y te acusaré por secuestro, Ela sigue teniendo nacionalidad inglesa —advirtió Olivia.
—De acuerdo —dije—. Si te digo lo que sucede ¿Prometes no llamar a mis padres?
~Ela, no lo hagas~
Decidí ignóralo esa vez.
—Lo prometo —respondió— siempre y cuando sea una razón válida y no una tontería.
—Recién me enteré de que soy descendiente de un changeling y que mis poderes no se desarrollaron, les pregunté a mis padres y confesaron que le pidieron a alguien que los reprimieran. Así que Dillon, quien también es un hada, me acompañó a buscar a la bruja que los reprimió para que los libere.
Los tres me miraron fijamente. Poppy confundida, Olivia con incredulidad y Dillon con cierto enojo.
—¿Qué es un changeling? —preguntó Poppy.
—Un hada intercambiada con un humano —respondí.
—Ok. Llamaré a tus padres. Poppy, dame tu teléfono —dijo Olivia después de un par de segundos.
—¡Espera! —la detuve—. Dillon, has crecer una flor o manipula en agua o algo.
A pesar de mi suplica, Dillon se quedó inmóvil, cruzado de brazos mirando fijamente a Olivia y Poppy.
Olivia tomó el teléfono de Poppy dispuesta a cumplir su advertencia, y una vez más Dillon le quitó el teléfono.
Los ojos de Dillon comenzaron a tornarse verdes, como aquella vez que hizo crecer una rama a partir de una hoja del suelo que se encontraba afuera del gimnasio para probarme la existencia de las criaturas mitológicas. Esta vez, marchitando la flor que se encontraba en el centro de la mesa.
—Si Gwenhwyar se entera de esto, nos cubrirá de cendre de citronnelle —dijo Dillon volteando hacia mí.
—¿Qué es eso? —pregunté en voz baja.
—Una de las cosas que puede matar a un hada.
—¿¡Alguien puede explicar que fue eso!? —gritó Oliva de manera histérica, logrando captar la atención de las personas sentadas en la mesa detrás de nosotros.
La atención de Poppy estaba anclada a la flor que fue asesinada por Dillon, y Olivia parecía estar entrando en una crisis.
No esperaba menos de las reacciones de ambas. Después de todo, yo había reaccionado similar cuando Dillon me contó hacerca de las hadas.
—Deshidraté a la flor —respondió Dillon ante la exigencia de Olivia por una respuesta.
—Pero... Eso es... No puede... ¿Cómo es que...? —balbuceó Olivia.
—Olivia, puedo explicarles todo, pero me tomaría mucho tiempo, y necesito localizar a la persona que reprimió mis poderes —dije al ver su incapacidad de pronunciar palabras coherentes.
Olivia respiró profundamente tres veces. Algo que ella hacía cuando estaba ansiosa, nerviosa o necesitaba claridad, como en ese momento.
—¿Tus papás sabían de tus poderes? —preguntó una vez se había tranquilizado.
—Si —respondí—. Dijeron que me habían llevado con una psíquica así que asumo que ella fue la que los reprendió.
—Pero solo las brujas son las que pueden reprimir los poderes de un hada. Las psíquicas no existen —intervino Dillon.
Nada de esto tenía sentido. ¿Por qué llevarme con una psíquica? ¿Acaso la psíquica era una bruja? Y de ser así ¿Por qué llamarse así misma psíquica?
—Entonces hay que averiguar eso —dije—. Pero primero necesitamos saber la dirección y el nombre del local.
—¿Te dijeron en donde estaba el local? —preguntó Poppy.
Traté de recordar la discusión que tuve con ellos antes de salir de casa, y solo dos lugares lograron quedarse en mi mente.
—Mencionaron Brixton y Hall Parade —respondí.
Olivia sacó su laptop de su mochila. Dillon y yo nos levantamos de nuestros lugares y nos pusimos al lado de ella para ver la pantalla de su computadora, la cual mostraba una búsqueda de Google.
—Ok, Brixton es un área de Londres, y esta una calle que se llama 1b Stile Hall Parade, pero esa está cercas de Gunnersbury. Brixton y Gunnersbury son dos áreas completamente diferentes —aclaró Olivia.
—¿Entonces que hacemos? ¿Iremos a Brixton o a Gunnersbury? —preguntó Poppy.
—¿Quieren ayudarme? —les pregunté.
—¡Por supuesto que sí! —se apresuró Olivia a responder—. Te lo dije, te queremos demasiado, y no te iras de Londres si tus poderes —aseguró—. Así que... ¿En dónde quieres que empecemos a buscar?
El hecho de saber que no me dejarían sola en esta situación era suficiente para saber que sin importar que sucediera, ellas se mantendrían a mi lado.
—Hay que buscar todas las tiendas de cristales y de psíquicas que estén en el área de Gunnersbury por 1b Stile Hall Parade. Comenzaremos por ahí —contesté.
—¿Como haremos para movernos? —preguntó Poppy—. El último taxi nos cobró casi treinta libras. No podremos tomar tantos taxis. Sería carísimo.
Era cierto. No sabíamos que tan lejos recorreríamos y tampoco disponíamos tanto efectivo. Sin mencionar que Dillon y yo cargábamos con euros en vez de libras. Y Poppy ya había pagado un taxi.
—Tengo mi tarjeta, puedo retirar de algún cajero —propuso Dillon.
—No, suficiente fue con los boletos —me apresuré a responder.
Tampoco pretendía que Dillon se hiciera cargo de todos los gasto a pesar de claramente tener como financiarlos.
—¿Cómo pagaste dos boletos de avión? —preguntó Olivia—. Dudo que tus padres te hayan dejado. Al menos que... sean ¿Hadas?
—No lo son, tampoco saben que estoy en Londres y pagué con tarjeta —contestó.
—Ustedes dos estarán en grandes problemas cuando vuelvan a sus casas —aseguró Olivia.
—Yo estoy consciente de ello, pero por el momento necesitamos conseguir un auto —dije.
—Podemos usar el auto de mi papá —propuso Poppy—. Ellos se llevaron la camioneta
La cafetería estaba cerca de donde vivía antes, por lo que también estaba cercas de la casa de Poppy y Olivia. Llegar a pie no era problema, pero si el tomar un auto sin permiso de dos personas que conocía bastante bien.
—Yo conduciré —le dijo Dillon a Poppy.
—Perfecto, porque ninguna de nosotras sabe —respondió Poppy.
Los cuatros caminamos hasta Amberden Avenue, donde solía vivir. Aún se sentía como caminar a casa después de clases con ellas dos, con la diferencia de que esta vez no platicábamos y yo ya no vivía ahí.
Me detuve por un segundo al momento que pasamos por mi anterior casa, la cual ahora era habitada por otra familia. Se sentía tan extraño ver juguetes y la casa de un perro sobre el pasto, a pesar de haber pasado menos de un mes, se veía diferente.
Doblamos hacia Kingsgate Avenue, con dirección a la casa de Poppy. Y tal y como dijo, el auto gris de su padre permanecía estacionado afuera de su casa.
Poppy se adentró en su casa regresando con las llaves del auto a los pocos minutos. Se las entregó a Dillon y entramos al auto.
—¿Qué tan lejos queda? —preguntó Dillon sin desapartar la vista de la calle.
Abrir el navegador de mi teléfono, ingresando la primera parada que haríamos: Souls and Crystals, la única tienda ubicada en la calle que había encontrado Olivia.
—Media hora —respondí.
Todo el trayecto se me fue familia hasta cierto punto. A pesar de haber vivido ahí casi toda mi vida había ciertas áreas a las cuales no solíamos ir, y las cuales comenzábamos a pasar.
Poppy y Olivia comenzaron a hacer preguntas quince minutos después de dejar la casa de Poppy, interrogándonos a mí y a Dillon hacerca de todo este asunto mágico. Sin importar que tan detallado Dillon respondía, más preguntas surgían.
—Hay algo que no entiendo —dijo Poppy—. ¿Cómo es posible que seas un hada si eres hombre?
Dillon soltó una carcajada.
—Ustedes, las chicas, se la pasan quejándose acerca de equidad de género cuando quieren hacer cosas de chicos ¿Pero les resulta extraño que los chicos sean algo que se supone que es de chicas? —dice para volver a reír—. Somos criaturas. Así como hay vampiros, mitades humanos lobos, centauros y elfos de ambos géneros —explicó.
—¿Esas criaturas también existen? —preguntó Olivia.
—No, solo los elfos pero no son como en los videojuegos —respondió—. Los goblins son como una especie de elfos, y tiene una apariencia humana no muy agradable, parecen ancianos. De hecho unos casi matan a Ela en un bar —añadió.
Volteé a verlo, reprendiéndolo con mi mirada al instante en el que sentí las miradas de mis amigas ante el dato que había revelado Dillon y el cual pensaba no contar.
—¡¿Casi mueres y no nos dijiste?! —gritó Olivia.
—Bueno, no es como si les llamara para decirle que varios ancianos me atraparon en un bar por un hechizo y planeaban robar mi magia y después comer mi restos —me excusé.
—¿Y no crees que sea mejor que no tuvieras tus poderes? —preguntó Poppy—. De ese modo no te pones en riesgo, sería humana.
—No funciona de ese modo, seguiría siendo un hada. Al menos si algo sucediera pudiera defenderme si tengo mis poderes —respondí.
—Si hubiera una posibilidad de ser humana... ¿La tomarías? —preguntó Olivia.
Dillon volteó a verme por unos segundos para después regresar la vista hacia la calle. Los tres esperaban mi respuesta. Pero no la tenía.
Siempre supe lo que era se humana, pero nunca tuve la oportunidad de ser hada, al menos no que yo recuerde.
—No lo sé — respondí después de un tiempo.
—Pero... ¿Existe un modo de que seas humana?
—No, pero si existe un modo de que podamos perder nuestros poderes por siempre —respondió Dillon.
—¿Como? —preguntó Poppy.
El semáforo que estaba próximos a nosotros pasó de ser verde a rojo. Dándole la oportunidad de Dillon de parar.
—Si un pixies le roba la magia a un hada —respondió Dillon—. Las hadas previas a los primeros changelings oficiales perdieron la suya en la guerra contra los pixies, las hadas que lograron escapar se convirtieron en mentores para las generaciones de los descendientes de los changelings, pero jamás recuperaron sus poderes —explicó.
—¿O sea que ustedes dos tienen mentores? —preguntó Olivia.
—Yo no —respondí—. Al parecer mi descendiente fue intercambiado de manera ilegal antes de que comenzara la guerra, al parecer ningún hada se dio cuenta de ese cambio mas que la hermana de la que intercambió a su bebé hada por un bebé humano, quien resultó ser la mentora de Dillon —agregué.
A pesar de haber explicado con detalles, parecían tener dudas. Y no podía culparlas, yo también las tenía a pesar de haber obtenido la explicación directamente de la mentora de Dillon.
—¿Y cuándo fue que sucedió todo eso?
—Hace más de quince siglos —le respondió Dillon a Olivia.
Nuevamente otro espacio lleno de silencio por parte de Olivia y Poppy se había presentado. Parecía como si trataran de procesar toda la información, lo cual era lo más razonable.
El semáforo cambió a color verde y Dillon comenzó a conducir nuevamente.
Después de diez minutos habíamos llegado al lugar marcado el mapa. Según Olivia, Souls and Crystals era la única tienda de cristales y en donde había una psíquica que se encontraba en toda el área. Por lo que debía haber sido esa a la cual me llevaron mis padres.
Dillon estacionó el auto y bajamos. Al momento de querer abrir la puerta para entrar, esta se abrió, saliendo de la tienda un señor vestido con un traje café y sosteniendo entre sus manos un enorme cuarzo rosa, portado la sonrisa más grande que había visto, presumiendo su felicidad.
Dillon abrió la puerta para nosotras para por último entrar él. La tienda entera estaba rodeada de lo que parecían ser cuarzos, rocas y piedras de distintos colores, al fondo se encontraba un mostrador de color dorado, y una cortina morada con bordados rojos.
Nos acercamos al mostrados, pero no había nadie.
—¿Ahora qué? —preguntó Poppy.
La tienda en si era pequeña, no había mucho espacio por lo que no se necesitaba recorrer para buscar a la persona encargada.
—Toca la campanita —sugirió Dillon.
Puse mi mano sobre la campanita plateada que se encontraba al lado de la caja registradora, emitiendo un agudo sonido al instante.
—¡Un momento! —escuché gritar detrás de la cortina.
Poco tiempo después salió una señora que parecía mantenerse en sus cincuentas proyectando una sonrisa, vestida completamente de morado fuerte y accesorios exagerados en dorado. Nos miró a todos, pero al dirigirse a mí, su sonrisa se borró.
—Buenas tardes, quería saber si...
—Tu eres Ela —me interrumpió la señora.
Volteé hacia Dillon. Él aseguraba que las psíquicas no existían, pero dudaba que eso fuera mentira en el momento que dijo mi nombre.
—¿Cómo sabe mi nombre? —le pregunté.
—Nunca olvidaría tus ojos —respondió al instante—. Tus padres te trajeron cuando habías cumplido seis años. Lo último que supe de ellos fue que se mudaron a una nueva área dos años después de que te trajeron.
—Entonces... ¿Usted fue quien reprendió mis habilidades?
Mis palabras eran lentas y pausadas. temía decir algo incorrecto y revelar más de lo necesario.
—No, mi hermana —respondió—. Tus padres llegaron muy asustados, pensaron que sería de ayuda pero mi hermana fue la que heredo las habilidades de la familia.
—¿Su hermana es una bruja? —ella asintió con seguridad—. ¿Y usted es psíquica?
La señora comenzó a reírse ante mi última pregunta.
—Las psíquicas no existen —aseguró entre risas—. Esto es solo un negocio. Las personas me cuentan sus problemas y yo les digo lo que quieren oír, después me compran algún producto y salen felices.
—¿Entonces es una farsa? —preguntó Poppy.
—¡Si! —le respondió— El último cliente que tuve dijo que creía que su esposa lo engañaba, le dije que no era así y le vendí un cuarzo rosa de ciento cincuenta libras.
Pude sentir en ese momento pena por ese hombre. Había sido estafado y lo peor de todo es que ella no parecía tener remordimiento alguno.
—Volviendo al tema —intervino Dillon—, ¿Su hermana fue quien reprimió los poderes de Ela?
La señora en morado asintió.
—¿Y dónde podemos encontrarla? —pregunté al instante.
—Fue admitida a Maudsley Hospital hace dos semanas, su nombre es Tanisha Clark. Si quieres que te devuelva tus poderes debes apresurarte —advirtió con un tono serio.
—¿Por qué?
—Porque solo la bruja que reprimió los poderes de un hada puede liberarlos, y mi hermana no tiene mucho tiempo.
A pesar de no ser tan especifica puede comprender a lo que se refería. Lo que significaba que solo tenía una oportunidad.
—¿Cómo sabe que soy un hada? ¿Mis padres le dijeron?
Negó.
—Porque todas en mi familia conocemos la historia de las hadas bebés que fueron intercambiadas por bebés humanos en el año 500. Y no, tus padres nunca supieron que eras —aseguró.
—Muchas gracias por todo —hablo Dillon— nos marcharemos ahora —dijo girándose para comenzar a caminar hacia la puerta.
—Alto —nos detuvo la señora—. A pesar de que no les di una lectura de mano, les brinde un servicio.
Dillon volteo a verla. Con el entrecejo fruncido.
—¿Nos cobrará por darnos información? —le preguntó.
—No, pero apreciaría si adquirieran algunos de mis productos.
Nadie de nosotros podía comprar algo tan costoso, no solo porque no traíamos tanto efectivo, también porque éramos conscientes que eran solo adornos que jamás utilizaríamos.
—Solo tenemos tarjeta, no tenemos efectivo —dijo Dillon.
—¡Perfecto! —exclamó la señora con una enorme sonrisa—. Tengo terminal.
Dillon rodó los ojos y tomó una caja plateada con detalles azules que se encontraba sobre el mostrador al lado del monitor para después entregarle su tarjeta. La señora envolvió la caja y se la entregó a Dillon junto con la nota.
—¡Doscientas libras! —gritó al leer la nota— ¿Puedo cambiarlo?
—No hay cambios ni devoluciones, política de la tienda —se apresuró a contestar la señora— ¡Que tengan un buen día!
Dillon me entregó la caja y sin decir nada salió del local, con nosotras detrás de él. Entramos al auto y él se quedó un momento en silencio.
—Debo de reconsiderar ofrecerles mi ayuda a otros —murmuró sin dejar de ver el volante.
No me contuve más y reí.
—Sabes que te lo agradezco —le dije.
—¿A dónde vamos ahora? —preguntó encendiendo el carro.
—A Maudsley Hospital —respondí.
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