Capítulo 40
Darren y Eithne volvieron a la cabaña de Gwenhwyar, todos los días después de clases mientras yo me quedaba con Dillon durante las tardes, permitiéndole a su madre poder descansar unas horas antes de volver por la noches. Cada mañana y noche revisaba mis mensajes esperando obtener alguna noticia de Zéphyrine, era más un tipo de esperanza que un hecho, pues sabía que de haber encontrado algo, no lo compartiría con nosotros de inmediato.
Dejé el conocimiento de las cartas para nosotros, y acordamos primero revisar lo que Zéphyrine encontrara antes de decidir si el decirle lo que habíamos descubierto era buena idea.
Mis mañanas no tuvieron ningún cambio, seguía asistiendo a clases y terminaba con ellas a como podía. Cada día lo sentía más abrumado que los anteriores, los pasillos se sentían claustrofóbicos y los minutos se disfrazaban como horas.
Al terminar la clase de artes, marqué la cuarta hora como terminaba. Tan solo quedaba resistir dos horas de física con Darren y Eithne y una semana más, daría fin. Amaba los viernes, eran mis días favoritos, pero se volvieron una pesadilla; antes significaban el inicio de dos días de descanso, ahora, significaban la advertencia que una semana mas terminaría, una semana más en la que Dillon permanecía inconsciente.
Lavé mis manos intentando sacar lo mejor posible la pintura. Después fui a mi casillero a tomar el libro de la siguiente clase. Al momento de cerrarlo, la presencia del popular deportista rubio me tomó por sorpresa ocasionando que retrocediera.
—¿Qué siempre que apareces tienes que ser tan sigiloso? —le reproché— ¡Me asustaste!
Su sonrisa indicó su disculpa.
—¿Tan feo estoy que te asustas cuando ves mi cara? No es por nada, pero estoy al frente de los primeros diez —presumió con orgullo, sin lograr ningún tipo de impresión sobre mí.
—¿Los primeros diez qué?
La sonrisa de Cillian se evaporó por completo, su frente se contrajo y comenzó a verme como un científico examinando un alienígena.
—¿En dónde vives? —preguntó impresionado— ¿Debajo de una roca?
«Podría decirse»
Me contesté a mi misma.
Cillian sacó su teléfono de su bolsillo y segundos después me mostró una página la cual no parecía ser autentica, ni profesional. En ella, se mostraban a diez chicos, su foto y su nombre, en el numero uno se encontraba Cillian sonriendo y luciendo su chaqueta del equipo de Rugby, y sorpresivamente, en el numero dos se encontraba Dillon.
No pude quitar mis ojos de su foto, estaba sonriendo y estaba mirando a alguien, era en estos pasillos y parecía ser una foto tomada a distancia considerable, la imagen se encontraba recortada, enfocándose solamente en su rostro.
—¿Qué es esto? —esta vez, me mostré intrigada.
—Los diez chicos mas hermosos de la escuela, según los alumnos —volvió a presumir—. Tu noviecito está en segundo lugar —dijo como si no lo hubiese notado—. A propósito, no lo he visto ¿Dónde está ese pelirrojo?
Inhalé y exhalé.
—Enfermo. La gripa.
No dudó en confiar en mi mentira.
Cillian se preparaba para seguir la conversación, y el sonido de mi teléfono intercedió. Miré hacia la pantalla, el nombre de Poppy me tomó por sorpresa. Miré la hora, no alcanzaría a tener una conversación con ella, así que colgué su llamada y puse mi teléfono en el bolsillo de mi sudadera.
—¿No vas a...?
La pregunta de Cillian quedó al aire ante el grito de mi nombre proveniente de la exasperante voz de Darren.
Volteé hacia mi costado, encontrado al pelinegro tomando aire como si pronto se extinguiera.
—¡Ela! —volvió a tomar aire— Tienes que venir... Auditorio.... —respiró profundamente— Desastre... —volvió a pausar al ver a Cillian detrás de mí. Pude ver como intentó contenerse de decir algo—. Ven ahora.
Asentí y comencé a seguirlo.
Mis ojos no pudieron creer lo que se encontraba frente a mí. Las butacas del auditorio se encontraban despegadas del piso, estaban esparcidas por todo el lugar como si alguien las hubiese arrancado y tirado bruscamente. El escenario estaba completamente destruido, las enormes cortinas estaban rasgadas y las luces caídas, rotas.
El piso no permaneció intacto, se había agrietado, y algunas partes de él, levantado. En medio del caos, se encontraba Eithne, inmóvil.
—¿Pero que...? —no pude terminar mi pregunta— ¿Eithne tú lo hiciste?
Obviamente ella lo había causado, éramos las dos criaturas mágicas en la escuela.
—Tenemos que resolver esto antes de que alguien se entere.
Negué.
—Tenemos que salir de aquí y fingir que nunca estuvimos cercas de aquí —dijo Eithne, reuniendo la cordura en las palabras.
Cerré los ojos con fuerza al recordar a Cillian, estaba ahí cuando Darren me pidió venir al auditorio. También estaban las cámaras, y el hecho de que el director tenía acceso a la vista de todas ellas desde su monitor.
—¡¿Cómo pasó esto?! ¡¿Qué estaban haciendo aquí?!
Podía leer sus pensamiento, mas no lo hice. Sus miradas decaídas eran una advertencia hacia mi persona. Pero era evidente, que Darren había tomado el consejo que le había dado días atrás.
—Eso no importa, necesitamos resolver eso —sentenció Darren.
—Eithne ¿Zéphyrine te enseño a manipular la voluntad de las personas?
Darren entendió mi idea al instante.
—Si, pero no lo tengo muy controlado —se excusó.
—Pues lo tendrás controlado en este momento —demandé—. Vamos a ir a la oficina del director y vas a hacer que borre la cintas de seguridad de este día, que justifique nuestra falta con el profesor de física y que olvide que estuvimos en su oficina.
Por un instante sentí alivio de que Zéphyrine estuviese a kilómetros de aquí, pues habría perdido la calma si hubiese sabido que su aprendiz causó un desastre en un lugar público.
Darren fue el primero en llegar a la puerta, la abrió un poco asomando solamente su cabeza, y segundos después nos dio una señal con su mano para poder salir.
Llegamos al acuerdo de dejar a Eithne solucionar todo por ella misma. Darren y yo esperamos afuera de la oficina del director mientras que Eithne se encargaba de borrar toda evidencia de nuestra presencia cercas del auditorio.
Una vez ella fuera, no lo dudamos y salimos de ese lugar. Me detuve unos segundos, no fue hasta estar fuera del portón donde pude respirar con tranquilidad, y sentir el cansancio que había estado cargando conmigo por días.
—¿Te aseguraste que olvidara todo y que justificara nuestra ausencia en física? —le pregunté a Eithne.
—Si, también hice que deshabilitara las cámaras por este día, no sabrá que salimos —garantizó, y sonreímos—. Hay algo que no entiendo ¿Por qué saltarnos clases? Un pase tardío hubiera funcionado de la misma manera.
—Si, pero seré sincera y admitiré que no quería quédame.
Eithne soltó una risa, y por un momento pareció estar disfrutando de nuestra libertad adelantada, hasta el momento donde cayó en cuneta que su madre estaría dos horas más esperando por ella afuera del portón.
No habría excusa lo suficientemente buena para su madre, después de todo, era detective, y el que nadie tuviera evidencia que fue Eithne la responsable del desastre en el auditorio, del cual todos desconocían, no quitaba el hecho que las clases seguían normales.
—Dile que la madre de Ela pasará por nosotros, que estudiaremos en grupo en la panadería —sugirió Darren.
No lo pensó una segunda vez y mandó el mensaje de texto.
—Ustedes mienten mucho —dijo incrédula—. Son una mala influencia. Me agradan— sonrió.
Darren sonrió de vuelta.
Un poco de la mentira que Darren propuso se convirtió en verdad. Fuimos directo a la panadería, ideando el plan del resto del día en el camino.
Apenas entramos, mi mamá salió del mostrador a recibirnos. En su mirada, podía percibir las decenas de preguntas que tenía enlistadas para nosotros, seguramente debían deberse a nuestra aparición repentina durante horario de clase.
—¿Qué hacen aquí? ¿Pasó algo?
"Algo" Refiriéndose a Dillon.
Negué.
—Nada ha cambiado —respondí, obtenido una mirada lamentosa de su parte.
—¿Qué hacen aquí? —volvió a la primera pregunta.
Sentí el intercambio de miradas entre Eithne y Darren detrás de mí. Le había prometido a mi madre no meterme en problemas, y, a pesar de lo ocurrido en el auditorio no fue responsabilidad de mi magia, no podía dejar vincularme a semejante desastre.
—Hubo un problema con el auditorio, salimos temprano —respondí con simpleza.
Conocía a mi madre, y sus tiempos. Estaba segura de que no dejaría su itinerario ser descompuesto por algo que no sonara totalmente creíble. Yo mentía, y ella se veía forzada a creerme para poder cumplir con sus metas diarias. En la mayoría de las veces, esa era nuestra dinámica.
—¿Cree que podamos comer algo? —preguntó Darren, esperanzado— ¿Gratis? —agregó inseguro.
Mi mamá resopló. Posteriormente, accedió resignada, dejando a un alegre Darren.
—Mamá —la llamé. Me acerqué a ella, yendo un poco hacia el mostrador— ¿Crees que pueda quedarme esta noche en la casa de Zéphyrine? Me gustaría que la madre de Dillon descansara un poco, esta cada noche ahí desde que Zéphyrine se fue.
—¿Esa persona es la otra criatura que curó a Dillon? —cuestionó dudosamente, sin tomarse el tiempo de pronunciar el nombre.
Asentí.
Podía ver a través de su mirada debatiéndose sobre si otorgarme permiso o no. No dejé de ver sus ojos ansiando que me diera una respuesta positiva, y al cabo de largos segundos, accedió. No muy convencida.
—¿Es seguro? —el temor se reflejaba en su tono de voz, y no supe que responder puesto que desconocía a que se refería— Estarás prácticamente sola ¿No habrá ninguna criatura rara que quiera dañarte?
Negué frenéticamente intentando que con eso bastara para calmar su angustia. Mas sabía muy dentro de mí que era posible. A estas altura, todo era posible.
—Tranquila. Nada de eso —reafirmé—. Gracias.
Por primera vez en mucho tiempo recibí un abrazo de su parte, uno tan fuerte que me obligó a contenerme para no deshacerme en llanto.
Mi mamá me miró directamente a los ojos, seguramente, tratando de descifrar el estado en el que me encontraba. Me dedicó una pequeña sonrisa y después acompañé a Eithne y a Darren a la mesa más cercana.
Como cada viernes, las mesas estaban llenas y la fila en el mostrador era inmensa. A veces me sorprendía como las personas decidían esperar por, hasta incluso, dos horas afuera de la tienda para ser atendido. No era la única panadería de la ciudad, pero si la más popular; y aún así, con tantos clientes esperando ser atendidos, cuando venía a comer, siempre nos priorizaba.
Alrededor de veinte minutos mi mamá se acercó con tres de sus famosos emparedados y tres rebanadas de mi pastel favorito: chocolate.
—Entonces... ¿De aquí iras a la casa de Zéphyrine? —preguntó Darren, después de llegar a la mitad del emparedado en una mordida.
—Si. Y necesito que ustedes vayan a la cabaña de Gwenhwyar. Intenten encontrar algo —pedí a manera de súplica.
Era consciente de que el tío de Zéphyrine tenías las respuestas a las cartas de Gwenhwyar. Él tenía la respuesta a como ponerle fin a todo esto y tan solo quedaba esperar para obtener esas cartas. Sin embargo, la posibilidad de la existencia de otras cartas hacia Gwenhwyar podrían hacernos comprender lo que sucedió en aquel entonces. Y cualquier cosa que nos llevara a terminar con todo el caos que estaba sucediendo sería bien recibida.
Darren fue, como lo era habitualmente, el primero en terminar su comida. Antes de levantarnos de la mesa busqué a mi mamá con la mirada al notar el mostrador vacío, recorrí las mesas hasta por fin lograr verla salir de la cocina. Su mirada conectó conmigo y se apresuró a acercarse a nosotros.
—Ela, Poppy llamo a la panadería —avisó, con rastro de preocupación en su tono de voz—. Ella y Olivia te han estado llamando toda la mañana. Están preocupadas por ti. Quieren saber sobre Dillon.
Alcancé mi mochila con mi brazo registrando cada bolsillo, intentando encontrar mi teléfono. Revisé los bolsillos de mi pantalón y mi sudadera sin tener éxito. Mi teléfono no estaba conmigo.
—No lo encuentro —admití comenzando a entrar en pánico.
Darren marcó mi número. Estaba en vibrador debido a las clases, pero no parecía estar por ningún lado.
Regresé a la ultima vez que lo había sostenido. Una llama de Poppy había entrado y colgué al saber que no alcanzaría a llegar a la última clase, la clase la cual saltamos por lo ocurrido en el auditorio.
—Lo dejé en mi casillero —dije no muy segura de mi misma.
—Usa el teléfono que está en la cocina y habla con ella —pidió mi mamá—, quieren escuchar de ti Ela.
Asentí y me levanté de la mesa para ir a la cocina.
Marqué el número obteniendo una respuesta al primer sonido, y un "Hola" se escuchó a otro lado de la línea.
—¿Poppy? —pregunté dudosamente.
—¡Ela! ¡Al fin contestas! —se quejó de manera dramática. Sonreí al escucharla.
—Perdí...
—¿Tu teléfono? Lo sé —a completó por mi—. Te marqué por videollamada y contesto un lindo y simpático chico rubio. Dijo que se te había caído en el pasillo.
«Cillian» Respondí para mí.
Sentí alivio y a la vez intriga de su interacción, no pude imaginarme qué tipo de conversación habían llevado. Supe por su referencia ante él como simpático que intercambiaron más que algunas palabras.
No mencioné su nombre, tampoco pregunté sobre su conversación.
—¿Cómo estás Ela? Olivia y yo estamos preocupadas por ti ¿Cómo está Dillon? —retomó la conversación.
Intenté no deshacerme ahí mismo, y guardé silencio hasta estar segura de que mi voz saldría sólida.
—Estoy un poco cansada. Dillon no ha despertado.
Supe al instante de su pausa que no creyó en lo que había dicho, pero estaba segura que no insistiría. Sabíamos cuando darnos nuestros espacios a pesar de siempre compartir todo entre nosotras, y esa era una de las ocasiones.
—Todo va a estar bien. Tal vez no seamos como Dillon quien puede tomar un avión hacia otro país de un momento a otro, pero Olivia y yo queremos saber que estás bien.
—Lo estoy —mentí.
Un suspiro se escuchó por parte de Poppy.
—Planearemos una videollamada en otro momento, asegúrate el guapo rubio te devuelta tu teléfono, si no, le insistiré hasta que lo haga —amenazó logrando que soltara una leve risa.
—Puede simplemente apagar mi teléfono para que dejes de insistí —bromeé.
—Por suerte me dio su número telefónico —confesó, en tono inocente.
Aquello no había sido una broma, y exigiría los detalles sobre aquella conversación.
—Adiós Poppy.
Colgué la llamada y salí de la cocina, insegura sobre que sentir acerca de la conversación. Mi madre preguntó con la mirada, y sonreí como forma de respuesta, indicando que todo estaba bien. Me despedí de ella y tomé el emparedado extra que empacó para mi antes de retirarnos.
Darren me condujo a casa de Zéphyrine, dejándome en el portón sin bajar del auto. Moví mi mano despidiéndome de ellos y entré a la casa.
La madre de Dillon me saludó al momento de abrir la puerta. Todo seguía estando tal y como Zéphyrine había dejado, ni siquiera el ruido del televisor dominaba en la sala. Saludé a la señora Kathleen y le extendí lo que sería mi cena.
—¿Para mí? —preguntó sin tomar la bolsa. Asentí y la tomó—. Gracias.
—No hay de que.
Sonreí.
—Ela ¿Te molestaría si llego un poco tarde? —la inseguridad podía notarse en su pregunta— Tengo que reunirme con un cliente y posiblemente tarde una hora más de no normal en llegar.
—No se preocupe, de hecho, pedí permiso para quedarme esta noche —avisé—. Descanse.
No contestó, tan solo me abrazó fuertemente.
—Encontraré el modo de agradecerte por todo esto —prometió, abrazándome más fuerte.
Podía sentir su gratitud a través del abrazo, y no me gustaba. No me gustaba que se sintiera agradecida por algo que no debería de estar pasando.
Me quedé en silencio, se me fue imposible decir algo de vuelta que pudiera consolarla. Minutos después, la despedí desde el portón y una vez más, volví a quedarme sola.
Avancé en los trabajos pendientes que llevaba atrasados, al igual que en la tarea del fin de semana. Esperé durante todo el día algún mensaje que Darren y Eithne, obteniendo en la noche el mismo que días anteriores: "No encontramos nada".
Cuando oscureció, me quedé en el cuarto de Dillon. A veces lo observaba por horas esperando cualquier diminuto movimiento de su parte, sentada sobre una silla al lado de la cama.
Esa vez, el sueño me venció.
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La sensación de un peso sobre mi cabeza me llevó a despertarme. Abrí los ojos con lentitud examinando toda la habitación, sin moverme; seguía estando sentada al costado de la cama en dónde Dillon se encontraba, recargada sobre mi brazo, utilizándolo como almohada sobre la cama, y todo seguía oscuro. Las luces se encontraban apagas y el sol seguía oculto.
«¿Qué hora es?» Pensé a medida que volvía a cerrar los ojos. «El peso es el cansancio?» Me repetía intentando volver a dormir.
No lo logré. Entre más pensaba, entre más repetía las cosas, más lucida se volvía mi mente y más caía en cuenta que el peso no se debía al cansancio.
Elevé un poco mi cabeza hasta alcanzar a ver el brazo de Dillon. Su mano estaba sobre mi cabeza.
Mi corazón comenzó a acelerarse y no dudé en levantarme. Por un segundo me reproché en hacerlo tan rápido que olvidé ser precavida, pero tan pronto ese pensamiento llegó a mi cabeza fue reemplazado por otro: "La mano de Dillon estaba sobre mi cabeza".
—¿Di-Dillon?
Murmuré su nombre con voz temblorosa, acercándome a él.
No tuve respuesta, y por un momento creí haber imaginado todo. Mas no me detuve, pronuncié su nombre más fuerte.
«Por favor despierta. Necesito saber que estás consciente»
Pronuncié su nombre una tercera vez, y con gran resignación, al no tener nada de su parte, suspiré.
Me convencí a mí misma de que no había sido real. Estaba cansada, abrumada y necesitaba despejarme. Al momento de girarme, decidida en ir hacia la cocina por un vaso de agua, mi mano fue sujetada gentilmente.
Me giré lentamente hasta ver mi mano entrelazada con la de Dillon. No había sido imaginario, fue real y lo presencié. Dillon estaba consciente.
—Estoy bien —pronuncio, débilmente y con voz ronca.
Vi su esfuerzo por sonreír, logrando curvear sus labios un poco, manteniendo sus ojos cerrados. Apreté la mano con la que sujetaba la mía con fuerza y me incliné a abrazarlo.
Me rehusaba a soltarlo, temía a soltarlo, abrir los ojos y descubrir que no era cierto. Temía que fuese un sueño, y si era el caso en dónde nada fuese real y verdaderamente estaba soñando pretendía quedarme abrazándolo con tal de que el sueño no se esfumara. Si era un sueño, no quería volver a la realidad.
—¿Enserio estas despierto? —pregunté sin separarme.
—Lo estoy.
Lo abracé más fuerte.
Quería quedarme de esa manera por un momento más largo, sin embargo, tenía la necesidad de ver sus ojos para confirmar que verdaderamente estaba despierto. Liberé a Dillon de mi abrazo y me senté sobre el borde de la cama.
A pesar de la intensa oscuridad en la que nos encontrábamos podía ver el brillo de sus ojos. No estaba segura si podía verme, prefería que no para que no notara las lágrimas que brotaban de mis ojos a pesar de poner mi empeño en retenerlas.
—¿Dónde estoy? —preguntó confundido.
Su cabeza comenzó a moverse al igual que su mirada, recorriendo cada centímetro de la habitación. Su visión comenzaba a adaptarse a la oscuridad, por lo que me apresuré secar discretamente mis lágrimas.
—En casa de Zéphyrine, ella curó tus heridas ¿Recuerdas lo que pasó?
Nuevamente la habitación se quedó en silencio por varios minutos antes de escuchar a Dillon murmurar: —No eran policías, eran goblins.
No entendí su respuesta, pero me dejó intranquila.
—¿De qué hablas? —cuestioné, arrepintiéndome al instante.
—Los que me detuvieron por exceso de velocidad, después de dejarte en tu casa... no eran policías... eran goblins.
La mañana siguiente después de la cena con sus abuelos llegó a mi memoria. La madre de Dillon había encontrado su auto, no había señales de que Dillon había salido de manera involuntaria, y todas sus pertenencias estaban intactas. Las piezas se acomodaron como rompecabezas. Esas criaturas aprovecharon su apariencia casi humana para fingir ser una autoridad, sacarlo del auto y hacer fácil su desaparición.
Sentí un escalofrió recorrer por mi espalda.
—¿Recuerdas algo más?
Negó.
Dillon gritó al instante de intentar levantarse y llevó su mano a la herida que dejó el tronco que Zéphyrine y yo sacamos de su torso.
—¡¿Qué me pasó?! —gritó, forzándose a levantar su torso hasta quedar sentado.
Estuve indecisa sobre si decirle todo o esperar a que estuviera en mejor condición, más no pude quedarme callada al ver la suplica en sus ojos. Le conté todo. El tronco atravesando su cuerpo, el gigantesco árbol repleto de criaturas mágicas muertas, la burbuja ámbar en donde él se encontraba, y los restos que descubrimos debajo del suelo del bosque.
Terror cubrió su mirada.
—¡¿Black Annis?! —preguntó incrédulo— ¿Me estás diciendo que los goblins "trabajan" para el Black Annis?
—Algo así —respondí—. Piénsalo, en la cadena alimenticia los de menor fuerza tienen la función de que los grandes sobrevivan ¿No sería un caso similar?
No contradijo mi lógica.
—¿Cuántos días estuve dormido? —pidió saber.
Nuevamente, las ganas de soltarme entre llanto me invadieron fuertemente.
—Dos semanas —susurré—. No sabíamos si despertarías... moriste monetariamente el día que te encontramos —hubo un gran silencio de su parte—. Creí que habías muerto. Creí que no volvería a escucharte ni a decirte nada.
No pude controlar mi como las palabras salían de mi boca. Recién despertaba y sabía que debía de ser sutil, pero no puede evitar que sonara como un reclamo.
—Ven —pidió, sostenido mi mano— recuéstate.
Tardé en procesar su palabras, y sin estar completamente segura, me recosté a su lado. Con delicadeza, Dillon guió mi cabeza hacia su pecho.
—Estaba aterrada —confesé en voz baja.
—¿Escuchas? —pausó por varios segundos dejando que el silencio reinara una vez más, dejando expuesto el sonido de sus latidos— Estoy aquí y estoy vivo. Estoy bien.
Cerré los ojos, y me quedé inmóvil.
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