Capítulo 32
Se me fue imposible cerrar los ojos en toda la noche. Todos llegamos exhaustos después del evento por lo que fuimos directo hacia nuestras habitaciones y a pesar de sentirme sin fuerzas, los pensamientos en mi cerebro no dejaban de revolotear, manteniéndome despierta.
Dillon y yo acordamos no molestar a Darren y Eithne, no decidimos un tiempo en específico para bombardearlos con la sorpresa, tan solo llegamos a la conclusión que lo haríamos en el mejor momento que se presentara.
A las cinco de la mañana bajé a la entrada junto con la mochila que me acompañaría, siendo la primera de los cuatros en estar lista. Me recargué en la pared al lado de la puerta y por unos segundos cerré mis ojos ansiando recobrar un poco de energía.
—¿Tampoco pudiste dormir?
La voz de Dillon hizo que mi mente volviera a activarse y dejara del lado mi anhelo por descansar algunos minutos.
—¿Cómo podría? Últimamente tenemos problema tras problema.
—¿Consideras a esa pixie un problema? —cuestionó Dillon, acercándose a mí y bajando el tono de su voz.
Negué con lentitud.
—No a ella, considero que lo que sabe será un problema para todos nosotros —me expliqué.
El débil sonido de pisadas fue incrementando, y conforme su cercanía las risas de Darren y Eithne resonaban ligeramente indicando que se aproximaban hacia nosotros. Inmediatamente, Dillon y yo cortamos la conversación y tan solo nos quedamos esperando a que llegaran.
Sus risas desaparecieron al instante en que sus miradas se concentraron sobre nosotros, y una ligeramente invisible mueca de desagrado junto con una expresión sorpresiva cubrió sus rostros.
—¿Qué sucede con ustedes? ¿A caso no durmieron? —inquirió Darren mirando fijamente hacia nuestros ojos.
—Están muy callados —le murmuró Eithne a Darren— ¿A caso pelearon? —nos preguntó directamente.
Nuevamente expresé un no con mi cabeza.
—Solo estamos agotados —se limitó a responder Dillon—. El chofer debe de estar esperándonos, perderemos el vuelo si no nos damos prisa —avisó cambiando de tema al instante.
Los cuatro salimos de su casa subiendo inmediatamente al auto.
Apenas mi cabeza tocó el respaldo del asiento mis ojos se cerraron, mas no pude descansar, estaba altamente intranquila ante los recuerdos de la conversación del día anterior y las teoría que creaba de manera inconsciente ante lo que pasaría en el futuro.
Todo comenzaba a suceder con demasiada prisa, había muchas cosas por resolver de las cuales no conocíamos lo suficiente y sabía que vendrían más, y por encima de todo, estaba mi último año antes de la universidad y la admisión a Cambridge. Oficialmente podía declarar mi vida como un desastre total.
Los procedimientos después de llegar al aeropuerto fluyeron con naturalidad, en mayor parte porque ninguno portaba valijas, y gracias a ello, pasar por seguridad fue sencillo. Después de media hora, nuestro vuelo despegó y un poco menos de dos horas aterrizamos en Londres.
Al final de la terminal Poppy y Olivia se encontraban esperándonos, y corrieron hacia nosotros apenas lograron distinguirnos.
—Es un gusto verlos de nuevo —dijo Olivia a la vez que me abrazaba.
—Creo que falta que presenten a alguien —intervino Poppy, dirigiendo su mirada hacia Eithne.
Una sonrisa penosa alcanzó el rostro de Eithne al ser el tema de interés de mis amigas, poco después, terminó con el ansioso silencio y se presentó ante ellas.
—Creí que venían por asuntos... mágicos —se acercó Olivia y susurró a mi oído.
—Eithne es una pixie.
Decidí no buscar las palabras correctas y tan solo decirlo, pues sabía que habría más cosas complicadas que explicar.
La perplejidad no tardó en hacerse notar en los rostros de Poppy y Olivia, y bastantes segundos pasaron para que ambas reaccionaran. Eithne contuvo el aire cuando ambas comenzaron a hablar al mismo tiempo pidiendo explicaciones, y ante el abrumo que generaron sobre nosotros, Dillon terminó interviniendo.
—¿Podríamos ir a otro lugar en dónde no haya tantas personas?
—De acuerdo —aceptó Olivia de manera forzada—, pero no se librarán de explicarnos por qué está con ustedes una de las criaturas que según su maestra extinguió a todos los de su especie —dejó en claro. De su bolso sacó unas llaves y se las lanzó a Dillon—. Tu conduces.
—¿Quién condujo hasta acá? —pregunté con asombro.
Nuevamente Olivia llevó la mano a su bolso sacando de él su permiso para conducir, provocando que sonriera al instante.
—Después de cinco intentos por fin lo obtuve —presumió.
—No te asombres demasiado, estuvo a punto de cruzarlo una sexta vez —dijo Poppy susurrando cercas de mí.
Todos salimos del aeropuerto y seguimos a Olivia hasta la camioneta color terracota de los padres de Poppy.
Siguiendo las indicaciones de Olivia, Dillon condujo hasta la misma cafetería a la que habíamos llegado la primera vez que vinimos juntos a Londres y en dónde les confesamos nuestras habilidades mágicas.
Ante mis ojos, Dillon se mostraba cansado a pesar de que nadie más podía notarlo. Admiraba el hecho de que condujo hasta el otro lado de la ciudad sin ninguna queja ni protesta sin ser descuidado con las reglas del tránsito, pero aun así me preocupaba que el cansancio lo consumiera.
Al llegar, nos apropiamos de la única mesa que se encontraba al fondo de la cafetería y no de la cercana a la puerta pegada a la ventana la cual solíamos tomar Poppy, Olivia y yo después de salir de clases. Darren y Eithne se encargaron de pedir lattes calientes para todos, dejándonos por unos minutos a Dillon y a mi solos con las miradas juzgantes de Olivia y Poppy. El silencio entre todos duró unos minutos más después de que ellos se reincorporaran a la mesa, siendo Olivia quien acabó con él, retomando el tema principal el cual hizo que acabáramos en la cafetería.
—¿Cómo fue que terminaron con ella de lado de ustedes exactamente? —preguntó de manera directa, como solía hacerlo habitualmente.
—Ela es la que suele encontrar a criaturas mágicas sin que las busque —recargó Dillon la culpa sobre mí.
La miradas de ambas exigieron una explicación de mi parte tras escuchar la vaga respuesta de Dillon.
—Lo dice el que casi la asesina —me dirigí hacia Dillon.
—Eres tú la que deja que las personas se acerquen sin tener cuidado —volvió a recargar la responsabilidad de mi lado.
—¡Oh si! Porque tengo que estar cuestionando a cada persona que me habla para saber si cuenta con dotes mágicos —espeté con sarcasmo.
—No tendrías que llegar a esos extremos si fueras...
—¿Que? ¿Si fuera más como tú? —le cuestioné, sin dejarlo terminar su frase.
Los ojos de todos viajaban de Dillon hacia mí y viceversa ante el rebote de culpa que tratábamos de reclinar el uno sobre el otro. Eithne se forzaba a sí misma a sonreír, sin embargó, eso no desvaneció la incomodidad que transmitía.
Dillon soltó un suspiro con pesadez, dando a conocer el cansancio que el ritmo que la conversación llevaba le provocaba.
—Eithne no es una mala persona —sentenció Dillon—. Tenemos una teoría en donde alguno de los ancestros de ella fue una pixie y de alguna manera los poderes de su ancestro llegaron hacia ella. Pero el resto de su familia es humana —explicó con brevedad.
—¿O sea que si las pixies invaden a los humanos no te pondrás del lado de ellos? —planteó dramáticamente Poppy.
—Tengo dos hermanas—contestó Eithne—, y padres humanos, no haría nada que los pusiera en riesgo.
Su respuesta, a pesar de no ser una clara confirmación, fue suficiente para poner a descansar las dudas que mis amigas habían generado acerca de ella, y con ello, un poco de tención fue deshecho.
—En ese caso es bueno que tengan a una pixie de su lado —dijo Olivia, promoviendo una mirada de aceptación.
La mirada que Dillon me dedicó después de escuchar a Olivia fue la señal que indicaba que era el momento de contar lo sucedido en la fiesta.
Ninguno tuvo tiempo de detenerse a pensar quien tomaría la iniciativa de contarlo, pues tan pronto Poppy elevó su mirada hacia nosotros detectó nuestra angustia.
—No me gustan esas miradas —se quejó Poppy atrayendo la atención de todos hacia mí y Dillon— ¿Qué sucede?
Intenté sonreír tratando de minimizar lo que estábamos a punto de contar, pero fue imposible.
—Eithne no es la única pixie —dije sin mirar a nadie.
—¡¿No lo soy?! —gritó Eithne.
—¿Cómo que no es la única pixie? —cuestionó Darren.
Pasé mi mirada hacia Dillon, concediéndole el turno para explicar el desastre en el que estábamos involucrados.
Sin omitir ningún detalle, Dillon se encargó de contar la aparición de segunda pixie, como ella usó los poderes en su padre, su relación con Gwenhwyar y todo lo que sabíamos que Gwenhwyar eligió no decirnos.
Dillon explicó como nuestra pasada mentora mintió hacerca de perder sus poderes y hacerse pasar por un hada común, cuando verdaderamente ella había sido la que optó por encapsular su magia y esconder su puesto en el consejo. Pero la sorpresa en ellos se hizo presente cuando revelamos que el tío de la pixie estaba comprometido con Gwenhwyar.
—¿O sea que no todas la pixies son malas? —preguntó con inseguridad Poppy.
—No, al parecer un grupo de esa especie que planeaba revelarse —respondí.
Los cuatro parecían procesar la información que Dillon había proporcionado. Darren, principalmente, parecía asombrado y podía escuchar sus advertencias pasadas sobre Gwenhwyar resonar en mi cabeza
Estuve consiente en un pasado de la duda que generaba en mi la misteriosa vida de la mentora de Dillon al saber que ocultaba cosas de mí, y por un tiempo preferí dejarlo de lado después de su muerte al querer recordarla como la única persona después de Dillon que ayudó a controlar mis poderes y me extendió su ayuda. Aun así, jamás creí posible un pasado tan turbio como el que guardaba, no solo de mí, sino también de Dillon.
—¿Entonces que harán? —pidió saber Olivia.
—Ver por qué la pixie está aquí y saber más de los secretos de Gwenhwyar —contestó Dillon—. Pero por mientras tenemos que ir con la hermana de la bruja que reprimió los poderes de Ela para saber más acerca del Black Annis y tener más información sobre los poderes de Eithne.
Asentí, demostrando estar de acuerdo con su plan.
Recorrí con la mirada la vista de todos tratando de averiguar su postura ante el plan, y me detuve en Poppy al ver sus distraídos ojos que se limitaban a mirar el mostrador. Ante la curiosidad, seguí su mirada volviendo a concentrarme en mi taza de café a los pocos segundos de ver el motivo de distracción de Poppy. Al escuchar una risa femenina bajé la cabeza, pero no fui suficiente, mi rostro quedaba expuesto y resaltaba de atención ante la presencia de Olivia y Poppy.
—Genial, lo que faltaba —murmuré con sarcasmo.
Sentí la mirada de Dillon sobre mí, pero no elevé la cabeza.
—¿Ela? ¿Eres tú? —preguntó la misma persona a la que escuché reír.
Elevé mi cabeza, maldecí internamente, me forcé a sonreír y volteé hacia el dúo parado al lado de nuestra mesa.
—¡Samantha! ¡Que sorpresa! —expresé con ironía.
—Espero que una buena —dijo entre risas.
—No, no lo es —aclaré sin dejar de sonreír.
No necesité voltear hacia Poppy y Olivia para saber el disgusto que sus rostros reflejaban.
La única razón positiva de haber cambiado de colegio era la rubia casi castaña que se había acercado y su acompañante igual de detestable que se presentaba bajo el nombre de Rhett McClarckson, el culpable de mi intranquilidad durante los últimos meses que residí en Londres.
—Escuché que te mudaste —retomó Samantha la conversación—. Irlanda. Algo lejos.
—Es un país pacifico. Al menos no tengo que ver sus rostros —comenté sin disgusto sin desvanecer la sonrisa.
Sus ojos protestaron ante mi respuesta, y mi forzada sonrisa se volvió una victoria proclamada al notar su disgusto.
—Hola Ela —me saludó el pelinegro de ojos verdes.
Volteé hacia él, no pudiendo disimular mi enojo.
—¿Si te saludo de vuelta irás presumiendo con tu equipo que te sigo acosando? ¿O irás esta vez con la policía a poner una orden de restricción contra mí?
—Vamos ¿Quién quisiera poner una orden de restricción contra ti?
—No lo sé, tal vez la persona que dijo que yo pasaba horas mirando tus fotos en redes sociales y que tenía mi teléfono repleto de ellas —respondí con sarcasmo.
Me levanté de la silla pretendiendo salir de la cafetería al llegar a mi nivel máximo de enojo antes de pasar al desastre mágico involuntario. Y justo al hacerlo, antes de mover un pie, la mano del ojos verdes tocó mi hombro.
Inmediatamente, corté todo contacto físico con él.
—No te enojes —pidió tal cual lo haría un amigo pidiendo un minúsculo favor—, fue tan solo una pequeña exageración de mi parte.
Reí con amargura.
—No, fue una mentira de tu parte —rectifiqué—, y de ella —apunté hacia Samantha—. Una que terminó humillándome.
—No fue con esa intención. No pensé que...
—Ese es tu problema —lo interrumpí de manera abrupta—, no piensas. Aunque no es el de ella, porque Samantha sabía perfectamente lo que estaba haciendo. Dillon ¿Puedes pagar los cafés? —le pedí volteando a verlo— Los espero afuera.
Salí de cafetería no sin antes ver la sonrisa llena de satisfacción de la rubia, y no mucho tiempo después el resto, a excepción de Dillon, se unieron conmigo.
El clima era sumamente frio, aun había nieve fresca en el suelo, sin embargo, mi enojo era tan grande que no podía sentir el aterrador frío de Londres
Contuve mi respiración apenas noté cómo la puerta de la cafetería comenzó a abrirse, no quería continúan una conversación con ellos y anhelaba que se quedaran dentro. Al ver el cabello pelirrojo de Dillon mi ansiedad bajó y el aire volvió a circular por mis pulmones.
—¿Qué fue eso? —preguntó Dillon apenas me distinguió con su vista.
—Algo de lo que no quiero y no planeo hablar —sentencié alejando el tema—. Es mejor irnos, tenemos que ir con una charlatana a pedir información.
Mi disgusto contundió por todo el recorrido. Dillon siguió siendo el encargado de conducir y nos llevó hasta el local de la psíquica falsa situado en Brixton, el cual visitamos la última vez que estuvimos en Londres.
En un pequeño rincón, con gran esfuerzo y oraciones esperando que nadie robara la camioneta, Dillon se estacionó a una esquina de la calle frente al local; y tal como la vez anterior, un hombre de edad media salió sosteniendo un cristal de gran tamaño con una gran sonrisa en su rostro.
Apenas entramos al local, la señora Betsy se acercó a nosotros y sin decir nada cerró la puerta con llave, cambió el letrero de abierto a cerrado y nos hizo pasar a la parte de atrás del local, el cual no era un espacio amplio.
—¡Dillon! —exclamó la chica sentada en la única mesa, parándose al instante y abrazando a Dillon— Predije que vendrías hoy, y veo que trajiste bastante compañía esta vez —pronunció volteando a vernos—. Para ser sincera creí que solo traerías a Ela.
Al momento en el que mi nombre fue pronunciado por ella, quedé desconcertada.
—Veo que sabes mi nombre, pero yo no sé el tuyo —dije dando un paso hacia ella— ¿Y acaso dijiste que lo predijiste? —cuestioné al recordar sus palabras.
La chica soltó una sutil risa.
—Mucho gusto Ela. Mi nombre es Alethya Hollow —se presentó—. Nieta de Tanisha Clark, la persona que reprimió tus poderes.
Volteé hacia Dillon sin ocultar el asombro que envolvía mi rostro una vez conecté lo que trataba de decir.
—¿Ella es...?
Dillon asintió sin darme la oportunidad de terminar mi pregunta, sabiendo perfectamente lo que quería aclarar.
—La persona que recibió los poderes de la señora Tanisha al morir —clarificó Dillon por mí.
—Mi sobrina dijo que Dillon vendría pidiendo más información ¿Sucedió algo? —preguntó la señora Betsy.
De mi mochila saqué el libro fosforescente que había tomado de la cabaña de Gwenhwyar y el cual, por alguna razón, solo podía ser leído por mí y la carpeta en donde Darren y yo habíamos hecho anotaciones sobre lo que logramos averiguar del Black Annis, y los puse sobre la mesa.
—Queremos saber más sobre el Black Annis y por qué este libro brilla nadie a excepción de mí puede leerlo —dije apuntando hacia el libro.
Alethya pasó su mano por el libro fluorescente quitándola casi de inmediato como si una descarga le hubiera llegado.
—Wow, esto es magia que nunca creí ver... o sentir ¿De dónde lo sacaste?
—De la cabaña de nuestra profesora, era un hada completa y...
—Perteneciente al consejo de las hadas —terminó la señora Betsy por mi—. Libros así solo pueden ser leídos por hadas completas con descendencia al primer grupo de seres mágicos que caminó por la tierra mágica. O sea, hadas pertenecientes al consejo.
Abrí el libro en una página aleatoria queriendo confirmar que no fue tan solo una ilusión lo que había visto en la cabaña de Gwenhwyar. Y no lo fue, verdaderamente era capaz de ver las letras y dibujos del libro.
—Entonces... quiere decir que... soy... ¿Qué pertenezco al consejo?
La señora Betsy generó una mueca ante mi pregunta.
—El consejo ya no existe —afirmó—. Pero en teoría eres igual de poderosa que ellos.
—Tiene sentido —murmuró Dillon—. Gwenhwyar dijo que su cuñado y su hermana pertenecían al consejo, y tú eres descendiente de su hijo —razonó en voz alta.
Por un instante varias cosas comenzaron a tener sentido, mis poderes manifestándose a una temprana edad, mi capacidad de poder controlar dos elementos al mismo tiempo y mis alas que brillaban igual que el libro en la oscuridad. Y tan proto todo comenzó a cobrar sentido, otras cosas comenzaron a no tenerlo.
¿Qué significaba? ¿Qué tan extraordinario podría ser eso? Y ¿Qué sería lo que marcaría la diferencia entre un hada completa normal y un hada completa descendiente del consejo? ¿Cuál era mi límite y que tan peligrosa podría ser?
—Y... ¿Sobre el Black Annis? —pregunté cambiando de tema— ¿Cómo es que apareció hasta ahora? ¿Y cómo nos deshacemos de esa cosa?
Un suspiró se escuchó por parte de la señora Betsy.
—Después de que Dillon vino hace unas cuantas semanas me puse a buscar en los libros familiares y encontré que...
Agité mi cabeza en negación y la interrumpí, volteando hacia Dillon.
—¿Hace unas semanas? ¿Estuviste en Londres cuando te fuiste de Clifden? —le cuestioné.
Su intento de sonrisa fue su respuesta.
—Lamento no haberlo mencionado —se disculpó.
Volví a encontrar mi mirada en la señora Betsy, dejándola continuar.
—Cómo decía... —retomó—, encontré que antes de la guerra entre hadas y pixies, ambas criaturas se unieron para contener a la criatura, y por lo que leí no hay modo de deshacerse de la criatura por completo, solo contenerla.
—¿Y cómo la contenemos? —preguntó Darren.
—Eso no lo sé, no encontré esa información por ninguna parte.
Una vez más, retrocedimos un gran paso al no conseguir la información que buscábamos.
¿Por qué era tan difícil averiguar sobre el Black Annis? ¿Y cómo era posible que ningún libro de la cabaña de Gwenhwyar tuviera información sobre esa criatura si era un gran peligro?
—¿Y de mí? ¿Puede decirme algo? —preguntó Eithne, acercándose un poco.
No fue necesario hacer una introducción o dar información alguna. Apenas los ojos de ambas se conectaron la señora Betsy supo la clase de criatura que era Eithne, y sorprendentemente, no cuestionó su presencia con nosotros.
—Una pixie —murmuró la señor Betsy.
—Con ascendencia humana —añadió su sobrina con asombro.
Eithne asintió.
—El día de San Valentín pasó algo muy extraño, mis manos comenzaron a brillar después de que la feria de mi cuidad se quedara sin energía —explicó.
—¡Es cierto! —exclamó Dillon— Ese día Ela y yo nos quedamos sin poderes.
—Y fuimos correteados por Goblins —añadí.
Con lentitud, la señora Betsy comenzó a asentir. Y sin decir nada salió hacia la parte delantera de la tienda, regresando a los pocos minutos con un antiguo calendario con símbolos dibujados a mano con tinta negra el cual extendió sobre la mesa.
Su mano apuntó hacia un círculo completamente negro con la frase "vicissim luna, XXV annis" debajo del símbolo.
—Cada veinticinco años la luna genera energía negativa, dándoles a las criaturas de magia negra fuerza en su magia y quitándole por completo los poderes a las criaturas de magia blanca. Debió ser eso —aseguró.
—Hubiera sido mejor saber eso antes de casi morir —dijo Darren, generando dramatismo.
—Lamento no ser de mucha ayuda, pero me temo que las hadas guardaron muy bien la información importante —se disculpó la señora Betsy—. Pero si necesitan ayuda en cualquier momento pueden venir o llamarnos ¿Qué les parece una leída de futuro antes de que se vayan?
La cara de Poppy se iluminó al instante. Desde que conocí a Poppy ella mostró interés por los signos zodiacales, cartas de tarot, leída de manos y cualquier cosa astral que varias personas usaban para ganar dinero en las ferias y carnavales locales; era algo en lo que ella fielmente creía.
—No te emociones Poppy, la señora Betsy no es una psíquica —desmentí, dedicándole una sonrisa a la señora Betsy.
—Yo no, pero mi sobrina puede hacerlo —afirmó.
Alethya extendió su mano hacia Poppy, y como lo predije, ella no tardó en dársela.
La chica cerró los ojos y por un par de segundos absolutamente nada fuera de lo común sucedió, me crucé de brazos y la miré de manera incrédula hasta quedar asombrada por un destello blanquizco que irradiaban sus manos.
No era un truco ni charlatanerías como las que la señora Betsy usaba en sus clientes para venderles cristales, eso era algo real.
—Te veo en una túnica negra y bandas rojas, te estás graduando.
Poppy soltó un chillido expresando su emoción sin despegar sus manos.
—¡Me estoy graduando de Cambridge! —gritó con seguridad— ¿Qué más ves? —preguntó con impaciencia.
—Corriendo por el parque, sosteniendo la correa de un dálmata.
Nuevamente, ante la predicción de Alethya, Poppy soltó un chillido. Pude darme cuenta en ese momento que era cierto, Poppy siempre deseó tener un Dálmata.
El esplendor de sus manos comenzó a debilitarse y justo cuando dejó de irradiar luz Alethya abrió los ojos y soltó las manos de Poppy para después extendérselas a Olivia quién un poco dudosa, colocó las suyas sobre las de Alethya.
Al igual que con Poppy, ese brillo comenzó a hacerse presente tan pronto Alethya cerró los ojos, y la inseguridad de Olivia se esfumó por completo al escuchar acerca de su romance con un doctor y su graduación en la misma universidad que Poppy.
El siguiente fue Darren y su futuro se miró prometedor, designado por ella como el rey de las inversiones, algo que encajaba perfectamente con él. Después de Darren siguió Dillon quien puso resistencia, pero terminó accediendo por presión de todos.
—¡Vaya! —exclamó Alethya con sorpresa a los pocos segundos— Una chica tiene la mano sobre tu hombro y está portando un anillo... muy bonito... de compromiso. También estas caminando con ella tomado de la mano por un campus, hay varios estudiantes.
Dillon no soltó ninguna expresión, como si no fuese de su interés. Al retirar su mano, tomó la de Eithne, quien, a comparación del resto, era la única mostrándose nerviosa. Por suerte, ese nerviosismo se desvaneció por completo al ver la sonrisa de Alethya.
—¿Es bueno? —preguntó Eithne, con voz esperanzada.
—La misma mano de la chica que miré en el futuro de Dillon es la misma chica a la que le entregas un boceto de un vestido de novia. Creo que serás diseñadora
Ante la premonición Eithne sonrió ampliamente, pues su único gran deseo era eso, ser diseñadora.
—Eithne estudiará en el mismo lugar que Dillon si conocerá a su futura prometida —comentó Darren, atrayendo la atención de todos.
—Apliqué para Grenoble École de Management, en Francia —dijo Eithne, volteando a ver a Dillon.
—Apliqué para distintas universidades en diferentes partes del mundo, y esa fue una de ellas —confirmó Dillon.
La atención que todos concentraban hacia ellos cambió hacia mi cuando Alethya me extendió su mano. A la vez que ponía mis manos sobre la suyas no pude evitar imaginar lo que diría sobre mí. Quizás también me graduaría con mis amigas en la misma universidad y posiblemente también encontraría a esa persona especial o encontraría el trabajo de mis sueños. Lamentablemente, no fue el caso.
Menos de un segundo pasó para que la luz blanca que iluminaba nuestras manos se oscureciera y sus parpados se abrieran dejando ver sus ojos completamente negros, como si un demonio se apoderara de ella. Al instante quitó sus manos de las mías y volteó a verme con preocupación.
—Ten cuidado —me advirtió una vez sus ojos recobraron su forma normal.
—¿Por qué? ¡¿Qué viste?! —le exigí saber.
No contestó por un breve tiempo, tan solo negó con su cabeza.
—Estabas cayendo hacia un vacío negro, eso quiere decir que te sucederá una tragedia, pero no puedo ver cuál es, y algo me dice que está más cerca de lo que creo.
Sus palabras me dejaron temblando. Retrocedí un paso topándome con el cuerpo de Dillon quien hizo que no perdiera el balance, y de manera inmediata, me sujetó de los hombros.
—¿Moriré? —logré preguntar tan pronto mis palabras lograron coordinarse.
—Solo prométeme que serás cuidadosa —demandó sin contestar mi pregunta.
Esperé que otra oración saliera de su boca, pero nada sucedió, tan solo sus ojos me pedían hacer cumplir a su petición, por lo que asentí.
—Lo prometo.
.
.
.
.
Por fin, otro capitulo, tuve muchas cosas este mes que no pude desantender, pero tratare de escribir lo mas que pueda.
Espero que les haya gustado.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro