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Capítulo 21


La noche anterior Dillon me había informado que mi mañana sería ocupada a petición de Gwenhwyar quien solicitaba de nuestra presencia en su casa. Apenas la alarma de mi teléfono sonó me levanté de manera obligada de mi cama, y desperté por completo al ver las llamas perdidas de Dillon al igual que una cantidad exagerada de mensajes avisando que se encontraba abajo desde hace ya una hora.

Me vestí lo más rápido que pude, omitiendo una ducha al convencerme a mí misma que la tomaría en la tarde para el evento improvisado al cual nos invitó la tarde anterior, junto con la familia de Darren, la madre de Dillon. Bajé corriendo las escaleras y desde la entrada me despedí de mi madre dándome cuenta al poco tiempo que la casa estaba vacía.

La impaciencia de Dillon podía percibirse a una considerable distancia, y una vez logró notar mi presencia al quitar su vista del celular, frunció el entrecejo y resopló con frustración.

—Una hora y media —fue lo primero que mencionó al estar cercas de él—. ¡Una hora y media! —volvió a quejarse.

Sin dejarme decir mi excusa y disculpa entró al auto.

—Me quedé dormida —dije una vez me encontraba dentro del auto—. Lo siento, puedes culpar a mi alarma.

Tan solo rodó los ojos mientras que negaba con su cabeza.

Ninguno de los dos soltó palabra alguna durante el trayecto hacia la casa de Gwenhwyar. A Juzgar por el rostro de él, podía diferir que seguía molesto, y por mi parte, temía molestarlo aún más.

Intenté contener el bostezo que amenazaba con manifestarse sin tener éxito alguno, estaba cansada y mi cuerpo pretendía demostrarlo sin importarle estar consciente del enfado de quien conducía.

—Te levantas tarde y aún estás cansada... increíble —murmuró y bajé la mirada.

En el mismo lugar de siempre, antes de llegar a la colina que habitualmente subíamos para poder tocar la puerta de Gwenhwyar, parqueó el auto.

No me sentía preparada para otra lección de magia o de historia acerca del mundo de las hadas, estaba agotada y era consciente de que me esperaba un día atareado. Lamentablemente, quejarme frente a la única maestra que había ayudado a mantener mi magia bajo control no parecía ser opción y lo único que quedaba por hacer era aceptar lo que impusiera.

Al llegar a la cima de la colina, me recargué sobre la pared de la casa de Gwenhwyar con el fin de descansar por los pocos segundos en lo que éramos recibidos tras darle la oportunidad a Dillon de llamar a la puerta.

—Pasen, pasen —repitió Gwenhwyar de manera continua tras abrir la puerta—. Esta muy frío, creo que nevará —comentó una vez nos encontrábamos en su sala.

—Lo hará —afirmó Dillon—. Lo anunciaron en las noticias.

—En ese caso ¿Te molestaría encender mi chimenea?

Dillon negó, y tan solo bastó un movimiento con su mano para que la leña en la chimenea de ella ardiera con intensidad.

—Gracias.

—Gwenhwyar —le habló Dillon—. Haremos una pequeña cena navideña en mi casa, solo mi mamá, las amigas de Ela y sus padres, y la madre y el abuelo de otro amigo ¿Quisieras venir?

Su cara palideció por completo ante la propuesta de Dillon dando un indicio de lo que sería su respuesta.

—¿Con... humanos? —cuestionó de manera burlesca—. ¡Olvídalo! Además, sus festejos no son tradiciones que nosotros celebramos.

No imaginé ni por un instante el que Dillon le extendiera una invitación, tampoco me sorprendí. Pero supuse que se negaría al momento en que lo hizo.

Dillon asintió como si su respuesta hubiese sido de importancia mínima tratando de ocultar la decepción que sintió.

—¿Llevas más de mil quinientos años en la tierra conviviendo entre humanos y nunca festejaste ninguna tradición? —pregunté incrédula.

—¿Acaso tu festejarías cualquier cosa si tuvieras el recordatorio de que tu especie murió a manos de otra?

Bajé mi cabeza omitiendo responder.

—¿Al menos nos podrías darnos hasta después de año nuevo? —intervino Dillon, quitando un poco la incomodidad del aire—. Se suponen que es la época en la que los padres aprovechan para que no nos desapartemos de su lado.

Gwenhwyar accedió sin mucha dificultad.

—En ese caso será mejor que vuelvan a sus festividades humanas, están de vacaciones y no tendrán una excusa para visitar a alguna profesora. Pero antes, quisiera que se llevaran algo.

Me giré hacia Dillon quien se encogió de hombros al instante en que Gwenhwyar había abandonado la sala de estar. La última vez que ella me había entregado algo fue en mi cumpleaños, y al igual que las cosas que nos daba, no fue algo común.

Mi mente se bloqueó al ver los dos enormes libros que cargaba con ella. No pretendía realizar la tarea vacacional que los profesores nos habían impuesto hasta en el último minuto, por lo que me convencí de que tampoco realizaría ningún tipo de asignatura mágica por el tiempo que me restaba libre que ella nos otorgara.

Gwenhwyar me entregó el segundo libro y a Dillon el primero.

Al igual que los libros de sus repisas que permanecían expuestos por toda su casa, los que nos había confiado parecían ser antiguos, con la diferencia que eran los más desgastados que había visto.

—¿Mitos y leyendas? —pregunté con desconfianza al leer el título del libro que había puesto sobre mis manos.

—Si, es lo que le leíamos a los niños antes de dormir —respondió.

Comencé a hojear el libro con delicadeza temiendo que se desgarrara alguna de las hojas. muchas criaturas que se encontraban ilustradas lucían atemorizantes, y algunos cuantos nombres los había escuchado de Dillon.

—¿No se supone que esta criatura es real? —le cuestioné a Gwenhwyar al ver la imagen de un duendecillo con el nombre Leprechauns abajo del dibujo.

—Lo es, solo que varias de las criaturas de las cuales teníamos conocimiento acerca de su existencia eran mitos en aquel entonces.

Miré hacia el libro de Dillon el cual permanecía abierto siendo sostenido por ambos brazos, al igual que el mío, estaba igual de desgastado.

—¿Que tan antiguos son estos libros?

—Aproximadamente dos o tres milenos antes de que yo naciera, el consejo de las hadas los conservó, son las dos únicas copias existentes.

Esperaba que dijera algo más pero no lo había hecho.

La mirada que le dedicaba a los libros que nos había entregado a la vez que explicaba cargaba con melancolía. Por momentos tenía la sensación de que varias palabras se quedaban dentro de ella, como si se obligase a sí misma a no contar más de lo necesario para no mantenernos en la incertidumbre, y a pesar de ello, seguía manteniendo la esperanza de que algún día revelara todos los espacios de las historias que nos contaba.

Una vez más, decidí dejarlo pasar y confortarme con su respuesta a pesar de tener decenas de preguntas cruzando por mi mente.

—¿Por qué nos das esto? —preguntó Dillon—. ¿Y cómo es que los tienes? Una vez me dijiste que el consejo mantenía su distancia con las hadas comunes, y que para ustedes era prácticamente imposible acercarse a ellos.

Miré a ambos con atención.

Gwenhwyar se mantenía inexpresiva, pero aun así parecía dudar de su respuesta.

—Es una larga historia que no es muy importante en este momento —se limitó a responder—. ¿Que acaso no tenían que ir a abrir regalos y a comer gallina horneada?

—Es pavo —le corregí con voz dudosa—. Pero si, tenemos cosas que hacer —me apresuré a decir al ver la mirada fría que me dedicó—. ¿Vamos Dillon?

Mi pregunta no lo hizo moverse de lugar, su atención seguía concentrada en Gwenhwyar quien le sostuvo la mirada hasta el momento en el que Dillon decidió rendirse.

Obligándose a sí mismo, Dillon y yo salimos de casa de Gwenhwyar.

Su cambio constante de expresiones faciales mostraba lo molesto que estaba y como trataba de buscar una explicación en su mente sobre lo que había sucedido.

—¡Aghhh! —soltó Dillon con frustración a medida que bajábamos la colina—. Se supone que me contaba todo pero creo que no se nada— comentó unos segundos después más calmado sin dirigirme la mirada.

—Ahora imagina como estoy yo —dije obteniendo que elevara su mirada hacia mí.

—¿A qué te refieres?

Resoplé y alenté mi paso. Concentré mi vista en el paisaje pensando en todas las ocasiones en donde no me sentí satisfecha ante una respuesta de él y Gwenhwyar, había sido en muchas ocasiones y las dudas tan solo se siguieron acumulando.

—Gwenhwyar no me explicó muchas cosas que te había dicho, y tu tan solo me decías que lo haría en otra ocasión o que era innecesario saberlo. No es lindo no saber lo que pasa ¿Cierto? —Dillon volvió a bajar la mirada ante mi respuesta—. La próxima vez que nos reunamos con ella nos dirá todo.

—¿Como estas tan segura de eso?

—Porque le diremos que no estamos bien con no saber nada y seremos molestos hasta que decida contarnos ¿Hecho?

Dejé de caminar posicionándome delante de él haciendo que también parara.

Por unos cuantos segundos permaneció en silencio mirando hacia sus pies.

—Hecho —respondió elevando su mirada—. No te pregunté ¿Vas de regreso a tu casa? ¿O en su dónde te dejo?

Ambos retomamos nuestro camino hasta su auto retomando una pacifica conversación

—Iré al centro, me veré con Poppy y Olivia, haremos algunas compras navideñas de último momento.

Dillon negó con su cabeza no dirigiéndome su mirada.

—¿Enserio dejaste todo para último momento? Dudo que alcances a envolver todos los regalos —dijo a medida que me abría la puerta a su auto.

—¿Cuándo dije que envolvería los regalos? Los daré en bolsa —le hice saber cuándo él ingresó al auto.

Cada año recibía regalos envueltos de la mejor manera por parte de mis padres, y con un gran esfuerzo por parte de mis amigas, desafortunadamente, el poder empacar algún objeto o una simple caja era algo que no se encontraba dentro de mis habilidades por más que me esforzara.

La confusión que Dillon reflejaba por medio de su frente arrugada fue a mi parecer una reacción dramática de su parte, pues sabía que él estaba al tanto que el esfuerzo no era un mérito que residía en mí.

—¿No se supone que ustedes las niñas son unas detallistas extremas al tanto de la presentación? ¿Tampoco harás tarjetas a manos con mensajes personalizados? —se burló cambiando su expresión y poniendo el auto en marcha.

No pude evitarlo y comencé a reír.

—La mayoría. Pero en mi caso te daré mi regalo en bolsa, y si me alcanza te compraré una tarjeta con un mensaje comercial impreso —sonreí.

Conversamos de manera tranquila durante todo el camino hasta el centro. Ambos habíamos compartidos muestras expectativas navideñas, y sorprendentemente, las suyas se limitaban a tener una buena cena y la esperanza de no tener pastel de frutas como postre, al igual que yo.

Lo más inusual de la conversación que habíamos entablado fue la apertura del tema con su padre y el cómo había reaccionado ante la negación de Dillon para haberlo visitado en las fechas festivas, pues resultaban ser pocas las veces en las que realmente contaba algo acerca de su vida privada.

Al llegar a una cafetería cercas del centro, ambos nos despedimos y bajé del auto. Comencé a recorrer las tiendas en busca de Olivia y Poppy hasta parar en el extremo de la misma calle, encontrándolas en una de las mesas fueras de la panadería de mis padres con dos vasos de café.

—¡Hey, gracias por esperarme! —me acerque a ellas notificándoles mi presencia—. ¿No han comprado nada? —pregunté al no ver indicio de ninguna bolsa.

—No, queríamos esperarte pero no sabíamos que tardarías tanto —confesó Olivia.

Tomé una de las sillas vacantes de la mesa de al lado y la arrastré hasta la mesa en dónde se encontraban mis amigas para tomar asiento.

—¿Que tal tu clase de magia? —curioso Poppy, sonriendo ampliamente.

No pude evitar resoplar al recordar la historia nueva que había contado dejándome nuevamente en un limbo lleno de preguntas, al igual que a Dillon.

—Nos dio unos antiguos y obsoletos libros de mitos y leyendas y de teoría mágica inservibles para después dejarnos con más dudas —me quejé.

—Por lo que nos has contado tiene muchos secretos ¿Crees que es alguien confiable?

Intenté contestar de manera positiva tratando de convencerme que Dillon depositaba su total confianza en ella, pero no pude.

—No... No lo sé —dudé—. Dillon lo hace pero... hay cosas importantes que simplemente no las dice. Cuando Dillon y yo nos enteramos de que los goblins eran los responsables de la muerte de campistas y desapariciones de niños le contamos y confesó que ya lo sabía —revelé.

—¿En qué momento se volvió tu vida tan complicada? —intentó consolarme Poppy acariciando mi cabeza, dedicándome una mirada con lástima.

«Cuando cierto pelirrojo apareció en aquel bar dorado» me respondí a mí misma.

—¿Podemos ir a comprar? Aun le tengo que ayudar a mi mamá a hornear los pasteles de la cena.

Olivia y Poppy compartieron una rápida mirada para después sonreír y asentir de manera frenética. Pues era de esperarse que su segunda razón para estar aquí eran las compras.

Entramos a la primera tienda y después de varios minutos las tres salimos con las manos vacías, lo mismo paso con la segunda y con la tercera. Unas cuantas tiendas después, Olivia decidió llevar lo primero que llamase su atención optando por dejar de averiguar que podría interesarles a mis amigos y después de varias horas después Poppy optó por irse a lo básico y comprar diferentes tipos de gifcards las cuales envolvería en diferentes cajas.

Mi mente se había quedado en blanco, mis manos solo cargaban la caja de herramientas que había comprado para Darren, Poppy y Olivia estaban exhaustas y el tiempo se encontraba encima de nosotras.

Ya estando en la penúltima tienda de la última calle que faltaba de recorrer, mi atención fue capturada por un aparador que mostraba a un maniquí con una chaqueta de piel café con mangas verdes olivo y detalles en negros haciendo que Dillon apareciera entre mis pensamientos.

Sin decir nada, entré a la tienda y pedí por la chaqueta. Desconocía la talla de Dillon por lo que pedí la misma que modelaba el maniquí y resé para que le quedara.

—¡La chaqueta es perfecta! —chilló Poppy al salir de la tienda.

—Y si no lo es al menos ya no tengo las manos vacías —bofé tras terminar mi frase.

Ambas me acompañaron a mi casa a llevar las cosas. Le había prometido a mi mamá que le extendería mi ayuda para hornear los postres que llevaríamos a la cena de Dillon pero como de costumbre, mi ayuda había sino innecesaria, al llegar a mi casa, ambos pasteles estaban hecho y empaquetados de la mejor forma posible ocultando su sabor.

Al subir a mi habitación, Poppy sacó todo el excesivo material navideño que había conseguido en mercados de utilería, puso un poco de música festiva y comenzó a empacar sus compras junto con Olivia.

Siempre lograba distinguir los regalos de Poppy, pues usualmente contaban con gran detalle y alto nivel de perfección. Olivia se esforzaba, pero quedaban decentes a comparación de los míos.

Me quedé observando a ambas cortar pliegos de papel para envoltura y trazando los dobleces sin extenderles mi ayuda al terminar de poner lo que regalaría en sus respectivas bolsas hasta el momento en donde la noche cayó y ambas se retiraron de mi casa con sus perfectas cajas decoradas.

Una vez subí a mi habitación comencé a despejar el piso recolectado todo el residuo de papel que habían dejado. Mis ojos se toparon con un hermoso pliego de papel decorad de trineos blancos con dorad que permanecía intacto y el cual era lo suficientemente amplio para envolver una caja completa y el cual me hizo recordar la conversación de esta mañana.

Lo había decidido después de tantas vueltas. Saqué la chaqueta que había comprado para Dillon y la puse en una caja para después intentar envolverla, lo que llevó a arrepentirme al cuarto intento he hizo que me diera por vencida.

Cambié el tipo de música que sonaba desde horas atrás por algo más general y me metí a la ducha saliendo de ella a los quince minutos. Al entrar a mi habitación, el conjunto que había puesto sobre mi cama había sido reemplazado por una caja blanca con un listón lila, y la silla al lado de mi tocador había sido ocupada por mi mamá quien sonreía ampliamente.

—¿Qué es eso? —apunté hacia la caja temerosa de su respuesta.

—Lo mandó tu abuela y quiere que lo uses esta noche —dijo levantándose.

Caminé hasta el borde de mi cama y sin mover la caja de su lugar retiré el listón que la sellaba para después abrirla.

En su interior se encontraba un corto vestido blanco de satín con flores lilas bordadas y con una falda voluminosa de tul abrillantado, y en el fondo de la caja una nota.


"Ansié este momento desde el primero de enero de este año. Desde ese día comencé a diseñar este vestido especialmente para ti. Se que eres difícil de complacer pero espero que te guste.

Te deseo las mejores de las navidades Adeline.

Te quiere, tu abuela."


Dejé el vestido sobre la cama tras leer la nota y tomé otro cómo conjunto de mi armario.

—¿Qué haces? —se apresuró a preguntar mi mamá al ver otros pares de leggins sobre mi cama.

—¿La abuela te dijo que el vestido era para mí?

Asintió.

—Si dijo que lo hizo especialmente para ti, incluso puso las flores de tu color favorito —me hizo saber con un tono entusiasta.

—Las flores son lilas, odio el morado, mi color favorito es el amarillo.

Mi madre rodó los ojos y me extendió el vestido de manera demandante el cual rechacé.

Tomé mi teléfono de la pequeña mesa al lado de mi cama y no dudé en enviarle mensaje a mi prima preguntando por el vestido de la abuela, el cual lo contestó casi al instante con un audio no tan breve.

"Dijo la abuela que te lo enviaría, mi papá me compró un vestido adecuado para cenar con su familia asi que tuve que rechazarlo, por suerte puedes tenerlo".

Le cuestioné a mi mamá con la mirada mostrándole la nota tras escuchar el audio esperando una respuesta para ella.

—Lo que cuenta es la intención —excusó a la abuela—, así que lo usarás, te buscaré un abrigo adecuado.

Protesté en mi mente y rodé los ojos al momento en el que se dió la media vuelta hacia mi armario.

Cambié mi bata de baño por el vestido, y otra señal de que no era el indicado para ser usado se hizo presente al momento en el que la ceradura se había estancado a media espalda.

—No cierra —le informé a mi mamá intentando cubir mi felicidad.

—¿Que? Pero si son tus medidas —respondió sorprenida aplicando fuerza sobre la cerradura forzandola a recorrer toda la cremallera.

—No, son las de Adeline, no las mías —le recordé—. Supongo que usaré los leggins

—Lo que deberías de hacer es dejar de comer tanto, sobre todo pastelillos. Le pediré a tu tía la dieta que lleva Adeline y su rutina de ejercicio —se quejó volviendo a forzar la cerradura del vestido sin tener exito alguno—. Bien, cerró más de la mitad, el abrigo cubrirá a apertura de tu espalda.

Comencé a protestar esta vez en voz alta dando los motivos por lo que no debería de usar el vestido, pero fue inútil hacerla cambiar de opinión, y cuando menos lo esperaba, portaba en abrigo negro con el mismo largo del vestido, unas ballerinas y me encontraba adentro del auto casi a punto de llegar a la casa de Dillon.

—No es aquí... ¿Cierto? —preguntó mi papá a pasar por el portón de la ostentosa y perfectamente decorada casa de mi amigo pelirrojo.

—Lo es —respondí sin ganas.

El asombro de mis padres era inocultable, casi como el de Darren y el mio la primera vez que visitamos la casa de Dillon.

Mi padre estacionó el auto detrás del blanco de Dillon y bajamos del auto. Mi mama sostenía una de las cajas de los pasteles y mi papá la otra mientras que yo llevaba las bosas de regalo y el de Dillon.

Tocamos el timbre y fuimos recibidos a los pocos segundos por el habitualmente malhumorado pelirrojo que vestía un suéter navideño tejido sobre una camiseta negra abotonada.

—¡Pasen! —se apresuró a recibirnos en el vestíbulo—. Pueden dejar todo en la cocina en lo que mi mamá termina de poner la mesa presentable.

Mis padres avanzaron hacia la cocina tras saludarlo.

—Feliz navidad —dije tratando de no reflejar mi estado de ánimo y extendiéndole su regalo.

Dillon observó la caja por varios segundos para después explotar en risas, lo cual me hacía sentir mejor a pesar de saber que se burlaba de mi habilidad para empacar regalos.

—Si no hubiese tenido esa conversión contigo en la mañana habría asumido que no te agrado en lo absoluto y que estabas forzada a darme algo —volvió a reír.

Me encogí de hombros.

Dillon procedió a quitar el arrugado envoltorio para después sacar la chaqueta del interior de la caja en la que la había metido y ponérsela encima.

—Me alegra que te haya quedado —le hice saber a la vez que juntaba ambas palmas de mi mano—. No había devoluciones.

Dillon tomó mi mano y sin previo aviso comenzó a guiarme hasta la cocina la cual permanecía sin la presencia de mis padres.

De una de las gavetas de la barra central sacó una caja de tamaño mediano perfectamente envuelta que dejaba a la mia en vergüenza con una nota expresando una feliz navidad con una delicada caligrafía y la cual me extendió.

—Feliz navidad Ela.

Dudé en abrir la caja pero me contuve.

—Dijiste que Poppy y Olivia eran mi regalo —le recordé sin quitar mi vista del regalo.

—Considéralo una formalidad ante no quedar mal con nadie por no darte nada físico.

—Gracias.

La felicidad que siento en ese momento comenzó a desvanecerse al sentir un pequeño dolor en mi espalda que llegó hasta la parte de mi abdomen debido a lo ajustado del vestido. Intenté mantener la compostura pero al cabo de unos segundos se me fue imposible.

—¿Estas bien?

Protesté con la mirada ante su pregunta para después negar.

—No, mi abuela hizo este vestido para mi prima y no lo quiso asi que me no envió, pero no arregló las medidas y no me queda y mi mamá me obligo a usarlo aún asi —me quejé.

Traté de alcanzar la cerradura del vestido para aflojarlo un poco, lamentablemente, mi brazo no alcanzó.

—¿Te gustaría vestir otra cosa? Puedes pedirle a una de tus amigas que te presten algo.

Su idea no era mala en lo absoluto, pero tampoco posible.

—Mi mamá no me dejará —le volví a recordar.

—Te dejará si no hay otra opinión —sentenció.

Sus labios se curvearon en una amplia sonrisa llena de confianza dejándome desconcertada por completo. Su brazo se estiró hasta la esquina de la barra tomando una taza la cual vertió sobre el vestido blanco manchándolo por completo de café.

—Manchaste el vestido —murmuré aun procesando lo que había sucedido— ¡Te lo agradezco tanto! —chillé.

—Si quieres una sudadera amplia, están en la segunda gaveta del tercer cajón del armario.

Traté de abrazarlo en modo de agradecimiento pero retrocedió al instante y al poco tiempo gritó una disculpa llamando la atención de mis padres y mis amigas los cuales se encontraban en el comedor y quienes entraron a los pocos segundos a la cocina.

Poppy y Olivia se mostraron sorprendidas ante la mancha en el vestido que no habían visto y mi madre permaneció perpleja.

—Descuida Dillon, todos comenten errores, no tienes de que preocuparte, estoy segura de que mis amigas pueden prestarme algo —me apresure a decir siguiendo su historia—. ¿Me acompañan? —le pedí mi a mis amigas quienes me guiaron hasta el segundo piso al instante.

—¡Estaba precioso el vestido! Dillon debió tener más cuidado —se quejó Poppy frotando un pañuelo contra la mancha del vestido la cual no saldría.

—No fue un descuido, lo hizo a propósito.

Ambas concentraron su atención en mí. Olivia comenzó a maldecirlo y de manera brusca se paró de la cama y caminó hacia la puerta, antes de que lograra salir del cuarto, la detuve.

—No puede comportarse asi por la razón que fuese ¡Eso fue grosero! Y no me importa que sea su casa, si nos hecha Poppy y yo nos iremos a un hotel —dijo Olivia volviendo a ir hacia la puerta.

—No lo hizo por ser una mala persona, lo hizo porque el vestido no me queda y mi mamá me obligó a usarlo —me apresuré a explicarles.

Me quité el abrigo dejando la cerradura a medio camino expuesta ante ella. Poppy trato d bajarla pero fue imposible dejarlo intacto, se había quedado estancada y la única opción fue destruirla.

—¡Te dije! —chilló Poppy, comenzando a dar pequeños saltitos—. ¡A Dillon le gusta Ela!

—Dime algo que no sepa —respondió Olivia.

Observé a las dos para después romper en risas.

—¿De dónde sacaron eso? ¿De mi mamá? —pregunté entre risas.

—¡No! De lo que hemos visto ¡Le gustas! —afirmó Poppy.

Nuevamente volví a reír ante la locura que expresaron sus palabras.

—Créanme, no hay posibilidades, cero por ciento de que le guste. Somos amigos... no los mejores pero algo es algo —contradije.

Olivia alzó sus cejas y desvió la mirada sin decir nada para ir hacia su maleta de dónde sacó un par de leggins de y una sudadera la cual me entregó y vestí al instante en el baño de su habitación.

Mi corazón dio un vuelco amenazando con salirse de su lugar al escuchar el estruendoso y agudo grito que Poppy soltaba cuando estaba aterrada y el cual no había escuchado desde hace años cuando fuimos a la casa del terror en la feria local de la ciudad que se ponía en Halloween. Las luces del baño comenzaron a parpadear hasta dejar una oscuridad absoluta. Me apresuré a salir del baño ya vestida y encendí la luz de mi teléfono.

Mis amigas permanecían en el centro de la cama y Poppy abrazaba una almohada con fuerza. A los pocos segundos, la puerta fue abierta de manera imprevista por Dillon y Darren ocasionándome otro susto.

—¿Qué pasó? ¿Quién gritó? —preguntó Dillon tratando de encender la luz del cuarto sin tener éxito.

—Poppy dice que había algo en la ventana —respondió Olivia.

Me asomé a la ventana abriéndola un poco para sacar mi cabeza. Las luces exteriores del jardín y las del primer piso permanecían alumbrando, despejando un poco la oscuridad.

—No hay nada —dije al cerrar la venta.

—¡Si había! —nos aseguró escondiendo su cabeza en la almohada—. Era... era... horrible.

Volteé haca Dillon y Darren quienes permanecían desconcertados.

—¿Qué viste? —le preguntó Dillon.

Oliva se paró de la cama y le sirvió a Poppy un vaso de agua de la jarra de la mesa de al lado el cual le extendió.

—Sus ojos... eran negros y tenían garras... —balbuceó.

Dillon comenzó a reír y caminó hacia la ventana.

—Son las luces, hubo un corto en el segundo piso de la casa y las que estaba conectadas a esta área de apagaron, además creo que las garras eran ramas —intentó convencerla ofreciéndole su mano para guiarla hacia la ventana.

—Te lo dije —expresó Olivia poniéndose al lado de Dillon y Poppy.

—Bien, pero no dormiré aquí hoy —sentenció Poppy alejándose de la ventana—. Ela, me voy contigo.

Poppy salió de la habitación siendo seguida por Olivia, dejándome con Darren y Dillon a plena oscuridad.

—Esparciste las cenizas de las flores que quemamos por toda tu casa ¿Cierto? —le preguntó Darren a Dillon.

—¡Obviamente! Los goblins no pueden pisar esta propiedad si es lo que están pensando —respondió Dillon con seguridad.

Volví a ver por la ventana, la excusa que Dillon le había improvisado a Poppy tenía sentido haciéndome reconsiderar la posibilidad de que fuese cierto.

—¿Realmente estas convencido de lo que le dijiste a Poppy? ¿Crees que fueron los focos y las ramas?

Su silencio no fue su respuesta absoluta, pero fue suficiente para darme cuenta de que lo dudaba.

—Eso creo —murmuró después de unos segundos—. Investigaré mañana, nuestros padres esperan abajo.

Los tres salimos de la habitación temporal de Olivia y bajamos hasta el comedor.

Toda la comida y las decoraciones que permanecían sobre la mesa hacia fácil olvidar el incidente de unos minutos atrás. Mis padres junto con el abuelo y la madre de Darren y la de Dillon conversaban de manera animada, y apenas notaron nuestra presencia nos pidieron que nos sentáramos.

—Eso fue asombroso —me susurró Darren—. Voy llegando y ya hay problemas mágicos —comentó en voz baja con alta emoción.

—No son problemas mágicos, fue un malentendido —intenté convencerlo a la vez que trataba de creer en esa excusa.

Darren se encogió de hombros.

Sentí la mirada de insatisfacción de mi madre desde el otro lado de la mesa, estaba consciente que desaprobaba mi atuendo a pesar de no ser la única vistiendo casual pero la excusa del descuido actuado de Dillon fue suficiente excusa para librarme de un regaño.

Gracias a la comodidad de la que pude gozar esa noche, mi plato permaneció lleno de comida la cual me causaba nulo remordimiento. Cada año esperaba esa cena con ansias para poder disfrutar de todo el pavo y gravy que quisiera y por ello, ignorar las miradas que mi madre me dedicaba a cada rato pidiéndome que no comiera más se me era fácil.

Al momento del postre, pude probar ambos pasteles los cuales se alejaban al tradicional pastel de frutas que cada año horneaba mi mamá. Sospechaba que uno de los pasteles sería de linón, el favorito de Dillon, ante su insistencia de esa mañana pidiendo conocer el sabor que resultara del agrado de Dillon, pero quedé encantada al ver mi favorito, el de chocolate, sobre la mesa.

Mi padre y la madre de Dillon comenzaron a ponerse al día, y pude notar por las expresiones de mi madre, que la señora era de su agrado, al igual que la madre de Darren. Poppy y Olivia parecían haber olvidado el susto que nos había generado el apagón. Darren, al igual que yo, seguía comiendo, y Dillon parecía ser feliz en silencio.

Al final de la cena, Dillon y su familia se despidieron de nosotros y se retiraron. A los pocos minutos, Poppy y Olivia bajaron con una pequeña bolsa y al despedirnos de todos, Dillon nos acompañó hacia afuera.

—Gracias por dejarnos comer gratis en tu casa —le dijo Olivia a Dillon—. Ela, Poppy y yo te esperamos en el auto —se dirigió a mí con una sonrisa.

—Tomen todo el tiempo que necesiten —añadió Poppy antes de alejarse de nosotros con prisa.

—Tus amigas están raras —mencionó Dillon volteando hacia ellas.

Asentí soltando una leve risa al recordar lo que habían dicho antes del apagón.

—Creen que te gusto por alguna razón —revelé entre risas—. Pero no te preocupes, les dije que hay cero posibilidades de eso —volví a reír.

Esperé a que Dillon se uniera a mis risas, sin embargo tan solo fijó su mirada en mi haciendo que retomara la compostura.

—¿Cero posibilidades? ¿A caso lo considerarías ridículo?

Asentí con rapidez.

—¡Claro!

—¿Por qué? —se apresuró a preguntar.

Retrocedí de manera involuntaria un paso hacia atrás intentando mantener mi burlesca sonrisa la cual comenzaba a disminuir.

—No le tomes tanta importancia, te lo dije porque es algo gracioso.

—¿Enserio crees que hay cero posibilidades? —nuevamente asentí ante su pregunta—. Entonces abre una en todo el porcentaje.

Me quedé en silencio por unos segundos, siendo incapaz de articular palabra alguna.

—Que quieres decir con....

—Me gustas —me interrumpió—. Y no lo digo en broma por si piensas reír.

Nuevamente me quedé atónita a la vez que trataba de ordenar las palabras que planeaba decir.

—Dillon... somos amigos.

Sus ojos se concentraron en los míos esperando que mencionara algo más, lo cual no hice.

—¿Esa es tu respuesta? —cuestionó frunciendo su frente.

—Lo es —sentencié.

Dillon comenzó a caminar de un lado vacilando sus pasos sin llegar a un punto fijo. Mientras lo observaba, comencé a sentir miedo de lo que ocurriría después de esta noche, pues sabría que no podría saludarlo sin recordar lo que había confesado.

—Pasamos por tanto...

—Los tres pasamos por lo mismo —le interrumpí—, eso no quiere decir que me gustes tu o Darren —solté sin pensarlo arrepintiéndome al instante.

—Es cierto, pero no hice por Darren lo que hice por ti.

Me quedé paralizada por unos instantes, al reaccionar, Dillon se encontraba cerrando la puerta de su casa. Caminé hacia el auto con lentitud y entré en silencio.

Poppy y Olivia se mantuvieron intercambiando miradas todo el camino no animándose a decir nada lo cual agradecí. Y por suerte mis padres habían quedado encantados con la cena que mantenía su atención en las nubes.

Al llegar a mi casa, guie a Poppy y Olivia hacia la habitación de invitados en la cual se quedarían por la noche y me dejé caer sobre mi cama. A los pocos minutos, unos golpes se escucharon a mi puerta, y de manera forzada, cedí el pase.

—Ela, dejaste esto en la sala de Dillon y lo recogí por ti —entró mi mamá y me extendió el regalo de Darren y el de Dillon—. Descansa —dijo antes de salir.

Dejé el regalo de Darren junto con el de mis amigas sin poder soltar el de Dillon el cual había generado más curiosidad. Volví a sentarme sobre mi cama y comencé a desempacar el regalo de Dillon de manera cautelosa hasta dejar ver una caja de madera delgada, la cual contenían en su interior una hoja arrugada bobada, lápices de colores y una nota.

"Tú puedes"

Después de leer las dos palabras de la nota, desdoblé la hoja arrugada encontrando el pikachu que había dibujado y del cual él y Darren se habían burlado meses atrás, y el cual tiré al sesto de la basura del salón al final de la clase.

Sonreí por unos segundos hasta el momento de recodar nuestra última conversación. Era claro que no podría dormir esa noche, por lo que me rehusé a tan siquiera intentarlo.

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Espero que les haya gustado el capitulo, creo que he llegado a la mitad de la historia, así que espero que les esté gustando

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