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Capítulo 20



Los sonidos provenientes de mi ventana lograron despertarme. Lo primero que observé fue el cielo a través de la ventana en el que se producía el sonido, estaba completamente oscuro. Procedí a tomar mi teléfono para ver la hora, 2:06 am.

Nuevamente, otro sonido logró alarmarme. Caminé hacia la ventana manteniendo mi distancia y una vez me animé a ver a través de ella sonidos provenientes de la puerta del piso de abajo de mi casa comenzaron a escucharse. Me decidí por no encender las luces con el fin de no despertar a mis padres en caso de que los sonidos no lo hicieran. Formé una esfera de luz con mi mano y repitiéndome a mí misma que era capaz de acabar con cualquier monstruo o ladrón, bajé hacia la sala.

Antes de abrir la puerta, golpes continuos comenzaron a formularse, avisando que fuese quien se encontrase de tras de ella no pretendía irse.

No lo prolongué más y abrí la puerta de manera abrupta, encontrando al chico pelirrojo que llevaba consigo, la mayoría de las veces, malas noticias.

—¿Dillon? ¡¿Qué haces aquí?! ¡Son las dos de la mañana! —le cuestioné apenas lo vi.

Mis padres bajaron a los pocos segundos de que abriera la puerta, y al igual que yo, se notaban desconcertados de la presencia tan repentina de Dillon.

—Dillon ¿Ocurre algo? —le preguntó mi mamá, colocándose detrás de mí.

Era preocupante que no se presentara en pijamas o desalineado. Tal vez había posibilidades de que venía de algún lugar, pero más ideal era la idea de que necesitara mi ayuda para resolver una situación mágica en la que involucrara otro viaje clandestino a alguna parte de Irlanda.

—Nada malo —le respondió a mi mamá proyectando una sonrisa de la cual dudaba de su veracidad.

—¿Entonces que haces aquí? Casi utilizo mi magia contra ti. Creí que eras un asaltante o un goblin.

Dillon comenzó a reírse al ver la esfera de luz que había creado, y que aún sostenía, para bajar las escaleras.

—¿Paleabas atacar a alguien con luz? —volvió a burlarse.

Cerré mi puño deshaciendo la esfera de luz, convirtiéndola en una de fuego al momento de abrir mi mano, ocasionando que mis padres retrocedieran. Al notar que seguía sin prestarle atención a la llama que sostenía, la lancé cercas de él obligándolo a dejar de reír.

—¡Ela! —pronunció mi mamá mi nombre con cierto tono de enfado.

—Tienes prohibido atacar a tus amigos con magia —me reprendió papá—, o de cualquier modo —murmuró.

—¡Son las dos de la madrugada y en unas horas tendré mis últimas clases! ¡Quiero dormir y ni siquiera ha dicho por que está aquí! —me quejé—. ¿Qué haces aquí? —le pregunté una vez más, esta vez, demostrando mi impaciencia—. ¿Tenemos que ir a otro bosque lejano? ¿Encontraste un modo de matar cientos de goblins? ¿A caso ya sabes que es lo que Gwenhwyar buscaba? ¿Aparecieron más niños muertos?

Dillon sonrío a pesar de la incomodidad que proyectaba ante las expresiones fáciles de mis padres al escuchar mis propuestas de respuestas para él, de las cuales me arrepentí haber dicho al ver lo atónitos que habían quedado ante ellas.

—Visita.

Su respuesta había terminado de desconcertarme por completo. Había creído que pondría alguna excusa para sacarme de mi casa a tal hora e ir a resolver un asunto mágico, pero, por el contrario, él había entrado a la mía.

Dillon sacó medio cuerpo desde la puerta he hizo una señal con su mano. Grité tan fuerte como pude al notar la presencia de otras dos personas paradas justo en la entrada, y no tardé en acercarme a ellas para abrazarlas.

—¡Están aquí! —volví a gritar al separarme de su abrazo—. ¿Cómo es que están aquí?

Poppy y Olivia dirigieron su mirada hacia Dillon contestando mi pregunta.

—Dillon nos dijo que podríamos quedarnos en su casa por el tiempo que estemos aquí, dijo que no habría problema con el espacio —aclaró Poppy.

En efecto, no habría problema alguno con el espacio.

Elevé mi mirada hacia Dillon, quien tenía la suya sobre mí y la cual desvío hacia mis amigas al momento de encontrarse con la mia.

Tenía bastantes preguntas que hacerle para aclarar mis dudas sobre como hizo de esto algo posible, no solo era prestar su espacio, sino convencer a las familias de Poppy y Olivia, y a su madre quien estaba permanentemente instalada en su casa. No obstante, preferí pasar unos instantes más planeando en mi mente mis vacaciones navideñas con mis amigas antes de entrar en mi interrogatorio con Dillon.

—¿Sus padres las dejaron quedarse en casa de un chico al cual no conocen? —les preguntó mi papá interrumpiendo la felicidad que las tres demostrábamos en ese momento.

El silencio de ellas anunciaba una respuesta no muy positiva, y con cada segundo que pasaba, observando los gestos que demostraban, nos hacían sentir intriga.

—No exactamente —decidió responder Olivia—. Creen que nos quedaremos en tu casa.

Dillon y mis amigas sonrieron de manera inocente intentando hacernos pasar por alto la mentira que habían creado, y de la cual mis padres y yo pasamos a formar parte.

—¿Pretenden que les mintamos a los vecinos con los que convivimos por doce años y con los cuales viajábamos en ocasiones? —formuló mi mamá de manera indignante.

—¿Sí? —se atrevió a responder Poppy.

Las reacciones de mis padres fueron predecibles, no estaban tan lejos de rehusarse ya que seguían analizando la situación, por lo que debía impedirlo, o al menos intentarlo.

—Se que es mucho pedir porque tienen unos valores inquebrantables —intervino Dillon antes de que abrirá mi boca, dirigiéndose a mis padres—, pero háganlo por Ela. No ha sido adaptarse a una nueva ciudad y sería bueno que tuviese a sus amigas.

Mis padres fijaron sus ojos sobre mi ante las palabras sobre exageradas de él que parecían ser agradables ante sus oídos.

Me forcé a poner una afligida mirada con el fin de convencerlos de lo dicho por parte de Dillon, logrando causar un efecto melancólico en ellos.

—De acuerdo —soltó mi mamá—. Las cubriremos solo porque confiamos en Dillon.

—¿Lo hacemos? —preguntó mi papá, dirigiéndose a mi mamá—. Es decir... ¡Claro que lo hacemos! Por eso las cubriremos —rectificó al notar la mirada reprensora de mamá.

—¡Gracias! —exclamé para ambos.

—Aun así, hayamos accedido, es tarde, y en cinco horas tu y Dillon tienen clases —avisó mi mamá—. Será mejor que todos vayan a descansar y mañana siguen festejando su reunión.

Ninguna de las tres protestó en el más mínimo sentido, y a pesar de no querer despedirme y pasar las próximas horas antes de las clases charlando con ellas acerca de todo lo que ha pasado en detalle desde que regresé de Londres, nos despedimos.

A los minutos de haberse retirado, la mamá de Olivia marcó a mi casa preguntando por mi amiga, y tal y como mis padres nos habían prometido, mamá mintió excusando a Olivia de ya estar dormida. Un poco después de esa llamada, se presentó otra por parte de la madre de Poppy, a quien igual le mintieron acerca de su hija.

Intenté dormir al subir a mi habitación sin tener éxito alguno. La emoción que residió en mi al momento de ver los rostros de mis amigas permaneció conmigo durante toda la noche hasta el momento en dónde los rayos del sol comenzaban a iluminar el cielo declarando oficialmente que la mañana había comenzado.

Me vestí lo más rápido posible y bajé hacia el comedor. Tomé de la mesa una panqueca y corrí hacia la puerta tratando de alcanzar a mi papá en su auto. Una vez lo hice, ingresé en el lado del copiloto sin darle explicación alguna, afortunadamente supo al instante que debía llevarme. A llegar, me despedí de él y bajé del auto.

Yendo hacia mi casillero, tuve la fortuna de encontrar a Dillon en el suyo, y al ver que no se percataba de mi presencia, caminé con sigilo posicionándome detrás de él y grité su nombre logrando causarle un susto

—¡¿Que fue eso?! —se quejó a medida que yo reía.

—Lo lamento, tan solo vi la oportunidad.

Dillon volvió a darme la espalda terminando de meter ciertos libros que se encontraban dentro de su mochila en su casillero.

—Supongo que te veré en geografía —pronunció demostrando la intención de alejarse.

—Espera —lo detuve—. ¿Es todo?

Su ceja se arqueó, esperado que dijera algo más concreto.

—¿Necesitas algo más?

Por momentos me desesperaba los cambios tan repentinos de estados de ánimo que demostraba. Algunas veces parecía entusiasta y otras veces indiferente a pesar de no tener una razón que lo molestara.

—Es último día de escuela... ¿Haremos algo después de clases?

Ninguna facción de su rostro me hacía anticipar una respuesta de su parte hasta el momento en dónde se encogió de hombros dejando en claro que no lo sabía.

—¿Que quisieras?

El sonido del timbre logró robarme la oportunidad de decir las propuestas que había pensado durante toda la noche.

De manera muy breve, Dillon se despidió de mí y comenzó a alejarse. Al reaccionar y darme cuenta de que mi salón quedaba al otro lado del pasillo comencé a correr con la intención de lograr pasar por la puerta del aula de matemáticas antes de que el profesor la cerrara. Afortunadamente, logré entrar antes que el profesor lo hiciera, y después de un recordatorio de la importancia de estar presente a tiempo tomé asiento.

No me preocupé por prestar atención ni por demostrárselo a los profesores, tan solo me importaba planear el perfecto día que pasaría con mis amigas. Por algunas horas todo había transcurrido con ligereza hasta el momento en el que un mensaje de mi madre había deshecho todos aquellos planes imaginarios los cuales se encargaron de mantener a mi mente alejada de las lecciones escolares.

"Vuelve a casa después de clases". Era la única frase que había escrito.

Su tono frío mandó mis expectativas hasta el piso en modo caída libre sin paracaídas, aplastando toda la emoción que había ganado.

—¿Que sucede? —preguntó Dillon apenas entré al salón de geografía y tomé asiento—. Esta mañana se presentó ante mí la Ela alegre y ahorita esta la Ela malhumorada.

—¿Ahora si quieres hablar? —volteé a verlo —¡Me desesperas! —clamé.

Sentí su mirada fija en mi a pesar de haber desviado la mía hacia la pizarra vacía y después de un extenso tiempo, dirigí mis ojos nuevamente hacia él al notar como seguía examinándome.

—Mi padre me exigió hoy que tome un avión mañana y pase las vacaciones de navidad con él y su novia ¿Cuál es tu excusa de tu cambio tan repentino de ánimo?

Sus primeras palabras lograron atrapar mi atención por completo, y el resto de ellas olvidarme por completo de la situación negativa que suponía que ocurriría.

—¡¿Te irás?!

Ante mi grito, una sonrisa apareció en su rostro.

—Prefiero pasar navidad con mi mamá comiendo comida china que en una gran fiesta que mi padre organizará —respondió de una manera tranquilizara—. ¿Qué sucede contigo? —volvió a retomar.

—No lo sé, mi mamá me envió un mensaje que solo contenía una oración ¡UNA! —enfaticé a medida que buscaba el mensaje para después acercar mi teléfono a su cara—. Siempre envía algo detallado o mucho texto, debe estar molesta.

Por primera vez sentía que mi paranoia tenía sentido, pues no era la primera vez que sucedía, y sabía lo que seguiría a pesar de no tener detalle del presunto problema.

Dillon siguió asintiendo de manera breve cada vez que volteaba dirigirle a mirada.

—¿Te llevaremos a tu casa entonces?

Analicé sus palabras enfocándome en la pluralidad que mantenía su oración.

—¿Llevarme? —le cuestioné— ¿Tu y quién?

—Te dije que no podría pasar por ti por que pasé por Darren, su auto se descompuso de nuevo —detalló, despejando mi duda.

Estaba por expresar mi lamento por la situación de Darren cuando la profesora entró por la puerta del salón cerrándola justo unos segundos después ante el sonido de la campana.

Amaba su clase por el simple hecho de ser una de las más sencillas y a vez interesantes, aun así, el hecho de ser el último día de clases era el impedimento principal para prestar atención, seguido de las situaciones imaginarias que creaba mi mente ante el mensaje inexpresivo que mi mamá me había enviado.

Había agradecido el que Dillon tomara notas de la clase, pues pensaba pedírselas al no haber escrito tan siquiera la fecha.

En las otras clases, tomé fotos de las carpetas de los compañeros que tenía a los costados las cuales no pasaría a mi cuaderno hasta después de vacaciones.

Tras el final de la última clase, fui directo a la entrada con la intención de esperar a Dillon y a Darren. Le había avisado a mi mamá que estaba en camino pero tan solo dejo mi mensaje en visto.

Al llegar a mi casa, una elegante limusina negra que se encontraba parqueada frente a mi casa llamó mi atención y debido al espacio ocupado por el distinguido vehículo, Dillon se obligó a estacionarse a una cuadra.

Obligué a ambos chicos que se bajaran del auto y me acompañaran adentro con la intención de pacificar la situación en caso de que me esperara un regaño de su parte. La presencia de mi tía y mi prima fue lo primero que noté al pisar un pie dentro de mi casa. Ambas portaban unos lindos vestidos negros que hacían expresar la oscuridad profunda de sus almas al mismo tiempo que resaltaban su siniestra elegancia, lo que hizo que recordara la conversación que ambas tuvieron en mi cuarto el día de mi cumpleaños.

Sonreí ampliamente y me acerqué a ellas.

—Tu tía recibió desafortunadas noticias —sollozó mi mamá ante el grito lamentoso de mi tía—. Tu tercer tío falleció.

Adeline se unió al actuado llanto de mi tía ante las palabras de mi mamá.

—Se que nos estábamos divorciando, pero aun lo quería —mencionó mi tía entre su llanto.

«Tan desafortunado que recibirán una enorme herencia» Me recordé a mí misma a la vez que rodaba los ojos.

—Aun eres joven mamá —intentó consolarla Adeline mientras le daba suaves palmadas sobre su espalda.

—No creo que vuelva a casarme —aseguró.

—No hasta dentro de seis meses —dije lo suficientemente bajo intentando que solo Dillon y Darren me escucharan, lográndoles sacar unas pequeñas risas—. Entonces... ¿Se van? —pregunté abiertamente en voz alta.

Mi tía tomó una servilleta de la mesa y sin discreción alguna limpió su nariz para después extenderle el papel mojado a mi prima quien lo arrojó rápidamente a mis pies.

—Si, mandaron un avión privado para nosotras, nos iremos esta tarde, las maletas están en el auto —contestó mi tía con normalidad, como si el limpiarse la nariz además de retirar su secreción nasal también retirara todo el lamento que había demostrado ante nosotros—. De hecho se nos hace tarde, solo estábamos esperándote para despedirnos de ti.

—A insistencia de tu mamá —recalcó mi prima.

Me limité a asentir y a petición de mi mamá escolté a mi tía y a mi prima hasta el ostentoso vehículo que las llevaría al aeropuerto. Al notar como mi tía entraba, me giré dispuesta a volver a la casa sin esperar a Adeline, pero fui retenida por ella del brazo.

—Te diré esto solo porque eres de mi familia y no porque me agrades —dijo de frente en voz baja y firme, mirándome a los ojos—. Tienes frente a ti la oportunidad de tu vida, y para tu suerte, resulta que no es para nada desagradable en cuestión de apariencia, si eres igual de inteligente que mi mamá la tomarás.

—No entiendo ¿Qué quieres decir?

Adeline proyectó una sarcástica sonrisa ladeada.

—No es mi deber aclarártelo, no me importas tanto para resolverte tu vida.

Sus últimas palabras antes de entrar al auto me dejaron con escalos fríos, y resonaron en mi cabeza una y otra vez a medida que caminaba hasta la entrada de mi casa.

Al ver los rostros de mis amigos y el de mi mamá intenté despejarme de todo y concentrarme en lo que ansiaba desde que Dillon se presentó en mi casa a plena madrugada con mis amigas, las vacaciones.

Me acerqué a ellos mostrándole una sonrisa a mi madre cuya intención recaía en intentar obtener su permiso.

—Mamá, ya que estoy aquí... ¿Podrías dejarme pasar toda la tarde con Poppy y Olivia? —le pregunté de manera cautelosa.

—Yo podría traerla de vuelta a la hora que fuese —agregó Dillon ante la duda reflejada en el rostro de mi mamá.

Como había de esperarse ante la seguridad de Dillon, ella accedió. Y después de sus advertencias de comportamiento, nos retiramos de mi casa.

Por primera vez, Dillon y yo accedimos a discutir el tema de la comida con Darren, llegando al clásico acuerdo de las pizzas, las cuales, por sorpresa, Dillon se ofreció voluntariamente y con buena actitud a pagarlas.

Al pasar por una pequeña pizzería, Dillon bajó del auto dejándonos a mí y a Darren dentro para ordenarlas, y después de un extenso tiempo, volvió sosteniendo una diversa cantidad de sabores junto con un vaso de papel térmico el cual me entregó apenas entró al auto.

—¿Qué es? —levanté el vaso.

—Café, lo compré en la cafetería de al lado —respondió Dillon—. Te lo debo, te levanté en la madrugada y estoy seguro de que no dormiste.

Lo acepté sin manifestar alguna protesta.

El sabor extremadamente dulce me recordó al instante al que ordenaba cada vez que me reunía con Oliva y con Poppy en nuestro usual lugar. Una mezcla de caramelo, avellana, doble vainilla y moka blanco con doble crema era mi orden habitual, no existía un nombre específico para el ese especifico café, tan solo era una creación azucarada que a mi cerebro se le había ocurrido hace años.

—¿Cómo lo pediste? ¿Qué café es? —le pregunté finalmente a Dillon al convencerme a mí misma que era idéntico al que tomaba en Londres.

—No lo sé —contestó después de unos segundos—. Le dije que me diera el más pedido, no sabía cuál te gustaba.

Lo dejé conducir. Darren se encontraba distraído mirando por la ventana a la vez que comía una rebanada de pizza y yo, al pendiente de mi teléfono contestando los mensajes de Poppy preguntando por nosotros. Unos minutos después, habíamos llegado a la enorme residencia del pelirrojo, y como las veces anteriores, tan solo un botón del llavero de las llaves de su auto bastó para que portón nos diera acceso a la mansión.

Mis energías incrementaron al bajar del auto, no solo por la masiva cantidad de azúcar que había ingerido, también por qué pasaría todo el resto del día con mis amigas.

Entre Dillon y Darren cargaron las cajas de pizzas hacia el interior de la casa, dejándolas sobre la barra de mármol de la concina. Un poco de tiempo después la presencia de Olivia y Poppy se pudo percibir en la cocina.

—¡Estás aquí! —chilló Poppy.

—¡Ustedes también! —respondí con el mismo nivel de entusiasmo.

Ambas se abalanzaron hacia mi abrazándome con fuerza.

—Aquí vamos de nuevo —murmuró Dillon.

—¿Se veían diferentes en cámara? —le dijo Darren a Dillon, ignorando que podíamos escucharlos.

Olivia fue la primera en apartarse de mí, girándose hacia Darren de una manera intimidatoria.

—Oh, tu debes de ser Darren, el chico sudoroso que metió en problemas a Ela el primer día —se dirigió hacia Darren.

—No la metí en problemas, solo nos llamó la atención el profesor —se excusó no logrando causar impacto positivo alguno sobre Olivia.

—También la tiraste de la piscina haciendo quedado quemara la casa de Dillon —intervino Poppy.

La incomodidad de Darren comenzaba a notarse. Entre nosotros tres sabíamos que tan solo había sido situaciones desafortunadas, pero no intencionales completamente.

—¡No sabía que era un hada que lanzaba llamitas con las manos! —intentó justificarse.

—¡Hey! También puedo crear huracanes con estas manos —le recordé a todos.

La discusión que comenzaba a tornarse conversación fue interrumpida ante el sonido de la pesada puerta principal abriéndose y cerrándose al paso de un par de segundos. La madre de Dillon entró a la cocina y como siempre, su vestimenta me hacía desear poder ser como ella cuando fuese adulta.

—Ela, es bueno volver a verte —me saludó apenas notó mi presencia— también a ti Darren —se giró hacia él.

—Muchas gracias por dejar que mis amigas se quedaran aquí —le agradecí después de recibir su saludo—. Se que no es asunto suyo lidiar con dos personas a quienes no conoce, así que muchas gracias.

Por alguna razón me sentía en deuda con ella a pesar de solo sentir agradecimiento hacia Dillon, después de todo, ella era la adulta quien podía haberle negado el permiso a su hijo.

—Lo dices como si fuéramos busca problemas —se quejó Poppy, recibiendo un pequeño golpe en el hombro por parte del codo de Olivia.

—No hay de que —minimizó la madre de Dillon—. Cuando me dio su propuesta me sentí tan feliz al ver que al fin le importaba alguien y tenía amigos. ¡Ya podré llamar al doctor Verendus y decirle que su teoría sobre que Dillon era un sociópata era incorrecta!

—¡Mamá!

—Es más ¡Lo llamaré ahorita! —sentenció con entusiasmo, ignorando la protesta se Dillon.

Con su mirada perdida, la madre de Dillon se alejó de la cocina yendo hacia la sala.

Ninguno pudo alejar su vista de Dillon tratando de descifrar que acababa de decir su madre, y entre más lo miraba, más curiosidad sentía en saber sobre aquel doctor y su relación con él.

—¿Un sociópata? —cuestionó Darren en busca de una respuesta.

—No podía justificar mis accidentes mágicos diciendo que era un hada aprendiendo a utilizar su magia —respondió de manera breve—. ¿Al guíen quiere pizza?

Su última pregunta logró desviar la atención de Darren y mis amigas de él por completo, haciéndolo sentir un poco más relajado.

Tomé uno de los platos que Dillon había bajado de una de las gavetas superiores y me acerqué a él con el pretexto de tomar una rebanada de pizza.

—Puede que a ellos les importe más la pizza que tu historia, pero en definitiva me contarás por qué te clasificaron como un sociópata —le dije en voz baja.

—No me clasificaron como uno. Tan solo fue una teoría —me corrigió.

—Igual me contarás —exigí sonriendo ampliamente. 

.  .  .  .  .

SE QUE HAN SIDO TRES SEMANAS SIN ACTUALIZAR, PERO SEPTIEMBRE FUE EL MES MAS COMPPLICADO QUE HE TENIDO ESTE AÑO. DE IGUAL FORMA ESPERO QUE LES GUSTE LA HISTORIA.

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