Capítulo 19
Mi vida comenzaba a tomar la ruta de la normalidad, a la vez que se decaía de cansancio. Mi enfoque en las cosas relacionadas con la magia empezó a disminuir y la vida escolar que me haría entrar a la universidad de mis sueños era lo que había decidido priorizar.
La entrevista con Cambridge había elevado mis esperanzas a pesar de notar nulas emociones por parte de la persona responsable de formularme las preguntas. Me sentía confiada al igual que mis padres, y el mejoramiento en mis calificaciones respaldaban mi seguridad. Aun así, el agotamiento que mi cuerpo sufría era extremo, y el levantarme cada mañana lo era aún más difícil.
Dillon mantenía su mano sobre mi espalda obligándome a caminar a su ritmo a pesar de estar arrastrando los pies. Artes, la clase previa, había recargado mis energías al permitirme dormir toda la hora ante un documental del surrealismo que la profesora se encargó de proyectar, pero no fue lo suficiente para las dos horas de física que me esperaban.
—¡Estoy cansada! —me quejé con Dillon tratando que me permitiera ir más lento.
—Vamos tarde para la clase —volvió a repetir por tercera vez.
Todos parecían conversar de manera despreocupada en los pasillos, después de todo era nuestro último receso. Pero a Dillon no le importaba, estaba convencido de que llegaríamos tarde.
Justo al abrir la puerta del salón el timbre comenzó a sonar, y Dillon y yo fuimos los últimos a los que el profesor les permitió pasar.
Al cruzar mirada con él, un "te lo dije" se vio reflejado en su mirada presumiendo que estaba en lo correcto.
—Estuvieron cercas —nos hizo saber Darren desviando su mirada hacia los compañeros que tocaban la puerta implorando su entrada al salón.
—Ela no se daba prisa —me culpó.
—Estoy cansada —reiteré con el mismo sentimiento del cual no negaba sentir—. Mis horas de sueño se están acortando. Estoy tratando de subir mi promedio y de no pensar en nada peligrosamente mágico —me excusé.
Era un desastre a comparación de ellos dos. A Darren simplemente no le estresaba ninguna asignatura, y su negocio de tareas, proyectos y exámenes le había dejado ganancias muy generosas. Dillon parecía muy relajado con todo. Y, por otro lado, yo me desmoronaba cada mañana.
—No entiendo cómo es que Dillon están en la misma situación y tú eres un desastre —dijo Darren, mirándonos a ambos.
—Yo me organizo —respondió Dillon.
Cerré los ojos por unos segundos y después concentré mi vista en la pizarra. Me negaba a discutir la perfección de Dillon.
El profesor comenzó a anotar los problemas que había dejado de tarea con las respuestas correctas. Miré hacia mis tareas, y al notar que cada una de ellas estaban bien escondí mi cabeza entre mis brazos.
Pretendía descansar por unos cuantos minutos, sin embargo, la voz de Dillon pronunciando mi nombre me lo impedía.
—¿Qué quieres? —le pregunté con impaciencia sin elevar mi cabeza.
—El profesor te está haciendo una pregunta —susurró.
No tardé en componer mi postura. Las miradas de todos mis compañeros estaban fijadas en mi incluyendo la del profesor.
—¿Cómo se resuelve el ejercicio tres? —repitió Darren en voz baja
Desvié mi mirada hacia el pizarrón, analizando rápidamente el ejercicio. El silencio que se percibía al igual que la impaciencia del profesor me estresaba, tan solo quería que esto terminara.
—Eh... Calculamos.... ¿Fuerza y distancia? Para obtener el peso —respondí de manera insegura viendo hacia el profesor.
—¿Qué más? —exigió de manera autoritaria.
—Se calcula ochenta de coseno treinta grados por cinco y nos daría trescientos setenta y dos puntos cuatro.
Respiré hondo al momento en el que se dio la vuelta y siguió explicando. Si algo detestaba, era sentir las miradas de todos sobre mi esperando a que actuara.
Una vez noté al profesor distraído, volví a esconder mi cabeza entre mis brazos, sin tener el tiempo que deseaba.
—No te duermas —pronunció Dillon.
Protesté por medio de mis gestos faciales, pero finalmente no lo hice.
Entrecerraba los ojos abriéndolos cada vez que lo notaba. El profesor se había dado cuenta de eso y cada vez que los abría lo encontraba mirando hacia mí con cierto enfado, era consciente de que en cualquier momento no tardaría en exponerme ante la clase. Afortunadamente, el timbre había sido más rápido y su clase había terminado.
—¡Al fin! —exclamé en voz baja a la vez que guardaba las cosas en mi mochila—. Llegaré a mi casa a dormir.
—No, iremos a mi casa a leer libros de magia contemporánea del siglo quince —contradijo Dillon.
Un agudo sonido se escuchó, siendo Darren el responsable de expresar su entusiasmo.
—¿Puedo ir? —le suplicó a Dillon—. Tengo una carpeta llena de teorías y conspiraciones que estuve recolectando estos últimos meses.
No pude evitar contener mi sorpresa ante la confesión de Darren. Volteé hacia Dillon encogiéndome de hombros y a pesar de no estar muy convencido, accedió.
—¿Te vienes con nosotros?
Darren negó para después aclarar que se iría en su vehículo.
Acompañé a Dillon a su casillero tras salir del salón de clases. Al abrirlo, me extendió una barra de chocolate la cual acepté sin dudad. No importaba que tan pésimo todo estaba, el chocolate siempre lo mejoraba un poco.
—Creo que tendré que tener barras de chocolate de ahora en adelante —dijo Dillon al verme terminar la barra.
Como respuesta, tan solo asentí.
Dillon cerró su casillero, y tan pronto comenzamos a avanzar, fuimos detenidos por el deportista rubio, al que no había visto tras la última vez que me acercó a la casa de Gwenhwyar.
—¡Ela! Te estaba buscando —me hizo saber con cierto animo en su tono.
—¿Cómo por qué? —le pregunté de vuelta.
El rubio esbozo una enorme sonrisa que no me generaba confianza.
—¿Recuerdas cuando te llevé a la mitad de la nada? —asentí ante su pregunta—. Bien, me debes un favor.
No era necesario tratar de descifrar si bromeaba con respecto a la situación. Realmente parecía convencido de que yo estaba en la posición de pagarle la ayuda que había proclamado darme.
Antes de apresurarme a preguntarle que necesitaba de mí, imaginé los tipos de favores que podría pedirme, ninguno pasaba más allá de ser la conexión entre él y Darren para algún trabajo o favor gratis, por lo que no dispuse de resistencia para oponerme.
—¿Y cuál sería ese favor?
Sus gestos faciales intentaban ser convencibles de expresar algo mínimo.
—Que cuides a mi hermano por algunas horas esta tarde —mencionó en voz baja.
—No —me rehusé a la vez que negaba con mi cabeza—. No seré niñera.
Me giré hacia Dillon en busca de su apoyo para respaldar mi objeción, sin embargo, al momento de cruzar miradas, se dio la maedia vuelta negándome su ayuda.
—No tienes opción, lo dejaré en tu casa a las tres.
El rubio se determinaba a marcharse, pero lo obligué a detenerse.
—Haré un proyecto con Dillon y Darren en casa de Dillon —me excusé—. Además, no sabes mi dirección.
Sin responderme de vuelta, me dedicó una sonrisa llena de confianza y se retiró de nuestra presencia.
Comencé a reclamarle a Dillon por negarme su ayuda, pero pareció no importarle mis reclamos hacia él ante su confortable tranquilidad que proyectaba.
Conforme caminábamos hacia su auto, me fui relajando al darme cuenta de que no había pedido la dirección de Dillon, y el hecho de que mi amigo pelirrojo se limitaba en cuánto interacciones sociales, se le haría difícil al deportista rubio conseguir su dirección. Y solo por ello, había perdonado a Dillon en mi mente.
Darren nos siguió hasta la propiedad de Dillon, la cual, estaba vacía a pesar de notarse la presencia de su madre.
Lo primero que hizo Darren fue dirigirse a la nevera omitiendo el permiso de Dillon quien solo lo observaba desorganizar el interior de ella. Al no encontrar nada que satisfaciera su deseo por comida, la cerró para después dirigirse a la sala, tomando asiento en uno de los sofás.
—Algún día iré a su casa y desorganizaré todo de manera imprevista —prometió sin desapartáar su mirada de Darren.
La sorpresa de Dillon aumentó ante la comodidad de Darren en utilizar el teléfono de la sala sin aviso previo, y lo terminó de desconcertar por completo al escuchar como ordenaba tres cajas de pizzas sin nuestra aprobación.
—Ve el lado bueno. Comeremos pizza —intenté reconfortarlo.
Dillon intentó de avisarle a Darren que subiríamos al estudio sin obtener una respuesta de él lo que hizo que se irritara aún más. Seguí a Dillon por todas las escaleras hasta el interior del pasillo del lado izquierdo entrando por la tercera puerta.
El lugar era bastante amplio pero era ocupado en su mayoría por elegantes muebles y una enorme pared repleta de libros con una escalera de madera que te permitía alcanzar hasta el más alto libro, el ventanal daba vista directa hacia la fuente de la entrada principal, dando la oportunidad de alcanzar a ver el pick-up de Darren y el auto de Dillon, y la iluminación tenue de color ámbar era el toque complementario para darle apariencia de una clásica habitación europea del siglo veinte, sin embargo, los pequeños detalles minimalistas y tecnológicos le daban un giro moderno.
—Da miedo entrar aquí ¿Cierto? —preguntó Dillon provocando que desapartara mi atención de una pintura colgada arriba del escritorio.
—No. De hecho, me gusta.
Dillon soltó una leve risa.
—Quien diría que a alguien tan sociable y extrovertida le gustaría un lugar tan deprimente —dijo desapartando su mirada de mí.
Me encogí de hombros.
Caminé de manera lenta hacia la gigantesca estantería de libros, en la mayoría, de pasta gruesa, con el fin de encontrar algo interesante. Al decidirme por tomar uno de los libros, el brazo de Dillon sobrepasó mi cabeza alcanzando uno de una repisa superior.
—¡Vaya! Ese libro sí que es antiguo —comenté sorprendida al ver el libro forrado de piel desgastada que Dillon sostenía entre sus manos.
—Uno de los primeros que me dio Gwenhwyar a leer. Me permitió que darme con algunos. Tal vez encontremos algo que no sirva para despejar el bosque de los goblins, o tal vez...
Dillon se vio interrumpido ante la apertura de la puerta, siendo Darren el que había entrado.
—Hay muchos cuartos en esta casa —se quejó a la vez que se dejaba caer en uno de los sofás, tal cual como lo hacía cuando le permitía entrar a mi casa—. Ela ¿Sabías que tiene una sauna?
Volteé hacia Dillon dedicándole una amplia sonrisa que no causo efecto positivo alguno sobre él.
—¿Saben que es más interesante que una sauna? —nos preguntó con sarcasmo.
—¿La sala de cine? —trató de adivinar Darren, agotando la paciencia de Dillon.
—La información de estos libros que nos dirán como pasar a los goblins —pronuncio entre dientes, poniendo con cierta brusquedad el libro abierto sobre el escritorio.
Darren y yo observamos como Dillon rodeó la habitación tomando de una de las gavetas de uno de los muebles pegado a la puerta una pequeña bolsa de plástico con pequeñas figuritas dentro de ellas.
Con un poco más de calma, vació la bolsa sobre la mesa que se encontraba al centro de la habitación, y con una pequeña señal hecha por su mano, nos indicó que nos acercáramos. Tomé el libro y ambos caminamos hacia Dillon.
La superficie de la mesa automáticamente se tornó en una pantalla gigante al momento en el que Dillon deslizó su dedo sobre ella y unos cuantos toques después, un mapa de había proyectado
—Esto es genial —murmuró Darren atónito—. No sabía que existían las mesas con pantalla táctil ¿Puedo moverle? —le pidió a Dillon.
—No —le negó.
Tomé una de las figuras de lego que Dillon había vaciado a la vez que él las esparcía por todo el mapa.
—¿Por qué todos son baby yoda? —curioseé, examinando la figura.
—Porque son los únicos que encontré que se asimilaban a los goblins —respondió—. Bien, sabemos que todo el bosque está custodiado por goblins, y que el objeto que Gwenhwyar está buscando está cercas del corazón del bosque. Necesitamos despejar toda esta área —indicó removiendo los goblins del frente y del lado derecho—, y encontrar un modo de no llamar el resto de la atención de los otros ¿Propuestas?
Darren levantó la mano.
—¿Qué tal si utilizan algún polvito para desaparecerlos? —propuso.
Dillon frotó su nariz con los dedos de su mano izquierda a la vez que mantenía su frente fruncida.
—¿Conoces alguno? —le cuestionó intentando mantener su paciencia a flote—. Porque hasta donde yo sé no existe.
—¿Qué hay de las flores que quemamos? —se apresuró a hacerle saber a Dillon.
—No. Solo sirven como protección no para acabar con ellos.
La mirada de Dillon permanecía fija en el mapa, concentrándose en analizar cada aspecto.
—¿Qué tal el polvo que usaste para ayudarme a salir del bar? —le recordé.
Negó sin dirigirme la mirada.
—El lirio dorado no es fácil de conseguir. Además, que solo los debilita por un pequeño tiempo, no servirá en esta ocasión.
—Préstame el libro —le pedí.
Cada vez me convencía más que requeríamos de la ayuda de Gwenhwyar a pesar de no confiar ciegamente en ella. Su milenio y medio de edad la hacia una sabia con respecto al tema, por lo que tratar de pasar a los goblins con un libro antiguo no bastaría.
A media discusión de propuestas, una alarma comenzó a sonar desde el teléfono de Dillon, que, al ver la pantalla de su teléfono, protestó con la mirada.
—El de las pizzas está afuera —avisó.
Darren abandonó el cuarto con prisa.
Acerqué mi mirada a la pantalla de Dillon al notar como se concentraba en ella. En menos del minuto, Darren se encontraba en el portón recibiendo las pizzas, sorprendiéndonos a ambos cuando le extendió al repartidor lo que parecía ser un billete. Por primera vez, Darren había pagado la comida.
Dejamos de ver al momento en el que notamos que se había alejado del portón regresando nuestra atención al mapa, pero al paso de minutos volvimos a fijarnos en la cámara que daba hacia el portón ante la tardanza de Darren.
La puerta fue abierta, y nuestra atención fue directamente a un pequeño niño de ocho años que caminó hacia uno de los sofás y se dejó caer después de tirar su mochila al piso. Dillon y yo le lanzamos una mirada cuestionante a Darren quien se mantenía inexpresivo.
—¿Ya podemos comer? —preguntó Darren, ignorando nuestras miradas.
—¡¿Por qué hay un niño sentado?! —le exigió Dillon una respuesta a Darren.
—Cillian dijo que Ela cuidaría a su hermano y que ustedes ya estaban enterados —respondió sin importancia.
Volteé hacia el niño. Su cabellera era idéntica al deportista al igual que el color de sus ojos.
Su sonrisa entes de marcharse fue lo primero que vino a mi mente. No era una sonrisa de aceptación sino de "ya lo veremos", y a pesar de no haberle dado ninguna dirección, lo había conseguido, había dejado a su hermano a mi cuidado.
—No, yo no accedí a esto, tienes que regresarle al niño —insistí en voz baja— además ¿Cómo averiguó la dirección de Dillon?
Dillon se encogió de hombros al notar mi mirada sobre él.
—No creo que lo alcances —dijo Darren—. Se fue en su auto.
Me acerqué al ventanal buscando el auto del hermano del niño, pero no había nadie. Tal y como Darren había asegurado, se había ido.
Caminé hacia el niño, quien a pesar de notar mi presencia no quitó su vista de su tableta.
—Disculpa ¿Sabes a dónde fue tu hermano?
El niño se encogió de hombros como respuesta.
—Ela, necesitamos resolver lo de... los... baby yoda —me hizo saber Dillon lanzándole una vista al niño como referencia.
—Tengo hambre —mencionó el hermano del rubio volteando a ver a Dillon.
—¡Hay pizza! —exclamó Darren con entusiasmo, sin recibir el mismo positivismo que el niño.
Me alejé del niño, acercándome hacia la mesa.
Traté de ignorar la presencia del pequeño concentrándome en el libro sin pasar del minuto de éxito. El pequeño rubio se había acercado a nosotros pidiéndole el teléfono a Dillon con la excusa de mandar un mensaje. Dillon dudó por unos segundos, pero terminó accediendo ante la idea de la posibilidad de poder contactar a su hermano.
Después de terminar, el teléfono regresó a manos de Dillon.
—¿Por qué hay un cargo a mi tarjeta de cuarenta euros? —le cuestionó con voz autoritaria al niño sin lograr causar efecto alguno en él.
—Ordené comida a domicilio —respondió sin quitar la vista de su tableta—. Hubiera salido más barato si vivieras menos lejos. La tarifa de servicio es alta por esta zona —se excusó.
El de aparentemente unos ocho años nos había dejado en silencio.
La paciencia de Dillon había sido agotada casi por completo gracias a Darren, pero finalmente paso de estar molesto a enojado con la situación del niño.
Era claro que no podríamos continuar hablando de asuntos mágicos con una criatura humana ajena a nosotros en casa de Dillon. Y era imprescindible que encontráramos a su hermano, pues no era una opción cuidar de él durante la tarde.
—¿Cuál es el nombre del rubio? —preguntó Dillon intentando mantener la calma.
—Cillian Dubhghaill.
Ante la respuesta de Darren, Dillon se enfocó en su teléfono. Al acercarme a él, noté como buscaba con desesperación en Instagram el perfil del rubio, pero el no encontrar una actualización reciente que diera información de su ubicación al dar con el perfil, demostró su frustración con un quejido.
—Niño —lo llamó Dillon— ¿En dónde está tu hermano? —exigió saber.
Nuevamente como respuesta, el pequeño se encogió de hombros.
—¿Tus padres? —le pregunté.
—Soy huérfano —contestó sin darle importancia, claramente mintiendo—. ¿Puedes ver en dónde viene mi comida? —se dirigió a Dillon.
De un momento a otro y sin dar explicación alguna, Dillon salió del estudio. Volteé a ver a Darren quien sugirió con la mirada que fuese tras de él, por lo que salí de ahí.
—¡¿Qué hacemos?! —exclamé una vez cerré la puerta.
Dillon volteó a verme y soltó una risa con tono amargo.
—Más bien que harás tú. Es tu responsabilidad —dijo resaltando, en ambas veces, mi pronombre.
—Nuestra —le corregí con el mismo énfasis—, ambos estamos metidos en esto.
—¡No me responsabilizaré por ese niño! ¡Nuca accedí a ello! —se excusó.
Había cometido el error de suponer que todo había quedado claro cuando el rubio había venido a buscarme, cometí el error de tomar las cosas con ligereza y subestimar al deportista. Aún así, no me rendiría ante hacer de este problema algo mío y de Dillon.
—Tampoco te negaste.
Ambos nos sostuvimos la mirada por un par de segundos hasta el punto en donde él accedió bajándola por completo.
—Hay que esperar a que vengan por ese malcriado —dijo después exhalar el aire—. No creo que tarde más de dos horas aquí.
Tomé fe en la palabra de Dillon sin el conocimiento de la equivocación por la que pasaríamos. Había pasado una hora y teníamos un rastro nulo del paradero del rubio. Otra hora se había sumado, y el tiempo que Dillon predijo se extendió por el doble de cantidad.
Las preguntas al niño fueron en vano, no logramos obtener información alguna de su parte. Cuando el sol descendió y la luna se hizo presente, los tres comenzamos a entrar en pánico. Seis horas con el niño a nuestro cuidado habían acabado con nuestra paciencia y comenzaban a destruir la poca estabilidad mental que poseíamos, tan solo podía imaginarme el dolor de cabeza que sufriríamos a la mañana siguiente.
Por mi mente habían pasado decenas de escenarios imaginarios en donde alguna tragedia había tocado la suerte del deportista al acercarnos a las doce de la madrugada. Sin embargo, la tranquilidad de su hermano me hacía asegurar que él sabía en dónde estaba el rubio mayor.
—Estoy cansado —se quejó Darren tal cual niño pequeño.
—Nosotros también —le hice saber.
Una queja por parte de Dillon junto con una maldición llena de indignación nos hizo acercarnos a su computador. Las publicaciones de varios compañeros escolares tanto en Facebook como en Instagram aparecían cada pocos segundos. La similaridad entre cada una de ellas dejaban claro que eran tomadas en el mismo lugar, y las luces de colores llamativas que predominaban entre la oscuridad delataban que se trataba de una fiesta.
Un video en especial resaltaba entre el computador de Dillon y el rubio al que tanto ansiábamos ver era el protagonista de aquella publicación subida por uno de los integrantes del equipo de rugby de nuestra preparatoria.
—¡Abandonó a su hermano con nosotros por ir a una fiesta! —gritó Dillon con enojo.
—¿Enserio te sorprende? —le cuestioné con sarcasmo—. Lo sorprendente es que no lo habíamos pensado antes ¿Puedes conseguir la dirección de la fiesta?
Dillon asintió, no tardando nada para comenzar a teclear mensajes a diversas personas.
Afortunadamente, en cuestión de minutos, habíamos logrado obtener la información del lugar en dónde se realizaba dicho evento social el cual resultaba frustrante para mí y para Dillon.
Sin detenernos a pensarlo por un momento, Dillon bajamos hasta la sala, en dónde Dillon tomó las llaves de su auto, y salimos de su casa para entrar directamente a su auto.
Las calles permanecían despejadas y completamente oscuras, como si se tratase de un montaje para una película de terror. Sin duda podía imaginarme a varios goblins saliendo de algún lado para atacarnos directamente. Despejé mi mente de las absurdas situaciones que imaginaba para concentrarme en las luces de la ciudad.
Tan pronto llegamos, escoltamos con prisa al rubio pequeño hacia el demacrado edificio que permanecía repleto de personas e iluminado por luces neones. La música era una tortura para mis oídos y el volumen lo empeoraba.
—¿Brownies? —escuché preguntar a una chica sosteniendo una charola con decenas de uno de mis postres favoritos.
Golpeé el hombre de Darren para hacerle saber de los brownies, y tan pronto los vio no dudo en tomar uno el cual lo comió de un bocado para después tomar un segundo. Al estar masticando el segundo, tomó un tercero esta vez dándomelo. Ya a punto de darle un bocado, Dillon lo retiró de mis manos de una manera brusca.
—¡¿Qué crees que haces?! —me gritó.
—¡Comiendo un brownie! —exclamé con enojo.
—Ela, mira a tu alrededor ¿Enserio crees que es un lugar en donde sirven postres normales? ¿Recuerdas lo que te dije el primer día que te vi? Seres como nosotros no pueden consumir sustancias, son mortales para nosotros —reiteró las mismas palabras que me había recitado tras salvarme del bar de los goblins.
Observé el brownie en el piso para después conectar las palabras de Dillon, y una vez comprendí a que se refería volteé hacia Darren, quien había consumido dos de ellos. Elevé mi mirada hacia Dillon con cierto temor, y solo bastó eso para comprender la situación en la que se había metido Darren.
—Darren ¿Te sientes bien? —le pregunté atrapando su atención la cual se encontraba perdida entre las luces que colgaban del techo.
—¿Por qué no lo estaría? —se limitó a responderme.
—No lo pierdas de vista —ordenó Dillon.
Quise tomar de la mano de Darren para asegurarme de que permaneciera conmigo a toda costa, pero fue imposible. En tan pocos segundos Darren se había desapartado de nosotros. Pretendí infórmale a Dillon, pero mis palabras quedaron sin ser dichas al darme cuenta de que él y el niño se abría camino entre las personas.
Seguí a Dillon por todo el lugar desconociendo a dónde íbamos sin dejar de buscar el rostro del hermano del niño entre la multitud. Finalmente, sonreí al encontrarlo cercas de una ventana.
Detuve al niño logrando que Dillon también lo hiciera y tras informarle de haber visto al deportista, los guié hasta el otro lado del salón, encontrando al hermano del niño con acompañante demasiado cercas, lo que me obligaron a cubrir los ojos de su hermano.
Lo llamé por su nombre un par de veces sin obtener su atención, lo que llevó a Dillon carraspear de manera dramática logrando que volteara a vernos.
—Creo que abandonaste a un niño en su casa —mencioné con sarcasmo.
La chica que permanecía a su lado se retiró al instante.
—¡¿Por qué lo trajeron aquí?! —nos cuestionó molesto.
—Mejor dime como es que conseguiste mi dirección —le exigió saber Dillon.
El deportista protestó con la mirada.
—Está en tu información escolar —contestó con simpleza.
Dillon soltó la mano del niño empujándolo con cuidado hacia donde su hermano para después sostener la mía obligándolo a seguirlo nuevamente entre la multitud alejándonos de ambos rubios.
Al notar la intención de Dillon de salir del edificio, lo detuve.
—¿Por qué te detienes? Hay que salir antes de que mis tímpanos se deshagan —protestó con cierta inclinación hacia la suplica.
—Falta Darren —le hice saber.
Nuevamente, Dillon maldijo en voz baja, demostrando el sufrimiento que yacía en su interior.
Ambos buscamos a Darren por el primer piso para después subir al segundo al no tener éxito. Examiné todo a mi alcance tratando de encontrar al chico raro de gafas, sin embargo, fue Dillon el responsable de encontrar a la persona de interés por esa ocasión.
Jamás había escuchado maldecir a Dillon como lo había hecho durante el trayecto del día; esa vez que lo escuché maldecir había entendido el porqué de su incomodidad. Darren permanecía parado en el centro de una larga mesa bebiendo de manera desmesurada.
No hubo necesidad de pedirle a Dillon que lo bajara de ahí, él mismo se había encargado de ponerlo en el piso en contra de la voluntad de Darren, quien no permanecía en sus cinco sentidos. Y a pesar de las quejas de quienes rodaban la mesa entreteniéndose con el espectáculo que Darren les brindó, lo hicimos salir del edificio.
—Ela —me llamó Dillon conforme caminábamos hacia su auto, sostenido a Darren intentando que no cayera al piso—, te prometo que si Darren vomita en mi auto me encargaré de...
Su amenaza había quedado inconclusa, y lo que más anhelaba Dillon que no pasara en ese momento había sucedido justo en sus tenis, llevándolo a maldecir en voz alta sin pena alguna y de manera repetida.
—Dillon, esto, no es culpa de Darren —intenté calmarlo.
No me dirigió la palabra durante todo el camino hasta su casa, lo cual agradecí en ese momento por eso. Pues sabía que lo próximo que saliera de su boca serían cosas que no deseaba escuchar.
Con mucho cuidado bajamos a Darren del auto de Dillon para llevarlo al interior de su casa. En la entrada principal estaba el pick-up de Darren el cual sabíamos que no podría conducir en ese estado, y un auto negro que no estaba cuando dejamos la casa con el hermano del deportista.
—Mi mamá está en casa —dio a conocer Dillon lo que pasaba por mi mente, confirmando que estaba en lo correcto.
Sentí vergüenza de presentar a Darren en ese estado ante su madre, pero no había opciones a discutir. Respiré hondo antes de cruzar la puerta principal al interior de la casa de Dillon y entre los dos, lo llevamos hacia el sillón.
Como debía predecirse, la mala suerte era nuestra acompañante y la madre de Dillon salió de la cocina a recibirnos. Posando sus ojos ante Darren con sorpresa.
—Se nota que se divirtieron —fue lo único que pronuncio tras forzarse a quitar su vista de nuestro amigo.
—¿Cuándo llegaste? —le preguntó Dillon intentando desviar la atención de la situación.
—Hace media hora... ¿Fueron a una fiesta?
Los dos optamos por no responder con palabras. Dillon había asentido a la vez que yo negaba.
—Fuimos a dejar a alguien y Darren probó un brownie y terminó así —traté de explicar.
La madre de Dillon rompió en risas logrando sorprender a Dillon con su reacción.
—No están en problemas —me aseguró—. Tranquila. No es como que yo hubiese sido una santa a su edad —confesó dándole un sorbo a la taza que sostenía entre sus manos—. Es bastante tarde para que vuelvan a conducir. Ela ¿Te molestaría quedarte?
Su pregunta trajo a mi mente el recordatorio de no haberle proporcionado el aviso a mis padres sobre mi tardanza más allá de mentirles acerca de la realización de un proyecto en equipo cubriendo el hecho de que investigaríamos sobre maneras de acabar con duendes mágicos.
—No le he avisado a mis padres. Solo les dije que teníamos un proyecto que entregar hoy por correo.
La madre de Dillon sonrió.
—¿El profesor Aodhan aun da clases? —nos preguntó a ambos—. ¿Tu mamá asistía a la misma escuela? —se dirigió a mí al responder su pregunta anterior de manera afirmativa.
—Si —confirmé.
La madre de Dillon me pidió que la comunicara con mi mamá, y al estar en la línea con ella nos cubrió, pidiéndole permiso para mi sobre pasar la noche en su casa con la aseguranza de que ella misma sería la que me llevaría a primera hora a la mía. La mentira que le prohibió a mi mamá rehusarse fue el exigente y tedioso proyecto imaginario que tendríamos que entregarle al profesor que había mencionado antes de cumplirse las cinco de la mañana. Al obtener la confirmación que esperaba, se despidió de mi mamá y me devolvió mi teléfono.
—Ese profesor era conocido por sus extensos trabajos y su icónica hora de entrega máxima. Lo peor era que él estaba consciente que sus estudiantes se quedaban despiertos hasta la madrugada para cumplir son sus requisitos —se quejó sin preguntarle con respecto a la mentira de su selección.
—Las horas máximas de entrega se hacen antes de las diez de la noche. Los profesores tienen prohibido pasarse de esa hora —le hizo saber Dillon a su madre.
—Su generación es privilegiada —comentó con sarcasmo—. Dillon, lleva a tu amigo a tu cuarto. Y Ela ¿Prefieres una habitación cerca de ellos dos o al otro extremo en dónde no puedan molestarte?
Dillon le dedicó una mirada indignada a la vez que protestaba.
—La segunda opción, por favor —le respondí.
—Dillon, llévala a la que está en el pasillo izquierdo pegada a la mía. Y si tu amigo se pone peor, no la molestes —le indicó de manera autoritaria.
Las protestas de Dillon demandando la misma oportunidad de tranquilidad que su madre me había ofrecido no la hizo cambiar de idea. Había dejado en claro que sería él quien se ocuparía de Darren y que yo me quedara exenta de todo.
—Vayan a descansar. Si necesitas algo no dudes en tocar a mi puerta —me dijo su madre.
Le agradecí después de asentir. Pero al estar a punto de ir hacia las escaleras, Dillon la detuvo.
—Mamá... ¿Viste a papá? —titubeó en su pregunta—. ¿Lo firmaste?
—Si. Creo que les llamaré a mis amigas para que me hagan una fiesta de bienvenida de regreso a la soltería —bromeó intentando aligerar el ambiente.
Dillon asintió no volviendo a tocar el tema. A pesar de no decir palabras concretas, la respuesta de su madre había dejado en claro a que se refería.
Entre los dos levantamos a Darren del sofá, y con calma y paciencia subimos escalón por escalón hasta llegar a la parte de arriba para después caminar hasta la habitación de Dillon. Y sin cuidado, dejarlo caer sobre el sofá que se encontraba en su cuarto.
—No creí que alguien que se mirara tan escuálido pesara tanto —me quejé sentándome sobre el piso.
Por primera vez en el día, escuche la risa amigable de Dillon.
—Ela... lamento si... estuve un poco...
—¿Detestable? ¿Irritante? ¿Pesado? ¿Amargado? ¿Insoportable? ¿Malhumorado? —le interrumpí.
—Si. No soy bueno reaccionando con situaciones que no puedo controlar —admitió.
Dillon se inclinó hacia mí para después sentarse sobre el suelo, quedado al frente de mí.
—Descuida. No fue un día fácil. Pero deberías tratar de ser más paciente con Darren —sugerí—. Solo es muy entusiasta pero no es una mala persona.
—Lo sé —apresuró a contestar—. Me cae bien —reveló volteando a verlo—. Pero no le digas que dije eso.
Asentí.
—Lo guardaré, siempre y cuando seas más paciente con él... y con las demás personas.
—Gracias... ¿Te llevo a tu habitación?
Accedí, y después de un momento intentando recobrar un poco de fuerzas, nos levantamos.
—Descansa —le dije una vez estaba frente a la puerta de mi habitación.
—Tu igual.
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