Capítulo 17
Los fines de semana nunca volvieron a ser los mismos desde que había llegado a Clifden, y la razón fue la acumulación de problemas que conllevó resultar ser un hada junto con los entrenamientos que se me fueron impuestos cuando obtuve mi magia de vuelta.
Cepillaba mi húmedo cabello a la vez que miraba por la ventana de mi dormitorio, y el ver a los niños disfrutar de su sábado tan temprano en sus bicicletas y sus juguetes me hacía inevitable no recordar a mis amigas. Extrañaba andar en bicicleta con ellas y escuchar a Olivia maldecir a la gravedad cada vez que caía de ella, ir al cine después comer y después a cenar sin importar que nuestros estómagos estuvieran totalmente llenos. En cambio me encontraba madrugando para encontrarme con Dillon, e ir a practicar con mis poderes.
Observé mi cuarto por un par de segundos revisando que nada se quedara fuera de mi mochila, revisé rápidamente mi ropa y al estar segura de estar lista, bajé a la sala, para después ir directamente a la cocina.
—Buen día mamá, buen día Dillon —les salude a medida que caminaba hacia la nevera.
—Ela, hice panquecas ¿Quieres? —me preguntó mi mamá.
Al momento de buscar alguna manzana en buen estado dentro de la nevera, la imagen de Dillon desayunando sobre mi mesa, la cual apenas segundos atrás había capturado, impactó mi mente. Obligándome a voltear hacia ellos dos.
—¿Qué haces desayunando en mi casa? —le cuestioné a Dillon—. ¿No se supone que estarías aquí en algunos minutos más?
La mirada reprensora de mi madre exigiendo discreción de mi parte me golpeó al instante, pero al igual que las otras veces fingí no haber visto nada.
—¿No leíste mi mensaje?
Alcé una ceja como respuesta ante la pregunta de Dillon.
—Lo dejo en silencio durante la noche —le hice saber.
—Te escribí que Gwenhwyar nos canceló la clase y que sería mejor si aprovechábamos para terminar el proyecto de artes.
Artes no era una de las materias que compartíamos, por lo que aquello que había dicho no era cierto. De alguna manera sus mentiras eran tan naturales que me impresionaba, y de cierto modo me asustaban a la vez.
Me intrigaba saber que otro problema del cual mis padres no podrían saber estaba sucediendo, pero antes de ello, necesitaba seguir el cuento inventado por Dillon para tener una excusa, y mentir no era mi fuerte.
—¡Oh! ¡Si! ¡Eso! ¡El proyecto de la profesora Tara! —grité de manera pausada.
—¿Qué no dijiste que era el profesor Cory? ¿No es hombre? —le preguntó mi mamá directamente a Dillon.
—Que grosero de tu parte —fingí indignación—. Dices que todos merecen ser lo que los haga feliz pero lo interrogas con el género del docente que nos da artes. Me decepcionas mamá.
El descontentamiento en mi madre era notorio gracias a sus pulidas expresiones faciales. Y Dillon parecía querer explotar en risas ante mi comentario.
—¿Que? —nos pidió aclarar.
—¡Mi maestro está pasando por un cambio de genero! —exclamé—. Es un ella, no un él.
La cara de mamá se tornó roja al instante. Si bien apoyaba a las diversidades de género, tocar el tema sin ningún tipo de palabras discretas solía tomarla por sorpresa.
—Bueno... no sabía que se referían a la misma persona —se excusó—. Ya que dejaron claro eso, Ela —se dirigió a mi—, tu tía hizo un pequeño viaje a Dingle ¿Crees que puedan invitar a Adeline a unirse a ustedes?
—No —me apresure a responderle— este proyecto es importante.
—Estoy segura de que podrá ayudar en algo —intentó convencerme—. Recuerda que Damien Hirst le dio lecciones de pintura.
Me frustraba cada vez que escuchaba algún aspecto sobre la maravillosa vida de mi prima. Estuve consciente desde que escuché que se quedarían en la ciudad que alguna situación en la que tratarían de imponerme la grandiosa ayuda de Adeline se presentaría, pero no dejaría que eso sucediera.
—Mamá. No —me volví a negar.
—¡Ela! ¡Está sola!
No me importaba que los ojos de mi mamá me acusaran de ser terca e insensible. Sin importar la insistencia que aplicaría para aceptar su deseo, me negaría.
—¿Y? Ese no es mi problema.
—¿Qué tal si antes de resolver el proble... proyecto de artes llevamos a desayunar a tu prima? —propuso Dillon.
—¡Perfecto! —gritó mamá con entusiasmo.
—¡¿Qué?!
Las protestas que comenzaban a alistarse para ser dichas, y al punto de soltar la primera, el sonido del teléfono desvió la atención de los tres.
—Contesta antes de irte —pidió mi mamá.
Solté un quejido lleno de frustración antes de sostener el teléfono con brusquedad.
—¿Si? —contesté sin regular el nivel del tono de mi voz.
—Buen día, me comunico de la Universidad de Cambridge ¿Se encuentra Ela Glen... Glen... da...?
—¡Glendalough! —contesté por la señora del otro lado de la línea—. ¡Si! ¡Soy yo!
Dillon entró a la sala casi al instante de responder la llamada, y a los pocos segundos, mi mamá se colocó al lado de él.
—Llamo para confirmar si se le hizo llegar el día de su entrevista —dijo la operadora.
—¿Si se me hizo llegar? No tengo ningún correo y no he recibido ninguna llamada.
Voltee hacia mamá. Sabía que no había modo de que olvidara algo tan importante, al igual que papá. Podrían olvidar el día de mi cumpleaños, o incluso mi nombre, pero no el día de la entrevista para la universidad.
—Hace una semana nos comunicamos con usted, atendió su madre. En ese caso le hago saber que la tiene para el viernes tres de diciembre, se le enviara la información el día de la entrevista —hizo saber.
Tardé unos segundos en procesar la información que había recibido, y con ella las emociones que comenzaba a sentir.
—Muchas gracias.
—Que tenga un buen día —dijo la señora para después colgar.
—¿Qué paso? —me preguntó mi mamá tras devolver el teléfono a su lugar.
Mi mirada pasaba de Dillon hacia mamá de manera continua a la vez que ellos esperaban que terminara con el suspenso de la llamada.
—¡Tengo la entrevista el tres de diciembre! —grité.
Comencé a dar saltos tratando de liberar toda la felicidad que había ganado tras la noticia y abracé a mi mamá tan fuerte como pude. Por un momento desvié mi mirada hacia a Dillon, logrando ver la sonrisa que me dedicó.
—¿Lo ves? Te dije que te darían fecha —me recordó.
—¿Tu ya aplicaste para universidades? —le preguntó mi mamá a Dillon.
Había escuchado a Darren mencionar la universidad de su sueños desde agosto, y como completaría su currículo estudiantil para ser aceptado sin problemas. Asi como él, yo también hablaba con entusiasmo sobre Cambridge y sobre cuál era el plan que tenía con mis amigas, pero nunca había escuchado a Dillon mencionar alguna cosa sobre universidades.
—Para algunas —respondió con una mirada perdida—. A petición de mi mamá apliqué en Paris y a petición de mi papá en Dublín.
—¿Aplicaste a alguna que tu quisieras? —me atreví a preguntarle ante su indiferente respuesta.
—Si, a algunas —volvió a contestar con nula emoción— ¿Nos vamos?
Asentí con calma al notar su impaciencia por cambiar de tema. No le preguntaría al respecto del tema de las universidades, era claro que de cierto modo le incomodaba, pero al mismo tiempo tenía la certeza de que entraría a alguna.
—Dillon ¿Te quedas a cenar? —preguntó mamá antes de que ambos saliéramos del comedor.
—Dillon ¿Te quedas a vivir de una vez? —pronuncié con sarcasmo—. Estoy segura de que mis padres pueden construir un cuarto atrás ¡O darte el mío!
La mirada que mi madre me dirigió en ese momento me hizo querer retractarme de mi inofensivo comentario que lo hizo sonreír.
—Haré lo posible por quedarme —le respondió Dillon, tratando de ignorarme.
Mi mamá asintió proyectando una enorme sonrisa que no parecía ser del todo genuina. Al Dillon darse la vuelta, su reprensora mirada se cruzó con la mía, mandándome una advertencia
Salir de mi casa se sintió tan liberador, no solo porque me alejaría de mi madre por algunas horas, también influía el hecho de sentirme un poco más ligera tras la confirmación de la entrevista. Tan solo faltaba terminar con el aborrecedor momento de sentarme en la misma mesa que Adeline, situación a la cual Dillon me había arrastrado en contra de mi voluntad.
—¿Enserio te molesta que me quede a cenar? —me preguntó al estar dentro del auto.
—No, pero pareciera como si mi mamá quisiera adoptarte ¿Podrías dejar de ser perfecto? ¿O al menos tratar de ser como yo?
—¿Qué acaso ser como tu es dejar de ser perfecto? —dijo antes de comenzar a reír.
Me desagradaba su actitud cuando sacaba su lado malhumorado, al igual que me desagradaba cuando reía y yo era la causa de su burla, a pesar de tener una genuina sonrisa.
En silencio, durante quince minutos, Dillon condujo hacia el hotel en dónde Adeline y la hermana de mi mamá se hospedaban. Lo primero que mis ojos presenciaron fue la enorme fuente que estaba justo a la entrada, pero lo que realmente se robó mi intención fue la propiedad en sí, se hacía llamar hotel a pesar de ser un castillo.
Dillon decidió esperarme en el auto.
La puerta principal tenía un aspecto medieval que de cierto modo generaba un poco de intriga; comprendí al poner un pie dentro del hotel que todo el concepto se mantenía inspirado en el siglo quince, desde los muebles hasta los pequeños detalles como las hachas en vitrinas colgada en la pared y las luces tenues que alumbraban el lobby.
Sin dejar de vagar la mirada hacia todas las direcciones que mis ojos pudieron presenciar, me acerqué al recepcionista, quien vestía con saco y no con armadura como lo imaginaba mi excéntrica cabeza.
—Buen día — saludé de manera insegura— ¿Podría saber el número de habitación de Adeline Darlington?
La desconfianza en el empleado era notoria. Si bien mi prima era, de cierta manera, popular en Londres, no mantenía un reconocimiento más allá de la ciudad. Por lo que el interés sobre exagerado de su seguridad de lo que debiese preocuparme. Antes sus prejuicios que se delataban en su mirada se atrevió a buscar en su computador, lo único que aparentemente, además de la ropa, parecía ser de este siglo.
—No hay nadie registrado con ese nombre —me dio su respuesta.
—Intente con Colleen Quigley —le pedí, dándole el nombre de mi tía.
—No hay resultados —respondió después de unos segundos.
«¿Qué Apellido portaba ahora mi tía? ¿Bellamy? No, ese era de su primer esposo»
Me esforzaba por recordar el apellido de su tercer esposo, sin embargo el tiempo que me tomaba parecía desesperar al hombre detrás del mostrador. Sabía que se relacionaba con el negro y sonaba elegante, como todos los que habían pasado por su registro con anterioridad exceptuando el de nacimiento.
—¡Blackesley! ¡Colleen Blackesley! —grité al diferenciar el apellido entre las decenas que mi mente proyectaba.
Una vez más, el señor corrió el nombre dado en el computador, y nuevamente negó.
—¿Está segura de que este es el hotel? —me preguntó al percibir mi frustración.
—Si, este es.
La voz de Adeline resonó en mi oídos, obligándome a voltear hacia mi derecha.
—¡¿Con que nombre se registraron?! —exclamé con la poca paciencia que permanecía en mí.
—Con mi nombre —contestó con simpleza—. Completo —aclaró—. La tía me dijo que tú y tu sobresaliente amigo pelirrojo me llevarían a tomar el desayuno.
—Si, contra mi voluntad, pero sí.
El gesto de desagrado que Adeline me dedicó antes de caminar hacia la salida no paso por alto ante los ojos de la persona detrás del mostrador, quien pronuncio "cuidado" con sus labios sin emitir sonido alguno.
Ante su discreta advertencia, reí de manera leve y seguí a mi prima, deteniéndola del brazo después de cruzar la puerta.
—¡Cuidado donde pones esa mano! ¡Es shahtoosh! —gritó con histeria.
—¿Es... que?
—Shahtoosh, una tela muy delicada —presumió.
—No me importa en lo más mínimo tu blusa. Mejor explícame ¿Por qué no me dijiste que me habían llamado de Cambridge?
Su actitud cambió al instante, dándome la razón al sospechar de ella cuando la persona de la llamada mencionó que alguien había ya tomado la noticia de mi entrevista.
La sonrisa sarcástica que permanecía en su rostro reflejaba el tormento que desea hacerme pasar, y el cual lo haría posible.
—¿Me creerías si te digo que te estaba haciendo un favor? —ironizó.
—No en lo más mínimo. Pero creería que deseabas que me quedara fuera.
Su sonrisa se agrando, dejando esta ver esta vez su perfectamente envidiable y reluciente dentadura.
—Eso es cierto — admitió sin remordimiento alguno.
—¡¿Por qué?! —le exigí una respuesta, evitando mantener la compostura que hasta en ese momento rompí.
—Seamos realistas, ambas sabemos que después del segundo semestre te darás de baja. Edge Hill te acomodaría mejor.
Había tenido suficiente. Toqué mi muñeca para retirar el brazalete a la vez que pensaba en que haría con ella. Cubrirla de lodo, mojarla, esponjar su increíble cabello utilizando la humedad del agua o hacerla tropezar con una rama y causarle olor físico. Todas las opciones llamaban mi atención, lamentablemente, la inesperada mano de Dillon tomo mi muñeca impidiéndome tomar acciones contra ella.
—¿No estabas en el auto? —le cuestioné apenas cruzamos miradas.
—¿Qué ibas a hacer? —ignoró mi pregunta reclamando una justificación de mi parte.
—¿La escuchaste confesar?
Dillon asintió, sin desapartar su mano de mi muñeca.
—Es cruel, me queda claro. Pero puedes vengarte de otras formas sin exponernos.
Mi cabeza decía que no, pero mi mente decía que sí. No obstante, lo que determinó resguardar mis habilidades fue la mirada de Dillon.
—Me encargaré de esconderla en una caja de madera y enviarla a África —me quejé entre dientes a la vez que caminaba hacia el auto.
Al momento en el que Dillon retiró el seguro del auto, alejé a Adeline de la puerta del copiloto y entré, dejándola sin opción de sentarse en la parte trasera.
No me importaba hacia donde conducía Dillon, tenía hambre, pero estaba demasiado molesta como para concentrarme en disfrutar un delicioso desayuno. Tan solo quería borrar la presencia de Adeline de mi vista.
No podía parar de quejarme por cualquier mínima cosa. Habíamos llegado a un bonita cafetería con terraza que daba un vista extraordinaria a las áreas verdes de la ciudad, y en cualquier otra situación hubiese estado emocionada de estar ahí, pero no era la ocasión y quería que terminara lo más pronto como fuese posible.
No tuve la suficiente calma para leer el menú de manera detallada. Cuando una de las mesera se aproximó a nuestra mesa me apresuré a elegir el primer batido que aparecía frente al menú. A diferencia de mí, mi prima no mostró timidez al ordenar una variedad de cosas.
—Al menos es un lugar decente—comentó mi prima recorriendo el lugar con su mirada— ¿Puedo hacerte una pregunta? —se dirigió a Dillon.
—Si debes... —se limitó a responder, recobrando su actitud habitual.
—¿Cuál es tu nombre? Estoy segura de que Ela lo menciono alguna vez pero no logro recordarlo.
No podía dejar de concentrar mis ojos en Adeline. La actitud que mantenía con Dillon era diferente a la cual mostraba cuando me veía con mis amigas, era casi como si realmente le agradara él, y los cumplidos que decía sobre Dillon no eran solo para tratar de molestarme.
—No creo que importe el que lo sepas —le contestó, siendo esto no un impedimento para alejar su atención de él.
—Ya nos hemos visto los rostros varias veces, debo saberlo —exigió demostrando sutileza.
—No hay una ley que diga que debes saber mi nombre por conocer mi rostro, pero existe la ley a la privacidad.
Saltaba de emoción internamente ante las respuestas indiferentes de Dillon. Por primera vez me resultaba agradable su amarga actitud.
—Ela lo sabe ¿Quiere decir que Ela invade tu privacidad?
Trataba de intimidarlo y hacerlo tropezar con las palabras. Yo me daba cuenta de ello porque la conocía, sin embargo, en ningún momento la compostura fría de él dejó su lado.
—Bueno... Ela tiene mi permiso para invadir mi privacidad.
Proyecté una ligera sonrisa, asegurándome de que Adeline se percatara de ella a la vez que gritaba de emoción en mi mente. Era la primera vez que miraba como le ganaban una batalla, y eso me entusiasmaba.
Tan solo había logrado obtener miradas de todo tipo por parte de mi prima demostrando lo enojada y desconcertaba que estaba, no cruzó palabra alguna conmigo y no tenía la intención de hacerlo yo.
Dejamos a Adeline en el hotel con aspecto de castillo tan rápido como se nos permitió después del desayuno. Había asumido que iríamos a su casa en dónde me explicaría la razón por la cual le habíamos mentido a mi mamá con la excusa del proyecto de artes y el por qué Gwenhwyar había cancelado la clase de hoy, pero me había equivocado, Dillon tomó una ruta completamente distinta a tal punto de acercarse a las afueras de la ciudad.
—¿A dónde vamos? —le pregunté al comenzar a ver las señales indicando la dirección en dónde se encontraba Clifden.
—Al bosque.
—¿A cuál?
—Al que está en el condado de Mayo, cercas de la montaña Drimcogy, —contestó con de manera pasiva.
Su tranquilidad me insinuaba a brindarle mi confianza, pero los letreros que cada vez indicaban más kilómetros para llegar a la ciudad me hacían desconfiar.
Busqué en mi teléfono el nombre de la montaña que había mencionado, descubriendo que esto no era solo ir de un lugar a otro, sino un viaje por carretera de hora y media.
—¡Está a hora y media de la ciudad! ¿Por qué vamos hacia allá? No me dijiste que estaba sucediendo ¿Por qué Gwenhwyar canceló la clase y por qué vamos a un bosque? ¿Fue al mismo al que fuiste con ella por saltarte clases? —comencé a bombardearlo de preguntas.
Dillon dejó salir el aire con pesadez.
—Si, es al mismo. No sé por qué Gwenhwyar nos canceló, dijo que tenía cosas que hacer, pero ha estado rara. Además, sé que algo hay en ese bosque así que lo encontraremos.
Su determinación me asustaba al mismo tiempo que me intrigaba por tener una claridad de la situación.
No debatí más su descabellada idea de salir del condado y hacer un viaje furtivo. Llegué a un acuerdo conmigo misma en el que me convencí de que era lo mejor a pesar de mentirle a mi mamá y de ir en contra de las indicaciones de Gwenhwyar.
A mitad del camino, paramos en una pequeña tienda cercas de Cross West, comprando varias botellas de agua y algunos snacks dulces que escabullí en el carrito sin que Dillon se diera cuenta hasta el momento en el que habían sido cobrados.
Ambos retomamos la carretera durante cuarenta minutos más hasta acercarnos a una frondosa área que permanecí a al lado de la carretera, en la cual no se distinguía otra cosa más que altos pinos.
Dillon salió de la carretera adentrándose un poco al área verde en su auto y bajamos al estacionarlo.
—¿No iremos en auto?
Su mirada dedicada hacia mí me hizo sentir un poco tonta ante mi pregunta.
—El auto no aguantará el camino, además será más rápido si volamos hacia el centro del bosque —respondió mientras sacaba una botella de agua para extendérmela.
Me había quedado paralizada analizando su respuesta.
—¿Volando? ¿Cómo... volar de... de volar? ¿Con alas?
Dillon se soltó en carcajadas, las cuales paro para beber de su botella.
—¿A caso volaríamos con los pies? —comentó de un modo sarcástico—. Por supuesto que con alas.
—¿Y cómo haremos eso?
No dijo nada ante mi pregunta. Solo se limitó a quitarse la sudadera que portaba quedando tan solo con una camiseta, que no lo cubriría del frio, y hacer aparecer unas ligeras y traslucidas alas que daban un efecto tornasol al proyectarse el sol sobre ellas.
Mi cerebro tardó en procesar lo que sucedió debido al poco tiempo en que Dillon me sorprendió con sus alas. Sin mencionar palabra alguna, me acerqué a su espalda, las alas habían perforado la camiseta, explicando el hecho del por qué se había quitado la sudadera.
Sentí curiosidad y quise tocar una de las alas. Al instante en que lo hice, recibí una cortada superficial en mi mano, parecían inofensivas y delicadas, pero eran filosas cual cuchillo.
—¡Son afiladas! —me quejé al sentir un ligero dolor en mi mano.
—¿Qué creíste? ¿Qué seríamos Tinker Bell?
«Mas bien como Barbie Fairytopia». Me respondí a mí misma.
No podía encontrar una similitud de las alas de Dillon con ninguna de las que había visto en personajes, no eran perfiladas como las de Tinker Bell, si acaso se aproximaban a imitar la forma de alas de mariposa, pero tampoco eran tan amplias.
—Son asombrosas —admití.
—Tu turno —dijo Dillon haciendo que dejara de concentrarme en él.
—Eh... ¿Cómo hago eso?
—Trata de contraer tu espalda y relájala hasta que sientas como te quitas un peso de encima —explicó de una breve manera.
Al igual que Dillon yo también portaba sudadera con la diferencia que tan solo traía una blusa de tirantes. Aun así, no tenía elección, debía ser valiente y enfrentarme al frio que sentiría en todo el recorrido.
Me quité la sudadera y seguí las indicaciones que me había dado.
No había obtenido ninguno mágico resultado a la primera, tampoco a la segunda. A pesar de eso, en la tercera vez que lo había intentado, sentí un agudo dolor por toda mi espalda que me hizo retractarme de haber llamado a ese par de cosas, conocidas como alas, asombrosas.
—¿Por qué duele tanto? —me quejé apretando mis ojos.
—Solo duele las primeras veces —intentó animarme.
Me había doblegado un poco debido al dolor. Al sentirlo disminuir, me enderecé.
—¿Ahora qué? ¿Cómo vuelo?
Dillon sonrió.
Sus alas comenzaron a alterar velozmente logrando que sus pies se despegaran del piso. Aún estando a una corta distancia, me extendió su mano y junto con el comencé a elevarme. De manera repentina y sin aviso previo me soltó y como si fuese instinto propio mi alas comenzaron a trabajar. Desafortunadamente, el mágico momento solo duró un par de segundos antes de hacerme caer al piso.
—¡¿Qué les pasa a mis alas?! ¡Me hicieron caer! —grité con lamento, recibiendo por parte de Dillon su esfuerzo mínimo por ocultar su burla hacia mí.
—Solo levántate, estarás bien.
Una vez más me extendió su mano la cual volví a tomar. Mis alas comenzaron a moverse y Dillon me dejó libre. Me quedé en quietud por un minuto, y al tener la confianza de que no caería, traté de elevarme aún más alto.
—Creo que lo tengo —le hice saber que estaba lista.
—Sígueme, no te detengas ni te desvíes —me indicó.
Comencé a volar siguiéndolo.
No podía evitar distraerme con el paisaje, era indescriptible lo bello que era, y todo se miraba tan pequeño a pesar de no volar a una altura tan drásticamente alta. Había sido una desfortuna haber perdido todos esos años de vistas como la que presenciaba.
Poco a poco los alrededores solo se cubrían por altos pinos, dejando de lado los caminos principales que permanecían vacíos y las montañas, aun así, logré sentirme cómoda.
—¡ELA PARA! —gritó Dillon, sacándome de mi mente.
Me quedé inmóvil esperando su justificación ante su orden, en cambio, obtuve silencio de su parte.
—¿Qué sucede? —le pregunté al no resistir.
—¿Hueles eso? Huele a flores.
Mis ojos se quejaron.
—¿Casi haces que caiga y me asustas por que huele a flores? —le cuestioné molesta.
Su actitud no concordaba. Parecía como si hubiera hecho una broma pero se mantenía serio y atento a todo alrededor, como si enserio le preocupase alguna cosa.
—Es una trampa —anunció con seguridad—. Los goblins están aquí, tenemos que irnos.
Sin desperdiciar tiempo, Dillon tomó de mi mano y comenzó a guiarme de regreso hacia donde habíamos dejado el auto a toda velocidad, como si alguna de esas criaturas permaneciera detrás de nosotros.
—¿Había goblins cuando viniste con Gwenhwyar?
—No —respondió sin disminuir la velocidad—. Pero al menos sabemos con certeza que algo buscaba Gwenhwyar.
MI impaciencia crecía ante la intriga de saber que era lo que ocultaba Gwenhwyar de nosotros. Dillon confiaba plenamente en ella y en teoría yo también; sin embargo eso había comenzado a cambiar.
—¿Le exigirás una respuesta de lo que ocurre? —le cuestioné.
—No, si lo hago solo se molestará con nosotros por haber interferido sin su permiso y no obtendré una respuesta.
—¿Entonces que haremos?
—Encontrar un modo de pasar a los goblins.
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Espero que enserio les esté gustando la historia. Lamento no haber actualizado la semana pasada pero estaba en proceso de regreso a clases.
En cuanto pueda agregaré dibujos digitales.
Nueva portada (aprovechando que ya se mencionó el tema de las alas) :
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