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Capítulo 15



Definitivamente Dillon me había salvado de dos días extras en la panadería. La excusa de práctica de magia había resultado excelente, no solo porque el aprender de él resultaba más fácil que los métodos que Gwenhwyar solía enseñarme, también porque era divertido poder practicar sobre Darren. Aunque eso no significaba que no me alegrara volver a clases.

La mañana había comenzado a tomar su curso con normalidad hasta el momento en el que llegó el mensaje de Dillon avisando que no podría pasar por mí. Había sido extraño, pero decidí no darle seguimiento y tomar en su lugar un buen desayuno. Y Al ver que aún quedaba tiempo, decidí caminar.

Al llegar a la escuela, fui primeramente a mí casillero, metiendo mi mochila y sacando de él tan solo mi cuaderno y los libros de mis dos primeras clases.

—Ela.

Cerré mi casillero al momento de escuchar la voz de Dillon decir mi nombre. Encontrándolo, sosteniendo un enorme ramo de pequeñas flores amarillas con grandes tallos y hojas verdes.

No era la primera vez que veía esas flores a pesar de no ser muy comunes. La primera vez había sido en mi habitación cuando desperté el día que recuperé mis poderes, y la segunda vez las había visto en uno de los libros que Gwenhwyar me había dado a estudiar.

—¿Por qué traes eso? —le pregunté, refiriéndome a las flores.

—Son para ti —respondió, extendiéndome el ramo.

Lo tomé, no muy convencida de lo que sucedía. No había ninguna razón para recibir flores de Dillon, o simplemente flores. La expresión que Dillon mantenía tampoco ayudaba a saber la razón de por qué me las daba.

—¿Y por qué me las das?

—Escucha, iré con Gwenhwyar al bosque, no me dijo que buscaría pero al parecer es importante. Necesito que conviertas las flores en cenizas y las expresas por el perímetro exterior de tu casa, la de Darren y la mía si aún no llegó a tiempo —ordenó.

Concentré mi vista en la flores, recordando la información que había leído en el libro. Eran hipérico, y lo que pedía Dillon, era el método que se utilizaba siglos atrás para proteger las casas de los Goblins.

Había tanta información inconclusa en tan pocas palabras. Empezando en por qué irán al bosque y por qué la impulsiva necesidad de cubrir el exterior de nuestros hogares con las cenizas de flores.

—¿Hay algo de lo que deba estar enterada? ¿O preocupada? —cuestioné con tono autoritario.

—Sólo te digo lo que Gwenhwyar me dijo que te dijera. Si hay algo que saber, no estoy enterado —contestó a secas.

—Ok... ¿Pero debo de...?

—Tengo que irme Ela —me interrumpió abruptamente.

Lo miré caminar hacia la salida, a la vez que trataba de procesar lo que había sucedió. Miré hacia las flores carentes de belleza dudando en meterlas a mi casillero o cargarlas conmigo durante todo el día. Desafortunadamente, la primera opción no había funcionado debido al enorme tamaño del ramo que Dillon me había entregado.

Antes de entrar a mi primera clase le envié un mensaje a Darren diciéndole que me buscará a la hora de la salida. Una de las desventajas de no tener a Dillon por este día sería que regresaría del mismo modo en el que había llegado, caminando. Y como si no fuese poco, el jueves era el día más pesado de la semana debido a las dos largas horas de matemáticas.

Al entrar al salón de matemáticas, el grupo de chicas que se sentaba al frente del salón, el cual siempre intentaba ganarse a la profesor y cuyos nombres rimaban, se acercó a mí, impidiéndome el paso a mi asiento

—¿Es cierto? —me preguntó la chica de cabellera negra.

—¿Es cierto que? —pregunté dudosa.

Me resultaba raro que las cuatro se acercaran a mí al mismo tiempo, pero más extraño era la emoción que proyectaban en sus rostros.

—Cara vio cuando el chico nuevo pelirrojo te dio esas flores —dijo la rubia señalando a la morena—. Y Cadhla escuchó que te invitó a salir.

—¡Claro que no Caragh! Dije que me pareció escuchar, pero no estoy segura —le corrigió la de cabello café claro a la rubia.

—¿Te invitó? —preguntó de manera impaciente de nuevo la de cabellera negra.

—No seas impaciente Ciara —le retó la rubia.

Sus nombres me causaban dolor de cabeza, y su modo de acercarse a mí me ponía incómoda.

—No. No me invitó a salir —aclaré, sin dejarlas muy convencidas.

—¿Entonces por qué te dio un enorme ramo de flores? —cuestionó la morena.

Para proteger nuestras casas de criaturas mágicas malvadasMe respondí a mí misma.

No lograba comprender el porqué de su interés en Dillon y en mí. Aunque si era sincera conmigo, podría ser más interés por parte de él, algo que no era muy difícil de comprender, después de todo, era Dillon.

—¿Se confesó? —insinuó la de cabellera café claro.

—No —respondí con impaciencia—. Son para un proyecto que tenemos en equipo, estas flores serán incineradas.

Me abrí paso entre ellas utilizando un poco la fuerza y caminé hacia mi lugar. Pero eso no bastó para alejarme de ellas puesto que me siguieron.

—¿Entonces no están saliendo —preguntó la rubia.

Negué.

—¿Sabes si está saliendo con alguien? —preguntó la de cabellera negra.

—No está saliendo con nadie ¿Por qué les interesa tanto?

Ninguna de las cuatro respondió mi pregunta con rapidez. Tan sólo se voltearon a ver entre ellas mismas, poniendo una enorme sonrisa.

—¿Lo has visto? —chilló la rubia.

—Si, todos los días —respondí sin compartir su emoción.

Nuevamente voltearon a verse entre ellas. Y por un segundo, pareció como si se comunicarán con la mirada.

—Eres su mejor amiga ¿Cierto? —me preguntó la morena.

—Se podría decir.

Ante mi respuesta, las cuatro chicas, de manera coordinada, sacaron de sus bolsos post-its de diferentes colores los cuales pegaron sobre mi mesabanco. En ellos, se podía leer sus nombres y lo que parecía ser, sus números telefónicos.

—¿Siempre tienen listos papelitos con sus nombres y sus números telefónicos? —bromeé, soltando una risa.

—Si —contestaron con seriedad, las cuatro en sincronía.

—Dáselos a tu amigo —me pidió la morena—. Y si no está de más... habla bien de nosotras.

A medida que las cuatro de alejaban de mi mesabanco para ir a los suyos, guardé las notas que me habían entregado. Sabía que existía un enorme porcentaje de que Dillon las ignorara, pero de todas formas, se las daría.

La profesor no llegó mucho antes de que el timbre indicando el inicio de la primera hora de la clase sonara.

Las excusas para no prestar atención en clases parecían acumularse en mi cabeza tratando de convencerme que eran más importante que unas simples clases. Primero había sido mi angustia al saber que Darren nos había ignorado por completo cuando descubrió que era un hada, y ahora era la curiosidad por saber qué es lo que Dillon y Gwenhwyar hacían en el bosque.

Me sorprendía que tanto podía divagar en mi propia cabeza, y cuanto tiempo podía perder sin percatarme, y eso me preocupaba. Era importante el tema fantástico que resultaba ser verdadero, así como lo era el poder graduarme con buenas calificaciones y lo cual estaba fallando. En vez de ser la favorita de los maestros era la del fondo que no respondía preguntas y que ya había sido expulsada por dos días por demostrar desinterés en clases al saltárselas con sus amigos.

Estaba en problemas.

Conforme pasaban las clases, cargar el ramo parecía pesar más. Mis brazos estaban cansados. Pero había dejado todo esos de lado al momento en que la clase de ciencias sociales, la última, había terminado.

Recogí mis cosas incluyendo las flores y salí con prisa hasta la salida principal de la escuela, para esperar a Darren como le había especificado en el mensaje que le había enviado en la mañana.

—¡Ela!

Volteé al escuchar la voz de Darren.

—¡Hey! Tendremos que irnos caminando ¿Vamos?

Me giré y bajé un escalón. Pero me detuve al notar que Darren seguía en el mismo lugar.

—Alto. Necesitas explicarme tu mensaje ¿Por qué Dillon está en el bosque? ¿Los goblins volvieron a atacar? ¿Qué están buscando? —comenzó a invadirme de preguntas.

—No lo sé. No me dijo nada —respondí de manera franca—. Solo me dio instrucciones de esparcir las cenizas de las flores por fuera de nuestras casas.

Darren asintió con lentitud, tratando de procesar mis palabras.

—Bien, vamos.

El recorrido a mi casa había sido diferente al de la mañana, un poco agobiante me atrevería llamarlo. Mi mente no dejaba de crear diversos escenarios en donde se mostraba una razón que justificaría la urgencia de cubrir nuestras casas con las cenizas de hipérico, en donde muchas de ellas mostraban a los Goblins revelándose aún más de lo que ya habían hecho.

—¿Crees que tu mamá nos dé de comer? —preguntó Darren al momento de llegar a mi casa.

—No, a esta hora aún está en la panadería.

Me aproximé a la puerta coloqué la llave en la cerradura para abrirla, cayendo en cuenta que ya estaba.

Mi paranoia comenzó a invadir mis pensamiento al tener en cuenta que ambos de mis padres seguían trabajando a esta hora. Abrí la puerta con cuidado tratando de realizar el mínimo de ruido posible. Al entrar a la sala, el vago sonido de diversas voces me alertaron. Con una señal, le indique a Darren que entrará manteniendo su distancia detrás de mí.

Coloqué las flores en el sofá y ambos caminamos con sigilo hacia el comedor. Lo que mis ojos vieron al entrar, me hicieron desear cualquiera de mis creencias paranoicas que había imaginado cuando encontré mi casa abierta, pues eran mejor que las visitas que se encontraban charlando con mi mamá.

Las tres se levantaron al instante al percatarse de mi presencia y la de Darren.

—¡Ela! ¡Qué bueno que llegas! —me recibió mi mamá con alegría.

—¿No se supone que tu deberías de estar trabajando? Y ellas a setecientos kilómetros de aquí... en Londres.

Había recibido tres miradas diferentes. Una reprensora por parte de mamá, una fulminante por parte de mi prima y una completamente vacía de sentimiento, como solía ser comúnmente, por parte de mi tía, la hermana de mamá.

—Espero que con eso te refieras a que te da un gusto verlas después de tanto tiempo —trató de disfrazar mi mamá.

—Si... eso que dijiste.

—Un gusto verte a ti también Ela —me saludó mi tía sin dejar su fría actitud que dejaba escalofríos.

Bajé mi mochila dejándola al lado de la mesa.

Avancé un poco tratando de acercarme a ellas, aun sabiendo dentro de mí que preferiría correr hacia la puerta.

Mi teléfono comenzó a sonar pero decidí ignorarlo. Por primera vez está interesada en lo que ellas tenían para decir, sobre todo el tiempo que se quedarían en la ciudad puesto que ansiaba saber cuándo se irían.

—¿Cuánto tiempo se van a quedar? —pregunté fingiendo curiosidad.

—¡Wow! Enserio pareciera como si no te agradara nuestra visita —dijo mi prima.

—¿No se supone que aún están en clases? —la ignoré haciéndole otra pregunta.

Ignoré las señas de mi mamá indicándome que me quedara callada. Apreciaba a su hermana mayor y sospechaba que de cierto modo la admiraba a pesar de dos matrimonios fallidos y otro divorcio en proceso, algo que nunca comprendí. Pero yo no lo hacía, y no me daba miedo de demostrarlo.

—Tengo permiso de estar ausente hasta el regreso de las vacaciones navideñas —respondió mi prima con una su habitual malévola sonrisa.

—¿Dos... meses? ¿Se quedarán dos meses? —pregunté insegura, anhelando otra respuesta que indicará un tiempo más corto.

—Por ahora —respondió mi tía.

El sonido de un teléfono comenzó a escucharse, esta vez siendo el de Darren, de quien me había olvidado.

—Es Dillon —me avisó antes de salir del comedor.

Al instante de escuchar a Darren mencionar el nombre de Dillon me enfoqué en la tarea central, las flores. Necesitaba incinerarlas y no podría hacerlo con ellas dos en mi casa. No podía prestarles atención a ellas, sea lo que fuese que estuviese sucediendo era más importante.

—Interesante charla, hermoso reencuentro. Mamá tengo que irme —le avisé, tomando mi mochila.

—¿A dónde vas? ¿Acabas de llegar?

—Ela —me llamo Darren, entrando al comedor— Dillon está a punto de llegar.

El timbre de mi puerta sonó al momento en el que Darren terminó su aviso.

Asentí ante la pregunta que Darren dio a entender con su mano sobre abrir la puerta.

—Bien, me voy, tengo clases —le dije a mi mamá esperando que entendiera mi referencia.

—¡Cierto! Lo había olvidado. Toma una barra de proteína, están...

—Arriba del refrigerador —le interrumpí acercándome a este.

Tomé una de las barras y la guardé en mi mochila. Cuando me di la vuelta, la presencia de Dillon sosteniendo el ramo de flores que había dejado en el sofá llamó mi atención, y como de costumbre, la de mi madre.

—Buenas tardes —saludó Dillon— ¿Nos vamos?

Asentí de manera frenética, necesitaba salir de mi casa.

—¿A dónde van? —preguntó mi prima al momento de notar nuestra intención de irnos—. Si se puede saber. Claro.

Sabría lo que haría. Entrometerse. Como lo hacía cada vez que teníamos este tipo de improvisadas reuniones familiares.

—Tenemos clases —repetí—. De botánica —añadí al recibir su cuestionante mirada.

—Aprender sobre flores suena interesante. Y tu amigo pelirrojo se ve agradable —comentó mi prima— ¿Puedo acompañarlos? Estoy segura de que podría ser una observable en su clase.

—No creo que la profesora...

—¡Claro que puedes venir! —le interrumpí a Dillon—. Mamá, tal vez Adeline pueda usar los guantes de jardinería de papá, y creo que podrías usar mi mandil para que los gusanos fertilizadores no caigan en tu vestido.

Sonreí al ver la cara de pánico de mi prima y la de mi tía. Era simplemente gratificante.

Empujé a Dillon y Darren levemente hasta salir de mi casa sabiendo con certeza que mi prima no insistirá en acompañarnos si había de por medio cualquier cosa que podría arruinar sus manos, cabello o vestimenta.

—No sé por qué pero tuve la sensación de que ustedes dos no son muy cercanas —dijo Dillon una vez estábamos dentro de su auto.

—¡Por qué no lo somos! —grité—. Nos detestamos mutuamente.

Siempre había sido así. Me hacía ver como la oveja negra inculta de la familia de mi mamá, y en ciertas ocasiones se encargaba de hacerme sentir que era la favorita de mis abuelos.

—Se mira agradable —comentó Darren.

—¡PUES NO LO ES! —grité con frustración.

Dillon concentró su mirada en el camino y Darren en la ventana ante mi reacción, ambos tratando de desviar su atención de mí.

Poco después de salir de casa, le envíe un mensaje a mi papá alertándolo sobre la visita inesperada de la familia de mi mamá. Casi al instante respondió al mensaje explicando una excusa que le diría a mi mamá para llegar tarde. Pues era obvio que con las altas expectativas que la hermana de mi mamá y mi prima mantenían, quedarse en mi casa en donde no había cuartos extras era algo inimaginable para ellas.

Mi teléfono comenzó a sonar. Había pensado que era mi padre el que llamaba para quejarse sobre por qué la hermana de mamá nos visitaba, pero no, había sido Poppy pidiendo una videollamada, por lo que no dudé en contestarle.

—¡Ela! —chilló Poppy con entusiasmo apenas me uní a la video llamada—. Olivia y yo tenemos noticias.

La cámara de Poppy se enfocó en el rostro de Olivia, quien al igual que ella, permanecía igual de emocionada, por lo que asumí que se trataba de algo bueno.

—Yo también. Adeline y mi, tía están en mi casa —solté sin detenerme a pensarlo.

—¡¿Qué?! —exclamó Poppy.

Ambas había quedado pasmadas con la noticia. Estaba segura de que aun recordaban en encuentro que tuvimos en la playa con mi prima y sus amigos, y la humillación que sentimos aquel día.

—¿Te obligó a hacer una reverencia esta vez? —se burló Olivia.

—Ha-Ha. Muy gracioso. Papá le dirá una excusa a mi mamá para no tener que verlas.

—Inteligente movimiento —dijo Oliva entre risas.

—Espero que me digan algo bueno que mejore mi día ¿Sucedió algo?

Ambas volvieron a sonreír casi al instante, necesitaba escuchar cosas alegres de manera inmediata para distraerme de el hecho de que estaré con ellas por dos meses enteros.

—Recibimos llamadas de Cambridge —dijo Poppy tratando de mantenerse calmada—. Ambas ya tenemos el día de nuestra entrevista virtual. ¡La tengo el siete de diciembre! —gritó de alegría.

—Yo la tengo el dos de diciembre —presumió Olivia.

Me alegré por ellas por un momento antes de caer en cuenta que no había obtenido ninguna llamada de la universidad.

Su silencio era una clara señal de que esperaban una respuesta igual de buena de mi parte, pero no la tenía, y después de no decirles lo que esperaban escuchar, sus sonrisas desaparecieron.

—Tranquila Ela, te llamarán —aseguró Olivia.

—Entre otras noticias... ¡Estamos en la penúltima etapa de convencer a nuestros padres de dejarnos pasar navidad contigo!

Grité. Grité tan fuerte como pude, ocasionando que Dillon frenará el auto de imprevisto. Darren se quejó del golpe que había recibido y Dillon de mi grito, pero ignoré a ambos.

—¿Van a venir? —les obligué a confirmar.

—Estamos en eso —respondió Olivia—, y por eso te hablamos. Creemos que nos dejarán ir si nos quedamos en tu casa ¿Crees que se pueda?

Mis emociones eran una montaña rusa. Subían y bajaban. Y permanecieron abajo en cuanto caí en cuenta que no teníamos espacio para ellas.

—¿La idea de un hotel no podría convencerlos?

Ambas voltearon a verse, y sus miradas contestaban mi pregunta. No.

—Intentaremos convencerlos. Pero con eso nuestras oportunidades de ir decayeron a un treinta por ciento —confesó Poppy.

—De acuerdo. Habló con ustedes en la noche, tengo asuntos de hada que resolver.

Las dos se despidieron de mi sin ánimos antes de colgar la video llamada. No esperaba que una noticia buena terminará siendo el doble de deprimente.

Dillon volvió a conducir, esta vez sin detenerse hasta llegar a su casa. Al entrar, Darren fue directamente hasta la cocina y sin prudencia alguna saqueó la nevera de Dillon buscando comida sin tener éxito alguno de encontrar algo más que verduras.

—¿Puedes ordenar una pizza? —le pidió Darren a Dillon

Sin decir nada, Dillon salió de la cocina para ir hacia la sala y salir hasta el jardín.

—Eso es un no —le dije para después seguir a Dillon.

Sentí a Darren caminar detrás mío, haciendo una entrada dramática al jardín anunciando que moriría de hambre, la cual convenció a Dillon casi al instante de dejarlo pedir la pizza. Y ante obtener lo que quería, Darren volvió a entrar a la casa.

—Siempre tiene hambre —se quejó.

No pude evitar reír.

Ambos comenzamos a caminar un poco más, alejándonos de la casa. Dillon, quien aún sostenía el ramo de flores lo dejó sobre una pequeña área pavimentada para después sentarse frente a él, indicándome al instante que hiciera lo mismo.

—¿Crees que con esas flores sea suficiente? —le pregunté al estar sentada.

—¿Por qué las detestas? —preguntó repentinamente sin contestar a mi pregunta.

Era más que obvio que se refería a mi tía y a mi prima. Era la primera vez que Dillon preguntaba acerca de mi familia, y la primera vez que lo sentía curioso respecto a algo.

—¡Porque son seres humanos detestables! —contesté sin medir mi tono de voz—. Mi tía nos mira como si fuésemos insuficientes y mi prima me humilla en cada oportunidad que tiene sólo porque es mejor que yo.

—¿Por qué se cree mejor que tú? —se burló Dillon de mis palabras, tratando de hacerme sonar como una ridícula.

—No. Es mejor que yo —afirme corrigiéndolo.

Dillon arqueo una ceja para después estallar en risas por completo. Era claro que no entendía mi situación ¿Y cómo podría hacerlo? Podría afirmar ciegamente que era él la estrella de su familia, pero en cuanto mi familia, lo era Adeline.

—Estas exagerando —dijo una vez dejar de reír.

—¡No lo estoy! Todos la admiran, mis abuelos, mi mamá y sus casi un millón de seguidores in Instagram. Ganó la lotería en genética, siempre gana en las competencias de Polo y tiene un perfecto cabello. ¡Además hasta su nombre suena mejor que el mío! —me quejé.

Si alguien se atrevía a peguntarme si la envidiaba, posiblemente mi respuesta fuera positiva. Pero no era la razón principal de mi desagrado por ella. Sino lo que hacía para salirse con la suya incriminándome de todo para sentirse satisfecha.

—Había escuchado sobre como las chicas se odian entre sí, pero esto es ridículo —volvió a reír—. ¿Cómo es que te fijas hasta en el detalle de su nombre? Eso es... es... —rompió en carcajadas, dejando la frase incompleta.

—Su nombre es Lady Adeline Shirelle Darlington Quigley. Ríete de eso.

A pesar de mi sarcasmo, sus carcajadas se hicieron más fuertes, como si verdaderamente encontrará algo gracioso entre mis palabras.

—¿Quién le pone a su hija Lady como primer nombre? —mofó.

—Oh no. Lady no es su nombre, Lady es su título noble —le aclaré. Borrando su sonrisa y callando su burlesca risa.

—Tu prima, la que estaba en tu casa, la rubia ¿Tiene título noble? —asentí— ¿Cómo es eso posible? —cuestionó.

Lo mismo me preguntaba desde que sabía que estaba relacionada a esa egocéntrica y manipuladora chica la cual lamentablemente era mi prima.

¿Cómo era posible que de todas las personas con familias comunes ella fuese la afortunada de portar un título noble? Obviamente sabía la respuesta y su suerte no era más que parte de exitoso plan llevado a cabo.

—El segundo matrimonio de mi tía fue con un Sr. —aclaré—. Ella perdió su título al divorciarse, pero como mi prima era su hija biológica, mantuvo el título —le expliqué saltándome la complicada historia que mamá había tratado de disfrazar como su hubiese sufrido un cuento de hadas.

—¿Y por eso la odias?

No me contuve en gritar con frustración.

—¡No! Lo hago porque es cruel. Una vez, cortó todos sus rostros de las fotos de la casa de mi abuela y escondió las tijeras en mi mochila. Mi abuela y mi mamá pensaron que era yo y hasta el día de hoy no me creen que fue ella. Teníamos tan sólo seis años.

Mi intención inicial no había sido darle a conocer un oscuro lado de mi infancia. Pero tan sólo uno de los cientos de anécdotas bastaron para hacerle entender qué clase de persona era la sobrina de mi madre.

—Creo que mi familia no es la única con drama —se limitó a decir.

—¿Podemos volver a lo de las flores? —le imploré—. Quisiera ignorar que tendré que lidiar con ellas cuando regrese a casa por un momento.

Dillon resopló de cansancio.

Había determinado cuestionable sobre su pequeño viaje a lo más profundo del bosque que había realizado con Gwenhwyar. Pero lo olvidé al momento de llegar a mi casa.

—Bien. Ve convirtiendo los ramos que te dé en cenizas, yo trataré de crecer más flores.

—¿Me dirás que encontraron en el bosque? ¿O que estaban buscando? —me atreví a preguntarle.

—No sé qué estábamos buscando, Gwenhwyar no me dijo. Pero nos fuimos con las manos vacías.

No sonaba muy convincente la respuesta de Dillon, pero estaba segura de que decía la verdad. Preguntarle a Gwenhwyar tampoco serviría, puesto que estaba segura de que no me daría una respuesta.

—¿Crees que algo malo este sucediendo como para que no nos diga nada?

Dillon se quedó un momento en silencio pensando en una respuesta.

—Creo que... por alguna razón me dijo que protegiéramos nuestros hogares.

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No sé si lo notaron pero todos los capítulos hasta este punto tienen dibujo digital. Espero que les gusten, y que les esté gustando la historia.

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