Epílogo 💀
Todo había terminado. Las pesadillas de Park Ji Min no aparecieron más, sus miedo se fueron, al igual que sus preocupaciones. Ahora volvía a vivir, volvía a respirar con tranquilidad. Cada día que despertaba, daba un salto de su cama, se miraba al espejo y sonreía. Abrazaba a sus padres, le decía que los quería y se marchaba a la escuela.
Parecía un sueño, un hermoso sueño del que nunca quisiera despertar. Volver a la escuela ya no le resultaba una tortura, su vida había cambiado definitivamente después de que Amon desapareciera para siempre.
Las mañanas eran agradables. Saludaba a quienes ahora eran sus amigos; la actitud de Se Hun dio un giro inesperado, ya no era aquel famoso gamberro al que todos le temían, ya no era así. Lu Han ahora dejó de lado su timidez, se hizo más sociable y formó parte del club de lectura donde hizo nuevas amistades. Ho Seok y Tae Hyung terminaron por integrarse al grupo de amistad de Ji Min, con los otros dos chicos. El profesor Nam Joon siguió dando sus clases de literatura, siempre junto a Jin.
Todo iba de maravilla.
Los meses pasaron y, así, llegó el día en que Ji Min logró graduarse. Como todos lo año, el director organizaba una ceremonia para los alumnos de último año en que se daba una charla sobre el ingreso a la universidad y se les entregaba un pequeño diploma. Ji Min acabó siendo uno de los alumnos con la notas más altas, y así su esfuerzo por terminar tuvo su recompensa. Sus padres celebraron escandalosamente, como siempre avergonzando a su hijo, pero a pesar de que la emoción de ambos fue vista como una exageración por parte de otros, Ji Min se sintió feliz por verlos bien. Ya no discutían, su padre ahora escuchaba atentamente sus opiniones y sus problemas y lo consultaba con su esposa para ayudar al menor.
Y Yoon Gi simplemente comenzó de nuevo su vida, en otro año al que tuvo que saber adaptarse. Aunque en realidad no se le hizo ningún problema. Pasó por varias décadas cuando Amon estuvo su cuerpo y tuvo que adaptarse a cada tiempo. Obviamente que toda la modernización lo impresionaba y, en ocasiones preguntaba cosas a Ji Min que a éste lo hacían reír. Qué era tal cosa y para qué servía, eran alguna de las muchas preguntas frecuentes con las que el menor se topaba.
El último día, después de la celebración en la escuela, Ji Min fue camino a la casa del profesor Kim Nam Joon, quien había acogido a Yoon Gi, dándole una habitación propia. La oferta no fue rechazada, dado que no tenía donde quedarse ni tampoco tenía familia. Yoon Gi estaba tan agradecido por su amabilidad que le insistió al profesor en ayudarlo en cualquier cosa que necesitara.
—¡Yoon Gi!—gritó Ji Min, golpeando con sus nudillo la puerta.
El peligris lo observó desde la ventana, alzó su mano y la agitó levemente saludándolo. Ji Min sonrió ampliamente, mostrando aquella dulce expresión que hacía tanto tiempo no se veía en su rostro. Rápidamente, el otro bajó para abrirle la puerta; apenas hacerlo, el menor se abalanzó sobre él y lo abrazó como si no lo hubiese visto hacía un tiempo.
—Felicidades—le dijo Yoon Gi, correspondiendo el abrazo—. Nam Joon me dijo que hoy fue tu último de día de clases.
—Sí, lo fue. Siento haber venido tan tarde, mis padres estaban muy emocionados— rio al recordarlo y, con la cabeza apoyada sobre el hombro del otro, observó la casa y la tranquilidad que ahí había—¿Estás aquí solo?
—No lo sé, quizás está Jin, pero sabes que no lo podemos ver.
Ciertamente ninguno de ellos lo podía ver. Jin a veces solía vigilar a Yoon Gi cuando éste salía, no quería que el chico se perdiera o le pasara algo. De todos modos, esa tarde, Nam Joon le dijo al peligris que saldría y por supuesto que el ángel no iba a separarse de su lado, nunca lo hacía.
Entonces Ji Min, se alejó a pocos milímetros del otro y se acercó a su rostro para dejar un suave beso sobre sus labios. Yoon Gi lo tomó de la mano y, después de que sus bocas se separaran, llevó al menor escaleras arriba. La prisa con la que lo llevaba hicieron reír a Ji Min. Después del último escalón, Yoon Gi caminó por el pasillo hasta llegar a la puerta del fondo. Al abrirla, había otra escalera, más estrecha y poco iluminada.
—¿A dónde me llevas?—preguntó curioso.
—Es el ático— Yoon Gi subió hasta que tuvo que abrir una pequeña puerta, empujándola—.Es la segunda vez que vengo aquí.
Al subir, los ojos de Ji Min se encontraron con lo que tal vez podría ser la mejor vista que nunca antes vio. Le recordó a aquella vez que todo había terminado, en ese edificio en construcción, con el atardecer protagonizando un espectáculo de tonos de colores en el cielo. El espacio ahí no era muy grande, pero se veía acogedor. Un gran vidrio les permitía presenciar el atardecer, una de más bellas escenas que pintaba la naturaleza. Ji Min se pegó contra el cristal, mirando el sol esconderse.
—Es hermoso.
—Ji Min—el peligris se acercó hacia él, tomando su mano—.Nunca te dejaré solo.
Sus miradas se conectaron instantáneamente, sumergidas en el silencio del ambiente. No eran necesarias las palabras para que Ji Min dijera que lo sabía y que él haría lo mismo. Por un momento sintieron que todo había desaparecido a su alrededor, sólo escucharon sus respiraciones y los latidos de sus corazones. Con certeza, ambos sabían que ahora sus vidas estaban completas, porque el mal se alejó de sus vidas y la oportunidad de vivir les fue concedida.
Yoon Gi aun era joven, pero aun siéndolo, la edad sólo era un número. Ese número se había quedado suspendido en el tiempo cuando murió y su cuerpo fue arrebatado. Ahora, había vuelto a nacer de algún modo, y aunque no estuviese seguro de si sería un mortal más o tendría alguna especie de condición especial, no le importaba.
Besó los carnosos labios de Ji Min, encajando su boca perfectamente con la de él. Los movimientos leves de cabeza eran como una sutil danza, a la cual se unieron sus manos. Los dedos de peligris acariciaron pacientes bajo las prendas del menor, haciendo que éste sintiera un leve cosquilleo. Los toques, caricias y besos eran algo tan diferente a lo que Ji Min había sentido varias veces atrás cuando había sido obligado. Ahora no tenía miedo, se sentía amado y sabía que Yoon Gi no le haría daño.
Colocaron unas mantas sobre el suelo que habían encontrado en aquel ático y se tumbaron sobre ellas, siguiendo los besos y caricias. Ji Min perdió la timidez que sentía y mientras el otro depositaba sus besos sobre su cuello, sus manos recorrieron su espalda para luego bajar por su cadera hasta tomar los pantalones y tironear un poco de ellos. Yoon Gi sonrió al notarlo y ayudó al menor a hacer la tarea más fácil; las ropas de ambos en cuestión de segundos acabaron esparcidas a su alrededor.
El lugar era únicamente iluminado por el atardecer, dejándolos media a oscuras. Sus cuerpos desnudos formaban parte de lentos movimientos que los hacían sentir miles de sensaciones. Sus manos se juntaron y entrelazaron entre jadeos y miradas profundas. Esa tarde habían hecho el amor, limpiando los malos recuerdos que Ji Min había sufrido. La voz de Yoon Gi se coló entre susurros por su oído diciéndole lo mucho que lo amaba y, Ji Min, sintiendo el calor en sus mejillas le devolvió las mismas.
En cuanto el sol se fue, las nubes fueron despejando el cielo, dándole la bienvenida a la noche. Ji Min y Yoon Gi cayeron así en el más profundo de los sueños, aun con sus manos entrelazadas, con la sensación de que por fin había llegado el momento en que serían felices.
Muchas gracias por llegar hasta aquí. Espero que hayas disfrutado de esta historia.
Nos vemos en la segunda parte
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