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57 Final

Ese ser despreciable que lo observaba detenidamente con la mirada llena de odio, ese ser que jugó con él y que lo engañó... Amon estaba pensando hacer algo que nunca antes se le pasó por la cabeza por creer que ese chico era débil, sin posibilidad de contenerlo en su interior. Sabía que debía encontrar pronto un cuerpo y Se Hun era una opción que le había traído obstáculos. Ji Min había sido perfecto para pasar momentos entretenidos, pero luego se convirtió en un estorbo y, ahora, iba a hacer que lo pagara.


—Haré de tu vida un verdadero infierno, Park Ji Min. Más de lo que ya lo fue.


La voz profunda y tétrica hacía un eco inmenso en el lugar; Ji Min se encogió en su lugar y sus ojos sólo pudieron mirar al demonio con extraño aspecto. Ni siquiera en pesadillas hubiera podido imaginar algo así, tan intimidante y macabro.

Yoon Gi estaba tirado en el piso, por lo que no podía hacer nada, y además parecía estar inconsciente.

Dentro de su cabeza, Ji Min vio pasar imágenes que iban y venían como en un efecto de flash. Eran apenas milésimas de segundos los que pasaban; algunas podía distinguirlas y otras no, la mayoría estaban distorsionadas y se mezclaban entre el pasado y el presente. Ji Min vio su fin llegar a cada milímetro que él se acercaba. Sus ojos comenzaron a arder y esto lo llevó a sentir las lágrimas salir y resbalar por sus mejillas. Miró a Yoon Gi, quien seguía allí tirado como si estuviese muerto. Y a pesar de que Ji Min no estaba seguro de que había pasado con él, si en verdad había muerto era algo que lamentablemente sospechaba que podía pasar. No quería darlo por hecho porque creía que la esperanza, aunque fuera mínima, debía seguir ahí. Haber luchado para que ambos acabaran de la peor manera no era lo que esperaba.


—Yoon Gi—pronunció su nombre en un susurro, mientras que su llanto se intensificaba y Amon lo acorralaba cada vez más entre las sombras que se desprendían a su alrededor—.Lo siento.


Apretó con fuerza al cerrar sus ojos y se cubrió rápidamente con sus brazos, sintiendo aquellas sombras negras enfriar su cuerpo generándole escalofríos. La sensación se volvió cada vez más dolorosa, como si se abriese paso entre su piel. Amon lo estaba haciendo sufrir de dolor antes de entrar en su cuerpo; la tortura se hizo lenta, los chillidos de Ji Min resonaron en aquel piso, su cuerpo se retorció en el suelo ante la profunda y oscura mirada del demonio. No tardó en escuchar su horrible carcajada diabólica y sentir como a poco su cuerpo se iba dejando abrazar por la muerte. El dolor tan intenso que, en un principio, le fue insoportable, de a poco se transformaba en un simple hormigueo y así hasta que sus músculos se relajaron y la sensación de pesadez lo abandonó.

Todo estaba oscuro. El silencio era tal que parecía que todo a su alrededor de repente había desaparecido. No estaba seguro de si Amon había hecho lo que dijo, meterse en su cuerpo. Pero la sensación que tenia era demasiado extraña. Por un momento creyó que su mente lo había llevado a otro lugar para no sentir más la tortura del demonio, pero parecía no ser así.

Se preguntó a sí mismo si acaso estaba soñando, si todo era parte de una pesadilla.

Todo seguía oscuro y silencioso.

El ambiente siguió igual por unos segundos hasta que, a lo lejos, Ji Min pudo ver algo acercarse. Era una luz blanca, la cual se hacia cada vez más intensa hasta el punto de hacerse insoportable a la vista. Tuvo miedo de seguir mirándola, no porque fuera a hacer algo, si no porque era demasiado brillante como para soportarla.

Después de que se acercó hasta él, Ji Min escuchó un fuerte ruido y reaccionó. La tranquilidad desapareció, sus ojos volvieron a abrirse y cerrarse en un constante parpadeo para encontrarse con una escena que lo desorientó por completo.

Amon estaba alejado de su lado y junto a él había alguien que Ji Min nunca antes vio. Era una figura de estatura alta, vestida de blanco y que tras su espalda extendía unas enormes alas de brillantes plumas.


—¿Cómo es posible que sigas vivo?—la voz distorsionada de Amon retumbó en los oídos de Ji Min, obligándolo a taparse. Su tono sonaba agresivo, enfurecido.


—Eso es algo que un demonio como tú nunca comprendería. Ahora, te haré regresar a donde perteneces.


Ji Min frotó sus ojos con fuerza sin poder creer que aquello era en realidad un ángel. Estaba seguro que él era a quien Lu Han había visto, aquel que el profesor Nam Joon tenia a su lado. Pero, ¿por qué ahora podía verlo? Algo extraño sucedía. Y, aun así, siguió observando la escena.

Amon gruñó enfurecido por la interrupción de Jin, quien había entrado justo antes de que lograra su objetivo. El ángel, ahora totalmente recuperado, portaba en su mano derecha una espada de plata con letras grabadas en la hoja. Aquel arma estuvo resguardada como el tesoro más valioso del mundo por Nam Joon. Era una reliquia importante que lo acompañó durante los años pasados en su lucha contra los seres del infierno. Sólo Jin podía hacer uso de ella, y aquel era el momento en que debía usarla para terminar con Amon.

Las sombras se entremezclaban con la luz, Jin era perseguido por Amon para arrebatarle la espada. Los ojos de Ji Min seguían cada movimiento de aquellos dos seres mientras peleaban. Olvidó por un momento que todo estaba siendo parte parte la realidad y, en ese instante, volvió a mirar a Yoon Gi. Corrió entonces hacia él, se arrodilló a su lado y lo intentó levantar.


—¡Yoon Gi, despierta!— sus manos lo movieron torpemente en un intento por sujetarlo y tenerlo entre sus brazos—¡Por favor, abre los ojos!


Los nervios hicieron que se mordiera sus labios. Una vez que lo pudo levantar un poco, observó su rostro. Se veía enfermo, sus labios habían tomado un color morado pálido y bajo sus ojos unas marcas oscuras. No se veía nada bien. Ji Min buscó una señal de pulso, buscó la esperanza de escuchar sus latidos, pero no había nada.

Se aferró a ese delgado cuerpo, abrazándolo y sintiéndose culpable por no haber hecho nada, por haber sido un inútil. Sus lágrimas caían sin cesar, acompañadas de su llanto desgarrado.


—Yoon Gi, lo siento, lo siento...


Repitió la misma frase por un buen rato. No quiso que nada de eso pasara, sus recuerdos que tan tarde habían llegado lo dejaron pensando en lo que podría haber sido volver a estar con Yoon Gi como lo hizo en un pasado. Esa vez que no supo quien era ni lo que quería de él volvió a su mente haciéndolo sentir terriblemente mal. Ahora que sabía por todo lo que pasaron en una horripilante habitación de hospital, sintió su corazón arrugarse hasta querer desaparecer debido a la frustración de lo que estaba pasando. Deseó con su vida escucharlo aunque fuera por última vez.


—Ji Min.


La voz de Yoon Gi de a poco se hacía un lugar en sus oídos como si realmente lo que deseó se hiciera realidad. Murmuró por lo bajo su nombre sin creer que fuera real.


—Ji Min, no llores.


Volvió a escucharlo con claridad. Fue tan cerca de su oído que abrió precipitadamente sus ojos y lo pudo ver. Estaba de pie, observándolo. Su rostro se veía bien, su piel casi brillante y una leve sonrisa que sus rosados labios dibujaban lo hicieron darse cuenta de que en realidad, el cuerpo que sostenía ahora había desaparecido.


—¿Yoon Gi?— Ji Min parpadeó y sonrió sin poder evitarlo. Se levantó rápidamente y corrió para abrazarlo —¡Estás bien! ¡Estamos vivos!


Ambos se apretaron con fuerza, sin intención de soltarse. Yoon Gi respiró de forma irregular debido a la emoción por estar con él después de tantas torturas. Habían pasado tantísimos años desde que empezó a buscarlo y todo se había vuelto tan complicado... Ji Min ahora volvía a llorar, pero de felicidad por saber que ahora ya estaba bien.

Tras ese momento de felicidad, había algo que se le escapaba al pelinegro. Yoon Gi sabía lo que había pasado y no estaba seguro de si Ji Min podría asimilarlo. El cuerpo de éste estaba tendido en el suelo, al igual que el suyo. Todo fue parte de una ilusión del menor por creer que se había librado de Amón. Y lo cierto era que aquella tortura su cuerpo que había estado débil, no la pudo soportar.


—Ji Min— el peligris acarició su rostro y le sonrió tristemente —.No estoy vivo, ni tú tampoco.


Los ojos del menor lo miraron fijamente, sin dejar de sonreír. Suponía que algo estaba fuera de lugar. Esa sensación de tranquilidad dentro de su cuerpo no era normal. En el momento en que vio a aquel ángel, lo sospechó, pero no estaba seguro. Y ahora que sabia que estaba muerto, no le importó. Lo único que a Ji Min le importaba era poder este con él, en paz. Ya nada podía preocuparle, ni siquiera Amon.

Ese demonio y Jin seguían peleando, pero estaba claro que el ángel saldría victorioso. Amon había sobrepasado el límite de su poder, ya no podía contra nadie y eso lo sabia perfectamente, pero su orgullo no le iba permitir rendirse ante un ser enviado por los cielos. El sol se iba a esconder y con ello dejaba rastro de  luces anaranjadas que se reflejaban entre las nubes blancas, pintando de un hermoso color el cielo.

Jin y sus majestuosas alas sobrevolaban el edificio, Amon ya no podía seguir luchando. Estaba perdido.

La espada cortó parte de sus demoniacas alas sin forma haciendo que cayera contra el piso. Jin se detuvo frente a él, sin piedad en su mirada. Un ser como ese no se merecía nada más que la destrucción eterna.


—¡Vas a pagar por esto!¡Tú y todos!—gritó enfurecido.


—El único que pagará serás tú, Amon. Ahora, con el filo de esta espada sagrada, serás destruido y tus cenizas regresarán al infierno para nunca volver.


Jin sostuvo con ambas manos la espada, la llevó hacia atrás y luego la impulsó velozmente en dirección al demonio. El filo sobrepasó su piel sin dificultad, separando la cabeza de su cuerpo. Lo único que salió de aquel corte fueron sombras negras, almas atormentadas que habían estado viviendo en su interior por muchos años. Todas ellas fueron liberadas y Amon comenzó a desvanecerse entre sus propias cenizas, las cuales pronto la brisa  comenzó a llevarse.

Las almas que escaparon rodearon a Jin, agradeciéndole por haberlas salvado. Éste sintió el alivio entrar en su cuerpo, una vez que el grito del demonio se perdió en la lejanía, la espada desapreció de las manos de Jin, transformándose en luz.

Yoon Gi y Ji Min se quedaron abrazados mirando atónitos lo que acababa de ocurrir. Amón se había ido para siempre. El mal había sido derrotado, pero aun siendo así, ellos perdieron algo. Jin los miró fijamente, moviendo un poco sus alas. Se acercó hacia ambos y éstos sin entender qué era lo que haría, dieron un paso atrás.


—Ya se terminó—les dijo en un tono de voz pacífico—.Amon ya no volverá a aparecer nunca más.


—¿Tú eres...?— Ji Min se aferró con fuerza al brazo de Yoon Gi mientras que sus ojos eran cegados por la luz que acompañaba al ángel.


—Sí, soy el ángel guardián de Nam Joon—le sonrió de forma simpática, transmitiéndole tranquilidad al menor—. No debes preocuparte por nada, ya nadie te hará daño, ni a ti ni a él— miró a Yoon Gi—Ahora debo devolverles lo que les pertenece.


—¿A qué te refieres?— Yoon Gi lo miró dubitativo.  


Aquella luz que estaba junto a Jin, se acercó hacia ambos y los rodeó. Ji Min tuvo una sensación muy extraña, estaba un poco asustado de saber qué era aquello, pero Jin le aseguró que ya nada les haría daño. Entonces...¿Qué era eso?


—Le arrebaté la vida a Amon y ahora se la devolveré a ustedes. No merecen morir por su culpa.


Un destello de luz blanco inundó el edificio. El viento sopló intensamente haciendo volar algunas cosas que había al rededor. En la entrada, seis pisos abajo, los demás habían ido corriendo hacia el lugar. Nam Joon iba guiando a los otros dos por entre los escombros. Subieron apresurados las escaleras, esperando encontrarse con Jin. y, cuando llegaron, la luz fue desapareciendo de a poco. Primero se había metido en el cuerpo de Ji Min y luego en el de Yoon Gi. Una vez que la calma volvió, ambos chicos abrieron los ojos y lo primero que vieron, de vuelta en vida, fue uno al otro. 


—Jin...¿Se acabó?—la voz de Nam Joon distrajo al ángel de aquella escena. Lo miró y le asintió con una sonrisa.


Ji Min y Yoon Gi fueron ayudados a levantarse por los demás. Después de que sus cuerpos se relajaran un poco, volvieron a tomare de las manos, a abrazarse y mirarse sin poder creer que realmente estaban vivos de nuevo. Las lágrimas de felicidad resbalaron por las mejillas del menor, quien no pudo evitar taparse el rostro.

Su vida había sido un infierno, había sufrido en el pasado y también en el presente. Ji Min encontró varias piedras en su camino, cada una de ellas se fue haciendo una gran montaña que terminó por tapar su salida. Pensó hacer algo para terminar su sufrimiento y casi lo logró, pero la aparición de quien le había dicho ser el mismísimo Diablo terminó por ser peor de lo que pensó. Y aun sabiendo lo que pasaría, todo lo que soportó teniéndolo a su lado, Ji Min no se rindió porque Yoon Gi estuvo siempre ahí para volver. El haber recuperado eso recuerdos lo hicieron por momentos más débil, pero por eso tampoco se rindió. Lu Han fue importante en su lucha, al igual que su profesor Nam Joon y Jin, a quien ahora no sabía cómo poder agradecerle por salvarlos.


—Gracias—dijo Yoon Gi, mirándolos a todos—.Siento no haber confiado en ti, Lu Han.


Ninguno dijo nada y solamente sonrió. Dejaron que ambos chicos se abrazaran por el tiempo que hiciera falta. Jin dio la vuelta y observó cómo el sol fue tapado por una gran cantidad de nubes de color anaranjado.  Luego sintió la mano de Nam Joon tocar la suya, hasta entrelazarla y apretarla.

Aquel día, la paz fue parte de la atmósfera del lugar. Ji Min y Yoon Gi no se soltaron, temían volver a perderse el uno al otro con tan solo separarse unos pocos centímetros. Sus labios se juntaron como si aquello fuera el primero de los besos que se daban. Sintieron que realmente estaban vivos y el nuevo comienzo de sus vidas iba a florecer. Después de haber perdido tanto, tenían una nueva oportunidad y esta vez nadie los iba a separar, nunca más. 


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