54
Los ángeles fueron agujas, asomados a través de nuestros ojos
Deja que la fea luz esté en el mundo
Ya no estábamos ciegos
Ya no estábamos ciegos.
Ponme en el desfile
Ponme en el desfile de la muerte
Vísteme y tómame
Vísteme y hazme tu Dios muerto
Jin gritó al sentir un terrible e inexplicable dolor en su espalda. En efecto, Amón decidió intentar arrancarle sus alas. Tiró desde donde nacían hacia atrás, con las dos manos. Mientras lo hacía, reía disfrutando la cara de dolor de Nam Joon. No era la primera vez, había torturado a muchas personas a lo largo de los años, y no había nada más placentero que arrancarle las alas a un ángel, y más si era uno del que quería vengarse.
—¡Basta, por favor!—suplicó el castaño en un llanto ahogado.
Las cosas se habían ido de control, y mucho. Yoon Gi no podía detenerlo, trataba de luchar una vez más para que dejara de torturar a Seok Jin, pero le era imposible. Sentía que la poca fuerza que tenía era consumida por Amón. Era como una pequeña llama que de a poco se estaba apagando. Y lo peor es que si intentaba dar un último esfuerzo, podía salirle mal y seguramente acabaría muriendo alguien.
Los ojos del profesor se cerraron con fuerza para no seguir viendo más lo que ocurría. Las manos del peligris estaban manchadas de sangre y ésta corría por la espalda del castaño. Verlo y escuchar los gritos era una tortura. La mente tan retorcida del demonio dejaba a Yoon Gi sin ganas de pensar en algo para ayudar.
—Esto es lo que ocurre cuando te atreves a desafiarme— tiró con algo más de fuerza, pero Jin parecía estar rindiéndose.
El cuerpo del castaño dejó de tensarse, su cabeza quedó colgando por el borde de la mesa y cerró sus ojos. Daba por hecho que después de eso moriría. Ya no sería más un ángel, no podría estar al lado de Nam Joon, tampoco podría volver a dar vida a nadie. Por ello se rindió. No suplicó más, pero si se siguió quejando por el dolor.
—Basta— Nam Joon habló, llamando la atención de Amón por aquel tono firme de voz—. Te daré lo que quieres.
—¿No me digas?—Amon soltó a Jin y caminó hasta el peliblanco, que seguía atado a la silla—¿Por qué será que no te creo? Y además... ¿Cómo harás para que venga a mí? Primero hay que deshacerse de ese médium de pacotilla.
Nam suponía que se refería a Lu Han. La desesperación porque dejara de hacer sufrir a Jin lo llevó a decir aquello. Por supuesto que era una mentira, y lo que quería en ese momento era que pareciera lo más creíble posible sólo para ganar algo de tiempo, y si tenia suerte, ser soltado. Pero aunque esto último pasara, Jin era vulnerable y podía ser usado para amenazarlo otra vez.
Suspiró y siguió hablando sobre el tema. En concreto, lo que haría para apartar al chico del camino. Sonaba convincente pero a pesar de que era toda una estrategia, Amón lo escuchaba con la expresión del rostro totalmente seria.
—Te daré a ese chico, lo prometo. Pero deja a Jin en paz.
—¿Tan enamorado estás? —rio con burla y empezó a caminar alrededor de la silla— Está prohibido que los ángeles y humanos tengan relaciones sentimentales... Ambos irán al infierno por esto.
—Tú también mantuviste una relación con...
—No, te equivocas—lo interrumpió —. Ji Min fue puro entretenimiento, lo que Yoon Gi sienta no tiene nada que ver conmigo. Además... Yo ya vengo del infierno.
Con su actitud altanera y egocéntrica, Amón se paseó un rato alrededor del profesor. Si bien era un demonio poderoso, Lu Han era lo único de lo que debía mantenerse apartado y creer o no en la palabra de Nam Joon solo dependía de él.
—Suéltame...—le pidió calmado.
—¿Sabes que si tratas de hacer algo voy a matar a tu angelito?
—Sí, lo sé.
Jin, con las pocas fuerzas que tenía, posó los ojos en el profesor diciéndole con la mirada débil que lo dejara. Para él ya estaba todo perdido y no valía la pena dejarle el camino libre tan fácil.
—Bien.
Amón decidió entonces soltarlo. Quitó las cuerdas y dejó libre al peliblanco. Corrió hacia Seok Jin después de eso y lo atrapó entre sus brazos, mantuvo fija su mirada en el demonólogo, dándole a entender que ante cualquier estupidez, su ángel moriría.
Los tres jóvenes estuvieron corriendo desesperadamente hasta por fin llegar a la casa. Ji Min sintió que algo extraño pasaba, miró a su alrededor y sus ojos percibieron una masa de color negra que invadía toda la vivienda. No supo si era el único que podía verlo, por lo que le preguntó al castaño sobre aquello.
—Está sobrecargado de poder, esto es una especie de barrera seguramente.
—¿Vamos a entrar? —Se Hun preguntó con notoria preocupación y miedo.
—Nosotros sí, tú te quedas afuera.
Lu Han apartó a Se Hun de la puerta, analizó aquella masa negra alrededor de la casa y, sin miedo a tocar, posó su mano en ésta y la abrió como si apartase el humo de algún cigarrillo. Ji Min, asombrado porque no ocurriese nada, lo siguió hasta el interior.
Subieron corriendo las escaleras y abrieron la puerta de aquella habitación.
—¡Profesor!
Los tres allí presentes se giraron a verlos. Amón gruñó con fuerza, sintió un fuerte dolor de cabeza que lo obligó a soltar a Jin y caer de rodillas al suelo.
En ese momento Nam Joon agradeció haber sido soltado. Agarró a Jin entre sus brazos ya que éste se desmayó.
—¡Atrápenlo!—gritó Nam Joon a los dos menores.
Lu Han tenía miedo de acercarse demasiado, era la primera vez que se enfrentaba a algo como eso y no quería fallar. En cambio Ji Min fue rápidamente hacia Amon, intentó agarrarlo para inmovilizarlo ya que se veía débil, pero se confió demasiado y fue empujado contra la pared. Ahora Amon sabía que estaba en problemas, por lo que su víctima dentro de esas cuatro paredes sería Park Ji Min. Lo agarró del cuello como pudo y, aunque se tambaleó un poco, tuvo el impulso necesario para apretar sus dedos contra la garganta del menor como ya había hecho una vez.
—No te atrevas...—miró a Lu Han y lo señaló tembloroso— Lo ahorcaré, mataré a Ji Min... ¡Suelta el libro!
Lu Han estaba invadido por el temor. No podía ver más que los ojos de Ji Min llorosos y su cara tornándose de otro color debido a la asfixia. Además de eso, la mala energía que había en aquel lugar era tal que lo hacia sentir débil. Su mano se relajó y dejó de apretar el libro. Éste cayó al suelo, junto a sus pies abriéndose en una página al azar.
—Ahora... Dame al chico—exigió Amon sin dejar de apretar el cuello de Ji Min.
Ninguno supo qué era lo que debía hacer. Lu Han estaba petrificado y Nam Joon preocupado por el menor. Su cuerpo había sido ligeramente elevado del suelo, lo que lo hacia peor. Su intento por patalear era inútil. Era sorprendente el ver que aún había fuerzas dentro de Amon a pesar de la presencia de Lu Han.
—Yoon Gi, por favor...
La voz de Ji Min, en un pobre intento, logró salir y colarse en los oídos del otro. Al principio no pareció afectarle en nada, pero luego la mano que sostenía su cuello parecía querer soltarlo.
—No, no...—el demonio se quejó —¡Cállate, Yoon Gi no puede contra mí!
El pequeño momento de debilidad fue aprovechado por Lu Han, saliendo de su estado de temor, tomó el libro y pronunció palabras que se encontraban escritas en éste, haciendo que Amon volviera a enloquecer de dolor y rabia por saber que podría ser derrotado.
Nam Joon entonces dejó a Jin con cuidado y fue a por el demonio para atraparlo. Lo retuvo entre sus brazos mientras que gritaba y maldecía por lo que el castaño le estaba haciendo. Ji Min intentó tomar aire y observó con cautela lo que ocurría.
—¡Me duele, para!—la voz demoniaca se mezclaba con la de Yoon Gi.
Lu Han no se detuvo, pero aquello no estaba resultando efectivo. Ji Min vio a través de aquellos ojos que iban más allá del ser demoniaco. Sintió dolor, angustia, notó caer lágrimas gruesas que detuvieron a su corazón. No podía ver lo que estaba ocurriendo, su cuerpo se impulsó hacia Lu Han y le arrebató el libro, dejando al chico estupefacto sin entender por qué lo hacía.
—¡Le haces daño a Yoon Gi!—Ji Min no iba a dejar que todo ese ritual dañase al dueño del verdadero cuerpo.
Detenido todo en la habitación, un codazo que golpeó la mejilla de Nam Joon con fuerza, lo despistó y en cuanto se percató de que sus brazos no sostenían nada, sintió junto a los demás el ruido de cristales romperse.
—¡Maldita sea!—se asomó por la ventana enfurecido.
El demonio había escapado. Lu Han no podía creerlo, miró a Ji Min sin expresión, pero por dentro estaba realmente molesto, incluso tenía ganas de golpearlo.
—Ji Min— el peliblanco se giró hacia el menor y frunció el ceño—¡Lo teníamos!
—¡Le estaba haciendo daño!—respondió con el mismo tono de voz.
—Han estado muchos años juntos, casi son uno mismo... Si no hacíamos eso no había otro modo.
A pesar de que era cierto, Ji Min no quería aceptarlo. En ningún momento creyó que podría salir dañado Yoon Gi. Por eso, no quiso escucharlos, a ninguno de los dos. Salió del cuarto corriendo y luego abandonó la casa. Los llamados de los demás no lo iban a detener. Se decidió a seguirlo fuera a donde fuese y a enfrentarlo él mismo.
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