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Cómeme, bébeme, esto es sólo un juego

Así que abriré mi piel y mis escalas.

Veo mi horror reflejado en el ocaso de tu mirada en blanco

Cómeme, bébeme.



Era tarde, habían pasado unas dos horas y Ji Min aún no se atrevía a volver a casa. Tenía miedo de la reacción del demonio al darse cuenta de que Lu Han no había muerto; pero para ello ideó una excusa, si así se la podía llamar. A pesar de que no era bueno mintiendo, y menos en una situación tan seria y peligrosa como esa, debía actuar de una u otra forma, estaba obligado. Caminó por las calles a oscuras, pisando charcos que se habían formado por la lluvia. Su mirada iba perdida al frente; las personas que pasaban a su lado eran simplemente figuras borrosas, como sombras. Aun no había llegado a su casa y el corazón le palpitaba como si estuviese sufriendo de una taquicardia.

En un momento en que sus pies lo detuvieron, su rostro giró a su derecha, encontrándose con un escaparate de vidrios oscuros de un consultorio médico. Allí vio su reflejo y, no sabiendo qué pensar acerca de lo que veía, agachó la mirada como si estuviese apenado. Luego, un susurro entró por su oído. Volvió a levantar la mirada y, frente a él, no pudo ver nada. Se acercó un poco más al vidrio y notó que su ropa había cambiado. Llevaba una especie de pijama blanco, su pelo estaba despeinado y tenía algunas marcas en la cara. Siguió mirando por unos segundos su rostro y de repente, tras él, apareció un anciano un poco más alto que él, muy canoso, con una mirada serena. Ji Min no quiso girarse, sólo lo observó por el vidrio con curiosidad; creía conocer su rostro de algún lado, pero no recordaba. El hombre posó su mano sobre el hombro del menor y se acercó para susurrarle algo al oído.


Te llevaré al Paraíso, Park Ji Min.


Sin nada que responder, Ji Min frunció las cejas y amagó dar la vuelta; los ojos del anciano se volvieron entonces totalmente negros y ante eso, el menor dio un salto. Se giró con rapidez y notó que nadie estaba a su alrededor. Lo había imaginado todo.

Cuando por fin llegó a su casa, con miedo de ingresar, sintió que su cuerpo flaquearía. Su rostro y sus manos estaban limpias de sangre; la pistola se había quedado perdida en alguna parte de la casa de Lu Han que no recordó, quería olvidar aquella imagen. Abrió la puerta con cuidado, y una vez más, el silencio lo perturbó. Entró sin hacer ruido y el único lugar al que quiso ir fue su cuarto; subió las escaleras, agarrándose de la barandilla por miedo a caer.

Su cuerpo se alivió y se relajó al saber que él no estaba ahí. Se tiró entonces sobre su cama y se dejó llevar por el sueño. El cansancio mental y físico era tan grande que enseguida se durmió.



Jin se encontró, a la mañana siguiente después de haber dormido en el sillón, con una escena no muy agradable para sus ojos. Nam Joon y Amy estaban abrazados mientras preparaban el desayuno. La mujer de cabello lacio sonreía como si realmente estuviese enamorada del peliblanco; para el ángel todo era una farsa, aquella mujer sólo estaba con Nam Joon por una cosa, y nunca supo cuál era. Ella tenía dinero, Nam Joon también; así que el asunto no iba por el lado económico. Después surgió en él la absurda idea de que quizás era por el sexo, pero no tenía siquiera sentido sabiendo que andaba con otro a escondidas.

Los miró fastidiado por la patética actitud que ambos tenían. Refregó luego sus ojos con fuerza para desperezarse y bostezó sonoramente para que el peliblanco lo mirase.

Al rato, Amy se marchó. Nam Joon siguió bebiendo su café y se acercó hasta el castaño para sentarse junto a él. Lo miró indiferente y éste también.


—¿Qué pasa contigo?—le apretó una mejilla con fuerza.


—Anoche pasó algo interesante—desvió la cosa a otro tema, antes que decirle que estuvo a punto de vomitar por verlos tan cariñosos—.Fui a la casa de ese chico, Lu Han.


—Oh...—Nam Joon posó sus labios en el borde de la taza para así beber el último sorbo de café tibio.


—¿Recuerdas al otro alumno, Park Ji Min?—el peliblanco lo dudó por un momento y luego asintió varias veces— Él también estuvo allí. Me pidieron ayuda, pero les dije que tú lo harías.


—¿Qué?— soltó un suspiro y seguido masajeó un poco su frente— Seok Jin, ¿podría contarme lo que está pasando? Creo que me perdí. ¿Por qué tengo que ayudarlos?


El castaño comenzó a hablar. Movió rápido sus labios contándole todo lo que pasó en la noche. Mientras las palabras salían de entre sus labios, Nam Joon, quien escuchaba muy atento, asentía. Después de terminada la historia, comprendió la gravedad del asunto.


—Así que hay un demonio suelto. Tenía un extraño presentimiento de que así era.


—Entonces...¿ los ayudarás o no?


La curiosidad de Jin lo hizo sonreír. Debía saber de antemano que no era ningún problema para él ayudar a quien lo necesitara. Asuntos como ese que eran de vida o muerte y, particularmente, en este caso, se le hacía muy interesante ya que era algo que venía tratando desde el pasado. Recordó un poco de cómo fue estar encerrado en aquel lugar, las constantes charlas de Jin sin sentido que lo hacían sonreír en ocasiones y en otras le daban ganas de asesinarlo. Y todo eso seguía siendo igual, excepto que ahora él no era más alguien normal. Nam Joon fue una de las personas que logró escapar antes del incendio y una de las que contó todo lo que pasaba allí adentro. No conoció a muchos pacientes, pero sí había oído de los otros dos. Además de eso, sentía un gran repudio hacia la persona que fue el Dr.Lu, como muchos otros.


—Claro que lo haré, no quiero que ese chico acabe haciendo otros tratos de los que luego se arrepienta.


—No es necesario que me hagas acordar de eso...— se quejó Jin, poniendo los ojos en blanco—De todos modos, te dije que tampoco es algo tan malo.


—Sí lo es, Seok Jin. Pasó algo que nunca debió suceder, sabes que preferí haber sido un simple mortal infeliz antes que hacerte eso.


—Está bien Nam, cuando dejes de acordarte y atormentarte por eso volveré. Mientras tanto me iré a dar una vuelta.


El castaño se paró del sillón e ignoró los llamados del profesor. No quería seguir escuchando el suceso que vivieron en el pasado, en aquel mismo hospital. Había sido en parte su culpa también, pero no le había importado, aunque ahora en ocasiones se ponía a pensar en ello y se lamentaba.

Muchos años atrás Nam Joon había sido llevado a aquella sala, mucho antes de escapar, para ser ofrecido como sacrificio. Pero aquello nunca logró concretarse; hizo algo similar a lo de Yoon Gi, pero la situación se tornó crítica en el momento en que Seok Jin intentó apartar a todos aquello demonios de él. No estaba preparado, en ese entonces, para enfrentar a tantos; Nam Joon no quería verlo ser consumido por aquellos seres demoníacos, por lo que se rindió y uno de ellos entró a su cuerpo. Seok Jin sabía perfectamente que aquello no iba a acabar bien, y por ello ofreció su inmortalidad a cambio de que aquel demonio saliera del cuerpo del peliblanco. Ante esto, Nam Joon se negó rotundamente, pero aquel demonio ya empezaba a carcomerlo en el interior. Todo aquel ritual terminó en desastre; el demonio cedió al trato del ángel para tener la inmortalidad en un cuerpo humano y matar dos pájaro de un tiro. Pero no fue así, la lucha interna del ahora profesor fue tal que aquel ser oscuro se desvaneció y el trato no se pudo revertir. De ese modo fue como Nam Joon obtuvo su inmortalidad, la inmortalidad de Jin.

Seok Jin era consciente de que su vida podía acabar, y lo más triste de todo era que él podía revivirla en otro.

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