40
las moscas están esperando
en la sombra del Valle de la Muerte.
Raja nuestras muñecas y envíanos al cielo
la primera flor después del diluvio.
Una hora antes de salir de su casa, Se Hun no había podido conseguir lo que necesitaban para poder dormir a Yoon Gi. Su madre era farmacéutica y trabajaba en un laboratorio. Tenia un cuarto que estaba bajo llave precisamente para tener todos los medicamentos y demás cosas bajo control. Pero ella no tenía idea de que su hijo sabía dónde estaban las llaves. Siempre eran guardadas en el primer cajón del escritorio de su padre , donde varias cosas importantes se dejaban ahí también, como papeles. Pero en ocasiones las dejaban en otro lado.
Era ya tarde y Se Hun suponía que sus padres estarían durmiendo. Se adentró hasta el largo pasillo camino al despacho de su padre. Por suerte estaba abierto y pudo obtener las llaves fácilmente.
No se escuchaba ningún ruido en la casa, por lo que un movimiento en falso podía despertarlos.
Llegó al cuarto e introdujo la llave con cuidado y luego la abrió lentamente ya que ésta chirriaba un poco. Encendió la luz y empezó a buscar apresurado entre todas las estanterías y cajas. Y dado que vestía una sudadera con bolsillo en el frente, podía guardarlo allí.
Estuvo unos diez o quince minutos buscando hasta que logró encontrarlo. Era un pequeño frasco con liquido inyectable, así que necesitaba de una jeringa con aguja también. Metió todo en el bolsillo y antes de salir de la escena del crimen, pensó en llevarse otro por si las moscas.
—Se Hun...—la voz de su madre lo pilló por sorpresa. Sus manos se movieron con torpeza y no pudiendo tomar otro frasco, se dio la vuelta inmediatamente —¿Qué estás haciendo? Te dije que no quería volver a verte aquí.
Se Hun tragó grueso y al ver que su madre se acercaba hacia él para ver qué era lo que se llevaba, dio un paso atrás. Sonrió nervioso y creyó que le quitaría lo que tomó. No podía dejar a Lu Han sin lo que le prometió conseguir, no quería fallarle. Además de que sabía también que estaba en peligro la vida de todos lo que fueran a aquella fiesta. Según le contó el castaño, Yoon Gi tenía dentro un demonio al que le gustaba provocar problemas por medio de pleitos, discusiones...
—¿Qué tienes ahí? Dámelo ahora mismo—le exigió la mujer.
—No tengo nada.
Su madre no era para nada ingenua, ni tampoco se dejaría llevar por esa cara de fingida inocencia de su hijo. Lo forzaría a que le devolviera lo que robó. Forcejó con él hasta que logró meter la mano en el bolsillo y sacar un pequeño frasquito. Lo observó con el ceño fruncido y, luego, le sacó la jeringa de las manos.
—¿Qué es lo que pensabas hacer con esto Oh Se Hun?—lo regañó, casi gritándole—¿En qué andas metido?
—Mamá...—Se Hun trató de inventar una excusa cualquiera que no pareciera tan descabellada, pero con su madre no iba a ser nada fácil—Lo necesito, por favor, es urgente.
—¿Estás loco? No pienso dejar que te vayas con esto, por Dios, ¿qué es lo que harás?
El tiempo corría y Se Hun sabía que Lu Han estaba esperándolo en el auto, en la parte trasera de la casa. Su madre no lo dejaría ir hasta que confesara el propósito de haber tomado aquella anestesia, pero él no lo iba a hacer. Así que decidió, en un rápido movimiento, arrebatarle las cosas a su madre y salir corriendo de allí.
La mujer quedó boquiabierta al ver la rapidez con la que su hijo le quitó las cosas de la mano. Pero a pesar de que lo vio marcharse corriendo, no dijo nada, simplemente se quedó allí tratando de no alterarse. Si su esposo llegaba a enterarse de que su hijo estaba sacando cosas de allí para quién sabía qué, se metería en problemas.
El rubio corrió tanto como pudo, tomó las llaves de la casa y corrió hacia el auto donde Lu Han se encontraba y donde se había estado durmiendo por el cansancio; despertó de golpe asustándose.
—¿Lo conseguiste?—preguntó medio dormido.
—Sí, larguémonos antes de que me maten.
Se Hun, antes de arrancar y salir a toda prisa, le dio el frasco a Lu Han junto con la jeringa. Éste lo miró dudoso de lo que planeaba hacer. Era jodidamente peligroso. Si Yoon Gi lograba librarse de ser inyectado, la situación podría darse la vuelta y cualquiera de ellos dos podía salir perjudicado, o mejor dicho muerto. Pero aun así, Lu Han confiaba en que con su presencia, como había hecho antes, lo debilitaría.
Ji Min se quedó paralizado mirando a Yoon Gi a los ojos. No tenía esa mirada oscura y penetrante, sino aquella otra que sentía culpabilidad y arrepentimiento. Pero en pocos segundos ese Yoon Gi se marchó, como si aquella persona presentara algún trastorno del comportamiento. Pasó de verse triste y mal a verse con aquella expresión de altanería y desprecio.
La ropa del pelinegro seguía en el suelo y trató de alcanzarla para poder vestirse. Sólo pudo colocarse la ropa interior y los pantalones a medio abrochar, interrumpido por los quejidos del demonio. Parecía que Yoon Gi quería sacarlo de su cuerpo cuanto antes, ya no soportaba más ver la manera en que usaba a Ji Min como un objeto, en todos los aspectos.
—¡Mierda!—gritó, cayendo de rodillas al suelo.
Ji Min quiso acercarse para ver qué estaba tan mal con él. Pero no fue buena idea. Yoon Gi lo tomó del cuello con ahínco y apretó con fuerza queriendo dejarlo sin aire.
Intentó luchar, pero la diferencia de fuerza era muy grande contra ese demonio.
—¡Detente o lo mato!
El verdadero Yoon Gi se calmó y dejó de provocar esos dolores de cabeza a aquel demonio. La amenaza no era ninguna broma y sabia que lo haría si no se detenía. No iba a dejar que matara a Ji Min.
Lo soltó y se puso de pie con rapidez. Y el pelinegro quedó en el suelo tosiendo y haciendo un esfuerzo por tomar aire y recuperarse. Le dolía la garganta y aún sentía esas manos presionando su cuello.
—Maldito bastardo...—escupió con rabia el demonio. Seguido miró a Ji Min y sonrió como todo un loco—¿Crees que él podrá volver? Ni siquiera te recuerda imbécil, han pasado demasiados años. Deberías dejar de ilusionarte porque ya sabes cómo va a terminar esto.
Ji Min no había comprendido esas palabras, pero algo le decía que no estaba hablando con él, sino con ese chico que intentaba con todas sus fuerzas sacarlo de su cuerpo. Y según lo que decía respecto a que no lo recordaba, era lo mismo que Yoon Gi le dijo en su sueño.
¿Por qué no podía recordarlo? Quería hacerlo, pero no podía. Estaba muy confundido con todo. Y no entendía por qué su mente no hacia un esfuerzo por tratar de adentrarse un poco más en el pasado y poder sacar algo de eso. Había un punto en que lo irritaba.
Yoon Gi se colocó la chaqueta con rapidez y se alejó de Ji Min, quien siguió vistiéndose. Subió los escalones dando fuertes pisadas y haciendo notar su molestia. Iba en busca de algo, algo que le advirtiera por única y última vez lo que ocurriría con todo a su alrededor si seguía siendo interrumpido por esos dolores desgarradores.
El pelinegro se ató los cordones y corrió tras Yoon Gi, imaginándose que buscaría hacer lío.
Lo vio caminar por el pasillo, pasando entre la gente como un cazador desesperado por encontrar a su presa. Pero un pequeño obstáculo se cruzó en su camino.
—Vaya, mira quien es...
Yoon Gi mostró una sonrisa en sus labios a pesar de que ese no era su objetivo.
—Lo mismo digo—respondió el otro con desinterés y mirando a Ji Min—.Asqueroso...
La cara de Ji Min no decía otra cosa que preocupación. Le daba igual que aquel chico le dijera lo repugnante que le parecía verlo junto a Yoon Gi, porque sabía que se la pasaba diciéndole ese tipo de cosas, en cualquier situación. Ji Min lo odiaba, pero si no se largaba ahora mismo de ahí, pagaría las consecuencias.
—Jong Dae, lárgate—le dijo el pelinegro en un tono firme.
—¿Quién te crees que eres para echarme, Park?
Kim Jong Dae estaba en problemas si creía que se saldría con la suya. Se acercó hasta Ji Min con intención desafiante, pasando al lado de Yoon Gi ignorando su presencia. Y esa fue una mala idea.
—Me parece interesante —interrumpió Yoon Gi, llamando la atención del chico—, ¿que te regalen las notas por andar chupándosela al nieto del director no es motivo para ser expulsado de cualquier lugar? Yo creo que sí...
El rostro de Jong Dae cambió por completo. Cerró su puño derecho con fuerza y apretó sus dientes con rabia. Nadie sabía acerca de eso, sólo eran rumores que nunca se comprobaron realmente. No quería que nadie se enterara de que era el presidente del Consejo por algo.
—Maldito, ¿de dónde sacaste eso?
—De él—señaló a Ji Min con el dedo.
Esa mentira sobresaltó al menor de tal modo que sus hombros temblaron de forma involuntaria. Dio un paso atrás sin poder decir nada; Jong Dar iba a golpearlo, se la devolvería. Y no le importaban los demás, no le importaba generar un escándalo ahí adentro.
La mejilla de Ji Min ardió al sentir la ira descargada en ese puñetazo. Se tambaleó hacia un costado y se tomó la cabeza con una mano. El impacto, junto a lo débil que se sentía, hicieron un efecto en él bastante fuerte.
Jong Dae se lanzó encima de Ji Min sin importarle nada. Lo golpeó e insultó con todo tipo de palabras. Pero a pesar se no tener muchas fuerzas, Ji Min se defendió. Le dio un golpe con su puño en el estómago y el otro se quejó sonoramente, llamando la atención de unos cuantos.
Pronto, la pelea se vio llena de espectadores curiosos. Algunos animaban y otros sólo estaban callados observando. Era la primera vez que veían al presidente del Consejo de Estudiantes hacer algo así.
Mientras golpe iba y otro venía, Yoon Gi también observaba detalladamente cómo los golpes de Ji Min cada vez ganaban más fuerza. Golpeaba a Jong Dae, ya no por obligación a defenderse, sino porque parecía querer devolverle todo lo que le había hecho sentir con sus ofensivas palabras. Ira, esa era la palabra perfecta para describir lo que se reflejaba en la mirada de Ji Min, como si ese chico tímido y sumiso ante la agresión de terceros se hubiera esfumado.
De pronto, de entre los gritos, se escuchó la voz de Baek Hyun. Le pidió a Chan Yeol que agarrara a Jong Dae y lo separara de Ji Min.
—¡Suéltame maldito poste!—pataleó Jong Dae gritando a todo pulmón.
Baek ayudó a Ji Min a levantarse, pero éste rechazó la ayuda. Su labio sangraba y el cuerpo le dolía; de todos modos se recompuso lo poco que pudo y se largó de toda aquella multitud.
Todos se miraron confusos. Era triste decir que ese tipo de escenas con Ji Min como protagonista eran normales, todos estaban acostumbrados a verlo siendo agredido y luego llorando. Esta vez no fue así, por eso sus expresiones de sorpresa. Algunos miraron a Yoon Gi como si creyeran que tenia algo que ver con esa actitud.
El peli gris sonrió por última vez antes de mirar rápidamente a Jong Dae y salir de ahí, seguido por los ojos de los demás.
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