Voy a fingir que te quiero por lo que eres en el interior,
pero cuando consiga entrar solamente voy a querer salir.
Soy tu primer y último depósito a través de la enfermedad,
y en el infierno nunca te prometeré un jardín.
Tú simplemente me regarás.
Cuando dije nosotros quise decir yo,
y cuando dije dulce quise decir sucio.
La música había subido de volumen repentinamente. Los sonidos de guitarra eléctrica y batería retumbaban contra las paredes.
Ji Min tragó grueso. Sentía cómo sus pulsaciones aumentaban estrepitosamente, obligándolo a respirar con dificultad. Su cuerpo apenas estaba siendo tocado como una previa preparación para lo que iba a pasar. El tacto de las manos de Yoon Gi era suave, incluso podía decir que hasta delicado. Las yemas de esos dedos hacían un camino dibujando lineas imaginarias que descendían hasta rozar su entrepierna, la cual ya estaba totalmente despierta y deseosa.
Esa era la primera vez y la última que correspondería ante la calentura. No era ningún objeto ni quería serlo; simplemente debía hacer algo para mantenerlo ocupado y, esperaba que mientras jugaba con él, el plan pudiera concretarse.
Su pantalón fue desabrochado rápidamente, pero en ningún momento Yoon Gi se lo quitó. Prefirió jugar con sus dedos alrededor del miembro de Ji Min por sobre la tela para que le rogara que lo tocase de una vez. Y aunque estuvo unos segundos rozándolo, no escuchó más que unos sonidos ahogados salir de esa garganta. El pelinegro no abriría su boca porque sólo quería hacer tiempo.
Yoon Gi gruñó molesto. Quería escucharlo suplicar desesperado, por lo que lo besó con fuerza y mordió su labio escuchando así un quejido. Presionó su cuerpo contra el otro y, después de un sofocante beso, bajó por todo aquel definido torso y abdominales a través de la playera hasta llegar al borde de la tela del bóxer del menor. Lo tomó con una mano y bajó de un tirón mientras que volvía a relamerse como si estuviese sediento.
El menor ni siquiera lo miró. Hizo su cabeza hacia atrás y apuntó su mirada hacia el techo. Sabia que eso molestaría a Yoon Gi.
—Mírame—le exigió el peli gris mientras que una mano enterraba sus dedos en aquella cadera.
Los finos y rosados labios de Yoon Gi rozaron el miembro de Ji Min. Éste bajó la mirada, sin comprender su vergüenza ya que no había mucha luz ahí abajo y apenas podría verlo.
Cuando ambas miradas se cruzaron, Yoon Gi abrió lentamente su boca y fue introduciéndose en el menor. Mientras que sus labios y legua se deslizaban dejando un camino de saliva, los gemidos reprimidos por Ji Min empezaban a escucharse. Frunció sus labios hacia adentro y se mordió con fuerza no pudiendo soportar la excitación. Yoon Gi siguió su tarea, entrando y saliendo con su boca, jactándose de la sensación que provocaba en Ji Min.
Era extraño sentirlo de ese modo; era algo diferente a las otras veces. Esta vez sentían que ambos explotarían. Era asqueroso para el menor pensar en el aspecto real de ese demonio en un momento como ese. Le agradaba el aspecto físico del Yoon Gi verdadero, pero imaginarse otra cosa lo perturbaba un poco. Y aun así se dejó llevar. Lo agarró de los cabellos y jaló debido a que su cuerpo estaba a punto de llegar al deseoso clímax. Pero aunque terminó corriéndose, Yoon Gi no iba a parar, eso no era suficiente para él.
En cuanto menos lo esperó, mientras intentaba respirar, el peli gris lo empujó contra un viejo mueble que estaba tapado. Era un escritorio antiguo que solía usar el señor Byun en su oficina.
El trasero de Ji Min chocó con el borde del escritorio y tras quejarse por la brusquedad del otro, fue obligado a sentarse sobre éste. Su ropa ya le estorbaba al peli gris, así que lo desnudó sin prisa, dejando a la vista aquel esculpido cuerpo que le concedió.
—Haría esto todos los jodidos días —dijo Yoon Gi sonriendo y quitando sus prendas.
Ji Min prefería no decir nada, sólo se dejaría hacer. Se apoyó sobre sus codos hacia atrás y miró con seriedad al peli gris, esperando que hiciera algo. La espera no fue mucha. Inmediatamente las manos de Yoon Gi lo empujaron para que quedara su espalda completamente pegada a ese escritorio. Lo agarró por los muslos y abrió sus piernas para colocarlas al rededor de su cadera. No tendría piedad alguna de ese cuerpo que tanto le fascinaba.
Preparar la entrada del menor no era necesario para él, simplemente lo penetraría de golpe y así lo escucharía gritar del dolor. Pero cuando lo hizo, de forma lenta, Ji Min no sintió dolor. Por el contrario su cuerpo respondió y transformó los movimientos del peli gris en puro placer. Incluso quiso gritarle que fuera más rápido porque lo desesperaba.
—¿Qué pasa, Ji Min?—su voz ronca sonó a provocación. Sus manos apretaban los muslos de Ji Min con fuerza sin dejar de hacer movimientos suaves—¿Te gusta así?
Ji Min apretó los dientes con rabia. Le estaba encantando pero necesitaba más y el problema era que no podía decirle, sino que debía suplicar. Y eso era una humillación para él.
—Yoon Gi—escapó el nombre de entre sus labios, jadeante—M-más...
—Vamos, pídimelo como se debe.
Yoon Gi se detuvo apenas salir del peli negro. Su expresión de superioridad sacaba de quicio a Ji Min, pero por mucho que eso le molestara era imposible aguantar las ganas de sentirlo dentro.
—Yoon Gi—Ji Min cerró los ojos con fuerza y respiró hondo para decir lo que nunca creyó que diría —¡Fóllame duro de una puta vez!
Dicho eso, su cara se tornó completamente roja y lo peor de todo es que escuchó aquella sucia risa de burla. Prefería morir debido a la vergüenza que le provocó hablar de ese modo tan vulgar. A Yoon Gi por supuesto que lo convenció con eso.
Ji Min se preparó y sintió cómo su cuerpo era volteado. Quedó boca abajo con sus manos hacia atrás, agarradas por el peli gris. Y en el momento que volvió a cerrar los ojos lo volvió a sentir dentro. Los bruscos movimientos de cadera de Yoon Gi lo hicieron gritar de placer. El choque intenso y sin descanso era algo que lo volvía loco; todo se descontroló cuando Yoon Gi se pegó a su espalda y empezó a morder su piel con ansia hasta el punto de sentir que le arrancaría un pedazo. Esas marcas no se irían tan fácilmente.
No era bueno ir tan lejos, para ninguno. Pero no pararían, Yoon Gi no lo haría. Sus ojos se volvían una vez más completamente negros y perdía el control de la situación.
Ji Min fue penetrado durante un largo rato, y aunque el otro se había corrido en su interior varias veces, la sensación de querer más se apoderó de él.
Los fuertes gemidos de ambos y los choques de cuerpos no podían ser oídos debido a la música, lo cual el menor agradecía. Estaba sumido y perdido en la lujuria.
—Eres mi perra, Park Ji Min—gruñó Yoon Gi, viéndose envuelto en las mismas sensaciones que las del menor—¡Dilo!
—¡L-lo soy!—un fuerte gemido escapó de sus labios al notar que Yoon Gi tocaba con sus embestidas aquel punto que lo haría explotar.
Ji Min ya ni siquiera pensaba con claridad. Ni siquiera comprendió el por qué de ceder a gritar algo como eso. No era ningún juguete, ni una perra, pero la excitación lo llevó a eso.
Y tampoco pudiendo más, suplicó a Yoon Gi que lo tocara. En ningún momento su miembro recibió atención y estaba doliéndole como la mierda, hasta sentía ganas de llorar. Para su suerte Yoon Gi lo hizo. Lo masturbó a un ritmo rápido y constante al igual que con sus embestidas. Por fin, Ji Min sintió ese líquido salir de él junto con un grito desgarrador que le quitó el aliento.
Las respiraciones cortadas fue lo único que se escuchó entre ellos durante unos minutos. El cuerpo del menor estaba agotado y no podía siquiera moverse para quedar en aquella posición vergonzosa. No quería que Yoon Gi lo volviese a tomar.
Se maldijo a sí mismo porque nada ocurrió respecto a Lu Han. ¿En qué momento iba a llegar? Si tenía que seguir entreteniendo a Yoon Gi con sexo no lo soportaría más. Sus piernas estaban temblando y le costaba caminar como alguien normal. En cambio, Yoon Gi se veía fresco y de lo más tranquilo.
Se colocó la ropa y observó el cuerpo desnudo de Ji Min apoyándose sobre el escritorio con dificultad.
—¿Demasiado para ti?—se burló el peli gris sonriendo de lado—No creí que fueras a aguantar.
—Cállate...—Ji Min le lanzó una mirada despreciable.
Haber hablado no fue muy buena idea. En el intento por tomar sus prendas, Yoon Gi tomó su brazo y lo colocó tras su espalda, haciendo una llave. Lo observó divertido y, aunque Ji Min creyó que le diría alguna obscenidad, repentinamente su rostro se volvió serio y su mirada cambió por completo.
—Lo siento —escuchó en un susurro.
Esa voz no había sido del demonio.
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