32
Estamos en una bala y estamos apuntando directo al cielo
incluso a él le gustaría acabarlo también.
Nos tomamos una pastilla, pones una cara, compramos nuestro ticket,
y esperamos que el cielo sea real.
Vi a un policía golpear a un cura en la TV
y saben que mataron a nuestros héroes también.
Cantamos la canción de la muerte, niños.
Por que no tenemos futuro
y sólo queremos ser como tú.
Año 1866
Hospital psiquiátrico
Estar apartado de la ciudad, de donde la gente se enteraba tan rápido de todo, era una de las mejores ideas que podía haber tenido el que construyó aquel hospital. En medio de la nada, con un gran camino que recorrer para lograr llegar hasta ahí, el edificio se veía rodeado de una multitud de árboles y demás vegetación. La seguridad que le daban aquellas rejas negras puntiagudas, no permitirían que ninguno de los allí internados pudiera escapar. Aunque después de recibir unas cuantas sesiones hablándoles sobre lo generoso que era Dios al querer curarlos a todos si se dejaban someter a una inofensiva ceremonia donde sus almas viajarían al Paraíso, a ninguno se le ocurriría hacerlo.
El despacho del doctor Lu era un lugar grande. Estaba rodeado de muebles muy lujosos, muchas fotos de él mismo junto a su familia y algunos conocidos. Fue muy querido por todos en la ciudad, cuando atendía en un pequeño consultorio cerca de su residencia. Después se marchó lejos de la muchedumbre; la mayoría no conoció dónde estaba situado su nuevo lugar de trabajo, y tampoco supo que fuera el director de éste.
En un principio fueron ingresando muchos pacientes que incluso iban de otras ciudades y hasta países. Y es que el doctor tenía contactos afuera; contactos con los que compartía esa descabellada idea de adorar al señor del infierno. Su único propósito era llegar a convertirse en un ser superior, lleno de poder. Y para lograr eso, tenía que ofrecer las almas de los pobres enfermos.
De este modo para lograrlo los engañaba prometiéndoles, mediante discursos religiosos, un lugar donde serían felices. Todos le creían cualquier cosa que les dijera; estaban tan sumamente perdidos, confundidos y perturbados, incluso muchos desesperados por ser el primero en someterse a aquella "ceremonia de recuperación".
Al doctor Lu no le importaba el sexo, la edad, la enfermedad mental que padeciera el paciente. Le era indistinto con tal de ofrecerles sus almas al mismo Diablo. Y por muy disparatado que sonara, sus empleados también acababan formando parte de las atrocidades que cometía y de las que nadie sabía.
Yoon Gi era el paciente especial, ese que le daría lo que necesitaba.
Después de sacrificar el cuerpo de Park Ji Min y oírlo llorar y suplicar porque se detuviera, fue en busca del peli gris.
Aún con su bata manchada de sangre, volvió hasta aquel cuarto. Al entrar, se lo encontró aún drogado en el suelo. Sacó su reloj de bolsillo y comprobó que aún era demasiado temprano para él. De ese modo, pidió a sus enfermeros que prepararan la sala y sacaran el cuerpo sin vida del pelinegro de donde habían estado.
—Doctor, está todo listo—dijo uno de los hombres, entregándole unos papel—. Estas son los registros de muerte de hoy.
—¿Causas?—preguntó el doctor levantando una ceja, esperando una buena respuesta.
—Suicidios, doctor.
—Perfecto—sonrió—.Comunica esto a las familias y quema el de Park Ji Min.
El hombre asintió obediente y tomó el papel para largarse. Siempre era igual, cada vez que alguien era sacrificado las causas de muerte de los pacientes eran obviamente inventadas, siempre ajustándose a lo que su diagnóstico médico decía. En varias ocasiones, recibieron preguntas por parte de familiares y éstos al enterarse de la muerte pedían un registro formal como comprobante. El doctor no era ningún novato, sabía que a los pacientes a quienes habían abandonado ahí ni siquiera era necesario hacerle un acta de defunción. Y dado que los padres de Park se habían olvidado completamente de él y parecía no importarles, decidió deshacerse del papel. Al contrario, el de Yoon Gi había sido preparado de antemano porque tenía prevista aquella fecha para él y, además, el padre del chico siempre preguntaba cómo iba su avance, cosa a la que el doctor Lu respondía negativamente, mintiendo.
Una vez todo listo tras haber esperado a que fueran cerca de las 03:00 am, llevaron al peli gris hasta el cuarto al fondo del pasillo. La sala estaba especialmente preparada sólo para él.
Los ojos del chico se fueron abriendo de a poco. Su cabeza se sentía mareada, no veía con claridad, pero sí sabía que no estaba en su cuarto de siempre. vio varias sombras a su alrededor y al tratar de incorporarse para escapar, las ataduras de sus manos y pies se lo impidieron.
—¡Ji Min!— gritó, con su mirada perdida intentando buscarlo.
—Park ya se marchó a un lugar mejor, Yoon Gi— dijo una voz muy cerca de su oído.
Giró su cabeza bruscamente y parpadeó varias veces para intentar aclarar la imagen del doctor Lu. Esa sonrisa de soberbia había provocado en él una total repulsión. Se movió, encolerizado por esa actitud, para intentar salir de allí aunque sabía que le sería imposible. Los enfermeros a su alrededor tomaron su cuerpo para inmovilizarlo, mientras el doctor acercaba la palma de su mano para propinarle una fuerte cachetada.
—¡Quédate quieto, maldita sea!
El dolor que Yoon Gi sintió en su mejilla, hizo hervir su sangre. Se volteó rápidamente después de que le girara el rostro y escupió en la cara del doctor.
—¡Hijo de puta!
—Muy bien...— se limpió con asco con su bata y se alejó de él a pasos lentos hasta tomar un pequeño libro de tapa negra—.Por fin llegó tu turno, debes estar muy contento, ¿no es así?
—Usted...—dijo entre dientes, intentando controlar su ira—Es un maldito hipócrita, psicópata y enfermo. ¿Qué hizo con Ji Min?
La risa malévola del hombre perturbó un poco a Yoon Gi. Él no era un chico cobarde y sabía afrontar las malas situaciones, pero aquella risa llena de soberbia, de indiferencia por haber matado a tantas persona, le ponía los pelos de punta.
—Tú no eres idiota, sabes lo que hice—le habló mientras movía su cabeza de manera afirmativa —.Y sí, soy un mentiroso, ¿y qué? ¿crees que me importa? Deberías saber ya muy bien que tus palabras no me afectan en lo más mínimo, Yoon Gi. Me extraña que tanto tiempo aquí no te hayas vuelto loco; eres tan, pero tan fuerte de voluntad... Si te hace sentir mejor, Ji Min gritó tu nombre justo cuando su vida acabó.
Las ganas de llorar que sentía Yoon Gi en ese preciso momento, al imaginarse lo que habría sufrido Ji Min, no pudo ocultarlas. Eran lágrimas de rabia y dolor; se maldecía así mismo por no haber conseguido salir de allí con él. Y cuando lograsen escapar, su idea era informar a la policía todo lo que ocurría ahí adentro. Pero no pudo y eso lo hizo sentir culpable por la muerte del chico y todos los otros que irían después de él.
—Nadie aquí merece morir. Usted está loco, demente. El primero que irá al infierno va ser usted, doctor.
—Seguro nos veremos allí, no te preocupes—abrió el pequeño libro donde estaba el marca páginas y bajó su mirada, leyendo—.Deberías sentirse afortunado, tu alma y cuerpo será entregados para darme lo que realmente siempre quise.
—¡Púdrase, no pienso dejar que me haga nada!
—Tarde...
Las llamas de las velas que había alrededor de aquella camilla empezaron a moverse como si de repente alguna brisa hubiese entrado al cuarto. Los enfermeros siguieron sujetando a Yoon Gi con fuerza y éste sólo pataleaba e intentaba morder el brazo o mano de alguno para distraerlos.
El doctor Lu empezó a recitar palabras en otro idioma que Yoon Gi no comprendía. El ambiente cada vez se hacia más pesado, sofocante; un extraño olor a putrefacción los invadió, haciéndolos sentir náuseas.
Uno de los enfermeros cayó de repente al suelo, asfixiado por la falta de aire que había.
—¡Suéltenme!
Yoon Gi siguió luchando por salir de la situación. No quería verse envuelto en medio de esa locura; y aunque no quisiera admitirlo tenía miedo. Debía salir de ahí como fuese, no quería correr la misma mala suerte que el pobre de Ji Min.
Las palabras que el doctor Lu seguía soltando de su boca, parecían tener una gran efecto en aquella sala. Lo enfermeros parecían descomponerse e iban soltando uno por uno a Yoon Gi. Éste aprovechaba la situación para intentar escaparse. Vio la oportunidad perfecta cuando todos lo soltaron, pero su cuerpo se paralizó al notar que un montón de figuras extrañas se estaba acercando hacia él, con ninguna buena intención.
El doctor detuvo sus palabras y al ver lo mismo que Yoon Gi, sintió su cuerpo temblar. Aquellos demonios no debían de estar ahí; él estaba invocando al mismísimo Diablo y al parecer un montón de seres sedientos de un cuerpo al que aferrarse se habían introducido como parte del ritual. Si alguno de esos demonios lograba su objetivo, todo estaría perdido.
—¡No, maldita sea!— gritó, mirando desesperadamente hacia todos ellos—¡Él no les pertenece, márchense!
El miedo, a pesar de invadir el cuerpo del peli gris, no le impidió reaccionar de inmediato y arrepentirse de la locura que iba a cometer. Notó que la gran mayoría de las figuras demoníacas se alejaban, pero una en particular se seguía acercando hacia él, ignorando las palabras del doctor.
Comprendía que su alma sería entregada como sacrificio y acabaría muriendo, sólo para darle poder al doctor Lu. No lo permitiría por nada, así que decidió arruinarle su ritual, ofreciéndose voluntariamente a ese demonio que lo observaba con ansias.
—¡Tómame!—le dijo apresurado, a la vez que se giraba para mirar hacia el doctor—¡Toma mi cuerpo y sácame de aquí!
El libro que el doctor sostenía en su mano cayó al suelo. Cerró con fuerza sus puños y miró atónito hacia su paciente.
—¡No, no lo hagas!¡Vas a arruinarlo todo, maldito!
—¡Muérase!
Aquel demonio cedió rápidamente a tomar el cuerpo de Yoon Gi. Se transformó en una masa negra espesa que atravesó su pecho para finalmente poseerlo. Y en el momento en que lo hizo, los ojos de Yoon Gi se volvieron completamente negros, sintió un ardor en todo su interior, su corazón bombeaba frenético y se retorció de dolor ante la mirada incrédula de Lu.
Las rodillas del doctor chocaron contra el suelo de forma brusca, la ira que desprendía su mirada sobre aquella escena era indescriptible. No podía creer que aquel chico se la hubiese jugado de esa manera. Todos los sacrificios que había hecho para llegar hasta el último paso, hasta Yoon Gi, que había arruinado sus esperanzas de convertirse en un ser demoníaco y superior, no habían servido de nada.
Lo observó sin sabe qué decir, al igual que los enfermeros, quienes habían empezado a incorporarse de a poco para encontrarse con la sonrisa retorcida de aquel chico ahora poseído.
Yoon Gi movió su cuello de un lado al otro, para estirarlo, haciéndolo sonar. Se miró las manos, se tocó su cuerpo, sin dejar de mostrar una sonrisa de satisfacción en su ahora terrorífico rostro.
—Vaya, doctor— habló Yoon Gi con una voz que, claramente, no era suya—.Parece que le salió el tiro por la culata. ¿Sabe en cuántos de sus sacrificios estuve esperando el momento adecuado para hacer esto?
Todos se miraron entre sí, no entendiendo nada de lo que ocurría. El doctor estaba confundido, a la par que sorprendido por poder escuchar a una demonio hablar tan fluidamente con un humano.
Yoon Gi saltó de la cama, para ponerse en pie y caminó hacia el doctor, observando todo a su alrededor.
—¿Qué estás diciendo?
—No me gusta repetir las cosas— chasqueó su lengua sonoramente—, pero veo que su confusión es demasiado grande como para comprender. Se lo voy a repetir de nuevo—tomó el rostro del hombre entre su mano y lo apretó con fuerza, haciendo que soltara un quejido de dolor—.Estuve en cada uno de los rituales que hizo, doctor. Usted no tiene idea de cómo realizar uno, por eso es que pude observarlos todos. Esperé siempre el momento adecuado para poder llevarme un cuerpo, pero nunca lo logré, hasta ahora. Debo admitir que me agrada mucho este cuerpo y lo usaré muy bien.
—¿Estás diciendo... que todas las almas te las llevaste tú?— preguntó uno de los enfermeros repentinamente, llamando la atención del demonio. Por supuesto, estaba equivocado.
Éste giró su mirada rápidamente hacia él y, tomando una daga que utilizaban para los sacrificios, la clavó sin ningún miramiento en la yugular del tipo, dejando brotar la sangre por sus ropas. Ante la mirada de pánico de los otros, quienes dieron un pasos hacia atrás para salir corriendo de ahí en cualquier momento, soltó una gran carcajada.
—Vamos, corran si se atreven—los desafió con un tono de burla. Uno intentó escapar y, antes de llegar a la puerta, la daga ya se había clavado en su nuca—¿Quiere correr la misma suerte que sus enfermeros, doctor Lu? Si no es así, será mejor que se marche ahora mismo.
Las piernas temblorosas del hombre trataron de dar unos pocos pasos para alejarse de aquella criatura tan extremadamente peligrosa y violenta. Estaba claro que si lo dejaba vivir era para que sufriera todas las consecuencias que vendría luego de todo aquello. Miró por última vez hacia atrás antes de salir corriendo de allí y pudo ver cómo salía por la ventana, rompiendo los vidrios. Los cuerpos sin vida de los enfermeros habían quedado ahí tirados, mientras que los otros estaban agazapados en la esquina, cubriéndose con sus propios brazos para no ver más.
En definitiva, Yoon Gi se había arriesgado demasiado por vengarse del doctor. Si bien no lo vio morir, éste después de pasados unos días en constante paranoia por creer que volvería a asesinarlo, decidió suicidarse.
El hospital quedó abandonado mucho tiempo, hasta que uno de los enfermeros sobrevivientes confesó, atemorizado, todo lo que ocurrió en el lugar. Muchas de las cosas se conservaron para investigaciones, y debido a un incendio que el propio doctor Lu provocó en su última día, muchos archivos de pacientes se perdieron para siempre.
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