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31

Mi boca era una cuna que se llenó de mentiras

Yo no sabía lo que era el amor ese día.

Su corazón es un pequeño coágulo de sangre

Yo lo escogí.

Nunca se cura, nunca desaparece.

Quemamos todas las cosas buenas en el ojo del Edén.

Éramos demasiado torpes para correr, demasiado muertos para morir.

Año 1864

Hospital psiquiátrico

La puerta del cuarto había sido abierta exactamente a las diez y media de la noche. El paciente Park Ji Min, quien sufría de una grave depresión, había intentado varias veces suicidarse dentro de aquellas cuatro paredes. Odiaba a sus padres por haberlo metido en un lugar como ese; no hacía mucho tiempo estaba ahí, y el primer día que ingresó sintió un terrible miedo por saber qué harían con él ahí adentro. Quería poder curar eso en él, pero no le veía solución. Todo eso, hasta que el doctor Lu habló con él; lo llevó a una de las reuniones que hacía mensualmente en una de las salas de aquel hospital. Era como un pequeño teatro, había un montón de bancos de madera y, al final de un corto pasillo, un atril donde el hombre les daba unas palabras.

Eran palabras que para el ingenuo Park sonaban a gloria. A todos se les prometía la pronta recuperación de sus cuerpos y mentes, se les prometía un lugar en el cielo donde sus almas podrían estar libres de sufrimientos. Pero en realidad nada de eso era verdad. Y el único que sabía que todo era una basura para manipular las mentes de los enfermos ahí internados, era Yoon Gi.

El doctor Lu siempre supo que él nunca estuvo enfermo, le molestaba que tratara de convencer a los demás de que todo era mentira, pero sabía también que a pesar de su intento, nadie le iba a creer, porque para los otros Yoon Gi era un paciente más.

Ese día en que decidió meter a Min en el mismo cuarto que Park, no fue una buena idea, pero tampoco mala, ya que el muchacho pareció haber dejado de intentar suicidarse. Y eso era genial, porque no quería perder a ninguno de sus pacientes antes de llevarlos a su destino final.

Esa noche, Park estaba agazapado en una de las esquinas del cuarto, balbuceaba cosas sin sentido y escondía su cabeza entre las rodillas. Al abrirse la puerta, su cabeza se levantó de inmediato, esperando que fuera su salvador.


—Buenas noches, ¿cómo se encuentra Park? —preguntó el doctor mientras ingresaba y tras él, un enfermero llevaba a Yoon Gi—.Le traje un compañero, a partir de ahora estará contigo.


El joven simplemente asintió y observó al chico de cabellos grises, despeinado y con un rostro no muy amigable. Se sintió algo intimidado por su presencia. Después de que lo dejaran ahí, el doctor le regaló una pequeña sonrisa al más joven y una mirada desagradable al otro.

La puerta se cerró de un golpe y ambos escucharon cómo la cerraba con llave. Yoon Gi se acercó a la puerta para mirar por la ventanilla y bufó.


—Viejo desgraciado...—murmuró por lo bajo y seguido se volteó para mirar al chico de cabellos negros; su mirada era tan inocente que sintió lástima por él—Oye, tú.


—¿Q-qué?—tartamudeó, agazapándose aún más en la esquina.


Yoon Gi se acercó hacia él y se arrodilló a su lado, lo miró durante unos segundos y movió su cabeza negando. No entendía por qué el doctor Lu lo había puesto con otro sabiendo que trataría de limpiar su mente de las ideas descabelladas que tenía el hombre. El chico se veía asustado, su cuerpo incluso temblaba un poco, no sabía si porque lo habían drogado con algo o es que ya estaba a punto de enloquecer por completo.


—¿Cómo te llamas?—le preguntó tratando de sonar apacible.


—Park Ji Min—contestó el otro en voz baja, medio sonriendo. Parecía que el peli gris no iba a tratar de golpearlo, así que se sintió aliviado.


—Un gusto, yo soy Min Yoon Gi—le extendió la mano para que éste lo saludara formalmente, pero tardó un rato en hacerlo—.Tranquilo, no te haré nada.


Sus manos se estrecharon en un apretón un tanto suave. Ji Min sintió las manos de aquel chico un poco frías, mientras que las suyas estaban algo transpiradas. Se miraron por un corto lapso de tiempo y, repentinamente, el más joven le mostró una sonrisa más amplia.


—¿Yoon Gi, tú también irás al Paraíso?


—Maldita sea...— dijo entre dientes apretando sus puños sin que el otro lo notara—¿Crees en lo que ese hijo de puta te dice?


Ji Min se sorprendió por escucharlo dirigirse al doctor de esa forma, supuso entonces que sería uno de esos pacientes que sufría ataques de violencia o algo por el estilo. Nunca escuchó a ningún otro paciente hablar así, de esa manera tan irrespetuosa, ante quien decía que los salvaría.


—Él nos curará, nos librará de este dolor. Él es nuestro salvador, ¿por qué no crees en él?—frunció su entrecejo y lo miró tratando de buscar una respuesta en su mirada de odio.


—¿Eres idiota?¿Por qué estás aquí?— Yoon Gi se levantó y empezó a dar vueltas por el pequeño cuarto ante la mirada perdida del otro.


—N-no digas esas cosas, no soy idiota— se quejó, tímido, por aquel insulto—. Mis padres me dejaron aquí porque sufro depresión... El doctor dijo que me curaría, que no me preocupara; pero sólo debo ser paciente y esperar mi hora.


Los pies del peli gris detuvieron sus pasos y se giró para mirarlo una vez más. ¿Cómo alguien podías ser tan ingenuo? aunque claro, la depresión era algo que lo hacía vulnerable ante el poder de manipulación tan impresionante que tenía aquel hombre. Yoon Gi creía que el único que estaba enfermo era él.


—Por Dios... Tus padres deben odiarte, definitivamente—dicho eso, Ji Min agachó la cabeza y se volvió a encoger en sí mismo, como queriendo cerrar una coraza. Yoon Gi chasqueó su lengua y se acercó hasta él—.Lo siento... Escucha, no sé qué más mierdas te habrá dicho ese loco, pero es todo mentira, ¿entiendes? Nada de lo que les dice va a pasar, yo lo sé. No estoy loco, me encerraron aquí por error.


Los ojos del pelinegro lo miraron sin comprender qué estaba diciendo. En verdad, no creía que ese peli gris fuera mal tipo, al contrario. Pero creía que si estaba ahí por alguna razón era, no le cerraba la idea de que estuviese ahí por error.


—¿Por qué por error?¿Es porque tu fe se ha ido?—preguntó curioso.


Yoon Gi soltó aire frustrado. La paciencia en él no era su mejor virtud como persona, pero entendía que alguien tan dañado mentalmente como ese chico necesitaba atención y comprensión.


—Mis padres creían que era un psicópata, ¿está bien?— dijo en un tono molesto, no queriendo recordar ese momento—Nunca maté a nadie, ni tuve intención, hasta que llegué aquí.


—¿Qué?— Ji Min trató de buscar más espacio como para alejarse, pero la pared se lo impedía.


—No te voy a matar...—pasó su mano por su cara algo cansado por tener que explicarle tantas cosas al pelinegro—.Por lo que veo no estás tan desorienta como los otros, en lo que respecta a comportamiento... Te ves como un chico normal y corriente, sólo algo perturbado por lo que estás oyendo salir de mi boca. Podrías venir conmigo.


—¿Ir a dónde?—esta vez trató de levantarse hasta ponerse un poco más cerca, esperando que le dijera el lugar que creía. Porque no quería ir solo.


—Fuera de esta pocilga. Ya planeé algo para escaparme... escaparnos— movió su cabeza afirmando y sonriendo.


—No puedes escaparte, no puedes traicionar así al doctor, él...


—¡Deja de hablar de él como si fuera un maldito héroe!—alzó su voz, totalmente enojado porque el chico siguiera creyendo en ese hombre— Es un enfermo, sí, eso es lo que es. No dejaré que me lleve, ni a ti tampoco.


A partir de ese momento en que Yoon Gi se convirtió en compañero de Park Ji Min, una amistad de amor-odio se formó entre ellos dos. El peligris siempre buscó la forma de poder escaparse de ese lugar y fue sorprendido varias veces, recibiendo como castigo varios días sin comida, encerrado en un cuarto oscuro. Después lo volvían a dejar con Ji Min, porque éste se había acostumbrado tanto a su presencia que cuando se lo llevaban se deprimía aún más. Había encontrado en él un compañero, un amigo, incluso fue ese primer alguien que le generó por primera vez un verdadero sentimiento de amor.

Ninguno le dijo nunca al otro que lo amaba, pero si no lo habían hecho era por miedo a que los separaran. El doctor Lu, si llegaba a enterarse de eso, los podría haber hecho sufrir incluso más. Le metió a Ji Min en la cabeza que Yoon Gi simplemente estaba con él ahí como un tratamiento de ayuda, que en realidad el chico nunca tuvo intención de ser su amigo ni nada que se le pareciera. Y así hubo unos meses en que Ji Min se sintió decepcionado al creer toda esa mentira, pero Yoon Gi al suponer lo que el hombre le había dicho trató de convencerlo de que no era así.

Y a pesar de todo eso, aunque Ji Min siguiera creyendo en la palabra del doctor Lu, seguía amando a Yoon Gi y viceversa.

Una de las tantas noches que empezaron a discutir por lo mismo de siempre, la situación acabó de un modo muy diferente al que Ji Min se imaginó.

Después de repetirle a Yoon Gi que él sería curado y liberado, acabó acorralado contra la pared. El cuerpo y la respiración agitada del otro estaba muy cerca de él. El aliento le recorrió parte de su cuello y hasta llegar a esos labios gruesos, los cuales abrió para esperar que la otra boca invadiera la suya. Lo necesitaba. Ambos sentían una fuerte atracción y toda la tensión que había entre ellos debía descargarse de algún modo.

Las caricias empezaron a recorrer los brazos, torso y piernas del otro. Perdieron totalmente el control encerrados en aquellas cuatro paredes. Yoon Gi besó aquellos labios y se dejó resbalar hasta su cuello y hombros. Acabaron sobre una de las camas, haciendo chocar sus cuerpos tratando de silenciar aquellos gemidos por miedo a ser oídos. Ji Min se aferró a ese delgado cuerpo pálido que se movía sobre el suyo dándole la mejor sensación que nunca pudo imaginarse; mordió su labio para que de su boca no se escapara su nombre, el cual necesitaba decir, incluso gritar.

Fue la primera vez que pudo sentir las caricias, el calor de alguien más sobre su ser. Pero se preguntaba si acaso haberse dejado llevar a cometer aquel acto con otro hombre, lo acabaría perjudicando en lo que iba a ser su destino hacia aquel lugar en el cielo prometido.

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