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27

Se Hun empezaba a perder la consciencia. Sus pies trataron de patalear, pero no le sirvió de nada.

Estaba seguro de que iba a morir en manos de ese loco.

Los ojos de Yoon Gi se veían ansiosos por tomar el alma del chico y así acumular otra más para convertirse en lo que deseaba.


—Seré bueno y te daré la oportunidad de decir tus últimas palabras.


—H-hijo de puta...


—Gracias—le dijo riendo.


Abrió nuevamente la boca del chico para tomar su aliento. Deseaba poder sentirlo en su interior.

Estaba a punto de llevárselo, pero una vez más sintió un golpe en su pecho. Le dolió y tuvo que soltar a Se Hun. Éste cayó al suelo y empezó a respirar con dificultad.

El timbre de la casa sonó repetidas veces. Se Hun se levantó como pudo y salió del despacho corriendo.

Yoon Gi ahora gritaba de dolor, se agarraba el pecho y gruñía. El pelinegro meneó su cabeza y despertó de aquel estado hipnótico.

Observó el lugar donde estaba. No lo reconocía. Se sentía mareado y perdido. Vio a Yoon Gi retorcerse y levantarse para ir hasta él. Lo agarró del brazo y salieron por la ventana que daba al patio trasero. Escaparon de la residencia de los Oh como si fueran unos ladrones.

Ji Min seguía sin entender qué estaba pasando. Tuvo que seguir los torpes pasos que Yoon Gi daba para alejarse de esa mansión.



Se Hun abrió desesperado la puerta, aún recuperando el aire que le faltaba. Se apoyó contra la madera y miró a quien estaba ahí parado.


—¿Qué estás haciendo aquí?—dijo poniendo una mano en su pecho, hablando con dificultad.


—¿Qué te pasó? —el otro dio un paso adelante y ayudó a Se Hun a  recomponerse —¿Estás bien?


—No, joder...


Se Hun apartó las manos del otro de él. Terminó de tomar aire y pensó durante un rato sobre la extraña situación que acababa de vivir.

Fue la primera vez que sintió un miedo real. El miedo de morir.

No entendía lo que Ji Min estaba haciendo con el otro en el despacho de su padre. Y lo que menos comprendió fue la actitud de Yoon Gi.


—¿Qué te pasó?—volvió a insistir.


—¿Quieres saberlo?—Se Hun, casi en un grito, le preguntó a su compañero Lu Han mientras éste lo veía asustado por su actitud tan agresiva —Lo siento... Es que ese hijo de perra estaba en el despacho de mi padre y... ¡joder!


—Cálmate un poco.


Lu Han ingresó a la casa y cerró la puerta de la entrada. Le ofreció su ayuda al otro para que se agarrara de su brazo y así poder sentarlo.

Todo estuvo en silencio durante unos pocos minutos. Lu Han se sentó en el sillón de al lado y le dio leves caricias en la espalda para que pudiera calmarse. Ese roce lo hizo sentir nervioso y un poco estúpido por creer que alguna vez éste pudiera comprender que le gustaba.

Se Hun logró recomponerse y, dispuesto a contarle a su amigo, habló sobre la situación que acababa de vivir.


—Esos dos vinieron a mi casa —dijo haciendo un gesto con su mano señalado en la dirección del despacho.


—¿Quiénes?


—Park y el extranjero...—se tocó las sienes con ambas manos, irritado —¡Estuvo a punto de matarme!


—¿De qué hablas?—Lu Han se sobresaltó por el grito, pero lo que le dijo no le sorprendió mucho.


—Ese tipo da miedo—sus ojos se clavaron en los de Lu Han, llenos de temor—.Creí que moriría, hasta que llegaste.


El chico de mirada inocente no tenía idea de que Yoon Gi había estado ahí. El collar que colgaba de su cuello estaba funcionando a la perfección. Se aliviaba de haber ido a devolverle uno de sus cuadernos a Se Hun, sólo como excusa para verlo.


—Se Hun, escucha—se arrimó un poco a su lado y le habló en voz baja—, creerás que estoy loco por esto, pero...


—Siempre lo creí —lo interrumpió —Debo admitir que me das miedo tú también, con todos esos libros raros que lees...


Lu Han abrió sus ojos sorprendido porque notara cosas como esa. Sí, él siempre estaba con libros que hablaban sobre espiritismo y la verdad es que nunca creyó que Se Hun le prestase atención a eso. Veía que estaba equivocado.


—Yo...


—No importa, si te gustan esas cosas está bien—frunció el ceño y volvió a tocar sus sienes—.Mierda... Debería llamar a la policía.


—No, no hagas eso.


—¿Cómo que no? Un maldito loco estuvo a punto de matarme— lo miró enojado— ¿Quieres que lo deje escapar?


—Es que, Se Hun escucha...


Dudó mucho de las palabras que debía utilizar para explicarle al otro lo que él notaba acerca de Ji Min y Yoon Gi. Pero si le decía, seguramente Se Hun  no acabaría por creerle nada. Además, no era algo tan sencillo de explicar. Para Lu Han las cosas podrían ponerse mucho peor si todo seguía a ese ritmo.

Mientras que él pensaba bien sus palabras, Se Hun se levantó para asomarse por el pasillo y mirar hacia el despacho. como lo suponía, esos dos se habían ido. Maldijo por la situación, pero por un lado se sintió aliviado de que ese tipo de pelo gris se hubiese alejado de él.

Fue esa mirada de odio que lo hizo sentir como una rata acorralada. La fuerza con la que lo agarró también fue algo sorprendente que nunca creyó posible ver en alguien de cuerpo tan delgado.


—Maldita sea, Lu Han...— volvió a la sala— Se fueron, los dos. No puedo dejar esto así, llamaré a la policía y se pudrir...


—¡No! —volvió a negarse ante la idea de Se Hun— Si hace eso va a ser peor, créeme por favor.


—¿De qué hablas Lu Han? ¿Estás defendiendo a ese criminal?


—No lo estoy defendiendo, sé que no funcionará— se levantó y se acercó hasta él, tomándolo de los hombros— ¿Podrías escucharme por una sola vez, Se Hun? 


El chico lo observó a los ojos con seriedad. Sabía que nunca prestaba atención a ninguno de sus dos compañeros, que siempre era él quien tenía la palabra y los otros sólo acataban órdenes. En ocasiones se sentía jodidamente bien, otras no tanto.

Guardó silencio por un momento para así otorgarle la palabra a Lu Han, quien parecía estar desesperado por decirle o explicarle algo.  


—Está bien, habla.


Lu Han tragó saliva y volvió a rebuscar en su cabeza esas palabras adecuadas. Temía en verdad que ese chico que estaba frente a él no le creyera, que lo calificara de loco y se alejara para siempre de él.


—No es humano.  


Sólo por unos segundos, Se Hun se quedó callado. Estaba pensando en esas palabras muy seriamente, cuando lo primero que habría hecho sería reírse en la cara de su amigo. Si bien sonaba algo disparatado, sí había algo que le daban indicios de aquello. Esa fuerza con la que le quebró uno de sus dedos, cuando lo levantó, cuando la puerta del despacho se cerró sola... No había razón para no creerle a Lu Han, pero aunque eso fuera cierto, ¿por qué el chico sabía que no lo era?


—¿Qué quieres decir?—le preguntó un poco confundido.


—Quiero decir que es peligroso. No  creí que fuera capaz de llegar hasta este punto.


—Lu Han, me estás dando miedo.


La situación era muy extraña para Se Hun, nunca creyó en cosas paranormales, criaturas y demás. Pero esa seriedad con la que hablaba Lu Han le daba a entender que era verdad, que Yoon Gi quizás era una especie de criatura paranormal o algo así, recordó que le dijo que era el mismísimo Diablo, pero era imposible para él. No comprendía del todo.

Dio un paso atrás y se apoyó sobre una mesa de cristal. Se quedó pensando por un largo tiempo mientras que Lu Han esperaba que algo saliera de sus labios.


—¿Cómo sabes eso?—le preguntó de pronto.


—Yo... Nunca pensé decirte esto.—hizo una pausa y volvió a pensarse muy seriamente el decirle la verdad.


—¿Decirme qué?


Ambos se mantuvieron las miradas intentando hablarse con ellas. Los nervios en sus cuerpos eran inevitables debido a la gran tensión.

Lu Han soltó aire por su boca y cerró con fuerzas los ojos para no ver la reacción del otro.


—Soy médium.



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