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25

Pero yo no estoy atado a tu mundo.

En el que nada sana y nada crece.

Porque este es un gran mundo blanco

y estamos drenando sus colores.

Solíamos amarnos a nosotros mismos, solíamos amarnos unos a los otros.

Todas mis puntadas pican, mis recetas se acaban.

Desearía que fueras reina, sólo por hoy.




La mano de Ji Min empezó a temblar. No miró a Yoon Gi, mantuvo sus ojos sobre su padre y esperando el momento para dar el golpe.


—Él está sufriendo—dijo Yoon Gi mirando al hombre —Si no lo haces tú, lo haré yo. Y sabes que no tendré piedad.


—No—negó con su cabeza.


—¿Quieres dejarlo sufrir entonces?


No sabía qué decir, estaba totalmente confundido. Pero en parte lo prefería así, porque no pensaba matar a su padre. Asintió con la cabeza agachada como si se sintiese avergonzado de confesarlo.


—Eso es cruel—sonrió—.No esperaba esa respuesta, pero me agrada. Te estás convirtiendo en alguien malvado, Park Ji Min.


El menor no le respondió. Apretó discretamente el mango de la daga para dar su movimiento. Miro rápidamente hacia el cuello del peligris, buscando un punto que lo acabara.


—¿Qué tal en el corazón? —lo miró —Es un buen punto. Me mataría al instante, ¿no?


El arma cayó de su mano. Ahora supo que estaba en problemas. Era obvio que no iba a poder matarlo, pero no perdería nada sino lo intentaba.

Se agachó ágilmente y la volvió a tomar. La agarró con todas sus fuerzas y la llevó hacia el cuello del otro. La clavó hasta la mitad, sintiendo y viendo la sangre salpicar sobre su mano, incluso en su cara.


—Auch, Ji Min, eso dolió—Yoon Gi lo miró con una sonrisa en sus labios. Tocó su cuello y manchó su mano de sangre, sacando el arma de su piel—.Que lástima que no puedas matarme, seguro te habrías sentido muy aliviado.


El menor caminó hacia atrás, siendo señalado con el arma a modo de juego por el otro. Su padre había salido corriendo del cuarto sin motivo gritando y, entonces, se sintió más indefenso.

El cuerpo del peligris se acercó hasta él. Lo acorraló contra la pared y pasó la daga por el cuello del menor y bajó así por su pecho, abriéndose paso entre los botones de su camisa.


—Ya sabía que lo harías... ¿Crees que soy tan idiota? ¿Cómo te atreves a burlarte de mí de ese modo?


La herida del cuello se cerró sola, ante la mirada aterrada de Ji Min.

Sintió el filo del arma rozar su piel, dejándolo manchado con la sangre de Yoon Gi. Todo se saldría de control si aquella daga seguía bajando por su cuerpo. Tenía miedo de que Yoon Gi hiciera alguna jugada de las suyas.

Cerró sus ojos para no ver lo que fuera que le esperaba. Pero en vez de dolor, sintió una lengua pasearse por su labio. Después su boca ya estaba jugando con la otra, de un lado al otro.

Se dejó llevar por el beso y agarró los cabellos grises. Dejó que su lengua paseara libremente en la boca del otro para mezclar sus salivas. Estaba hipnotizado, porque en verdad no quería hacerlo.

Yoon Gi tiró el arma al suelo. Agarró al menor de las caderas y lo levantó haciendo que ambas piernas lo rodearan. Movió así sus caderas provocando una fricción que los llevó a un estado de excitación en el que no podían parar.


—Vas a lamentar haber hecho eso—le susurró sobre los labios.


Sin rodeos, Yoon Gi lo soltó, bajó el pantalón de Ji Min, sus bóxers y lo dejó a su disposición. Después lo volteó, apretándolo contra la pared con fuerza, metiendo y sacando sus dedos dentro de él, sin lubricar.

A Ji Min le dolió como nunca. No había placer alguno en eso. Estaba sufriendo un dolor insoportable. Yoon Gi sólo movía sus dedos, sin tratar siquiera de mantener una excitación con besos o caricias. Quería hacerlo sufrir y lo estaba consiguiendo.


—¡Ah, basta, por favor!—suplicaba chillando.


—Cállate y gime, maldita perra—le dijo entre dientes contra su nuca.


Ni siquiera podía hacerlo. Lo único que saldría de sus labios serían más gritos de dolor. No le estaba gustando nada la situación.

Se arrepintió de lo estúpido que fue al tratar de matarlo. Comprobó que era imposible. Fuera lo que fuera Yoon Gi, creía que nunca más se lo sacaría de encima. Lo torturaría hasta el día de su muerte.


—¿Te resistes a mis órdenes? —metió sus dedos bruscamente, sacando otro quejido del menor—No creí que fueras tan imbécil como para hacer algo así. Pareciera que te gusta sufrir.


—No...—dijo entre lágrimas —Lo siento, de verdad... Juro que no volveré a intentar nada más.


—No te creo.


Otra vez una voz distorsionada salió de él. Ji Min tenía mucho miedo; los ojos del peli gris se volvieron completamente negros.

La daga que había quedado en el suelo fue recogida nuevamente por Yoon Gi. Puso la punta contra el abdomen del menor y presionó un poco.


—¿Qué crees que pasará si sigo presionando esto contra tu piel, Ji Min?—lo miró fijamente, con una de esas sonrisas cínicas —Lo más probable es que deje una profunda herida y por el contrario que a mí, a ti te dolerá y te retorcerás. ¿Eso querías hacer conmigo?


El pelinegro apretó con fuerza sus dientes. Seguía llorando, estaba asustado. Yoon Gi no parecía tener ni la más mínima intención de dejar de presionar hasta enterrarle esa daga en su cuerpo.

Y si lo hacía, Ji Min creía que era mejor morir ahora que seguir siendo torturado.


—Mátame, por favor—le suplicó.


Yoon Gi presionó un poco más mientras veía su cara de sufrimiento. Por supuesto que no lo iba a matar. Si lo hacía su diversión acabaría muy pronto, y la verdad era que le encantaba Ji Min.


—No.


Sonrió y guardó el arma en su bolsillo, para que Ji Min no cometiera ninguna estupidez más.

Ahora que lo tenía temblando, podía hacer lo que quisiera con él en ese estado tan vulnerable. Lo agarró del brazo y lo tiró a la cama.

Se fue acercando lentamente y sacando su ropa, dejándola tirada por el piso, hasta quedar completamente desnudo.


—Ahora, harás todo lo que yo te ordene —llegó hasta el borde de la cama y se quedó de pie. Agarró a Ji Min por el mentón y lo obligó a mirarlo a los ojos—¿Entendiste?


Asintió sin rechistar y después de eso, fue empujado hacia atrás. Su espalda quedó contra el colchón y sus muñecas fueron tomadas por Yoon Gi, colocándolas juntas por encima de su cabeza.

Sabía lo que le esperaba. Sólo cerró sus ojos y volteó su cabeza a un lado.

Con la otra mano libre, el peligris quitó por completo las prendas que habían quedado a medias.

Se colocó entre medio de aquellas piernas, buscando la entrada del menor. Lo penetró de golpe y, al sentirlo de nuevo estrecho, gruñó como si eso le molestase.

Movió sus caderas con fuerza, entrando y saliendo de él con dificultad. Se oía el ruido de sus cuerpos chocando, los quejido de dolor de Ji Min y los gruñidos de Yoon Gi disfrutando aquello.

Tenía el control absoluto de ese cuerpo bajo el suyo. Se sentía poderoso y le encantaba. Soltó las muñecas del menor y bajó su mano hasta el miembro de éste para masturbarlo al ritmo en que lo penetraba.

Ji Min no estaba sintiendo placer alguno. Le dolía y no podía hacer otra cosa que llorar y suplicar porque se detuviera. Su cuerpo temblaba y no quería más.

Las embestidas eran cada vez peores. Yoon Gi siguió con su ritmo y después de que lograra que Ji Min lo mirara, pegó su cuerpo al otro y sus labios fueron directos a susurrarle.


—¿Te gusta, Park?—Ji Min no contestó, frunció sus labios y llevó sus manos a la cara de Yoon Gi para apartarlo de su rostro, sin fuerzas—¡Contesta!


—N-no... Para por favor.


La risa de Yoon Gi se metió una vez más en su cabeza. No aguantaba las ganas de escapar de su dominio, pero estaba débil.

Terminó sintiendo cómo se corrió dentro de él dos veces. Lo dejó sin aliento y con un gran dolor.

Yoon Gi salió de él cuando se sintió satisfecho. Lo miró con una sonrisa que lo repugnó. Y si bien parecía haber acabado, volvió a juguetear con su lengua alrededor del cuello del chico.


—No estás cooperando, Ji Min... Y eso no me gusta—tiró de su piel con fuerza, dejando una marca roja—Quiero oírte suplicar por más y sólo lloriqueas... Ahora espero que realmente hayas aprendido a portarte bien.


—Lo siento—fue lo único que salió de su boca.


Más mordidas fueron marcando la piel en su cuello, hasta sus hombros. Quizás Yoon Gi no pararía hasta que su cuerpo no se cansara del todo, y eso no tenía idea de cuando llegaría.

Otra vez volvió a ser sometido, volvió a dejarse dominar por Yoon Gi. En esa ocasión, por algún motivo lo miró a los ojos. Estaban nuevamente de color negro.


—Vamos a cambiar un poco las cosas—el peligris humedeció sus labios, con ganas de más.


Se miraron por unos cortos segundos y después, Ji Min gimió al sentir que ahora ya no dolía. El placer había llegado de repente con tan sólo mirarlo a esos oscuros ojos.

Era la primera vez que lo miraba tan intensamente. No sabía si estaba hipnotizado o era él mismo que lo hacía. Como fuera, siguió mirándolo mientras su boca se abría para soltar aquellos sonidos y mientras ese cuerpo delgado se movía sobre el suyo.


—Yoon Gi—dijo en un sensual tono, llevando sus manos tras la espalda de éste —.Quiero más...


Esos finos labios se curvaron hacia arriba. Se dejó acercar hacia el pecho del menor, sin dejar de clavarle la mirada.

Ahora Ji Min sonreía como si fuese alguien completamente diferente a ese chico de antes que suplicaba porque parara, que lloraba y estaba cansado. Gemía y se estremecía de puro placer, clavaba sus dedos en esa espalda blanquecina y la arañaba con fuerza, dejándole marcas a lo largo.

Todo eso era producto de esas almas con las que Yoon Gi se había alimentado. Ahora que tenía más poder, podía hipnotizar al menor, haciéndolo caer en sus encantos.

Lo peor era que Ji Min no sabía lo que sucedía. Creía que lo que estaba sintiendo y viendo le agradaba. Era como si sintiera amor, pero nada tenía que ver en realidad con eso.

Y dado que Yoon Gi ahora sabía que podía hipnotizarlo con su mirada, gracias a aquellas vida que quitó, lo aprovecharía para divertirse mucho más.

Era el momento en que para Yoon Gi empezaba la verdadera diversión.

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