24
Esta es la casa de muerte.
Incluso los ángeles mueren en los brazos de los demonios.
Nadie está exento de las posibilidades de esperanza
Una semana más tarde, era un domingo nublado y triste. Se sentía un ambiente pesado alrededor de aquella escena.
En el funeral había unos cuantos familiares y sólo los tres únicos compañeros que Jung Kook había tenido en la escuela.
Ho Seok aguantaba las lágrimas, tenia su cabeza agachada y los puños levemente cerrados. Tae Hyung lloraba sobre el hombro de su amigo desconsolado, para él contenerse le era imposible.
Los padres del joven fallecido estaban destrozados. Sus caras eran el perfecto reflejo de la palabra dolor. La señora Jeon tenía una mano apoyada sobre el hombro de su marido y dejaba caer las lágrimas sin descanso. Éste estaba igual que ella, pero se notaba más serio.
El único hijo que tenían se había ido, y en ningún momento nadie pudo saber decirles que fue lo que pasó; eso fue lo peor de todo. Jung Kook era un chico muy reservado y tímido, no tenía más que a esos tres compañeros allí presentes. Le resultaba muy extraño a sus padres que hubiera sucedido algo así.
Ji Min no soltó una lágrima. Sentía más ira que dolor, todo gracias a Yoon Gi. Éste había desaparecido hacía un día. No tenia las más pálida idea de dónde se encontraba ni lo que podría estar haciendo.
Dado esto, pensaba aprovechar su ausencia para investigar.
Cuando acabó el funeral, Ho Seok y Tae se acercaron a él.
—Aun no puedo creerlo—comentó Tae en voz baja—.Ojalá encuentren al bastardo que hizo esto.
Ji Min no dijo nada. Se quedó mirando hacia sus propios pies como si eso lo imposibilitara de poder oír alguna de esas palabras.
—¿Te encuentras bien?—preguntó Ho Seok en un tono serio.
—No, no lo estoy—levantó su cabeza—.Es demasiado todo esto.
—Sí, lo es...—afirmó con el ceño fruncido y seguido apoyó una mano sobre el hombro de Tae—Vamos, está a punto de llover. Te acercaré a casa.
El chico asintió después de sorber su nariz varias veces y se despidió de Ji Min con un leve movimiento de cabeza.
Todos estaban empezando a alejarse. Los padres seguían aún cerca de la lápida, observándola. Ji Min no podía dejar de sentirse culpable, por alguna razón. Sabiendo como era Yoon Gi tendría que haber presentido que acabaría pasando eso.
Se marchó a casa caminando. Al llegar y abrir la puerta, se encontró con su madre parada de espaldas a él, mirando hacia el suelo.
—¿Mamá...?—la llamó, acercándose a ella—¿Qué miras?
La mujer no dijo nada. Hacía rato no pronunciaba una sola palabra. Ji Min se preguntaba cómo es que iba al trabajo aun en ese estado catatónico.
Se puso de pie a su lado y siguió la mirada hasta el suelo. No había nada. Se volteó para mirarle la cara y en ese preciso momento en que lo hizo, su madre pegó un grito que lo sorprendió, haciéndolo caer al suelo.
Ella se agarró los cabellos y se agachó. Empezó a llorar y a decir palabras entre dientes.
—Me duele, me duele—repetía.
—¿Qué te duele, mamá?—Ji Min se levantó apresurado para acercarse de nuevo y la agarró del brazo.
No paraba de repetir que le dolía, pero no decía qué. Era como si algo de repente la hubiese atacado en su interior.
Ji Min tenía miedo y preocupación. Nunca vio a su madre tan mal, con la cara tan pálida, esas terribles ojeras, incluso había perdido muchísimo peso. Era un horror creer que podría estar a punto de morir en cualquier momento.
La observó sin saber qué hacer. Quedó paralizado, como un idiota.
—Se está muriendo.
Una voz lo hizo girarse hacia atrás. Lo miró con el ceño fruncido y se acercó hasta quedar frente a esa cara de burla. Lo agarró del brazo y tiró bruscamente de él.
—¡Hijo de puta!—chilló—¡¿Qué le estás haciendo a mis padres?!
El peligris lo miró mientras reía de forma sádica. Se dejaba sacudir y golpear como si no le afectase en lo más mínimo, y es que tampoco lo hacía realmente.
La señora Park seguía agarrando su cabeza, entre gritos. Ji Min tuvo que soltar al otro para volver a atenderla.
Nunca le prestaron atención, nunca creyeron nada de lo que decía, pero eran sus padres y no los quería ver muertos.
—Mamá, tranquila, llamaré a una ambulancia.
—No harán nada por ella, Ji Min—se acercó y lo agarró del brazo para levantarlo—. No pueden hacer nada, están vinculados a mí debido al pacto, ellos están muriendo lentamente y lo saben.
—¡Yo no quería matarlos!—chilló y se zafó.
—Lo sé—lo volvió a agarrar y se acercó a susurrarle —.Lo hago porque yo quiero. Tus padres son unos inútiles, de todas formas te iban a abandonar. Así es menos doloroso para ti.
Ji Min no pudo retener más su ira y sin pensarlo lo golpeó. Cerró el puño y éste chocó contra la mejilla del peligris, haciendo que volteara su cara hacia un lado.
Se quedó así por un buen rato, mirando al suelo y luego escupió un poco de sangre.
—Deberías dejar de hacer tonterías —pasó su lengua por su labio inferior para lamer el resto de sangre que quedó en él—.Sabes que puedo hacerte pasar el peor momento de tu vida, Ji Min.
El menor sintió miedo, no iba a negarlo, pero mantuvo una actitud desafiante en todo momento. No debía verse débil frente a Yoon Gi porque si lo hacía se aprovecharía aun más de él.
De pronto su madre dejó de gritar y retorcerse y se quedó tirada en el piso. Ji Min la observo de reojo asustado, creyendo que había muerto.
—Tu padre había durado más tiempo —comentó Yoon Gi sonriendo con malicia.
El cuerpo del menor se congeló. Abrió sus ojos sorprendido y miró a Yoon Gi, casi a punto de llorar.
—¿Qué estás diciendo...?
—¿No entiendes, Ji Min?—ladeó su cabeza —Tu padre está muerto.
El menor sintió un escalofrío en su cuerpo. Algo golpeó su pecho con violencia, una horrible sensación de dolor. Estaba a punto de enloquecer porque dudaba de las palabras de Yoon Gi. No podía creerle a ese hijo de puta.
Lo miró por un buen rato y luego rio.
—Es mentira—le dijo acercándose a él—.Eres un puto mentiroso...
—¿Lo soy?—imitó ese tono de voz de Ji Min, nervioso y entre sollozos fingidos—Puedes comprobarlo por ti mismo.
—No. Esto es una broma—volvió a reír y se agarró los cabellos mirando hacia su madre —.Ella está viva.
Yoon Gi dio unos pasos al lado de la mujer y le volteó el cuerpo con el pie para que quedara boca arriba.
—Está muerta, Ji Min.
El menor tapó sus ojos y empezó a llorar. Aquellas lágrimas le dolían, hacían arder sus ojos. No podía asimilarlo.
Mientras estaba agachado y llorando desconsolado, algo pareció empujarlo. Dos manos sobre sus hombros.
Abrió los ojos, perturbado, y se encontró con los de la madre de Kook y el esposo de ésta a su lado.
—¿Estás bien?—pasó su mano por la mejilla del menor—Te desmayaste.
—Creo que sigue aturdido, cariño—dijo el hombre en un tono muy bajo.
Ji Min trató de levantarse con la ayuda del señor Jeon. Se sacudió el pasto de la ropa y miró avergonzado a los padres del chico.
No supo en qué momento se sintió mal y cayó al suelo. Pero aquel sueño o lo que hubiera sido eso, lo asustó. Se apresuró para alejarse de ese lugar tan deprimente y comprobar que en su casa estaban sus padres sanos y salvos.
Corrió bajo la lluvia, pisando los charcos y llenando sus zapatillas de barro, sus pantalones... No le importaba.
Llegó y abrió la puerta. Se le detuvo el corazón al ver a su madre parada de espaldas y mirando hacia el suelo. No dijo nada, no quería revivir ese sueño.
Cerró con cuidado la puerta y caminó hasta el lado de ésta. La miró por un segundo y ella también. Un alivio recorrió su cuerpo. Le sonrió a pesar de que sabia que ella no lo haría, porque su rostro no decía nada.
—El paciente de la habitación 03 necesita tomar su medicación —dijo ella de pronto, volviendo la vista al mismo punto de antes.
—¿Paciente?¿Qué estás diciendo, mamá?
No volvió a recibir respuesta. Su madre se quedó ahí paralizada sin hacer más que fijar su mirada en la nada.
Ji Min la dejó y fue en busca de su padre. No lo encontró por ningún lado. Pero de todos modos no le extrañaba mucho porque solía aparecerse de repente.
Al entrar a su cuarto, se llevó un gran susto al ver el cuerpo de su padre sobre su cama. Estaba tapado, con solo su cabeza descubierta. Sostenía las sabanas con ambas manos, con fuerza, como si alguien se las fuera a quitar.
—Doctor, estoy escuchando voces—dijo mirando a su hijo—.Me dicen que debo irme de aquí, que este lugar es malo. ¿Usted es malo?
Ji Min guardó silencio. Estaba notando que la situación con sus padres se había vuelto bizarra, muy preocupante. Antes no hablaban siquiera y ahora se creían ser, su padre, un paciente, y su madre una enfermera.
Se acercó hasta el hombre y tocó su frente para ver si estaba delirando o es que de verdad había enloquecido.
—Doctor, conteste —volvió a hablar, esta vez con voz temblorosa y una notable sonrisa nerviosa en su boca—¿Quiere matarme?
—No—Contestó el menor siguiéndole la corriente—.No seria capaz.
—¡No mienta!—gritó y se abalanzó sobre su cuello con ambas manos—¡Quiero un lugar en el paraíso que nos prometió! ¡Debe matarme para que sea libre!
La presión que su padre hacia sobre su cuello lo estaba asfixiando. Trató de quitárselo de encima, pero no podía luchar contra la fuerza del hombre. No tuvo más opción que gritar y patalear porque lo soltara.
—¡L-lo haré! —le dijo en su último aliento a punto de caer.
Enseguida su padre lo soltó y lo observó con una sonrisa de felicidad. Se alejó de él y se arrodilló juntando sus manos a la altura de su pecho.
—Ahora podré estar entre los brazos de Dios—rio con lágrimas en sus ojos—¡Vamos, máteme!¡Cumpla su palabra Doctor Lu!
El cuerpo de Ji Min estaba débil. Aturdido por la falta de aire, intentó calmarse y no tambalearse debido al mareo. Escuchó todo lo que su padre decía, era como un demente.
No pensaba matarlo, era su padre. No podía hacer algo así. Además era obvio que se comportaba como alguien totalmente diferente a lo que era. Y por supuesto todo era gracias a Yoon Gi.
Observó así al hombre esperándolo para ser asesinado. Su mirada enfermiza y psicótica lo estaba asustando. Ese tipo no era su padre.
—Vamos, ¿a qué esperas?—lo sobresaltó esa voz sobre su oído —Mátalo para que vaya con su Dios.
—No... No mataré a mi padre.
Yoon Gi los miró a ambos y rio. El menor se veía muy nervioso, asustado e incluso shockeado.
—¡Quiero ir con él! —volvió a gritar el señor Park, suplicando.
Y Ji Min volvió a negar rotundamente. No lo haría por mucho que se lo exigiera. Dio unos pasos atrás para huir de la situación, pero Yoon Gi lo detuvo. Lo agarró del brazo y con su mano libre le mostró una daga.
—Ese de ahí—lo señaló con el arma —no es tu padre. Ha sido poseído por un espíritu maligno. Debes matarlo si lo quieres salvar.
La daga ahora quedó sobre la mano temblorosa de Ji Min, quien no sabía que hacer. No podía creerle a Yoon Gi, pero viendo a su padre hablar y actuar de ese modo lo hacía cambiar de opinión. Pero más allá de eso, en la cabeza de Ji Min se encendió una luz. Tenia un arma y tenia a Yoon Gi a su lado.
¿Era tan idiota como para no darse cuenta de lo que le haría con eso en su poder? Ji Min no tenía idea de la respuesta, pero aprovecharía el momento para hacerlo y librarse de él.
Era ahora o nunca.
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