17
Una vez todos dentro del despacho del director, Ji Min y Ho Seok se quedaron de pie, a una gran distancia de los otros dos. El hombre empezó a sacar sus papeles del cajón, tomo un bolígrafo y se puso a escribir lo que los demás suponían que eran sanciones.
—Park—le dijo, escribiendo en el papel —Lo expulsaré por un mes.
Ji Min sólo rodó los ojos y no dijo nada. En realidad no le interesaba, al contrario, era una buena noticia. No tendría que aguantar por un mes a ninguno de esos idiotas.
—¿A mí también me va a expulsar? —preguntó Se Hun al ver que escribía en otro papel.
El hombre le echó una rápida mirada y luego volvió a mirar su papel. Le asintió firme con la cabeza y la cara de Se Hun fue de pura indignación.
—¡¿Es una broma?!—protestó —¡Él me agredió!
—¿En serio, Se Hun?—habló Ho Seok, mirándolo sin ningún tipo de temor.
—Tú cállate, Jung, nadie te llamó —le contestó, casi escupiendo su nombre con asco.
Lu Han, quien estuvo callado y sólo observando, cada vez empezaba a sentirse peor. Cada vez que miraba a Ji Min podía sentir como se le revolvía el estómago. No era nada agradable tenerlo tan cerca, pero debía estar al lado de Se Hun. Hizo su mejor esfuerzo para no caer. Se agarró con fuerza del brazo de Se Hun y éste lo miró algo preocupado. Los ojos del castaño miraban hacia un punto fijo en el suelo. Parecía ido, en otro planeta.
—Lu Han—le habló, buscando verlo a los ojos—¿Estás bien? Me estás asustando.
Ji Min y Ho Seok miraron al chico, quien ahora había caído de rodillas al suelo.
—Joder, Lu Han...—Se Hun trató de levantarlo; los ojos del chico ya se habían cerrado por completo. Supuso que se había desmayado—¡No se queden parados y ayúdenme!—les dijo a los otros dos.
Pero ninguno de ellos hizo nada. Ho Seok lo miró sin expresión alguna, odiaba a Lu Han tanto como a Se Hun. Sabía que el chico era callado, pero también participaba de las bravuconerías del líder. Ji Min, a diferencia de quien tenía a su lado, miró al chico sospechando que algo extraño estaba pasando. Buscó con la mirada si había algo que delatara la presencia de Yoon Gi. Pero no encontró nada, ni siquiera lo sintió cerca.
El director se levantó de su asiento y ayudó a Se Hun a levantar al castaño del suelo. Lo sentaron en una silla y trataron de despertarlo. Estaba consciente pero desorientado y mareado. Había llevado sus manos hacia su estómago sintiendo un agudo dolor.
—Lu Han ¿Qué te ocurre?—Se Hun frunció sus cejas, como si le molestase la actitud del chico, quien no decía nada.
—Llamaré a una ambulancia —dijo el hombre, corriendo hacia el teléfono del escritorio.
—¡No!—gritó de inmediato el chico—Sólo estoy mareado, no comí en todo el día —mintió.
La mano del hombre se detuvo antes de tocar el aparato. Desconfiaba un poco de que eso fuera cierto, pero le hizo caso.
—Te llevaré a tu casa—le dijo Se Hun pasando un brazo del chico por sus hombros para levantarlo.
Los dos salieron del despacho, mientras que el director volvió a sentarse en su silla de escritorio como si nada, dejando libre a Se Hun. Para Ho Seok parecía más una escena de teatro para librarse de la situación. Se quedó junto a Ji Min y dado que hubo un horrible silencio, se dirigió al hombre.
—¿Por qué lo deja ir? Están actuando, dese cuenta —le dijo en un tono de voz bastante molesto.
—Usted, Jung—lo miró —,salga de mi despacho antes de que lo sancione también.
Ho Seok estuvo a punto de decirle algo, pero decidió callarse porque no quería problemas. Sólo fue para comprobar que iban a expulsar a Se Hun; ya vio que no fue así. Echó una rápida mirada a Ji Min y se marchó del despacho.
—Tome, Park—le alcanzó el papel escrito, firmado y sellado—.Espero que sus padres no vengan a reclamar nada, después de la última vez que los vi no tengo intención de recibirlos.
Ji Min tomó el papel, casi arrebatándoselo de las manos al hombre. No dijo nada y dio la vuelta para marcharse de ese horrible despacho que olía a cigarrillo. Le cerró la puerta de un golpe y salió afuera de la escuela.
Creía que a sus padres ni siquiera les importaría saber que fue expulsado. Estaban comportándose de forma extraña. Ya no se hablaban entre sí, no le prestaban atención, nada. Ni siquiera hacían sus escenas escandalosas quejándose por el dinero.
Una vez afuera, se recostó contra la pared y arrugó el papel de la sanción para tirarlo lejos de su presencia.
—Te expulsaron, Ji Min. Pero valió la pena, ¿cierto?—Yoon Gi apareció de repente a su lado, con sus manos metidas en los bolsillos y sonriendo. Ji Min lo ignoró; estaba cansado y quería irse a casa de una vez por todas—Vamos, no te pongas así. Tengo una sorpresa más antes de que te marches.
—¿De qué hablas...?—lo miró de reojo, sospechando de que algo malo iba a pasar.
Unos chillidos y gritos que provenían de la sala lo sobresaltó. Miró rápidamente al peligris, quien le mostro sus dientes en una sonrisa que lo perturbó. Corrió hacia la sala para ver qué estaba ocurriendo. Los gritos eran cada vez más intensos; al llegar a la puerta unos cuantos estudiantes salieron del interior, agitados y tosiendo.
—¿Qué ocurre?—preguntó a Tae, a quien identificó de inmediato.
—Ji Min...—el chico se apoyó con las manos sobre sus rodillas, tratando de tomar aire —Los aparatos de música de repente explotaron y todo comenzó a arder.
—No puede ser.
Ji Min miró hacia el interior. Se veían llamas y una cortina de humo que empezaba a salir por la puerta. Había gente entre medio del fuego. Era horrible tener que presenciar aquello. Los chillidos desgarradores, de puro dolor, llegaban hasta su estómago, dándole una patada.
Tae se recuperó un poco y agarró al pelinegro del brazo.
—Llamé a emergencias, Ji Min... —le dijo con lágrimas en sus ojos—Ho Seok estaba dentro porque fue a buscarme y lo perdí... ¡Lo perdí de vista!
Ji Min no podía creer nada de lo que estaba pasando. Yoon Gi era el ser más despreciable que conoció en su vida, quería meterlo entre todas esas llamas, pero claro, era el mismísimo Diablo. No tendría sentido, y si lo hacía seguramente se regocijaría de ello.
El pelinegro trató de calmar a Tae ya que parecía en crisis. Luego le preguntó por Jung Kook, pero por suerte el chico se había largado mucho antes.
Algunas pocas personas lograron salir, con mucha dificultad. Ji Min los asistió y ayudó en lo poco que pudo, hasta que llegaron los bomberos y la ambulancia.
El director se enteró cuando escuchó las sirenas y salió de inmediato a ver qué ocurría. Cuando se encontró con aquel panorama enloqueció por completo.
—¿Qué ha pasado aquí? ¿Qué es todo esto?—preguntó a uno de los profesores, quien le explicó la situación.
Los paramédicos llevaban a gente que iban sacando de a poco en camilla. Muchos tenían quemaduras graves y otros estaban inconscientes.
—Ho Seok...—lloriqueaba el chico, sobre el hombro de Ji Min.
—Tranquilo Tae...
El pelinegro estaba tratando de asimilar lo ocurrido. Consoló a Tae por un rato largo, hasta que vio a Yoon Gi, a lo lejos.
—Maldito hijo de perra...—dijo entre dientes y se levantó del banco donde estaba junto al otro.
—¡Esto lo provocó alguien!—gritó el director a uno de los bomberos —Averiguaré quién lo hizo.
El viejo paseó la mirada por todos los alumnos, tratando de descubrir algún sospechoso. Su ceño se frunció de inmediato cuando vio a Ji Min alejarse del lugar, caminando a pasos rápidos.
—Park...—murmuró entre dientes—¡Park Ji Min!
Al oír su nombre, el pelinegro salió corriendo a toda prisa. No le importaban los gritos de su director, sólo quería alcanzar a Yoon Gi y pedirle explicaciones de por qué había hecho eso.
—¡Llamen a la policía! —gritó el hombre, desesperado.
Ji Min se alejó de todo aquello y una vez que llegó hasta el peli grisáceo lo tomó por el cuello de la camisa. Tenía miedo de que su reacción fuera violenta, pero no hizo más que dejarse y mirarlo sin expresión.
—¡Estás enfermo de la cabeza! —le chilló —¡¿Por qué hiciste eso?!
Lo zarandeó con fuerza como si tratara de sacar sus palabras de esa manera ya que no decía nada.
—¡Habla!—volvió a chillar, soltándolo.
—¿Crees que fui yo?
Ji Min dio unos pocos pasos hacia atrás mientras que negaba con su cabeza. No podía tragarse aún lo descarado que era para preguntarle algo así.
—¿Es una broma...? Eres un hijo de...
—Cállate—lo interrumpió, alzando la voz—Tu voz me irrita.
Yoon Gi se dio la vuelta para marcharse, pero Ji Min no iba a dejarlo, no ahora. Había hecho algo terrible. Lo agarró del brazo y lo detuvo. El otro no se volteó a mirarlo, sólo quedó quieto esperando las palabras que fuera a soltarle Ji Min.
—No vas a ir a ningún lado—le dijo con voz firme—Quiero que me digas por qué hiciste eso, ahora.
—Hay algo que me resulta muy, pero muy divertido de ti—se giró rápidamente —.Todas esas personas no darían nada, Ji Min, nada por tu vida. ¿Por qué te preocupa lo que les pueda ocurrir?¿Tan compasivo eres?
—No sabes lo que dices...
—¡Lo sé! —le alzó la voz, haciéndolo dar un brinco—He estado vigilándote, sé todo de ti. Abre los ojos y métete en esa cabeza que a nadie le importas.
Los ojos de Ji Min estaban a punto de largar unas lágrimas. Sentía mucha rabia y aunque no quisiera admitirlo, todo lo que Yoon Gi dijo era cierto. Nunca le importó a nadie. Seguramente si él hubiese estado ardiendo entre las llamas, a punto de morir, nadie se habría molestado en tratar de salvarlo.
Entonces, ¿debía dejar esa compasión que sentía hacia ciertas personas de lado?¿Debía convertirse en un grandísimo hijo de puta como lo era Yoon Gi?
Ya ni siquiera entendía el propósito del pacto que hizo.
—¿Vas a llorar?—le habló Yoon Gi en un tono bastante desagradable —Los débiles como tú sólo lloran. Ni siquiera puedes servirme como esclavo, tu alma me pertenece, pero es frágil y da lástima.
—¡Ya cállate la puta boca!—chilló y cerró sus puños con fuerza—¡¿Si tan frágil es mi alma por qué mierda me buscaste?! ¡¿Para burlarte de mi desgracia?!
—¿Estás enojado?¿Quieres golpearme?
—¡Sí, te partiría la cara a golpes!
Yoon Gi soltó una risotada diabólica que hizo temblar al pelinegro. Sus manos se sentían débiles; si trataba de golpearlo no valdría la pena. La energía abandonó definitivamente su cuerpo.
—¡Park Ji Min!—gritaba el director caminando con prisa hacia éste.
Yoon Gi lo miró y sonrió, como si todo fuera perfectamente bien. Ese hombre le resultaba un estorbo y seguro más adelante se encargaría de él. El director se paró cerca de los dos y miró a Yoon Gi algo confundido, después agarró a Ji Min de la manga de la camisa y lo tironeó.
—Usted Park, usted provocó el incendio—lo acusó descaradamente —Por eso se quería escapar, eh... Ahora mismo viene conmigo, lo llevaré con la policía.
—¡¿Está loco?!—se soltó del agarre y dio un paso atrás —¡Yo no hice nada, no tiene cara al acusarme así!
—No me hable de ese modo, Park. Sé muy bien que lo hizo porque lo expulsé.
Los ojos de Yoon Gi iban de un lado a otro, viendo la reacción de los dos. La cara del hombre le repugnaba, era un tipo que sólo trataba de hacerse el importante, ocultaba mucho tras ese traje y esa horrible camisa a rayas que no le favorecía en nada a su figura.
—¡Pero si hace nada salí de su despacho!—protestó Ji Min—¡Es imposible que yo haya hecho eso!
—Él no hizo nada—habló Yoon Gi, ganándose una mirada de asombro por parte del director —Estuve todo el tiempo con él.
—¿No me diga, Min?—entrecerró los ojos, sospechando de la situación —Entonces usted participó de la agresión hacia Oh Se Hun, ¿me equivoco?
—No, está en lo correcto.
Ji Min no entendía la situación. Miró al peligrisáceo tratando de descifrar qué era lo que planeaba ahora. Sus ojos veían a aquel hombre con altanería y agresividad.
—¿Y le parece bien?—preguntó indignado —Creí que era un alumno ejemplar, ya veo que me equi...
—Cállese un rato—lo interrumpió—Y deje de aparentar con tanto traje. ¿No quiere que nadie sepa lo patética que es su vida? Pues vaya, mire que mala suerte tiene. Yo lo sé todo acerca de usted.
—¿Qué está diciendo...?
—Olvídese de todo esto si no quiere que el colegio se entere de lo que hace con el dinero que el Sr. Oh le da para callar las agresiones de su hijo.
El hombre se quedó con la boca abierta. No pudo decir nada. En realidad sintió miedo. Era imposible que alguien supiera de eso acerca de su vida y, puntualmente, de su enfermiza actividad.
Yoon Gi agarró el brazo de Ji Min y se lo llevó casi a las rastras, lejos de aquel lugar, ante la mirada de incredulidad del director.
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