15
Pasaron unos treinta minutos, quizás; la verdad es que Ji Min ni siquiera los contó con exactitud porque estaba muy enojado por la situación.
Jung Kook había salido junto a ellos hasta el patio, a esperar. Fue todo muy incómodo y silencioso. Ninguno habló; el más joven estuvo mirando a Yoon Gi de reojo porque tenía la sensación de que lo nombraba. Se estaba volviendo un poco paranoico.
Y llegada la hora del inicio, pudieron ver llegar a una multitud que iba ingresando de a grupos. Ji Min pudo distinguir a su profesora entre muchos; ni siquiera iba a molestarse en pedirle explicaciones de por qué nadie le avisó nada.
Sólo se quedó junto a Yoon Gi. Por el contrario, Kook se marchó corriendo de inmediato cuando encontró a Ho Seok y Tae Hyung ingresando también a la sala.
—Por fin, ya me estaba aburriendo —bufó Yoon Gi, rodando los ojos.
Ji Min se levantó del banco en el que estaba sentado y caminó para ir hacia la sala. Adentro era un alboroto. Todos hablaban en voz alta, charlaban y demás. Al poco rato se fueron acomodando en las gradas para esperar a ver qué chorradas soltaba el director.
Ji Min no se acercó a sentarse ni nada. Prefería observar todo desde la puerta lateral, donde nadie lo podía ver.
—Bien, hola, hola—el anciano golpeó el micrófono y miró a todos los alumnos —Buenas noches, jóvenes. Hoy como sabrán la escuela cumple años y desde el consejo estudiantil decidimos celebrarlo de un modo diferente.
Cuando empezó a hablar de toda la historia que tenía el lugar, que lo construyó un pariente, que era de las mejores escuelas y demás cosas que a nadie le interesaban, por supuesto que dejaron de escucharlo el 98% de los alumnos presentes.
Mientras el hombre hablaba, Yoon Gi movía su mano como si fuera una boca y lo imitaba.
—Blah, blah, blah...
Ji Min no puedo evitar reír porque parecía un idiota haciendo eso. Cuando Yoon Gi lo miró, también rio pero Ji Min se puso serio y volvió la vista al frente.
No quería simpatizar con él.
—Y ahora dicho todo esto—palmeó sus manos y todos se sobresaltaron —Son libres de ingresar a la sala donde...¡Oigan, con cuidado!
Salieron todos disparados sin hacer caso al hombre. Se atropellaron como estampida de búfalos y corrieron para ir hacia lo que les interesaba realmente.
No quedó nadie más en la sala que el director y unos pocos profesores. Ji Min y Yoon Gi no se movieron tampoco, seguían ahí junto a la puerta.
—Vamos, Ji Min, ¿no me digas que ahora te irás a tu casa?
—Nadie me lo impide—le dijo sin mirarlo.
—Y a mí nadie me impide divertirme —metió las manos en los bolsillos de su pantalón y dio media vuelta—Nos vemos luego.
Yoon Gi se alejó caminando lentamente. El pelinegro sabía que no tenía que dejarlo solo; era un peligro. Corrió para detenerlo y lo agarró del brazo.
—No, tú...—pensó qué decirle—Tú debes estar a mi lado, no puedes irte.
—Vaya, vaya—se giró hacia él y le sonrió —Ahora parece ser que ya no soy una molestia para ti.
Lo único que no quería era que generara un caos o hiciera de las suyas. Nada bueno salía de alguien como él.
—Cállate y vamos.
Ji Min lo agarró fuerte del brazo y lo llevó hasta la otra sala. No iba a permitir que se quedara solo porque podría hacer cualquier cosa.
Al llegar, se encontraron con otro alboroto. Sonaba una música algo ruidosa y todos los alumnos se meneaban al ritmo de la canción. Era la primera vez que hacían eso en la escuela y por ello todos se veían muy exaltados.
Los dos entraron, y a penas pasar por la puerta, alguien los interceptó. Tae Hyung los saludó con una enorme sonrisa, mientras que en su mano sostenía un vaso, el cual seguramente contenía gaseosa.
—Hola, chicos— alzó la voz debido a la música—La fiesta es genial, escuché que la organizaron ustedes dos. Buen trabajo.
El castaño se marchó meneándose hacia sus otros compañeros y los otros dos se quedaron mirándolo. Yoon Gi se soltó del agarre del pelinegro y caminó apresurado hacia el frente.
—¿A dónde vas?— lo volvió a agarrar del brazo.
—Te dije que quería divertirme.
—Iré contigo—le dijo firme, sin soltarlo.
La expresión de Yoon Gi no fue de molestia, al contrario. Lo agarró ahora de la mano y atravesaron a todos los alumnos que se cruzaban por su camino hasta llegar a una esquina de la sala. El peligrisáceo acercó sus labios hacia el oído de Ji Min y le susurró muy de cerca.
—Tengo un plan para divertirnos.
—¿Un plan?—Ji Min se alejó y negó con su cabeza—No...
—Ni si quiera escuchaste cuál es—posó ambas manos sobre sus hombros y los masajeó—He visto a Se Hun por ahí... ¿No te gustaría devolverle una de las muchas cosas que te hizo?
Los ojos del pelinegro se iluminaron. Siempre deseó con toda su alma poder hacer eso, darle una buena lección al cabrón de Oh Se Hun. Pero cualquier idea que saliera de la cabeza de Yoon Gi le provocaba un gran revoltijo en su estómago.
—Sí—contestó mirándolo a los ojos.
Yoon Gi palmeó su mejilla derecha, lleno de ganas de comenzar su plan y dio media vuelta para caminar hacia la salida de la sala.
—Sígueme—dijo el peli grisáceo haciendo señas con su dedo.
Al llegar afuera, concretamente al patio, caminaron hasta un banco y se sentaron. Ji Min no entendía qué era lo que pretendía Yoon Gi. A lo mejor le estaba tomando el pelo y era todo mentira.
—¿Tu plan es sentarnos aquí afuera?—preguntó Ji Min encogiéndose de hombros.
—Tú solo espera.
Pasaron unos diez minutos y a lo lejos, saliendo de la escuela y con su mano vendada, Se Hun caminaba mirando hacia sus costados, como si no quisiera que nadie lo viera.
—Vamos—dijo el peligrisáceo parándose y agarrando a Ji Min de la mano con fuerza—Ahora le partirás tú lo que quieras.
El corazón del pelinegro empezó a latir con intensidad; había algo en él que quería hacerlo y otra parte que le advertía que no era buena idea. De todos modos siguió siendo arrastrado hasta que interceptaron a Se Hun queriendo rodear el patio para ir a quién sabía donde.
Al verlos, el chico se sobresaltó y enseguida escondió su mano vendada.
—Hola, Oh Se Hun—Yoon Gi pronunció lentamente su nombre, con un tono de soberbia que lo hizo enojar.
—¿Qué mierda quieren ustedes dos?—gruñó mirándolos a ambos y luego fijándose en cómo el peligrisáceo sostenía la mano del otro—¿Están de paseo romántico?
—¡No!—dijo Ji Min, soltándose de la mano del otro.
—¿Y qué si lo estamos?—rio Yoon Gi—¿Envidioso?
—No me hagas reír —Se Hun frunció el ceño y los empujó para seguir su camino —Apártense de mi vista, pedazos de mierda.
Yoon Gi, en un rápido reflejo agarró al chico impidiéndole marcharse, lo giró bruscamente hacia él y dibujó una vil sonrisa con sus finos labios.
—No seas maleducado —apretó con fuerza la mano de éste enterrando sus uñas—Vamos a jugar, Ji Min quiere enseñarte unas buenas técnicas de fútbol. Tú serás el portero y nosotros patearemos, ¿qué me dices?
—Estás loco, no quiero nada con ustedes, suéltame imbécil o le diré a mi padre y te marcharás en menos de un pestañeo de este país.
—Eso ya lo veremos.
La fuerza con la que Yoon Gi agarraba a Se Hun era algo casi imposible de lo que zafarse. Por más que el otro pataleó y chilló que lo soltara, nada servía.
Entraron hasta el gimnasio y una vez ahí, Yoon Gi empujó a Se Hun contra el palo de la portería, le indicó a Ji Min que agarrara unas cuerdas y entonces lo ató.
—¡Estás enfermo, suéltame hijo de puta!—le escupió seguido de eso en la cara, lo cual fue una mala idea.
Yoon Gi se limpió con la manga de su saco y refregó con asco; pero nunca dejó de sonreír como psicópata.
—Vuelves a hacer eso y te haré tragar mi propio escupitajo.
Ji Min, que estaba de pie bastante distanciado de aquellos dos, sentía muchas ganas de poder golpearlo. Viéndolo así a Se Hun podía saber cómo se veía él cuando le hacían lo mismo, y la verdad es que se sentía ridículo y débil.
Unas cuantas pelotas de fútbol se dispusieron, por cortesía del peligrisáceo, en frente de él. Estaban ordenadas y listas para ser pateadas.
—Adelante, Ji Min, todo tuyo—le susurró al oído mirando hacia Se Hun.
—¡Park no te atrevas!—gritó Se Hun, desesperado.
Los ojos de Ji Min estaban clavados en la pelota. Él no era un súper fanático del fútbol. Pero podía atinarle un buen golpe.
Tomó impulso y fijó un punto a donde patear.
—Las pelotas, lo golpearé en las pelotas...
—¡No, Park! ¡Lo siento, lo siento! ¡No golpees mi cara, te lo ruego!
—No sirven de nada tus disculpas; no sabes lo que tuve que aguantar. Golpe tras golpe, ahora te los devolveré—pensó Ji Min, dejando que la ira se apoderara de su ser.
La pelota y el choque que se produjo contra el cuerpo de Se Hun hicieron eco en el gimnasio, mezclándose con su grito de dolor.
Cuanto más gritaba de dolor, más adrenalina sentía Ji Min en su cuerpo. Pateó pelota tras pelota sin descanso, golpeando a Se Hun en todo el cuerpo, sin dejar una zona sana.
Y la que más le dolió fue el pelotazo en la nariz. Tuvo una hemorragia por ello, pero ni siquiera se preocuparon por él.
—¡Ahora sientes lo que yo sentí, desgraciado!—le gritó Ji Min, totalmente ido por la rabia.
—H-hijo de puta, Ji Min...—murmuró y luego alzó su mirada hacia el pelinegro —¡Muérete!
Los pies de Ji Min se movieron rápidos hacia el chico y una vez frente a él lo golpeó en la cara repetidas veces.
Ni siquiera sabía si era él o es que estaba poseído. Nunca fue tan violento, pero le gustaba. Cada vez que sus nudillos chocaban con la mejilla de Se Hun, su cuerpo se estremecía, era una sensación de puro placer.
Se estaba volviendo loco.
—¡¿Qué estás haciendo?! —una voz hizo detener sus acciones rápidamente. Se giró a mirar a aquella persona; la conocía —¡Se Hun!
Los ojos de Lu Han se abrieron como platos. Al ver a Ji Min sintió un nudo en el estómago y tapó su boca y nariz como si fuese a vomitar.
El pelinegro salió corriendo de la sala; no lo hizo sin antes ver que Yoon Gi estaba tras suyo, pero el muy hijo de puta se había esfumado nada más haber entrado el otro chico al gimnasio.
Una vez que salió de allí, Lu Han se recuperó y fue a socorrer a Se Hun de inmediato.
Ji Min salió al patio y se detuvo apoyándose sobre sus rodillas, estaba cansado.
—Que mala suerte—dijo una voz a su derecha.
Yoon Gi estaba sentado en el banco con sus brazos extendidos y resoplando.
—¡Eres un hijo de puta, Yoon Gi!—lo señaló —¡Siempre te largas y me dejas solo!
—No te quejes, pudiste darle una buena golpiza a Se Hun —rio de lado y miró hacia atrás, ahora poniéndose serio—No me gusta ese chico...
—¿Quién?—enarcó una ceja Ji Min —¿Lu Han...?
La mirada de Yoon Gi no dijo nada. Tampoco su expresión. Se quedó en silencio, mirando de costado a Ji Min.
Algo era sospechoso en su actitud.
Ahora que lo pensaba, en las ocasiones que Lu Han estuvo cerca de él, Yoon Gi se distanciaba mucho o simplemente desaparecía.
No le iba a preguntar nada más sobre eso, pero querer averiguar el por qué de esa actitud era más que obvio.
Por otro lado, Ji Min estaba más que satisfecho de lo que había hecho. Le devolvió unos cuantos pelotazos a Se Hun, pero aun faltaba algo más por hacer y unas cuantas personas también.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro