13
Dado que Ji Min prácticamente se vio obligado a ser el organizador de la estúpida fiesta de aniversario de la escuela, se sentó en su escritorio y sacó unas hojas en blanco para anotar algunas ideas sobre qué era lo que podía hacer.
No estaba seguro qué había en fiestas de ese tipo; no era un trabajo para él, la verdad.
Mordió el extremo de su bolígrafo y miró alrededor de su cuarto, pensando algo interesante que escribir. Pero le era imposible pensar con claridad porque alguien estaba haciendo ruido muy cerca de él. Concretamente, Yoon Gi.
El peli grisáceo estaba sentado sobre la mesa del escritorio. Le había agarrado sus auriculares y conectado a un celular que no tenía idea de dónde lo había sacado. Estaba escuchando música a un volumen exagerado. Era un ruido intenso de guitarra, batería y se oían gritos guturales.
—Baja el volumen de eso—le dijo, volteándose a mirarlo. Pero fue ignorado—¡Yoon Gi!
—¿Mmm...?—se quitó un auricular, con el ceño fruncido—¿Qué mierda quieres?
—Me molestas, vete a escuchar heavy metal a otro lado.
Ji Min volvió la vista a su papel y anotó la palabra "música". Era obvio que en una fiesta, ceremonia o lo que fuere no podía faltar algo tan esencial. El problema de eso era qué tipo de música utilizar.
—Vaya, veo que estás trabajando—Yoon Gi se inclinó para mirar el papel y la palabra que destacaba en tinta negra—Déjame darte consejos, he estado en muchas fiestas.
—No creo que tus consejos me vayan a ser útiles—lo miró de reojo— Esto no es una fiesta como a las que seguramente has ido.
—¿Y tú qué sabes a qué clase de fiestas he ido, Ji Min? —apoyó su mentó sobre el hombro del pelinegro y le sonrió—He ido a muchos lugares elegantes, de etiqueta, aunque no te lo parezca.
Cada vez que las palabras salían de la boca de Yoon Gi, su aliento le recorría el costado, chocando con su piel y eso, lo ponía nervioso. Sentía que a cada momento del día lo único que hacía era provocarlo.
Movió su hombro bruscamente para que se alejara de él y el peli grisáceo, al ser apartado, se quedó mirándolo con esa estúpida sonrisa de diversión.
—¿Ahora no quieres que te toque?
—Aléjate de mí, me desconcentras.
Yoon Gi soltó una carcajada y se volvió a sentar en la mesa, sin importarle nada. Le arrebató el bolígrafo al pelinegro de las manos y agarró el papel, apoyándolo sobre un cuaderno para poder escribir.
—Dame eso—le exigió Ji Min, extendiendo su mano.
—Estoy escribiendo, no seas maleducado.
Después de anotar varias palabras, el peli grisáceo volvió a dejar el papel sobre la mesa, ahora a la vista de Ji Min. Éste se acercó a ver qué era lo que había escrito. Se fascinó al ver la buena y hermosa caligrafía que tenía.
—Globos de colores, ponys, confeti...—frunció el ceño y lo miró— ¿Estás bromeando? No es un cumpleaños infantil.
—Lo sé, sólo quería ver tu reacción—le sonrió y seguido se recostó un poco más encima de la mesa, hasta dejar su cabeza tapando el papel—No pienses tanto, es una fiesta para adolescentes. Con música y algo de alcohol son felices.
Ji Min no estaba tan seguro de eso. No era una fiesta para los alumnos, ni para divertirse ni ese tipo de cosas. Seguramente su director los obligaría a asistir para darles un discurso sobre la historia del lugar y demás hechos que a nadie le interesaban.
Trató de tirar del papel que había bajo la cabeza del peli grisáceo, pero no podía lograr tomarlo. Con tan sólo hacer un poco de fuerza ya lo había rasgado.
—Apártate, quiero agarrar el papel—se quejó el pelinegro.
—Oblígame.
Y así, con sus provocaciones, Yoon Gi cerró sus ojos a la espera de que Ji Min hiciera algo, pero éste se levantó del asiento y se fue a sentar a su cama, tomando su teléfono e ignorándolo por completo. La alternativa que tenía ahora Ji Min, gracias a su celular, era poder anotar las cosas en éste. Era más rápido y podía guardarlo y editarlo en cualquier momento.
—Eres tan aburrido, Ji Min—le dijo Yoon Gi, incorporándose y siguiéndolo hasta la cama para tumbarse en ésta.
—Pues entonces, aléjate de mi vista. Márchate de mi casa—se giró a mirarlo.
—Los pactos, son pactos—le contestó seriamente—Estamos atados, para siempre, métetelo en la cabeza.
El pelinegro no dijo una palabra después de eso. El otro ya le había dicho en algún momento algo por el estilo. Pero era insufrible tener que soportarlo las veinticuatro horas del día con él. Simplemente era mucho. Si Ji Min tuviese la oportunidad de volver el tiempo atrás, lo haría. Y seguramente también se habría suicidado.
Siguió entonces con su tarea de organizador y escribió algunas ideas que se le vinieron de repente a la cabeza. Si algo de lo que escribía ahí funcionaba y todo salía bien, no le importaba. Lo mismo si salía mal.
Se preguntaba quién habría sido el que planeó todo eso. Votarlo a él para que sea el organizar tenía que ser gracias a alguien del Consejo de Estudiantes. El presidente quizás, algún estúpido bajo las órdenes de este... No tenía idea, pero lo averiguaría en cualquier momento.
—Bien, listo—dijo, dejando su teléfono sobre la mesa.
Cuando dijo eso, una mano tironeó de su camisa hacia atrás, cayendo así de espaldas sobre el abdomen del peli grisáceo que seguía ahí tumbado, sin hacer nada más que respirar. Ji Min lo observó un poco asustado, ya que no le gustaba que hiciera esas cosas tan de repente. Pero aunque intentó levantarse de nuevo, Yoon Gi no lo dejaba.
—¡Déjame! —chilló Ji Min.
—Tus padres no están en casa—dijo en un susurro aterrador—Estamos solos, ¿lo notaste?
—¿A qué viene eso ahora? Hace rato que lo sé.
Yoon Gi levantó al pelinegro y se incorporó, quedando sentado sobre la cama. Rodeó entonces con un brazo al menor por su cuello, metiendo la mano dentro de su camisa y tocando sus pectorales.
—Quiero que juguemos, así podré oírte gritar más fuerte—mordió levemente la oreja de Ji Min y tironeó.
El tacto de la mano del peligrisáceo bajando por su pecho, recorriéndolo lentamente lo hacía caer en la tentación. Ji Min no quería dejarse llevar por esas acciones, pero como había sentido anteriormente, un aura de hipnotización lo rodeaba. No comprendía qué era pero por más que tratara de alejarse no podía hacerlo.
—No quiero—se revolvió y se levantó de golpe—Déjame en paz.
Ji Min salió de su cuarto y fue hasta el baño. Lavó su cara con agua helada, mojado un poco su cabello y se miró al espejo, encontrándose a sus espaldas con la figura de Yoon Gi, observándolo en silencio.
—Te vas a arrepentir de decir que no—le susurró.
—¡Te dije que me dejes en paz!—se volteó para gritarle.
Volvió a escaparse de su presencia, pero aun así sabía que lo seguiría a donde fuera. A cada rincón de la casa, cada lugar del mundo, sin saber cómo.
De nuevo en su cuarto, cerró la puerta de golpe, haciendo que resonara en toda la casa. Estaba sintiéndose frustrado, acosado... Quería que Yoon Gi dejara de una vez por todas de usarlo como juguete.
Era un idiota por no haber pensado mejor sus deseos. Podría haberle dicho lo que quería y después desear que se largara de su vista, pero no. Los deseos estaban pedidos y no había vuelta atrás, tampoco tenía la posibilidad de pedirle más cosas, porque ahora le pertenecía al otro. Prácticamente era un esclavo del Diablo.
Se agarró los cabellos y miró por la ventana. Sus vecinos estaban andando en bicicleta, otros jugaban a la pelota y los más viejos cortaban el césped. Era como un típico barrio donde todos parecían felices, menos él.
—¿Sabías que tu vecino golpeó a su pareja la noche anterior? —habló Yoon Gi muy cerca de su oído, señalándole al hombre que estaba con la cortadora de césped.
—¿Qué estás diciendo? —Ji Min se giró a mirarlo estupefacto.
—Lo que oyes. Ayer se me dio por visitarlos y bueno... me encontré con una escena algo trágica—rio de lado como si le resultara divertido.
Ji Min volvió la vista hacia quien había considerado uno de los vecinos más inofensivos y agradables que tenía. El hombre siempre lo saluda con una gran sonrisa, era de los pocos vecinos que lo hacía en realidad. Por eso el pelinegro no podía creer lo que Yoon Gi le decía. En varias ocasiones que lo había visto con su esposa, siempre se los notaba felices, sonriendo y charlando entre ellos como si todo fuera normal.
—No puedo creer que sea cierto.
—¿Por qué no? —Yoon Gi se acercó para quedar al lado del otro y ver mejor por la ventana al hombre, que seguía cortando el pasto—Todos tienen un lado oscuro, y yo más que nadie lo sé.
Quizás el Diablo tenía algo de razón. Uno no podía saber qué se ocultaba tras una amable sonrisa. A lo mejor el señor Lee era una persona totalmente diferente de las puertas de su casa para adentro.
Quizás todos sus vecinos ocultaban algo.
Ji Min los observó en silencio a cada uno de los vecinos con los que sus ojos se cruzaban. Miró al chico que andaba en bicicleta con un casco de color azul. Yoon Gi siguió la mirada de Ji Min y también se detuvo a ver al chico, del cual también sabía todo.
—Ji Hoon...—susurró Yoon Gi— ¿sabes por qué siempre anda en bicicleta a estas horas? —Ji Min negó con la cabeza y lo miró de reojo— Sus padres se separaron y ahora vive con su madre. Esa mujer lleva cada semana un hombre diferente a la casa y el pobre muchacho debe salir a dar una vuelta para no oír los gemidos de perra que suelta su madre.
La boca de Ji Min se abrió al escuchar la historia y Yoon Gi posó su mano sobre el mentón de éste, llevándola hacia arriba y así cerrándola.
—Interesante, ¿verdad? —volvió a reír— Es un chico muy inteligente, es una lástima que por culpa de su madre anda metiéndose en problemas.
—¿Qué problemas?
El menor estaba interesándose por las historias que el otro le empezaba a contar. De verdad, le parecía descabellado descubrir por todas las cosas que pasaban sus vecinos. Seguramente Yoon Gi podría hacer un libro con todas las anécdotas.
—Anduvo con Kris, haciendo cosas que no debía—alzó las cejas y dejó de sonreír—Las drogas para él deben ser un buen medio de escape...
—¿Drogas dices?
No estaba entendiendo nada. Era demasiado para su cabeza saber que su tan joven vecino de apenas quince años andaba haciendo ese tipo de cosas. Y además ¿Qué era lo que tenía que ver Kris? Seguramente ese tipo sí que tenía muchas anécdotas para poder redactar un libro.
Yoon Gi posó una mano sobre el hombro de Ji Min y lo masajeó. Tenía miles de cosas así para contarle y, estaba tan aburrido, que seguramente lo haría. Y no le importaba estar todo el día hablando sobre los problemas ajenos.
—Si te contara todo lo que sé, Ji Min, no alcanzaría el tiempo—se alejó del menor y se recostó en la cama tranquilamente—Y créeme que no serías capaz de aguantar lo que sé de tus compañeros de clase y de tus profesores.
Los ojos de Ji Min se voltearon curiosos para mirarlo otra vez. Claro que quería saber todo, le picaba enormemente la curiosidad por saber qué clase de personas lo rodeaban en ese lugar. Se acercó y se sentó sobre la cama, mirando al peligris expectante.
—Háblame de Oh Se Hun...—le exigió más que pedirle por favor.
—Oh-Se-Hun—repitió el nombre pausadamente y seguido sonrió de lado—Ese chico tiene una historia muy particular, sobre todo su padre. ¿Quieres saberla?
Por supuesto que quería saberla. Le asintió levemente con la cabeza y se quedó callado. Quería saber más que nada su historia, por qué Se Hun era tan hijo de puta con él, si tenía problemas en su casa para comportarse así, si acaso su padre lo había educado para ser un patán...
—Bueno—Yoon Gi se incorporó hasta quedar sentado y miró al pelinegro con picardía—Dame un beso y te lo cuento.
—¿Qué? —Ji Min frunció el ceño y lo empujó—¡Maldito aprovechado! No te daré nada...
—Pues que penita—rio—Ahora te quedas con las ganas.
—N-no me importa...
Ji Min se alejó de su cama, ahora la cual parecía ser propiedad de Yoon Gi, y salió de su cuarto para bajar a la cocina y comer algo. Estaba molesto con la actitud de ese tipo, incluso tenía ganas de golpearlo, pero sabía que si tan sólo trataba de alzarle la mano seguramente acabaría con una fractura de muñeca, o algo peor.
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