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11

Frío, así se sentía su cuerpo. Sus pies descalzos volvían a estar pisando un lugar congelado, que hacía que su sangre se helara.

Volvía a estar metido en aquella habitación con la que soñó la última vez. Las paredes blancas, el suelo blanco, incluso el techo. Pero la humedad que apareció en su anterior sueño ya no estaba, ni tampoco había voces. Todo estaba en total calma.

Se movió alrededor del lugar hasta encontrar una puerta camuflada. Tenía una pequeña ventanilla con unas rejas muy finas. Asomó sus ojos por ahí, pero del otro lado no se veía nada, todo estaba negro. Podía oír el sonido del viento, pero no sentirlo.


—¿Dónde estoy? —se preguntó a sí mismo.


Volteó su cuerpo de nuevo hacia el cuarto y todo había cambiado de color. Ahora era un lugar oscuro, gris y se veía triste. Las paredes volvían a tener aquella humedad horrorosa y por su oído comenzaban a colarse pequeños susurros que no entendía.

Tapó sus oídos para no escucharlos, pero fue inútil.


Auxilium, auxilium—repetía la voz en su mente.


—¡Cállate! —gritó Ji Min agazapándose y abrazando su cuerpo.


Pero esa voz lo seguía acosando, hablándole en otro idioma.

Cerró sus ojos con fuerza tratando de despertar de aquella pesadilla, pero cuando los volvió a abrir seguía ahí, en la misma habitación oscura de antes con ahora mucha más humedad en las paredes.

Se levantó con rapidez y corrió hacia la puerta, golpeándola y gritando porque alguien lo salvara. Pero otra vez, todo era inútil.

Sus manos se cansaron de golpear la puerta y decidió rendirse. Su cuerpo se relajó, sus ojos miraban hacia la nada misma, sintiendo nuevamente cómo aquella voz irrumpía en su mente. Un aire frío abrazó de repente su cuerpo, eran realmente como unos brazos, los sintió tocar sus hombros y luego rodearlo por completo.

Miró hacia abajo y una sombra negra lo tenía atrapado. Ji Min se dejó caer en los brazos de aquella cosa, cerrando sus ojos y sintiendo cómo cada vez lo iba apretando más hasta el punto de asfixiarlo. No podía respirar, su boca intentaba atrapar algo de aire pero lo único que conseguía era soltar unas palabras sin coherencia pidiendo que parara.


—¡NO! —gritó, despertándose de golpe.


Otra vez, empapado en sudor y con su corazón a mil por hora, Ji Min había sufrido otra pesadilla. Se le estaba haciendo una costumbre y eso no le gustaba para nada. Era horrible estar en aquella habitación, le daba la sensación de que se estaba volviendo totalmente loco.

Se levantó de la cama y miró el reloj de su mesa. Eran las 3:00 am, exactamente. Su cuarto estaba en total oscuridad y ya no le importaba.

Frotó su cara con ambas manos, frustrado y luego se tumbó de golpe hacia atrás. Cuando lo hizo, vio que una figura lo miraba desde arriba, con una sonrisa de burla, que más que sorprenderlo lo asustó.


—¡Dios! —dijo volviéndose a levantar.


—No, no soy Dios—comentó la voz, riendo.


Ji Min lo miró con temor. No se esperaba que apareciera de la nada, en frente de su cara. Se quedó sentado sobre su cama, sin saber qué hacer porque seguía perturbado por su pesadilla.

Yoon Gi se posicionó con sus dos rodillas sobre el colchón, en una pose un tanto extraña y observó divertido al pelinegro.


—¿Qué ocurre? —le preguntó ladeando su cabeza como un gato— Te ves... agitado.


El pelinegro no contestó. Sólo trató de retomar su respiración normalmente, para poder calmarse, pero con Yoon Gi mirándolo de esa manera y en esa pose no lo ayudaba. Estaba seguro de que podría pasar algo muy similar a lo que ocurrió en el aula, o peor incluso.

Si no hacía algo para que se alejara de ahí, caería otra vez en su hipnotización.


—Volveré a dormirme—le dijo sin mirarlo y tomando sus sábanas— Si no te importa, apártate de mi cama.


Yoon Gi se apartó, cosa que a Ji Min le extrañó muchísimo. Así que aprovechó y se tapó, cerró sus ojos con fuerza ignorando que el otro estaba a su lado y trató de volver a dormirse. Pero cuando sintió un cuerpo hundirse a su lado, sus ojos volvieron a abrirse. No se volteó a mirar a su lado porque sabía que se había tumbado con todo el descaro del mundo.


—No seas tan grosero, Ji Min—dijo el peli grisáceo pasando una mano por encima de las sábanas, encontrando el brazo del menor— Dormiré contigo, me siento muy solo.


¿Pero qué mierda está diciendo? —se estremeció al sentir que la mano acariciaba su brazo por encima de la tela.


Ante esto, Ji Min trató de no hacerle caso, ignorarlo y no decirle nada. Quizás con eso dejaba de toquetearlo, pero no estaba muy seguro.

Cerró sus ojos y esperó a ver qué ocurría. La mano de Yoon Gi siguió acariciándolo, como si fuera un perro. Así, hasta que bajó por su cadera, por su muslo y ahí decidió que debía voltearse y detenerlo.


—¡Basta! —le gritó, sin darse cuenta de que sus padres podían oírlo.


Shhh...—Yoon Gi le hizo una seña con su dedo para que se callara y se acercó hasta su oído— Antes nos interrumpieron, ¿no es un fastidio? Me gustaría seguir el juego que dejamos pendiente.


—No quiero jugar, o lo que sea que intentes—dijo el menor rápidamente empujándolo.


—¿Ahora te pones agresivo?¿Qué pasa, se te pegó la actitud de Se Hun? —rio como si fuera lo más divertido que hubiese dicho nunca, pero Ji Min le frunció el ceño—No importa, me gusta lo rudo.


—Te dije que no qui...


Ji Min no pudo hablar porque sus labios fueron callados y esta vez, sabía que no se iba a librar de eso.

En esta ocasión el beso fue mucho más agresivo, Yoon Gi se abalanzó sobre Ji Min y desabotonó la camisa de su pijama sin delicadeza alguna, haciendo que saltaran algunos botones por los aires. En ese momento, el menor volvió a sentir cómo esas pálidas manos recorrían todo su abdomen, casi arañándole la piel.


—Aún no notaste esto, Ji Min, eres un distraído—le dijo mordiendo su labio con fuerza.


El menor se quejó por la mordida tan fuerte y después bajó su mirada hacia su abdomen, y pudo comprobar que era cierto, tenía unos esculpidos abdominales, algo que había deseado. También se fijó en sus brazos, ya no era gorditos, estaban perfectamente marcados.

Se sorprendió tanto de aquello que se olvidó por completo que Yoon Gi estaba mordiendo su mentón con agresividad.


—¿Te gusta verdad? —le preguntó el peli grisáceo sin dejar de invadir su mentón y cuello a mordiscos—Es lo que me pediste.


—Sí...—dijo anonadado por su buena figura.


—Ahora debes agradecérmelo— le habló sobre su oído y el menor se volvió a estremecer.


No estaba dispuesto a agradecerle nada a ese desgraciado. Tenía ganas de patearlo y apartarlo de encima suyo, pero su cuerpo respondía a aquellos besos y caricias como si le encantase. No podía hacer otra cosa más que dejarse llevar.

Yoon Gi volvió a llevar sus labios hacia los de Ji Min, mordisqueando y lamiéndolos, mientras que su mano bajó hacia el pantalón del pelinegro, metiéndose bajo su pijama y su bóxer, llegando hasta rozar el miembro de éste con sus finos dedos.


—¿Qué estás...?—jadeó Ji Min al sentir cómo sus dedos tocaban su punta haciéndolo tener escalofríos.


—Te cosería la boca para que te callaras, pero quiero oír tus gemidos—le dijo mordiendo su oreja.


Ji Min tuvo que morderse su labio porque la verdad que no aguantaría sin soltar algún que otro quejido por cómo lo estaba mordisqueando y lo peor era también que la habitación de sus padres no estaba muy alejada de la suya.

Se empezó a remover entre las sábanas al notar toda la mano de Yoon Gi sobre su miembro, agarrándolo con fuerza y haciendo movimientos hacia arriba y abajo. A pesar de que no lo quería tocándolo, ni nada que se le pareciera, la sensación era totalmente placentera, por lo tanto se dejó llevar.

Agarró a Yoon Gi por lo hombros con fuerzas y éste volvió a rebuscar en algún hueco de su cuello un punto de esa piel que lo hiciera sentir mucho más sumido en el placer de lo que él quería.


—Vamos Ji Min, gime para mí—gruñó tirando de su piel bruscamente.


Pero Ji Min no podía, por más que quisiera, era un gran problema si alguien lo oía. Negó con su cabeza, apenas moviéndola y sólo cerró sus ojos lo más fuerte que pudo para no ver la cara de Yoon Gi.

Éste claramente sonreía jactándose de sus acciones. Al ver la cara del pelinegro supo que estaba conteniéndose y eso iba a ser peor para él. Se estaba divirtiendo demasiado mientras lo masturbaba y oía sus ahogados gemidos que no querían salir, cosa que él necesitaba.


—Quiero oírte, ahora—Yoon Gi pegó su oído a los labios del pelinegro—gime sobre mi oído...


Ji Min apenas abrió sus labios no pudiendo contenerse. Su preocupación de ser oído no iba desaparecer, pero estaba siendo hasta doloroso para él aguantar.


—Y-yo... Ahhh...—se escapó aquel sonido de sus labios, haciendo que chocara contra el oído del otro.


—Mmm, así me gusta Ji Min—gimió el peligris también y aceleró el ritmo perdiendo totalmente el control de sus acciones.


—Yoon Gi me...—jadeó intentando hablar. Estaba sintiendo un dolor agudo mezclado con placer que era totalmente inexplicable, pero necesitaba que el otro parase— Para, agh...


—No me detendré ahora.


El peligris siguió bombeando sin piedad alguna a pesar de los quejosos ruidos que Ji Min hacía. Le gustaba tenerlo bajo su control, como todo un sumiso esclavo.

Clavó con agresividad sus dientes sobre el hombro del pelinegro y éste soltó un gruñido de dolor. Estaba casi a punto de explotar y no pudiendo más, terminó por llegar al orgasmo, acabando sobre la mano del otro quien a pesar de saber que había conseguido su propósito, quiso seguir con la tarea.

El pecho de Ji Min subía y bajaba agitado, quería que ese tipo dejara de tocarlo pero parecía ignorar sus empujones. No le quedaba otra que agarrarlo de sus brazos e intentar apartarlos.


—Basta, joder...


Tras forcejear un buen rato, Ji Min logró hacer que apartara su mano pero no fue muy buena idea porque cuando Yoon Gi lo miró sus pupilas tenían un intenso color negro. Su mirada era desgarradora, podía sentir como penetraba su cuerpo haciéndolo sentir pavor, horror, un escalofrío que empezaba en su nuca y terminaba en la punta de sus pies.


—Ji Min...—la voz sonaba completamente diferente. Era profunda y tenía un tono demoníaco.


El menor al sentir esa horrenda y tenebrosa voz se apartó un poco hacia atrás, pero el agarre del otro lo detuvo. Lo observó detenidamente con el rostro totalmente serio. Ninguno dijo nada, sólo intercambiaron miradas. Yoon Gi tenía esos ojos de depredador que quería acabar con su presa lentamente, para hacerla sufrir. Ji Min en cambio los movía nervioso recorriendo sus pupilas, pero estaba acojonado porque no sabía lo que le haría.


—¿Hijo?


La voz del padre del pelinegro hizo que Yoon Gi desapareciera del lugar. Ji Min tuvo que cubrirse de inmediato con las sábanas, pero agradecía que su padre hubiese interrumpido porque sentía que estaba a punto de ser asesinado.

Los ojos adormecidos del hombre y su encorvada espalda, observando hacia la misma nada, confundían a Ji Min. Parecía que su padre, al igual que su madre, se había convertido en zombis. Sus reacciones era lentas, su forma de hablar, parecía que no les importaba nada.


—Oh, mira, una mosca...


Los pasos de su padre se fueron alejando de su cuarto. Caminó desganado hasta el pasillo, sumido en la total oscuridad, buscando una mosca que seguramente no existía. Ji Min estaba empezando a asustarse de esa actitud, no era algo normal. Pero seguro tenía algo que ver con su pacto. Sabía que nunca debía fiarse de esas cosas.

Pasada otra hora más, vigilando que Yoon Gi no apareciera de repente, pudo lograr dormir, pero volvió a tener otra pesadilla y esta vez fue una mucho peor que las anteriores.

Sus padres habían muerto.


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