10
—Así que...—lo miró Ho Seok seriamente—¿Min Yoon Gi? Se suponía que iba a venir un extranjero, pero tu nombre es coreano.
—¡Es verdad! —dijo Tae, moviendo su dedo señalando al peli grisáceo—¿Naciste aquí?
—Diste en el clavo—rio Yoon Gi, encogiéndose de hombros—Aunque me marché a Estados Unidos cuando eran un niño, pero nunca perdí mi acento.
—¡Wow, amazing! —gritó Tae en un horrible inglés que hizo a Yoon Gi carcajearse.
Mientras esos dos hablaban, Ho Seok tenía la mirada seria, como si odiase a Yoon Gi. Sólo seguía comiendo sus bolas de arroz en silencio, ignorándolo. Y Jung Kook estaba callado, casi agazapado al lado del peli grisáceo. Comía a pequeños bocados y un tanto tímido, escondiendo su rostro cuando iba a tomar un poco de comida con los palillos.
Ji Min en cambio tenía el corazón a mil, movía sus ojos de un lado a otro nervioso. Estaba más preocupado por las reacciones de Ho Seok que por el mismo Yoon Gi y lo que fuera que intentara hacer.
—Jeon Jung Kook...—dijo el peli gris haciendo que todos lo miraran, incluido el nombrado, quien levantó la cabeza de golpe y abrió sus ojos.
—¿S-sí? —tartamudeó sin mirarlo.
—¿Nunca pensaste en hacer un pacto con el Diablo?
Todos alzaron sus cejas y abrieron sus ojos como platos. Jung Kook no comprendía por qué le preguntaba algo así, era muy raro. Pero aun así le contestó, negando con su cabeza.
—¿A qué viene eso...?—preguntó Ho Seok, frunciendo el entrecejo.
—Bueno—miró al chico seriamente— Ji Min me dijo lo mucho que ha sufrido, al igual que él. En ocasiones así a veces uno se plantea ciertas cosas.
—¿De qué estás hablando? —preguntó Tae sin entender nada.
Ho Seok no comprendía a dónde trataba de llegar con eso, al igual que Ji Min, quien se sintió terriblemente mal por el menor, ya que nunca había abierto la boca respecto a ese asunto. Tenía muchísimas ganas de callarle la boca a Yoon Gi.
—Esas cosas no son asunto tuyo—le dijo el pelinegro levantándose— Ji Min deberías dejar de chismosear tanto—lo miró, bastante molesto y se acercó al menor— Vamos, Kook.
Tae Hyung le dio una mirada confusa a Ji Min, pero ya que Ho Seok parecía querer marcharse, decidió seguirlo. Los tres se pararon y se prepararon para marcharse y dejar a aquellos dos solos. Pero antes de eso, Ho Seok miró a Yoon Gi con todo el desprecio que sus ojos le pudieron comunicar.
—Un gusto, Min...—dijo irónicamente y se marcharon.
Ji Min los observó irse. Estaba sintiéndose jodidamente culpable y mal por aquella situación. No quería que las únicas personas con las que tenía algo de amistad, si así se le podía llamar, se alejaran de él por culpa de su acompañante.
—¿A qué vino eso? —le preguntó Ji Min al otro, molesto— ¿Por qué mientes?¿Por qué le dices a Jung K...?
—Silencio—posó un dedo sobre sus labios y Ji Min enseguida se quedó callado, mirándolo—Necesito diversión y creo que podré entretenerme con ese muchachito.
—¿Qué...?—Ji Min apartó la mano del otro de sus labios— No se te ocurra hacerle nada a Jung Kook.
—No hablo de él—rodó los ojos— Hablo de Ho Seok. ¿Has visto lo mal que me miró?
—¿Ho Seok?
Yoon Gi le dio una sonrisa de esas maliciosas, que hacía ver claramente cuál era su intención. Quería tener algo de diversión, hacía tiempo se sentía aburrido, sin nada interesante qué hacer. Ahora que tenía a Ji Min bajo su control podía aprovecharlo.
—Vamos Ji Min—le agarró el brazo y se levantó— Creo que es la hora de entrar a mi primera clase.
El pelinegro fue casi arrastrado hasta el interior del edificio para ingresar a clases. Al entrar por la puerta todos se quedaron mirándolos como si fueran unos bichos raros. Yoon Gi ignoró aquellas miradas y caminó con Ji Min agarrado del brazo con todo un aire de superioridad ante aquellos estudiantes adolescentes.
Y en realidad él era un ser superior. Era el mismísimo Diablo, metido entre un montón de jóvenes que no sabían nada de él.
—Yoon Gi, suéltame, por favor—le susurró Ji Min mientras caminaban hacia sus pupitres.
Pero el chico lo ignoró y lo obligó prácticamente a sentarse a su lado, al final del aula. Las miradas de los demás eran curiosas, unas más tímidas que otras. Algunos los miraban sin titubear y otro sólo de reojo mientras susurraban cosas entre ellos.
—¿Qué crees que están diciendo? —le preguntó a Ji Min con un sonrisita en los labios—¿Por qué nos mirarán de ese modo?
Ji Min miró hacia un costado, en realidad todos esos ojos que se dirigían en su dirección era de puro odio hacia él. Y lo que no lograba comprender de todo eso era que por qué lo miraban y despreciaban de esa manera, cuando él y Yoon Gi habían hecho un pacto donde los deseos de Ji Min debían cumplirse.
—Me miran a mí, no a ti—le dijo soltando un suspiro y acercándose a su oído— Me odian, Yoon Gi. Siempre me odiaron.
—¿Acaso quieres que te amen? ¿Todos estos seres insignificantes que no representan nada en tu vida?¿Buscas su aprobación?¿Es eso?
Las palabras que Yoon Gi soltaban eran demasiadas para poder procesar, al igual que sus preguntas. Él nunca buscó la aprobación por parte de sus compañeros, sólo quería ser tratado como uno más. Pero desde que Se Hun habían empezado a meterse con él, todos se alejaron, mucho más de lo que ya lo estaban.
—Y-yo...
—Buenos días, alumnos.
El profesor de la clase de historia había entrado al aula, interrumpiendo las palabras que Ji Min trataba de conjugar para formar una frase coherente.
Todos saludaron respetuosamente a su profesor y éste en cuanto miró hacia el fondo, notó la presencia del peli grisáceo.
—Usted debe ser Min Yoon Gi, ¿estoy en lo correcto? —preguntó el profesor.
—Está en lo correcto, señor—contestó el chico con una sonrisa.
—Bien, entonces sea bienvenido a esta primera clase de historia.
Las miradas se volvieron a posar sobre él, pero esta vez fueron diferentes. Todos le sonreían.
Ji Min no estaba comprendiendo nada, entre que Yoon Gi al hablar parecía que lo hacía en coreano y nadie se daba cuenta de que en realidad era americano o lo que fuera, y entre que sus compañeros parecían amarlo-odiarlo, ya no sabía qué pensar.
La clase empezó y duró una hora y media. Fue la eternidad para Ji Min, pero más allá de eso, pudo comprobar todo lo que Yoon Gi sabía del mundo e historia antigua. Contestó prácticamente todo lo que el profesor preguntaba, incluso cosas que no estaban en los libros de texto y, además, aportó cosas que nadie creyó que fueran ciertas.
Pero claro, se suponía que el Diablo era un ser eterno, Y había existido desde el comienzo de la humanidad. Eso, era al menos lo que Ji Min pensaba, ni siquiera estaba seguro. Pero suponía que existía a la par del nacimiento de un Dios.
La impresión que Yoon Gi dejó en el aula fue a un nivel inimaginable, hasta Ji Min se sorprendió de todo lo que dijo.
A todo esto, pasaron las siguientes clases de igual modo, Yoon Gi contestó todo perfectamente, sin dar margen a errores. Era como un sabelotodo.
Y para cuando acabaron las clases, ya era hora de ir a casa. Ji Min no sabía qué haría el chico, pero suponía que quizás iría con él. Ya que lo tenía manejándolo a su antojo como un estúpido esclavo.
Estaba recogiendo todas sus cosas tranquilamente, mientras que el peli grisáceo lo observaba sentado sobre el pupitre cruzado de piernas. Lo estaba incomodando, y demasiado. A pesar de que Ji Min estaba un poco acostumbrado a tener varias miradas sobre él, la de Yoon Gi por lejos, era la peor de todas. Sentía como si lo atravesara con aquellos ojos gatunos.
—¿Por qué me miras así? —preguntó el pelinegro terminando de recoger sus cosas.
—¿Te molesta? —ladeó su cabeza sonriendo.
—E-es incómodo...
—¿Mi mirada es demasiado para ti, Ji Min?
No dijo nada ante aquella pregunta y se colocó su mochila, a punto de salir del aula. Pero en cuanto dio un paso, Yoon Gi ya se había puesto de pie para detenerlo.
—¿Qué estás haciendo?
—Quiero jugar un rato—le dijo agarrándolo por los hombros y llevándolo hasta chocar con el escritorio que usaban los profesores, haciendo que quedara sentado sobre éste.
Los ojos de Ji Min se veían asustados, no entendía qué era eso a lo que llamaba "jugar" y tampoco es que tuviese ganas. Sólo quería marcharse a su casa, había sido suficiente por ese día.
Las manos de Yoon Gi bajaron de los hombros del menor hasta su cintura, donde lo agarró con fuerza, apretando su piel. Ya sabía que Ji Min estaba nervioso porque podía notar sus latidos acelerados.
—¿Qué ocurre? —le preguntó acercándose a su rostro—¿Nadie nunca te tocó así?
—Suéltame—exigió en un pobre tono de voz, tratando de empujarlo.
Yoon Gi sonrió por su intento de obligarlo a que lo dejara en paz, y eso le daba más pie para seguir lo que quería hacer. Ambos labios estaban muy cerca uno del otro y Ji Min con eso recordó la primera vez que se lo encontró y le dio un rudo beso.
—Basta...—susurró el menor intentando que parara.
Y si bien su intención era apartarlo de él y que dejara de provocarlo así, estaba sumido en una hipnotización que lo hacía dudar de sus pensamientos.
—Sé que lo quieres—rozó sus labios con los otros, dejando su aliento sobre éstos— Tu cuerpo no me lo va a negar.
—N-no...
Los labios de Ji Min fueron atrapados por los de Yoon Gi. Su lengua volvió a invadir su espacio, sin pedir permiso alguno. Una de sus manos fue hasta detrás de su cabeza y lo llevó con fuerza hacia él, intensificando aquel beso.
Con cada uno de esos roces, el pelinegro podía sentir cómo quemaban cuando Yoon Gi lo tocaba. Era como si empezara a arder y su piel en cualquier momento fuera a estallar en llamas. Era una sensación un tanto inexplicable.
Ambos siguieron sumidos en aquel beso y Ji Min debido a su estado de hipnotización se dejó caer levemente sobre la mesa hacia atrás, quedando acostado y Yoon Gi levemente inclinado sobre él.
La situación era un tanto arriesgada, sobre todo para Ji Min, porque la puerta del aula estaba abierta y cualquiera podría entrar.
—Basta, por favor...—intentó hablar Ji Min, separándose de los labios ajenos.
Yoon Gi lo miró seriamente, volviendo a tomar sus labios sin importarle que le suplicara porque parara. Quería tenerlo bajo su total poder, de todas las maneras posibles. Así, nuevamente, besó desesperadamente sus labios y llevó ambas manos hasta debajo de su camisa, tocando aquellos abdominales tan marcados que le había concedido como deseo, cosa de la que Ji Min aún no se había dado cuenta.
Pero mientras que sus manos viajaban por la piel del menor, el ruido de unos pasos los interrumpió. Ji Min, quien tenía sus ojos cerrados los abrió inmediatamente, encontrándose con que Yoon Gi había desaparecido de su vista. El muy cabrón se había esfumado de la situación, dejándolo totalmente solo y sonrojado.
—¿Hola...? —habló una voz asomándose por la puerta—¿Qué haces aún aquí? Las clases ya acabaron, hazme el favor de salir del aula. Tengo que cerrar con llave.
Ji Min se acomodó disimuladamente su camisa y salió disparado del aula antes de que el conserje lo echara a patadas.
Cuando salió de la institución, se paró contra la pared, y llevó su mano hacia su pecho, sintiendo cómo su corazón latía frenético a punto de explotar.
Estaba tan avergonzado que si volvía a ver a Yoon Gi, creía que no podría soportarlo y seguramente si volvía a ocurrir algo así, lucharía consigo mismo para detenerlo.
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