09
En casa las cosas seguían igual que siempre. Ji Min no notaba ninguna diferencia. Estaba expectante porque algo bueno pasara dentro de aquellas paredes, pero no era así. Su deseo parecía no haberse cumplido.
Sus padres estaban sentados en el comedor, desayunando, muy distanciados uno del otro. No se miraban, ni hablaban, nada. Por un lado era mejor el silencio que soportar gritos, pero ese silencio venía del día anterior. Cuando el menor llegó de la escuela, ambos estuvieron callados. En la cena también y eso, hasta la mañana de ese día.
Ji Min trató de acercarse a hablar con alguno de ellos, darle los buenos días, pero recibió por respuesta un seco "hola, hijo" y nada más que eso.
Era la hora de irse a la escuela y se había dado cuenta de que no le comentó a sus padres que al final no lo habían suspendido. Aunque las miradas de zombis que tenían ambos lo hacían querer olvidarse de ello y salir corriendo.
Se acercó hasta la mesa, quedando de pie entre medio de la distancia que separaban ambas sillas. Los miró a ambos y abrió su boca para hablar.
—No me suspenderán—dijo en un tono de voz bajo, pero que llamó la atención de ambos.
Su padre dejó de tomar su café y lo miró. Su madre hizo lo mismo.
—Te felicito, hijo. Estupendo, ahora ve y estudia—habló sin ganas, como si le importase un comino.
Ji Min entrecerró sus ojos. Algo andaba mal, se suponía que su padre debía alegrarse, gritar un ruidoso "¡Bien, así me gusta!" y su madre aplaudir como si fuera espectadora de una obra de teatro. Ante la reacción de sus padres, solamente se encogió de hombros y se preparó para salir definitivamente de aquel ambiente tan extraño.
Al llegar a la institución, antes de que entrara, alguien lo agarró del brazo. Se giró para ver quién había interrumpido su camino de ingreso al lugar y cuando vio que Tae Hyung lo sujetaba con fuerza, sonriendo de una forma bastante peculiar, se quedó mirándolo esperando a ver qué era lo que quería.
—Hola, Ji Min. Oh, perdón por agarrarte así del brazo—lo soltó enseguida— Sólo quería felicitarte por lo de ayer. Sabes, fui el único que te aplaudió.
—Ah...Gracias—le dijo casi en un tono interrogante, ya que le parecía rara la forma en la que actuaba.
Dicho eso, se largó corriendo hacia el interior del lugar. Definitivamente, Tae era un chico un poco extraño.
Llegó hasta la sala de profesores, donde al día anterior su maestra le había indicado que debía ir en la mañana. Estuvo pensando si tocar la puerta porque la verdad que no tenía muchas ganas y, aparte, se sentía nervioso.
Llamó unas tres veces, con cuidado, hasta que por fin la profesora de idiomas se dignó a salir.
—Ji Min, buenos días—le dijo sonriente, sosteniendo un café en su mano—Llegaste un poco antes de lo esperado. Tu nuevo compañero aun está hablando con el director en su despacho. Vayamos para allá.
—Está bien.
Ji Min siguió los pasos de su profesora, quien caminaba de una forma algo coqueta, con sus tacos bajos de color negro. El menor rio un poco por la forma tan exagerada que tenía la mujer de dar sus pisadas, era como un intento fallido de modelo de pasarela.
Mientras más se acercaban hasta el despacho del director, a Ji Min le empezaba a latir el corazón de forma exagerada, no entendía por qué estaba tan nervioso. Sólo debía ayudar y acompañar a un joven que iba a ir de intercambio. Seguramente en cuanto pasaran dos meses, o quizás menos, ya habría hecho más amigos y acabaría por ignorarlo.
—¿Señor director? —la profesora golpeó la puerta de madera con cuidado y cuando recibió respuesta por parte del anciano abrió para asomarse.
—Pase, por favor—le dijo el hombre, haciéndole seña con la mano.
—Bien, Ji Min, espera un momento aquí.
El menor asintió y se recostó contra la pared. Esperaba que su profesora y el director no fueran a hablar durante una eternidad. Pasaron entonces unos cinco minutos, quizás un poco menos y la puerta volvió a abrirse. La profesora se asomó y llamó la atención de Ji Min.
—Ven, te presentaremos al nuevo—le dijo casi en un susurro, más entusiasmada que otra cosa.
La puerta se abrió y Ji Min observó el interior, curioso por saber qué se encontraría. El director estaba apoyado sobre la mesa de su escritorio, de brazos cruzados hablando con alguien que estaba sentado en frente suyo, en una de esas sillas anticuadas e incómodas.
El hombre, al ver al menor se acercó rápidamente hasta él, tapándole la vista.
—Park ¿Cómo se encuentra? —le preguntó con toda la hipocresía del mundo— Venga, le presentaré a nuestro nuevo ingresante.
Ji Min siguió a su director hasta quedar cerca de la silla, donde aquella persona que estaba sentada no parecía inmutarse en lo absoluto. A pesar de eso, Ji Min estaba sintiendo cómo se le revolvía el estómago, por alguna extraña razón, y estaba seguro que no eran sus nervios.
—Él es Min Yoon Gi—dijo el hombre canoso, extendiendo su mano hacia el chico.
El nombre del joven no era estadounidense, por lo tanto, Ji Min estaba confundido. Su profesora le había dicho que era norteamericano. Quizás había olvidado el detalle de que el muchacho tenía nombre coreano.
—H-hello, nice to meet you—Ji Min tartamudeó sin quererlo, en un torpe inglés, y giró un poco su rostro para tratar de verle la cara al chico, quien no se había movido aún.
Tras unos segundos esperando que reaccionara, o hiciera algo, la cabeza grisácea se comenzó a mover lentamente. Así hasta que Ji Min pudo verle la cara. Pálido, de labios finos, ojos gatunos, hermosas facciones...
—Hello, Ji Min—dijo en un tono que sonó a burla para los oídos del nombrado.
En ese preciso instante la cabeza de Ji Min no lograba procesar lo que estaba pasando. Se quedó totalmente mudo, en shock.
¿Qué hacía él ahí? ¿Por qué estaba en su escuela? ¿Ese era su nombre real? ¿Era todo una broma acaso?
No comprendía nada. Inmediatamente se agarró de la cabeza con ambas manos y miró fijamente al de pelo gris, que lo veía divertido. Mientras tanto, el director, quien se había percatado de la acción de Ji Min, trató de preguntarle qué le ocurría, pero el menor sólo dijo que había tenido una punzada en sus sienes.
La profesora, al contrario, se acercó a Yoon Gi y le comentó que el pelinegro sólo estaba nervioso.
—Vamos, Park, no haga el ridículo frente a este joven—le susurró el hombre, haciendo sacar todo el odio que el menor retenía sobre él.
El de pelo gris se levantó del asiento y los tres lo siguieron con la mirada. Se paró justo frente a Ji Min y le sonrió como si tratara de hacerse el simpático e inocente con él.
—No estés nervioso, confío en que me ayudarás—le dijo en un perfecto coreano.
El menor abrió los ojos, estupefacto. Le había hablado en coreano y aquellas dos personas parecían no haberlo notado en lo absoluto. ¿Qué carajos estaba pasando?
—Sí, confía en él, Yoon Gi. Es de los mejores alumnos—comentó la profesora en inglés, interrumpiendo sus pensamientos.
El hombre los miró a ambos y posó sus manos, una en cada hombro de los dos chicos.
—Ahora que ya se conocen, puede empezar el tour—les dijo, tratando de que se marcharan de su despacho cuanto antes.
La profesora se los llevó a ambos afuera y se quedó con ellos un rato, charlando con Ji Min sobre el recorrido que debía hacerle por la escuela, lo que debía mostrarle y demás. Pero Ji Min no estaba escuchando nada de lo que le decía, su mirada estaba fija en un punto hacia el horizonte, era una mirada vacía. Trataba de comprender por qué él estaba ahí, por qué su profesora y el director no habían notado que le había hablado en coreano.
—Bien, los debo dejar—dijo mirando al menor y luego miró a Yoon Gi y le volvió a hablar en inglés— Por favor, disfruta de tu estancia en la escuela. Si necesitas algo sólo búscame, sino habla con Ji Min.
—Gracias—es lo único que dijo el peli grisáceo.
Al marcharse la profesora, Ji Min se volteó inmediatamente a mirarlo y dio unos pasos hacia atrás, estaba espantado.
—¿Q-qué es todo esto? —su voz tembló.
—¿No te alegras de tenerme en tu escuela? —rio burlón, acercándose hacia él mientras que Ji Min daba un paso más atrás.
—¿Qué pretendes? —chocó con la pared—¿Cómo es posible que...?
—¿Qué ellos me puedan ver? —lo acorraló contra la pared, mirándolo sonriente— Cuando me alimento de una nueva alma, mi poder se intensifica. Sólo quiero divertirme un rato, ¿tan malo es eso?
—N-no, yo...—volvió a tartamudear.
—Deja de hacer eso, me molesta —dijo quitando su sonrisa de la boca— .Vamos, ahora haz que mi día valga la pena y enséñame algo interesante, Ji Min—lo agarró del brazo y tironeó para que caminara.
Ji Min no pudo hacer más que aceptar hacerlo. Pero aun así se quedó medio mudo, no podía vocalizar una palabra de forma decente sin que empezara a trabarse. La presencia del Diablo, Yoon Gi, lo que fuera ese tipo, le ponía los pelos de punta.
Caminaron en silencio. El cuerpo de Ji Min estaba tenso, no podía relajarse porque Yoon Gi lo seguía a su lado, agarrando su brazo con fuerza, como si se lo fuera a romper. Al ser soltado del agarre, su piel empezó a arderle, pero lo extraño fue que no le dolió tanto.
—¿Ese es tu nombre? —preguntó de pronto el menor, esperando una respuesta coherente mientras seguían su recorrido.
—Lo es—respondió seco—¿Te sorprende que el Diablo tenga nombre?
—Sí.
Después de eso, siguieron en silencio hasta llegar a la cafetería. No había nadie, sólo los empleados, ya que todos los demás estaban en clases.
Yoon Gi observó el lugar como si le pareciera aburrido y despreciable, luego se sentó sobre una mesa, cruzándose de piernas. Ladeó su cabeza como si fuera un gato y miró a Ji Min para incomodarlo. Y lo consiguió. El menor no le sostuvo la mirada, sólo miró para todos lados algo nervioso.
—Tráeme un café—le dijo en un tono serio.
—¿Qué?
La distancia entre ambos no era muy lejana por lo que Yoon Gi llevó su mano hasta el cuello de la camisa del otro y lo agarró con delicadeza para así acercárselo hasta él y poder susurrarle al oído con una profunda voz.
—Quiero un café, ahora—le ordenó.
El pelinegro se estremeció al sentir aquel aliento tan caliente sobre su oído y enseguida salió corriendo para buscarle su condenado café.
Corrió torpemente hasta la mesa y agarró un vasito de plástico para servir café de la máquina. Estuvo un buen rato ahí parado porque estaba entrando en pánico. Le dio mucho miedo la que forma en la que le habló. Era muy similar a cuando soñaba con las voces. Como si las palabras se le metieran al oído y se quedaran allí amartillándole la cabeza.
Dio la vuelta para llevarle el café. Se acercó hasta el peli grisáceo y le dio el vaso en la mano, haciendo que sus dedos se rozaran sin quererlo.
Yoon Gi lo observó y bebió aquel líquido caliente amargo sin prisa, siempre mirando a Ji Min a los ojos mientras lo hacía, como si quisiera provocarle algún tipo de reacción. Pero la única cosa que provocaba con eso era ponerlo nervioso. Sus ojos miraban de reojo hacia todos lados, como tratando de buscar una distracción o alguien que los interrumpiera para hablar sobre cualquier cosa.
Para cuando llegó la hora del recreo, todos los alumnos con los que se cruzaban los dos, se quedaban mirando a Yoon Gi como si estuviesen hipnotizados, o mejor dicho idiotizados. Las chicas cada vez que pasaban por su lado susurraban cosas entre ellas y los chicos también. Ji Min sólo esperaba que nadie se le acercara porque no se fiaba de nada de lo que fuera a hacer o decir. Ese tipo era peligroso y trataría de hacer todo lo posible porque nadie interactuara con él.
Caminaron hasta el patio, donde estaba la gran mayoría de gente. Ji Min pudo ver a lo lejos a Jung Kook, comiendo junto a Ho Seok y Tae Hyung, pero tan sólo verlos quiso evitar acercarse hacia ellos.
—¿Qué miras tanto, Ji Min? —le susurró al oído.
—N-nada, yo...
Yoon Gi miró en la dirección en la que el menor lo hacía e inevitablemente una sonrisa se dibujó en sus labios. Agarró a Ji Min de su brazo y lo obligó a caminar hacia adelante.
—Preséntame a tus amigos, vamos.
El pelinegro caminó obligadamente hacia aquella dirección y acabaron finalmente los dos de pie, mientras eran observados curiosamente por los otros. Tae Hyung, quien tenía la boca llena, alzó su mano con entusiasmo saludando a Ji Min y luego al nuevo.
—¡Hola! —dijo casi escupiendo de la emoción y Ho Seok le pegó un codazo—Au...perdón. ¿Eres el nuevo cierto? Soy...
—Kim Tae Hyung—dijo el peli grisáceo.
Ji Min trató de disimular su asombro porque en ningún momento le dijo el nombre del chico. Entonces entró en pánico otra vez.
—Tú—señaló al otro—Eres Jung Ho Seok y tú...—miró al más pequeño de todos y le sonrió—Eres Jeon Jung Kook.
—Wow...ya te chismosearon nuestros nombres completos, ¿eh?—comentó Ho Seok no muy entusiasmado por la actitud del chico.
—Mierda, cállate Ho Seok, no le hables...—pensó Ji Min preocupado.
No tenía idea de lo que podría llegar a hacer Yoon Gi a quien le hablara de mala manera, a quien lo mirara mal o cualquier cosa. Era el mismísimo Diablo, en persona. Estaba tan asustado porque las cosas no se salieran de control, por alejarlo de todo el mundo... Pero eso iba a ser imposible.
—Sí, Ji Min me los dijo—mintió descaradamente, sonriendo de lado—Soy Min Yoon Gi, es un gusto muchachos.
—¿Muchachos? —rio Tae—¿Tan viejo eres?
—Tae Hyung, Dios mío basta, no hablen....¡Joder! —seguía quejándose Ji Min en su cabeza.
Yoon Gi rio. Le parecía divertido ese chico, así que podría entretenerse un buen rato. Se sentó en el césped junto a los demás, pero se posicionó muy cerca de Jung Kook, tanto que el pobre se sintió un poco incómodo y bajó su mirada. Ji Min no tuvo otra cosa que hacer más que sentarse también junto a ellos y vigilar a su acompañante.
Hubo un silencio incómodo entre todos y Ji Min observó atento a su alrededor. Cuando cayó en algo que lo hizo quedar confundido, como cuando estuvo en el despacho del director. Yoon Gi les estaba hablando coreano.
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