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07

Un estruendo sonó a lo lejos. La lluvia había empezado a caer de forma violenta. Ji Min estaba descalzo en medio de la nada. No entendía qué hacía ahí de pie, bajo la lluvia.

Miró a su alrededor y sólo pudo ver un inmenso campo abierto y a lo lejos unos cuantos árboles. El ambiente estaba totalmente nublado, asi que poco podía ver.

Estaba empezando a sentir frío, su cuerpo tiritaba bajo los violentos golpes de las gotas de lluvia. Era como si le cortasen la piel.

Al pestañear notó que había aparecido de repente en otro lugar. Era una sala oscura, no tenía ventanas, pero podía seguir escuchando la lluvia en el exterior. Le recordó un poco a aquellas habitaciones de psiquiátricos.

Volvió a inspeccionar el lugar. Las paredes tenían humedad, huecos negros que daban la sensación de un profundo agujero. Caminó a pasos lentos hacia uno éstos y cuando se detuvo, unas voces empezaron a llamarlo. Al escucharlas se alejó de inmediato, pero de nada le sirvió porque se intensificaban cada vez más, hasta el punto de sentir que le hablaban al oído, le molestaba tanto que tuvo que taparse con sus manos.


—¡BASTA! —gritó para alejar a las voces.


Aunque siguiera tapándose los oídos, aquellas voces seguían hablándole. Lo hacían en otro idioma, uno que no entendía. Ni siquiera era inglés o algo medianamente conocido para él.

Se tiró al frío suelo, acurrucándose así mismo para protegerse. Sentía como las voces podían atravesar su cuerpo, su alma... Tanto que hasta le empezó a doler el cuerpo de una forma inimaginable.


—¡AGH! —se quejó, tomándose el estómago.


Empezó a sudar, a temblar. No podía controlar su cuerpo, parecía que había empezado a convulsionar ¿Qué le estaba pasando?

Abrió sus ojos, repentinamente y despertó sobre su cama, empapado en sudor. Jadeó con cansancio como si hubiese corrido la maratón de su vida y se colocó la mano en el corazón. Estaba tan acelerado que le dio miedo. Esas pulsaciones no eran algo normal.

Trató de respirar hondo y calmarse. Cuando pudo hacerlo, buscó el interruptor de la luz, pero éste parecía no funcionar. Maldijo por lo bajo y buscó su linterna de emergencia dentro del primer cajón de la mesa de luz. Iluminó su cuarto, inspeccionando cada rincón de éste.

Tenía la necesidad de beber agua, tenía muchísima sed por culpa de aquella pesadilla. Sacó sus pies de la cama y se colocó unas pantuflas. Iluminó cerca de la puerta, pero antes de siquiera levantarse , pudo ver que algo lo estaba mirando en una esquina. Era una sombra negra, tenía unos brillantes ojos de color rojo, amenazantes.

Agitó su cabeza con fuerza y después esa cosa había desaparecido. Pensó que aún seguía traumado por la pesadilla, así que no le dio demasiada importancia.

Salió de su cuarto y bajó las escaleras. Aunque intentó prender el interruptor del pasillo y de éstas, parecía que tampoco funcionaban.

Con ayuda de su linterna iluminó su camino y llegó hasta la cocina. Buscó un vaso y se sirvió algo de agua de la misma canilla del fregadero. Bebió como un desesperado y cuando dejó el vaso sobre la encimera y tomó nuevamente la linterna para iluminar el camino de regreso a su cuarto, había alguien parado al otro lado, mirándolo sonriente.


—¿Estabas sediento? —le habló la voz, con un tono ronco.


Ji Min se echó hacia atrás, hasta chocar con la encimera que estaba a sus espaldas. No podía creer lo que estaba viendo. ¿Qué mierda hacía ese tipo ahí, en su cocina?


—¿Por qué te asustas? Ya nos hemos visto antes—le dijo sonriendo y acercándose hacia él.


—¿Q-qué estás haciendo en mi c...?


Shhh...—lo interrumpió, posando un dedo sobre sus labios—No querrás despertar a tus padres, ¿cierto?


El menor estaba más que acojonado. Ese tipo extraño que lo había besado, diciéndole que era el Diablo, ahora estaba metido en su casa. No entendía quién era realmente ni lo que estaba pasando. Se quedó en silencio, mirándolo totalmente absorto y desorientado.

El peli grisáceo se alejó un poco de él, sin dejar de quitar su dedo apoyado sobre sus gruesos labios. Lo miró de arriba abajo sin hacer ningún tipo de movimiento.


—También estoy sediento, si no te importa, beberé un poco de agua—tomó el vaso que Ji Min había usado y se alejó de él para llenarlo. Se volvió a acercar al menor y sacó su lengua posándola en el borde del cristal para después beber con toda calma.


Ji Min observaba cómo bebía el agua mientras lo miraba con sus ojos entrecerrados. Una gota se le escapó y se resbaló por sus finos labios, haciendo un recorrido hasta su perilla, para finalmente caer.


—Refrescante—dijo con una leve sonrisa, dejando el vaso en la encimera y limpiando sus labios con su dedo pulgar— ¿Te quedaste mudo, Ji Min? Pareces asustado, aturdido...


El chico se acercó hasta la encimera y echó su cuerpo un poco hacia atrás, apoyándose sobre sus codos, con toda la desfachatez del mundo.


—¿Por qué estás aquí?¿Cómo mierda entraste? —le preguntó por fin, sin rodeo alguno.


—¿No recuerdas? —ladeó su boca, un poco molesto—Hicimos un trato, tu alma es mía. Me perteneces y puedo entrar a donde yo quiera, cuando quiera.


—Llamaré a la policía.


—¿Y qué les dirás? —se alejó de la encimera y se acercó hasta su oído—¿Qué el Diablo está en tu casa? —y finalmente empezó a reírse—No seas ridículo, ya te dije que sólo tú puedes verme.


Ji Min estaba empezando a creerle seriamente. No totalmente acerca de lo que decía ser, sino que a lo mejor estaba enloqueciendo debido a sus pesadillas y veía y oía cosas. Algo así como un tipo que sólo vivía en su imaginación.

No dijo nada y trató de pensar qué hacer en ese preciso momento. El otro estaba muy cerca de él, pero aunque así fuera por alguna extraña razón no le molestaba.


—¿Qué es lo que quieres? —le preguntó, intimidado por su mirada.


—Bueno, dado que cerramos un pacto, vine a concederte tus deseos.


El menor asintió, tratando de convencerse de que ese tipo decía la verdad. Pero era extraño, si realmente era el Diablo, ¿por qué no le había jugado una trampa? A pesar de que su alma ya había sido ofrecida, algunas anécdotas o cosas que leyó siempre acababan mal.


—Está bien—le dijo más calmado—Quiero...¿Cuántas cosas puedo pedirte? —preguntó dudoso.


—Lo que quieras, no hay límites. ¿Quieres dinero?¿Mujeres?¿Fama?


—N-no...—negó con la cabeza, aún pensando bien qué decir—Quiero que dejen de hacerme bullying, sobre todo Se Hun. También que mis padres dejen de pelearse por estupideces y... quiero tener un buen cuerpo.


—Vaya, eso es interesante—sonrió, tocando su perilla—¿Qué pasa con el dinero?¿La vida eterna?


—No me interesan esas cosas, quiero vivir una vida tranquila y normal...—agachó la cabeza apenado.


—Eso suena tan triste—dijo sarcástico el peli gris.


Ji Min siguió con la mirada los movimientos del chico. Estaba caminando de un lado al otro como si pensase algo importante. Después lo vio detenerse y dar una fuerte palmada, haciéndolo dar un pequeño salto por el susto.


—¡Deseos concedidos, entonces! —gritó, dando otra palmada.


—¿Así de fácil? —pensó el pelinegro totalmente confundido.


Estaba entrando en total desconfianza con lo que le estaba diciendo aquel tipo. Le siguió la corriente porque no tenía opción. Tampoco estaba entendiendo bien si todo era real o sólo una ilusión suya.

El peli grisáceo le hizo una reverencia acompañada de una sonrisa que denotaba malicia pura al menor. Se despidió con un ademán y dio media vuelta para marcharse. Pero Ji Min no quería que se marchara, debía preguntarle algo. Era imposible que él creyera en el Diablo, era absurdo que todo eso fuera tan real.


—¡Espera! —lo llamó, dando un paso al frente. El chico se detuvo, mas no se giró a mirarlo—¿De verdad... eres el Diablo?


—¿No te he dado demasiadas evidencias ya? —le respondió con una voz profunda y seria—¿Qué más quieres para creer?


El menor se quedó en silencio, no sabía qué decirle. Estaba muy sumido en la incertidumbre de sus propias creencias. Siempre creyó que ni el cielo, como paraíso, ni el infierno, como prisión fueran reales. A pesar de que sus padres eran personas religiosas, él nunca le dio importancia a eso.

Agachó su cabeza intentado pensar algo para no quedarse ahí parado sin decir nada, pero no podía gesticular una sola palabra. Alzó su vista para encontrarse nuevamente con la figura del supuesto Diablo y notó la forma en la que lo veía. Lo penetraba con su intensa mirada. Sus ojos se veían totalmente negros debido a la poca iluminación de la linterna.

Ji Min sentía cómo su cuerpo se tensaba, otra vez, sumergido en una especie de hipnotización mientras el otro se le acercaba.


—Dime, Ji Min—se acercó a su oído, pegando sus labios sobre él—¿Qué más pruebas quieres?


—Yo...


Empezó a tartamudear. No tenía idea de qué decirle, además de que estaba sintiendo una leve sensación en su cuerpo de excitación debido a cómo le había hablado de esa manera sobre su oído. A la par de eso, recordó el beso que le había dado el día anterior, para cerrar su pacto. Inmediatamente se sonrojó y volvió a agachar su cabeza.


—¿Qué te pasa Ji Min? —volvió a susurrarle y acercó su cuerpo de modo que ambos quedaran pegados—¿Por qué te sonrojas?


El corazón le empezó a latir con intensidad. No entendía por qué su cuerpo reaccionaba así. Trató de hablar y alzó su mirada. Cuando lo hizo, el tipo había desaparecido.

Lo buscó con la mirada desesperadamente y pudo ver, cerca de las escaleras a su madre, quien lo miraba extrañada.


—Ji Min...¿Qué estás haciendo a esta hora en la cocina? —preguntó la mujer, medio adormecida.


—Mamá...Yo, sólo tomaba agua—dijo apresurado, tomando su linterna y saliendo apresurado hacia las escaleras con torpeza.


Subió a grandes zancadas y corrió a meterse a su cuarto. Cerró la puerta con seguro y se apoyó sobre ésta, agitado, tocándose el pecho con su mano. Tiró la linterna sobre la cama y cuando se calmó un poco fue a tumbarse a ésta para cubrirse por completo y volver a intentar dormir.

Eso había sido la cosa más extraña y vergonzosa que nunca le pasó.

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