06
En su casa tuvo que aguantar muchos más gritos, amenazas de divorcio y competencia por quién se lo llevaba con él.
Por suerte, o quizás no tanta, tenía un día más para asistir a clase y ese día iba a ser el último de todos los de su vida. Estaba decidido a hacerlo y, claramente, lo haría en la escuela para que todos vieran toda la porquería que tuvo que soportar debido al bullying recibido por la pandilla de Oh Se Hun, la poca o nula atención que sus compañeros le daban y la misma escuela le prestaba y la indiferencia y poco cerebro que tenían sus padres.
No habló con Jung Kook, aunque le hubiese gustado despedirse de su único amigo en ese putrefacto lugar, pero si lo hacía seguramente lo detendría y no quería que nadie lo interrumpiera.
En la hora libre, como sabía que todos salían al patio debido al buen clima que hacía, subió hasta la azotea, pero tuvo que forcejear la puerta porque siempre estaba cerrada. Pudo salir al exterior sin problema, aunque al observar el lugar notó que había algunas rejas por seguridad.
Caminó decidido, sin inmutarse por lo que estaba a punto de hacer y subió a un pequeño escalón. El edificio era bastante alto por lo que su caída sería una tortura, como en su pesadilla.
Miró hacia abajo y vio un montón de cabecitas yendo de un lado a otro, pudo incluso hasta divisar a Jung Kook y más allá al idiota de Se Hun. Soltó un largo suspiro y cerró sus ojos, dejando que un pie se adelantara lentamente hacia su precipicio del suicidio.
Estuvo a punto de saltar al vacío, sin rodeos.
—¿Estás seguro de lo que vas a hacer?
Una voz le habló a sus espaldas. No la había oído nunca en su vida, por lo que se giró lentamente a ver quién lo había interrumpido en su pequeño pase hacia la muerte.
Cuando se giró por completo, vio a un chico. Su piel era blanca, más que la suya, de pelo grisáceo casi rubio, labios finos y ojos gatunos. Estaba vestido de calle, con una chaqueta de cuero, jeans rasgados... No parecía alumno de la escuela. Pero lo que más le llamó la atención era que sentía que lo había visto antes.
—¿Disculpa? —Ji Min tuvo que bajarse del escaloncito para acercarse hasta el joven, quien lo miraba serio—Acabas de interrumpirme.
—Sí, ya lo veo—sonrió de lado— Por eso te pregunto, ¿estás seguro de lo que harás?
Ji Min frunció el ceño, no estaba entendiendo qué hacia ese tipo ahí, ni qué era lo que quería de él.
—¿Y a ti qué te importa? —le contestó de mala gana.
—No sabes cuánto—volvió a sonreír y se apoyó sobre la pared, metiendo ambas manos en sus bolsillos.
Ji Min decidió ignorarlo y volvió a subirse al escalón. Si quería verlo morir, entonces le daría un buen espectáculo. Como en las novelas trágicas.
—¿Sabes, Ji Min? A veces pienso que la vida siempre nos está dando segundas oportunidades.
—¿Qué...?
Ji Min escuchó su nombre salir de la boca de aquel desconocido. Le dio un gran escalofrío cuando lo pronunció, había sido extraño y sus vellos se habían erizado. Abrió sus ojos medio atemorizado y volvió a girarse hacia el chico que lo miraba como si se estuviese divirtiendo.
—¿Cómo sabes mi nombre? —le preguntó, mirándolo con temor y desconfianza.
—Yo sé todo de ti, Park Ji Min—le respondió alzando sus cejas. Se apartó de la pared y se acercó hasta al muchacho, quedando casi a su altura pero sin subir al escalón.
—¿Quién eres?
El del pelo grisáceo hizo una mueca burlona y miró al muchacho, ladeando su cabeza.
—Bueno, algunos me dicen Lúcifer, otros Satanás, otros Anticristo—chasqueó su lengua— ¿Cómo me llamarías tú?
Ji Min se quedó un momento sumido en la más grande confusión que nunca tuvo. Miró al chico, estupefacto y al rato empezó a reírse de él.
—¿Me estás diciendo que eres el Diablo? —rio casi a carcajadas por lo que escuchaba—¡No jodas!
—Sí, ríe todo lo que quieras.
El joven de pelo gris rio junto a Ji Min, sin importarle que estuviese burlándose de él, porque la verdad, le hacía gracia como se reía.
—¿De qué manicomio te escapaste? —le preguntó sin dejar de reírse.
—Del Infierno—le siguió el juego, bromeando.
—Esa fue muy buena, sí, sí—Ji Min rio ante el chiste y seguido se volvió a dar la vuelta para terminar lo que había querido empezar—Si me disculpas, tengo algo que hacer. Aunque te agradezco por haberme hecho reír antes de marcharme de este bendito mundo.
Ji Min sonrió por última vez y sin más volvió a colocar un pie sobre el aire, pero, nuevamente fue interrumpido.
—¿Crees que expulsen a Se Hun?
Inmediatamente, Ji Min se volteó bruscamente una vez más. Eso lo había descolocado totalmente. ¿Cómo mierda sabía de Se Hun? Él no le había dicho a nadie sobre su situación con él, ni siquiera a Jung Kook.
Se bajó del escalón dando un pequeño salto apresurado y se quedó frente al chico que decía ser Satanás.
—¿Quién te dijo eso?¿Cómo sabes?
—Ya te lo dije, yo sé todo acerca de ti.
Ji Min no estaba comprendiendo nada de la situación. ¿Qué clase de loco era ese tipo?¿De verdad se creía que era el Diablo? Si acaso era cierto, nunca se imaginó que luciría tan joven y hermoso, porque la verdad que era muy apuesto.
—¿Qué más sabes...?—le preguntó, esta vez totalmente serio.
—Bueno, parece que no crees que sea quien dije ser—frunció el entrecejo—Pero antes de contestarte eso, te diré que sólo los que creen en mí pueden verme.
—¿Estás diciéndome que yo creo en el Diablo?
—Puedes responderte tú mismo a eso —le sonrió burlonamente—¿Por qué crees que Se Hun, Lu Han y Kris no se percataron de mi presencia?¿Por qué crees que ese día Jung Kook no notó que estaba de pie no tan lejos de ustedes dos? Es tan lógico, Ji Min...
El joven se quedó mudo. Intentó decirle algo pero no podía lograr pronunciar una frase coherente. Estaba tan confundido por la forma en la que le hablaba ese chico... Pensaba que de verdad estaba loco. Pero le asustaba que supiera todo eso de él.
Cuando logró salir de su nube de embrollo mental, lo miró nuevamente.
—¿Qué es lo que quieres? —el otro sonrió.
—Vine a ofrecerte un trato.
—¿Un trato? —Ji Min enarcó una ceja, pero a pesar de que nada de lo que estaba pasando tenía sentido, prefirió seguir escuchando—Pues habla.
—Bien. Es simple, te ofreceré todo lo que desees a cambio de tu alma.
—¿Quieres que te de mi alma a cambio de lo que yo quiera? —el chico asintió y Ji Min después de pensárselo un ratito soltó una risa— Claro, como no, señor Satanás.
—Sigues sin creerme—le dijo riendo, aunque le importaba una mierda porque Ji Min había aceptado.
—Mira, eres muy divertido. Dejaré de lado esto del suicido sólo para acompañarte al manicomio del que te escapaste, ¿está bien?
—Por supuesto—aceptó, siguiéndole el juego—Pero antes de eso, hagamos el pacto, Ji Min.
—Sí, sí, claro.
La cara de Ji Min era de pura burla. A decir verdad, aunque le impresionara que ese chico supiera tantas cosas de él, pensaba que era una broma que alguien le había planeado para asustarlo o algo por el estilo.
Estiró su brazo para ofrecerle la mano y así estrecharlas para cerrar su trato. ¿Qué podía pasar por seguirle el juego a ese pobre loco? La verdad que nada.
—Yo no cierro mis tratos así—le dijo el peli grisáceo con un tono algo ronco, quitando la sonrisa de su rostro.
—¿Acaso en el infierno no estrechan sus manos?¿Debo ofrecerte mi sangre o esa mierda?—Ji Min apartó entonces su mano y se encogió de hombros.
—No.
El chico misterioso dio un gran paso hacia adelante y quedó a milímetros de distancia del cuerpo ajeno. Agarró la nuca de Ji Min rápidamente y se la acercó a su rostro sin titubear para así juntar ambas bocas. Introdujo su lengua sin pedir permiso y todo quedó en un beso bastante obsceno.
Los ojos de Ji Min miraban a aquel tipo sin poder creerse lo que estaba haciendo. Lo besaba con total descaro y lo peor de todo era que su cuerpo no podía responder para oponerse ante aquello, era como si estuviese hipnotizado.
Cerró sus ojos y de ese modo se dejó llevar sin siquiera entender por qué era esa su reacción. Le ardían los labios, como si quemasen. Podía saborear la lengua del desconocido, era dulce como una tentación.
Al separarse de éste por falta de aire, abrió los ojos rápidamente y delante de él no había nada. El tipo había desaparecido como por arte de magia. En ese momento, dejó de pensar que había sido una broma.
Tocó sus labios con su mano y sintió calor en ellos, cuando miró sus dedos notó que tenía un poco de sangre. Lo había mordido y él ni cuenta se había dado.
—Mierda...—se dijo así mismo, asustado por lo que acababa de pasarle.
Se quedó de pie durante un buen rato con la mente en blanco. Después decidió volver a entrar en el lugar. No iba a tirarse del edificio, no en ese momento. Estaba demasiado confundido como para poder completar el objetivo de su día.
Esa había sido, por muy lejos, la situación más extraña que había vivido en toda su vida.
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