03
Eran las 3:00am, la habitación de Ji Min estaba inmersa en la completa oscuridad, apenas asomaba un poco la luz de las farolas de la calle por su ventana, dejando un halo amarillento contra su pared.
Se revolcaba entre las sábanas moviendo sus piernas y brazos como si tuviese una especie de espasmo. Por su frente caían unas gotas de sudor, su cabello ya estaba húmedo. Sentía calor y su corazón estaba acelerado.
Estaba teniendo una pesadilla.
Abrió sus ojos de golpe y se sentó sobre la cama, fijando su mirada en la total oscuridad. Jadeó con cansancio y tocó su pecho atemorizado. Nunca había tenido una pesadilla tan horrible como esa. Caer por un precipicio mientras escapaba de algo que no recordaba bien era un sueño muy común. Pero su pesadilla había sido algo diferente. Lo que fuera que estuviese persiguiéndolo, podía sentir cómo le susurraba cosas al oído.
Eran palabras que no entendía. Creía que incluso esa voz le hablaba en otro idioma. Pero ¿Cómo era posible poder soñar algo así?
—Ji Min... et vos eritis mihi*
[*Serás mío]
Volvió a escuchar una voz tras su nuca y se giró rápidamente hacia atrás, aunque de nada le servía, todo estaba oscuro en su cuarto. Buscó desesperadamente con su mano el interruptor que había cerca de su cama para prender la luz. Cuando lo hizo, no vio nada, sólo una pared blanca.
Se quedó un momento mirando la pared, como si quisiera encontrar algo allí. Después observó todo su cuarto. Estaba tranquilo, no había nada extraño allí.
—Joder...—murmuró, tocándose la cara con ambas manos—miró su reloj y al notar la hora que era, se dejó caer de espaldas sobre la cama, tapándose por completo—.Está bien, sólo fue una pesadilla Ji Min, cálmate—se dijo a sí mismo para tranquilizarse, tomando aire profundamente y expulsándolo por su boca.
No era algo típico de él tener pesadillas, y eso lo hizo sentir extraño. La mayoría de las veces soñaba que lo golpeaban, como si reviviera en su subconsciente todo lo que le pasaba en la escuela, pero la intensidad con la que tuvo aquella pesadilla lo había perturbado un poco. Además, aquel susurro nombrándolo lo sintió tan real...
Después de que pasaran unas dos horas sin poder volver a dormirse, pensando en que algo lo estaba acechando, el sueño terminó por vencerlo y quedó rendido sobre la almohada.
Al despertar, se incorporó lentamente. Miró nuevamente el reloj y se dio cuenta de que sólo había dormido dos horas y media. Era horrible la sensación que tenía. Le dolía la cabeza, sus ojos no quería despegarse del todo, le dolía la espalda y el cuello por la postura en la que había quedado cuando el sueño le bajó.
No era un buen día para ir a la escuela.
Se vistió sin ganas y se marchó a clases sin siquiera desayunar, no tenía apetito y tampoco quería aguantar a sus padres con sus discusiones mañaneras en el comedor.
Las clases pasaron de lo más lentas aquel día, y debido a que no pudo dormir, todo lo sentía más pesado e insoportable. Estuvo a punto de dormirse en clase de matemáticas, pero a uno de sus compañeros se le ocurrió tirarle pelotitas de papel para fastidiarlo.
Para cuando llegó la hora de la salida, no tuvo prisa alguna en juntar sus cosas. Se había quedado último en su aula y eso, por un lado lo aliviaba, pero por otro sabía que lo convertía en una presa fácil.
Al terminar de guardar todo, se colocó su morral y se dispuso a salir del aula. Pasó a caminar por los pasillos y se dio cuenta de que no había nadie.
Estuvo a punto de llegar a la salida cuando pudo notar a lo lejos una figura. Estaba de pie, mirándolo fijamente. Ji Min se sintió atemorizado porque creía que era Se Hun tratando de jugarle una de sus sucias bromas. Pero cuando fue acercándose un poco más, a pasos lentos, notó que era otro chico. Nunca lo había visto en la escuela.
Lo único que pudo ver fue su pelo rubio ceniza, casi gris, cuando alguien se puso en frente de él, tapándole la vista.
—Ji Min, hola—dijo una voz que reconoció de inmediato.
—Jung Kook...—lo miró, saliendo de su distracción, tranquilo—Me asustaste.
—No parece—hizo una mueca—Bueno, no importa...Yo quería pedirte disculpas.
—¿Disculpas?
—Sí, por lo de ayer—agachó su cabeza—Le dije a Ho Seok que había sido un poco duro contigo y...
—Olvídalo—lo interrumpió— Tú no tienes la culpa. Ve a casa, Jung Kook.
—S-sí...
El menor lo miró algo confuso y se marchó corriendo como si estuviese avergonzado. Ji Min no le prestó mucha atención, pero cuando notó que se había alejado de su vista, aquel chico que había estado parado mirándolo había desaparecido de la nada.
Dio unos pasos para seguir hasta la puerta para así salir del lugar de una vez por todas, pero alguien tocó su hombro repentinamente.
—¿Ya te vas, cerdito? —dijo una voz burlona—Vamos a jugar, ya que ayer te me escapaste.
—No quiero jugar a nada.
Se Hun rio y lo tomó de ambos hombros, apretando sus manos en ellos. Ji Min pudo sentir arder su piel, el chico lo estaba arañando incluso a través de su camisa.
—Sí que quieres.
Lo agarró de los brazos y lo arrastró con él, ante el pobre intento de Ji Min por querer zafarse de su agarre. Cuando caminaron unos pocos pasos, los otros dos matones ya habían aparecido a su lado. Cada uno lo tomó de un brazo y lo arrastraron con violencia, siguiendo los pasos de Oh.
—¡Hoy jugaremos al fútbol! —gritó uno de los chicos que lo tenía agarrado, Kris.
El chico era alto, como un poste para Ji Min, se sentía intimidado por su mirada, realmente ese tipo le daba más miedo que Oh Se Hun. En cambio el otro chico que lo tenía agarrado era un poco más alto que él, estaba en silencio y no decía nada pero obedecía todo lo que Se Hun le decía. Su nombre era Lu Han. La primera vez que lo vio no pudo creer que anduviera en la pandilla de Oh, se veía como un chico aplicado y amigable, sin ninguna mala intención en sus ojos.
Los cuatro llegaron hasta el gimnasio y cuando entraron, Se Hun cerró la puerta del lugar. Kris y Lu Han arrastraron a Ji Min hasta una de las porterías que usaban para jugar fútbol sala. Lo pusieron en medio del área y colocaron una fila de pelotas a unos cuantos centímetros de él.
Ji Min sabía lo que le esperaba: una buena sesión de pelotazos. Y lo peor era que no podía hacer nada, porque en cuanto intentara escaparse lo iban a agarrar y moler a golpes. Prefería aguantar unas cuantas pelotas de fútbol chocar contra su cuerpo de forma violenta antes que los puños de Kris.
—¡Quédate quietecito, Park! —gritó Se Hun con una sonrisa de malicia en su rostro.
Tomó impulso y al llegar a patear la pelota, lo hizo tan fuerte que acabó por darle en el estómago a Ji Min. Éste se retorció ante el agudo dolor que sintió atravesarle todo el cuerpo, no pudo respirar por unos segundos y se abrazó a sí mismo.
—¡No seas marica! —se carcajeó. Seguido, tomó a Lu Han, que estaba a su lado y lo obligó a patear—Vamos, patea Lu Han, hazlo fuerte.
El chico lo miró dudoso, pero después de eso se posicionó frente a una de las pelotas y fijó su mirada en Ji Min. Era uno de los mejores jugadores del club de fútbol, por lo que el pelinegro ya estaba temblando, lo había visto jugar y creía que era muy bueno.
—Golpéalo en la cara y te daré diez mil wons—le sonrió al chico, palmeando su espalda.
—Por favor, no lo hagas...—pensó Ji Min, tratando de comunicarse con la mirada.
Sus ojos de cordero aterrorizado no sirvieron para nada. Lu Han golpeó la pelota con fuerza y fue a parar en medio del rostro de Ji Min, dándole de lleno en la nariz.
—¡Que buena puntería, Lu Han! —lo felicitó Se Hun, alzando los brazos.
Ji Min, cuando sintió el golpe sobre su cara, se tomó la nariz con ambas manos, gritando de dolor. Punzadas agudas invadieron su cara, sintió un líquido correr por su rostro, Y efectivamente, cuando se vio las manos, estaban llenas de sangre, su nariz lo estaba.
Las acciones de Se Hun estaban yendo demasiado lejos últimamente. Había pasado de quitarle la mochila, sus libros, empujarlo o simplemente tirarle su almuerzo encima a golpearlo, insultarlo, amenazarlo...
—Lu Han le rompiste la nariz—dijo Kris abriendo sus ojos, algo sorprendido, más por la puntería que tuvo que por ver brotar la sangre.
Ji Min se agarró nuevamente el rostro, tapándoselo por completo. Se acuclilló y empezó a llorar. Le dolía como la mismísima mierda aquel pelotazo. No le importaba si lo veían llorar, el dolor era insoportable.
—Te pasaste, Se Hun—dijo Kris, mirándolo—Nos van a matar si alguien se entera.
—¿Y a ti que te pasa? —se acercó hasta el más alto y lo agarró del cuello de la camisa—¿No ves qué es divertido?¿Acaso lo estás defendiendo?
—No lo estoy defendiendo, no seas imbécil—frunció el ceño—Sólo digo que si esto llega a oídos de alguien, ¿Qué crees que nos harán? ¿Darnos un premio?
—Por favor, Kris—Se Hun acomodó su cabello, con un gran aire de superioridad—Hemos hecho tantas cosas ya, Ji Min no dirá nada—se acercó hasta el nombrado, quien seguía llorando—¿Verdad, Park?
—¡Hijo de puta!¡Que te follen! —le gritó entre llantos, sujetándose más fuerte la nariz, tapando su hemorragia.
Se Hun apretó sus dientes y lo empujó con el pie, tirándolo al suelo. No iba a dejar que Ji Min le hablara de ese modo, no lo soportaba. Pensaba en molerlo a patadas ahí mismo, pero un ruido fuera del gimnasio hizo que los tres se alarmaran, girando sus cabezas mirándose unos a otros.
—Hay alguien afuera—dijo Lu Han en un tono de voz muy bajo.
La puerta se movía de forma violenta hacia atrás y hacia adelante, pero nadie hablaba. Era como si intentaran asustarlos. Se Hun, sin creerse que fuera a ser un profesor quien estaba empujando así la puerta, se acercó molesto a paso firme hacia a ésta para finalmente abrirla y al otro lado no encontrar a nadie.
—¿Pero qué mierda...?—dijo mirando hacia todos lados, sin poder ver nada.
—¿Y? —Kris se acercó al chico y husmeó también por el pasillo—No hay nadie.
—¡¿Quién anda ahí?! —gritó Se Hun, totalmente enojado—¡No te atrevas a jugar conmigo!
Ji Min observó a los tres chicos en la puerta, asomándose hacia el pasillo y dándose miradas confusas, sin entender qué había pasado. Intentó levantarse del suelo y cuando lo hizo, su mirada fue directo hacia la otra entrada al gimnasio y, otra vez, se encontró con una figura, de pie, que lo miraba fijamente.
Se asustó un poco por la forma en la que lo hacía. Desde esa distancia no podía verlo bien, pero sentía su mirada sobre él. ¿Quién era? ¿Había sido él quien golpeó la puerta del gimnasio? No estaba seguro, pero sí sintió un horrible escalofrío que recorrió toda su espalda.
—Vámonos, Se Hun—Lu Han lo agarró del brazo y lo tironeó para que se marcharan de ahí, no se sentía nada bien.
Se Hun lo miró, dudando de si marcharse pero al ver que Kris ya se estaba yendo por los pasillos decidió hacerle caso.
Los tres dejaron a Ji Min tirado en medio del silencioso gimnasio, con un desastre de pelotas de fútbol esparcidas por todos lados y su nariz chorreando abundante sangre.
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