02
—Jung Kook, espera—dijo agitado.
Había corrido para encontrarlo antes de que el pelinegro se marchara hasta su casa. Se le hacía eterna la hora de la salida porque siempre esperaba el momento perfecto para poder escabullirse sin que lo vieran aquellos tres matones.
El menor lo miró confuso y después le regaló una pequeñísima sonrisa.
—Ji Min...¿Qué pasa?
—Nada—rio algo nervioso— Bueno... ¿Podemos ir juntos a casa? —miró disimuladamente de reojo hacia un costado.
—Sí, supongo... Aunque iré con Ho Seok y Tae Hyung.
Eso era perfecto, justo lo que Ji Min esperaba. Entonces podría estar seguro de que nada le pasaría si iba junto con esos chicos, y aunque no los conociera no le importaba. No iba aguantar otro día más de golpizas, sus moretones aún le dolían.
—Sí, está bien, no hay problema—dijo sonriendo aliviado.
Los dos caminaron hasta la salida del lugar y en la puerta dos muchachos los esperaban. Ho Seok saludó al menor agitando su mano, sonriendo de oreja a oreja, mientras que Tae Hyung estaba distraído mirando hacia otro lado.
—Chicos, gracias por esperarme hoy—les agradeció Kook, haciendo una reverencia—Él es Ji Min.
—Hola, un gusto conocerlos—dijo Ji Min, saludando formalmente a los muchachos.
—Yo te conozco. Eres Park...—la cara del joven se veía seria—Soy Ho Seok, un gusto.
El chico de rostro alargado estiró su mano para estrecharla junto a la del más bajito. Ji Min después de dudarlo un poco cedió. En tanto se saludaban, Tae Hyung se giró repentinamente a mirar al nuevo acompañante.
—Hola, yo soy Kim Tae Hyung—le sonrió de forma amistosa—¿Tú eres el famoso Park Ji Min?
—¿Perdón?
No acababa de entender a qué se refería con eso. ¿Por qué era famoso? Negó con la cabeza a modo de confusión y miró a Ho Seok.
—Sí, tú eres ese al que siempre golpe...Auch.
Ho Seok acabó dándole un fuerte codazo a su compañero, notando la incomodidad del más bajito. Era lo último que Ji Min necesitaba, ahora era famoso por todo el bullying que recibía. Tae se quedó entonces por un momento en silencio mirando al pelinegro que tenía frente a sus ojos, quien lo miraba con algo de disgusto por su comentario, aunque suponía que no lo había hecho con ninguna mala intención y simplemente se le escapó.
—Lo siento, no quise decir eso—se disculpó Tae Hyung avergonzado.
—No importa, supongo que de ahora en adelante debo acostumbrarme a mi fama—dijo en un tono de voz bromista, aunque no tenía nada de gracioso.
Tae Hyung rio divertido, pero se detuvo cuando notó que nadie más lo hizo. Ho Seok se veía pensativo, además de preocupado. Se acercó hasta Ji Min para hablarle más de cerca. No se sentía cómodo.
—Escucha, Park, no quiero sonar grosero...—rascó su nuca, tratando de hablar con calma— No quiero que nos metamos en problemas por andar contigo.
—¿Qué? —Ji Min frunció el ceño, intentando comprender a qué se refería el chico—¿Problemas por qué?
—Porque la pandilla de Oh nos tendrá en la mira, por eso—dijo sin rodeos—Y no quiero tener más conflictos con nadie, ¿entiendes?
—¿Entender?¿Es una jodida broma? —pensó Ji Min indignado.
Tae Hyung y Jung Kook los miraban sin decir una palabra. En realidad el chico rubio pensaba lo mismo que Ho Seok, aunque se sintiera terriblemente mal por estar dejándolo de lado, pero ya se habían metido en varios problemas con Oh en esa ocasión y lo cierto era que ya habían tenido suficiente, ambos.
—No, la verdad es que no lo entiendo—dijo molesto— ¿Crees que por sólo caminar diez minutos con ustedes, Se Hun los tendrá en la mira?¿Crees que va a venir y amenazarte por eso?
—Ji Min, cálmate—Jung Kook se acercó a él, posando una mano en su brazo.
—No, no me voy a calmar—le apartó la mano al menor—Siempre tengo que aguantar este tipo de cosas, que todos me rechacen como si fuera mierda sólo porque un maldito gilipollas se empeña en querer golpearme... Me iré sólo a casa, fue un gusto conocerlos.
—Oye...
Simplemente pegó media vuelta y se fue en otra dirección. Le indignaba ese tipo de actitud. Por eso nunca había hecho amistades. Ese día en que el joven Oh Se Hun se empeñó en hacerle la vida imposible, humillándolo, dándole fuertes golpizas y demás atrocidades junto a los dos idiotas que lo seguían, Ji Min comenzó a sentirse como un ser que atraía los conflictos y al que no debían acercarse. Si alguien forjaba una amistad con él, acababan por amenazar a esa persona para que lo dejaran solo.
Era todo como una absurda estrategia para el deleite y diversión del jovencito y sus amigos.
Estaba tan enojado después de escuchar a Ho Seok decirle aquello que no se había dado cuenta de que tomó el camino más largo en dirección a su casa y ahora sí, iba a ser un problema si acaso la pandilla de Oh lo estaba siguiendo, aunque era poco probable. No los había visto en lo que restó del día y eso fue jodidamente genial.
Llegó hasta la calle principal donde estaban todos los negocios. Observó los locales y se detuvo frente a uno, no le interesaba mirar ningún producto, sólo quería ver su reflejo en él.
Ji Min estaba disgustado con su cuerpo, lo vivían llamando cerdo porque tenía algunos kilos de más. Jung Kook le decía que lo veía bien, que ignorara esas tonterías, pero a Ji Min le importaba bastante su apariencia.
Hizo una mueca con su boca de desagrado hacia su figura física poco agraciada. Miró su cabello castaño oscuro, casi negro. Miró su rostro, sus cachetes grandes, ojos finos, nariz ancha, labios gruesos... Ji Min era un chico muy atractivo pero él se empeñaba en seguir viéndose como el ser más horroroso de la faz de la Tierra.
—¿Quién querría defender a una persona como yo? —se cuestionó frente al escaparate, ante la mirada de la dependienta al otro lado del vidrio reluciente.
Al darse cuenta de que lo había visto hablando solo se sintió avergonzado y salió a toda prisa hacia su casa.
Veinte minutos después de llegar, se encontró con unos gritos provenientes de la cocina. Ya sabía de antemano que sus padres estarían peleando, como siempre. Y aunque no solía escuchar nunca sus conversaciones, porque no le interesaban, aquella vez se detuvo cerca de la puerta, agudizando su oído atento a cada palabra.
—¡Estoy harto! —gritó su padre, golpeando la mesa.
—Deja de gritar. Siempre exageras todo—le contestó su madre, firme—Sólo hice una pequeña compra para la casa, al menos me preocupo porque tengamos para comer.
—¡No es sólo una compra, mujer! —alzó más su voz—¡Son las compras, vives comprando cosas inútiles!
—¿Disculpa?
—Zapatos, ropa, decoración para la casa, aparatos inservibles...—el Sr.Park tiró varios tickets sobre la mesa, en realidad eran un montón—¡Ya ni siquiera nos dan las cuentas para pagar las facturas!¡Eres una maldita compradora compulsiva!
Ji Min frunció el ceño al escuchar los problemas que parecían tener con el dinero. Eso era algo que lo preocupaba, y mucho. Sus padre eran unas personas muy trabajadoras, pero ambos tenían sus propios conflicto en cuanto al manejo del dinero.
—¿Por qué yo soy la culpable de todo? —se defendió la mujer—¡Si dejaras de coleccionar vinos caros que nunca en tu maldita vida vas a tomar estaríamos mejor!
—¡Eso es diferente!
Los gritos siguieron por bastante más tiempo del que Ji Min creía que iban a durar. Se apoyó contra la pared, soltando un largo suspiro y después intentó pasar desapercibido por la puerta de la cocina hasta su habitación, para así encerrarse y no volver a salir nunca más de ahí.
—¡Ji Min! —gritó su padre haciendo que éste se girara y lo mirara—¡¿Por qué tardaste tanto en venir?!
—Pero si salí hace un rato de la escuela...—contestó el menor con calma.
Su madre lo tomó del brazo y lo arrastró hasta la mesa, donde los tickets seguían ahí esparcidos. Ji Min miró a sus padres sin entender qué querían de él, nunca lo metían en sus discusiones.
—Hijo, estamos con problemas financieros—su madre lo miró seriamente—Tú padre debería dejar de coleccionar estupideces, ¿no lo crees?
—¿Qué estás diciéndole? —interrumpió el hombre antes de que Ji Min pudiese hablar, aunque éste estaba prácticamente en blanco—¿Estás tratando de ponerlo de tu lado?
—Claro que sí—contentó sin rodeos—Vamos, hijo, dile a tu padre que todo es su culpa.
—¿Q-qué...?
—Ni se te ocurra ponerte del lado de tu madre—le advirtió el hombre señalándolo—La que nos trajo problemas con el dinero aquí fuiste tú y tus caprichos. ¡Mira todos estas facturas!
Ji Min estaba en medio de un conflicto del que nunca quiso formar parte. Estar del lado de alguno de los dos le era imposible porque ambos estaban haciendo las cosas mal, además de que cuando les trató el tema del acoso en la escuela ninguno le dio importancia.
¿Qué clase de padres tenía?
Se quedó de pie en medio de gritos que iban y venían, papeles que volaban, manotazos sobre la mesa...
Si ese no era uno de sus peores días no quería saber lo que le iba a esperar en el próximo.
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