CAPÍTULO 1
- ¿Dónde se habrá metido esa niña? - Se escuchó una voz masculina cuestionarse mientras caminaba sin rumbo fijo por lo que parecía ser un bosque - ¿Estás segura que tomó este camino, hija? - Pregunto el hombre de cabello platinado y ojos dorados a su acompañante.
- Muy segura Otou-san - Respondió muy segura la infante - Estaba recolectando unas flores cuando corrió de manera repentina hacia aquí -
El mayor soltó un suspiro cansado continuando con la búsqueda de su otra hija, claro sin descuidar a la pequeña ojician, la cual lo estaba ayudando a buscar a su hermanita.
Detuvieron un momento sus pasos al escuchar un pequeño ruido provenir de unos arbustos que estaban a unos cuantos metros de ellos, con paso sigiloso se acercaron al arbusto; vaya desilusión se llevaron al ver que se trababa de un pequeño conejo asustado y no de la ojidorada.
- ¿En dónde estarás Kagome? Si no llego con las dos al templo, tu mamá es capaz de matarme - Ese mero pensamiento logró que un escalofrío recorriera toda su espina dorsal - Esa mujer da demasiado miedo cuando se enfada -
- ¡Otou-san, Otou-san! - El grito de la niña que lo acompañaba lo volvió a la realidad - ¡Mira, mira! ¡Ahí está mi hermana! -
El mayor dirigió inmediatamente su vista hacia donde apuntaba la ojician, efectivamente, en medio de un claro se encontraba el motivo de su búsqueda; esta se encontraba jugando con lo que parecía ser crías de lobos albinos y siendo ajena de los recién llegados espectadores.
Padre e hija decidieron en mutuo silencio dejar que la azabache terminara de jugar, pero esta se había girado a ellos mostrando segundos después una cálida sonrisa, ponerse de pie y correr hacia ellos, mientras que los albinos canes se retiraban de ahí al ya no ser el centro de atención.
- ¡Otou-san, Makomo-nee-san! - Con demasiada emoción salto hacia su padre para ser atrapada en el aire por él - ¿Vieron a los cachorritos? Eran muy lindos y me divertí mucho con ellos - Eso y más cosas decía la ojidorada mientras el mayor solo negaba con diversión, su Kagome era muy traviesa para la salud de muchos.
Cargando por igual a Makomo, el mayor empezó a caminar de regreso a su hogar.
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- ¿Por qué tardaran mucho en regresar? - Preguntaba en voz alta una hermosa mujer de cabello azabache - De seguro mi pequeña Kag hizo de las suyas - Sonrió después de decir esas palabras.
- ¡Okaa-san, Okaa-san! ¡Ya volvimos! -
La mujer miro en dirección de provenía la inconfundible voz infantil, por las escalinatas venían sus risueñas mellizas siendo cargadas por su esposo, rio un poco al ver el cansado aspecto que este tenía, deduciendo que tuvo un día muy agitado con sus hijas, o mejor dicho con una de ellas.
El peliplateado fue recibió por un pequeño beso en los labios, cortesía de su esposa.
- Okaa-san, Otou-san, no hagan eso - Reclamo Makomo con un gesto de asco y tapándose los ojos - Es asqueroso -
- Nee-san tiene razón, eso es asqueroso - La segundo Kagome realizando la misma acción que su hermana mayor, provocando que sus padres rieran por la inocencia de ambas.
- No tiene nada de malo niñas, cuando sean grandes me entenderán -
Las mellizas volvieron a ser gesto de asco, mientras que Toga se ponía pálido por las palabras de su esposa.
Sin más, Midoriko aligero un poco a su esposo cargando ahora a Makomo, esto para que así toda la familia finalmente entrara a su casa.
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- Y eso es lo que paso -
Momentos después de que llegaron a la casa, el peliplata le conto todo lo sucedido con la menor de sus hijas, la azabache dirigió su vista hacia la pequeña ojidorada, la cual tenía su mirada al suelo y retirada un poco de ella.
- Acércate cariño - Pidió de manera suave la mujer - Ya no les des este tipo de sustos a tu padre y hermana - Volvió a hablar a la vez que acariciaba el cabello de su hija al ya tenerla a su lado - Entiendo muy bien que te gusten mucho los animalitos y que puedas entenderlos, pero no debes escaparte así nada más, podría pasarte algo y nosotros no podríamos ayudarte -
- Pero Okaa-san, ya soy una niña grande - Empezó a defenderse la menor al ya tenerse un poquito más de confianza - Ya se defenderme, he practicado mucho los movimientos de defensa que Otou-san me ha enseñado - Y para que su madre le creyera se alejó un poco de ella para mostrarle dichos movimientos - Además ya no se me dificulta crear las barreras espirituales, nada puede pasarme - Culmino queriendo mostrar sus bipces tal cual había visto que su papá hacía, pero solo logró una pose graciosa.
- Sé que eres una niña muy fuerte cielo, pero eso no justifica que te escapes de la vista de cualquiera de nosotros, me alegra que ya tengas un mejor control del reiki como para crear barreras espirituales, pero aun te falta mucho por aprender - Vio a la menor desanimarse un poco a la vez que era consolada por su melliza - Yo misma te ayudare a mejorarlo - Sonrió con ternura al ver a su hija nuevamente animada - Por lo que los entrenamientos se volverán un poco más estrictos ¿Te parece bien? - Vio a la pequeña asentir muy efusivamente - Por esta ocasiono tu padre y yo lo dejaremos pasar, así que tú y tu hermana vayan a asearse para poder cenar - Al verla algo renuente optó por utilizar su arma secreta - Prepare daikon de salmón - Sin que la pequeña ojician tuviera tiempo siquiera de reaccionar, se vio arrastrada por su hermanita hacia el cuarto de baño.
- Nunca sabré de quien saco el gusto por ese platillo - Expreso el ojidorado al ya no tener vista alguna de sus hijas - Eso debe de ser por parte de tu familia -
- ¿Y por qué no de tu familia? Al fin de cuentas saco el rasgo característico de los todo poderosos Taisho -
- Si a esas vamos, ella también heredo tus poderes espirituales - Se defendió Toga - Es un rasgo muy característico de tu familia -
- Amor, dejémoslo así - Le dio un último beso a su esposo para ir a poner la mesa - Me pregunto qué cara pondrá si le dijo que posiblemente sea algo que comparta con su destinado - Rio tras pensar eso - Mejor me lo guardo, capaz que no la quiera dejar interactuar con las personas - Fue su ultimo pensamiento para después sonreír con gracia al escuchar a la pequeña ojidorada apurar a su melliza para que puedan cenar lo antes posible.
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Ya había transcurrido una semana desde la pequeña travesura de la melliza menor de los Taisho, un hermoso y agradable clima se mostraba el día de hoy, en el cual en medio de árboles de cerezo se podía apreciar dos siluetas; estas eran nada más que Midoriko y la pequeña Kagome, estas se encontraban en uno de sus tantos entrenamientos para el control del reiki.
La azabache mayor le enseñaba a la ojidorada hacer que un pequeño brote de flor de cerezo floreciera, al principio esto estaba empezando a frustrar a Kagome, pero sus esfuerzos dieron fruto en el preciso momento que un pequeño brote al fin florecía.
Con la emoción bullendo de su cuerpo, la azabache menor empezó a correr por todo el lugar gritando una y otra vez "Lo logre, lo logre", esta reacción logró que la madre de ella sonriera de ternura, en eso sintió la presencia de dos muy conocidas personas llegando hasta ese lugar.
- ¿Y a qué se debe este alboroto? - Fue la pregunta de Toga al momento de llegar al lado de su mujer junto con la ojician menor sin dejar de mirar a Kagome.
- Pues, nuestra querida Kagome logró hacer florecer el brote de flor de cerezo, se emocionó tanto que empezó a correr por todo el lugar - Tras decir esas palabras viro a la menor con orgullo - Ya tiene un mejor control sobre su reiki - Dejo de mirar a su hija para prestarle mayor atención al peliplata - Por cierto, ustedes dos me tienen que explicar a donde fueron desde temprano, en cuando fui a ver a las niñas solo encontré a Kagome, así que ¿Qué es lo que se traen entre manos par de pillos? -
Padre e hija se lanzaron entre sí unas miradas cómplices, mientras Midoriko solo alzaba una ceja al ver esa acción de su hija y esposo, logrando que su curiosidad incrementara un poco.
- Lo único que te podemos decir que es una sorpresa para Kag, así que tendrás que esperar un poco para saberlo Okaa-san -
- Makomo tiene razón cariño, aguarda un poco más para saberlo -
La pequeña conversación fue abruptamente interrumpida en el preciso momento en que la ojidorada se dirigía hacia ellos aun gritando por la emoción que recorría su cuerpecito, eso solo hizo que las tres personas sonrieran con cariño por lo muy expresiva que podía ser ella.
- ¡Otou-san, Otou-san! ¡Nee-san, Nee-san! ¡Miren, miren! ¡Al fin logre hacer que una flor floreciera! - Les gritaba eufóricamente Kagome al mismo tiempo que los jalaba al lugar en donde se encontraba su gran logro, haciendo que la sonrisa de estos creciera aún más mientras Midoriko solo miraba con diversión la escena.
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- ¿Cómo te sientes cariño? -
- Un poco mejor que ayer cielo - Respondió Midoriko con algo de dificultad, esto debido al ataque de tos que tuvo momentos antes - Al menos puedo hablar un poco más -
Toga no podía dejar de mirar a su esposa con preocupación, hace dos semanas que ella había sido atacada por una fuerte afección respiratoria, la cual la ha mantenido en cama en absoluto reposo. Él y sus hijas habían intentado elaborar diversas infusiones para combatir la enfermedad, desafortunadamente no tuvieron el éxito que esperaban, ya que, aunque ambas mellizas sabían algo de ese ramo gracias a las enseñanzas de su madre, aún les faltaba mucho para elaborarlas con una efectividad mayor.
- Te dejo descansar, nos vemos en la noche - La vio asentir al mismo tiempo que se acomodaba en su futón, al ver que la azabache ya había conciliado el sueño salió de la habitación lo más sigilosamente posible.
Tan sumido estaba el peliplata en sus decaídos pensamientos que no se había percatado de la presencia de las mellizas, las cuales se les apreciaba el semblante un poco triste.
- Otou-san ¿Okaa-san ya se encuentra mejor? - Gracias a esa interrogante, el mayor volvió en sí, dirigió su vista de donde había provenido la vocecita, solo para toparse con sus dos hijas, quienes en sus caritas se notaba claramente la preocupación sobre la salud de su madre.
El padre de ambas estaba sopesando la idea de decirles una mentira piadosa, pero se retractó de siquiera pensarlo, sus niñas eran demasiado perspicaces para su joven edad, por lo que opto en ser lo más franco posible.
- A ustedes no les puedo mentir mis princesas, su madre no estaba evolucionando como nosotros deseáramos y tal parece que esto va para largo - Suspiro algo desanimado - Así que lo único que podemos hacer es seguirla cuidando y apoyando en todo lo que ella necesite, sé que cuento con su ayuda mis pequeñas -
- Claro que sí Otou-san, haremos cualquier cosa para que Okaa-san pueda mejorarse con todos los cuidados que le brindaremos, tenlo por seguro - Respondió una muy optimista ojidorada.
- Kagome tiene razón Otou-san, daremos nuestro mayor esfuerzo para que Okaa-san pueda estar de pie lo más pronto posible - La segundo la melliza mayor.
- No cabe duda que ellas heredaron tu bondad y voluntad de ayudar, mi querida Midoriko - Fue el pensamiento de Toga mientras miraba con total orgullo el fruto del amor que él y la miko se tenían desde hace mucho tiempo - Bien niñas, vayamos a preparar la comida - Con esas últimas palabras, tomo a las mellizas de sus manitas para emprender camino hacia la cocina.
Lo que ninguno de los tres sospechaba en lo más mínimo es que esa misma noche sus vidas cambiarían de manera radical, mayormente para las pequeñas azabaches.
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- ¿Pero qué carajos son esas criaturas? - Exclamo con asombro el peliplateado mientras hería a los intrusos - Lo más importante ¿Cómo pudieron traspasar la primera barrera de Midoriko? - Hirió a dos más evitando que estos avanzaran - Idiota, ella está enferma, por lo que sus energías se vieron afectadas - Se reprendió al recordar ese detalle.
La situación se encontraba de la siguiente manera, ya que toda la familia se disponía a dormir, Midoriko detecto presencias impuras traspasar una de las tres barreras que cubría el lugar, por lo que le pidió a su esposo que con mucha precaución fuera averiguar que sucedía.
Valla sorpresa que se llevó el Taisho en descubrir lo que pasaba; observo a los extraños seres que había traspasado la barrera, al principio pensó que se trataba de ladrones queriendo saquear su hogar, pero al verlos con más detenimiento se dio cuenta que no eran humanos.
Los intrusos poseían un aspecto aterrador, sus ojos parecían felinas al tener las pupilas rasgadas, en lugar de uñas tenían unas muy afiladas garras y lo más notorio eran los colmillos que estos poseían.
- ¿Serán acaso los dichosos demonios que Midoriko una vez me había mencionado? - Pensó al recordar la razón por la que su esposa colocaba las barreras - Ahora entiendo porque los malditos no han muerto - Vio con frustración como las criaturas que había herido se regeneraban con rapidez - Creo que le debo una disculpa a mi mujer por decirle loca - Un demonio aprovecho la pequeña distracción del ojidorado para atacarlo y acabar con él, pero una veloz estela de luz rosada evito que este llevara a cabo su cometido, siendo lanzado a varios metros de donde anteriormente se encontraba.
Al ya estar más consciente de su entorno, Toga inmediatamente dirigió su vista al origen de dicha luz, la preocupación recorrió por completo al varón al ver a su esposa con su tradicional atuendo de sacerdotisa y con su arco en mano.
De manera apresurada, el peliplata corrió hacia ella al ver cómo está empezando a hiperventilar y con la intención de ayudar a mitigar un poco el ataque de tos que se presentó momentos después.
- ¿Pero por qué estás aquí Midoriko? - La empezó a reprender el ojidorado - ¡Deberías de estar con las niñas! -
- ¿Qué no es obvio? Viene a ayudarte - Respondió un poco más repuesta - No los vencerás con armas comunes -
- Yo podría al menos intentarlo -
- Sabes muy bien que nunca te dejaría solo con esto - Ella coloco una mano en la boca de su esposo para evitar que este hablara - Las niñas se encuentran muy bien resguardadas en la casa, le pedí a Kagome que colocara una barrera en ella antes de venir acá -
- No es que desconfíe de las habilidades de mi niña, pero ¿Estás segura de que ella es capaz de mantenerla? -
- Completamente querido -
La plática se vio brutalmente interrumpida cuando más demonios empezaban a traspasar la barrera; con una última mirada decidida, los esposos sin duda alguna empezaron a pelear contra ellos.
La lucha se estaba tornando a su favor, ya que al parecer los poderes espirituales de la azabache lograban surtir efecto en sus adversarios, el único inconveniente era que las energías de la sacerdotisa iban poco a poco menguando.
Tan concentrada estaba la ojician que no se percató de una presencia oculta entre las sombras, desgraciadamente no logró evitar el ataque que esta le había lanzado e hiriéndola mortalmente.
Toga quedo completamente petrificado ante la horrible escena que se había formado frente a sus ojos, momento que aprovechó el demonio oculto entre la oscuridad para atacarlo e igualmente herirlo como lo habían hecho con la sacerdotisa. Dejando a un lado su condición, el ojidorado con dificultad se acercó a su esposa y mirar con lágrimas en sus ojos como poco a poco la vida se le escapaba a la azabache a causa de la abundante pérdida de sangre.
- Debiste haberme hecho caso mi amor - Murmuro dificultosamente el hombre debido al esfuerzo que hacía para no romper en llanto.
De lo que no era consiente el peliplata es que los demonios no parecían tener la intención de atacarlos cuando ahora tenían la oportunidad de hacerlo.
- Tal parece que solo fueron meros rumores los que llegaron a oídos de mi señor - Se escuchó una voz femenina, quebrando el silencio que envolvía momentáneamente el lugar - Solo perdimos el tiempo con estos insignificantes humanos - Agrego mientras veía a la pareja con superioridad, para después mirar con desprecio a los otros demonios - Y ustedes basuras no pudieron deshacerse de ellos desde un principio, sí que son patéticos - Una sonrisa siniestra se formó en ella al volver a prestar atención a la moribunda pareja - Aunque pensándolo bien, puede que mi señor este completamente satisfecho al eliminar a la última sacerdotisa del país -
A pesar de estar en sus últimos momentos de vida, Toga escucho con detenimiento cada una de las palabras dichas por el demonio y lamentando que ya no podrá ver sus amadas hijas de nuevo.
- Lamento mucho dejarlas solas mis amadas niñas, por favor esfuércense y sobrevivan a este mundo - Fue el último pensamiento que tuvo el ojidorado mientras su vida concluía con su definitivo aliento y seguir a su esposa en la muerte.
- ¿Se los comerá señorita Yura? - Pregunto uno de los demonios a la que parecía ser su líder.
- Por supuesto que no - Respondió con asco - No son del tipo de presa que me gusta consumir, así que hagan lo que quieran con ellos -
Emocionado, el demonio estaba por acercarse a la pareja para comérselas, pero en ese momento el lugar empezaba a cubrirse con los primeros rayos de sol, por lo que tanto él como los demás se tuvieron que retirar de ahí para evitar morir calcinados.
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- Kagome, ya puedes quitar la barrera y descansar, el sol ya salió - Pidió dulcemente Makomo a su hermanita al ver en ella evidentes signos de cansancio.
- Nee-san, Okaa-san ya tardo mucho en regresar - Con tono algo cansado le hizo ese comentario a su hermana mayor.
- Tienes razón, voy que salir a buscarla, tal vez este con Otou-san - Respondió al mismo tiempo que se colocaba de pie - Tú aguarda aquí -
- ¡De ninguna manera Nee-san! También iré - Exclamo a la vez que se ponía de pie y se colocaba a lado de la ojician - Okaa-san y Otou-san me preocupan mucho -
Ante eso Makomo no pudo contradecirla, si lo hacía tardaría más en salir en busca de sus padres y sabia de ante mano que tarde o temprano accedería, por lo que con resignación dejo que su melliza la acompañara.
- Solo no te alejes de mi ¿De acuerdo? - Al recibir un asentamiento de su hermanita salieron de su casa con la esperanza de localizar a sus progenitores.
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- No...esto no puede ser posible - Murmuró Makomo con incredulidad al ver a sus padres en el suelo sin vida.
- ¡OKAA-SAN OTOU-SAN! ¡NO! -
El grito desgarrador que soltó Kagome fue suficiente para que la ojician volviera en sí, le partía el corazón ver a su pequeña hermana llorando de manera inconsolable sobre los inertes cuerpos de sus padres, con pasos lentos se acercó a ella para abrazarla y llorar de igual manera por la gran pérdida que les acaba de ocurrir.
Estuvieron así hasta que el sol estaba en su punto máximo, aun con el dolor recorriendo sus cuerpos, las mellizas decidieron brindarles un entierro digno a sus padres, por lo que se levantaron de donde estaban para ir a escavar las tumbas.
Excavar en la tierra fue una actividad que les costó en demasía a las niñas, esto a causa de su edad, tanto que ya estaba por oscurecer nuevamente cuando habían terminado. Después de orar por el descanso de sus almas, Makomo y Kagome regresaron a su casa con el corazón destrozado.
El silencio que envolvía a la casa esa desolador y triste, o al menos así lo sintieron las mellizas en cuando llegaron ahí; agotadas por todo lo ocurrido ese día decidieron ir a dormir a la habitación de sus padres para así no sentir en demasía su ausencia.
- Nee-san ¿Qué haremos ahora? - Pregunto la ojidorada mientras se recostaba en el futón.
- En este momento no lo sé Kag - Respondió de manera sincera la mayor - Mientras tanto hay que tratar descansar y analizarlo con más calma mañana - Hablo de manera suave a la vez que se acostaba cerca de su hermanita y abrazarla - Buenas noches -
- Buenas noches Nee-san -
Las mellizas cayeron a los brazos de Morfeo casi al mismo tiempo, finalizandoasí su agitado y triste día.
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Ante ustedes les traigo el primer capítulo😊.
Como se habrán dado cuenta, aquí Makomo y Kagome son hermanas mellizas; honestamente pensaba dejar a la azabache como hija única, pero después de analizarlo mejor preferí darle una hermana (Además de que esto tendrá un poco de relevancia en un capitulo futuro).
Con relación al nombre del padre de las niñasfue algo difícil de hacer, en algunas bibliografías lo ponen como la mayoría de los que conocen Inuyasha como Inu No, y en otras como Toga; al último me fui por el segundo, ya que quería probar algo nuevo.
Sin nada mas que anadir les envio un fuerte abrazo y nos leemos en el siguiente capítulo 😉.
Que tengan una linda mañana🌄/ tarde☀️/ noche🌙.
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