Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 44

Lucas se levanta, camina unos pasos hacia mí, estoy petrificado por su cercanía herida. Su mirada se fija en mí y, como siempre, llega a mis entrañas.

Me acerco él un poco más, lo que me permite mi cordura y lo tomo del brazo.

—No te vayas —susurro. Levanta la vista un poco sorprendido y confuso—. Sentate, Lucas —ordeno.

La muchacha que sigue de pie me mira expectante y a decir verdad me importa muy poco su estado de ánimo, ella no tendría que haber invadido mi privacidad, nuestra privacidad.

—Me acompaña por favor, —pido con tono amable, fingido, como el de Gregoria. Para algo sabía que podía servir mi madre, aunque no me cause orgullo parecerme a ella. ¿Dónde escuché que me parezco a ella?

Me apoyo en la pared, mientras ella se soba las manos nerviosa. Me gustaría decirle muchas cosas, como ejemplo: cómo osó venir a mi morada, cómo osó hablar con Lucas, y como osó hacer sentir inferior a mi amor, porque, conociéndolo como lo conozco, se habrá sentido así. Y es probable que cuando cruce el umbral de la puerta a nuestro encuentro, comenzará a decir: que él es menos, que merezco algo mejor, y por sobre todas las cosas y la que me irrita por sobremanera es la palabrita "más" ¿más qué? me pregunto yo, si sin él no hay nada, y no hay más que valga. ¿Más que? ¿Más viajes? ¿Más dinero? ¿Más ropa? ¿Más clases de francés, ingles, piano, esgrima? Si no está él, no hay "más", y más se reduce a la nada.

Entonces comprendo la supuesta admiración de Augusto hacia mí, se redujo a eso, a invitar a su nieta malcriada y caprichosa a salir. Quizá, solo quizá. Sospecha de mis raíces aristócratas y sabe a la perfección que no pertenezco aquí. Aunque sería demasiado retorcido de su parte, ya nada, ni nadie sorprende. 

¡Por Dios Santo yo pertenezco donde Lucas esté!

Dios.

Nuestra conversación es demasiado plana, llana e incómoda. La estoy invitando a retirarse con toda la paciencia que puedo llegar a tener, ella cuestiona en si tengo algún amorío, y afirmo con la cabeza, debería gritar que el morocho que está en aquella habitación es el amor de mi vida y que por él daría la vida, sería demasiado y tal vez salga algo traumada por la información brindada.

Estos minutos se hacen eternos e interminables, ella pide disculpas por su intromisión y se retira, lenta y un poco cabizbaja.

Entro de una vez por todas a la habitación, él está apoyado en la pared con la mirada en el suelo, con un cigarro en la boca.

—¿Se fue? —Interroga. Pregunta demasiado evidente, reprocho en mis adentros.

—¿Estás enojado? 

Un cuestionamiento innecesario e infantil el mío, pero sirve para romper el hielo.

Quiero saber que estamos bien, necesito que estemos bien.

—Un poco —responde.  Me acerco él y sin que se lo pida me entrega el pucho. Mis dedos rozan los suyos y mi vista se centra en el cigarro consumiéndose; ignorante y despreocupado cigarro—.  Creo que voy a vivir con eso el resto de mi vida —susurra cauto y pensativo.

—¿A qué te referís? —Pregunto confuso.

—A nada, Jeremías —suspira hondo y pone sus manos en los bolsillos, quizá sea un acto en mantener la sensatez, y no explotar como pochoclo.

Quiero abrazarlo, apoyar mi cabeza en su pecho, morir y resucitar en su interior, y él en el mío. Que nada ni nadie nos separe nunca, y si así fuese,  reencarnar y volver a hacer exactamente lo mismo; buscarlo, encontrarlo, y volverlo a enamorar. Hasta llegar una vez más a nuestra muerte.

¿Será posible amar tanto a una persona?

Apago el cigarro en el cenicero apoyado en la mesa de luz. En la pequeña mesa yace un vaso de agua, deduzco que se lo habrá ofrecido a la muchacha.

—Quiero abrazarte —susurro con la voz áspera; áspera por el cigarro y por la angustia comprimiendo mi garganta. Él alza la vista. Él también debe tener sus demonios, dudas y cavilaciones.

—¿Qué? —Arruga la frente.

—Quiero abrazarte —digo con el tono de voz un poco más elevado—. Abrazarte, hacerte el amor, Lucas.

Hace su sonrisa pícara, hace mucho que no la veía.

—¿Me dejas hacerlo?

—No pidas permiso a algo que se supone que es tuyo, Jeremías.

¡Oh! 

Se me estruje la carne. Él se acerca a mí y comienza a desabrochar los botones de mi camisa. Me la termina de sacar rozando con sus pulgares mis hombros, hasta que ésta cae al suelo.

Aspiro profundo inundándome con su dulce aroma. Cuándo se acerca un poco más a mí. Me brinda de un suave beso en el cuello. Reprimo un jadeo.

—¿Te gusta, Jeremías? —cuestiona con una sonrisa pícara. Sabiendo que me desarma entero.

—Mucho —respondo con la garganta seca.

Ésta acción, como otras tantas, pero más esta, me recuerda a nuestra noche en el albergue. Creo que todavía no se ha repetido una noche así. Tan mágica, tan nosotros. Antes no teníamos las grietas que tenemos ahora, pero el amor es el mismo, intento convencerme.

—¿En qué pensás?

Levanto la vista y me pierdo en sus ojos almendra.

—En todo lo que pasamos. En nosotros, siempre en nosotros.

Me acuna la cara y me trae más a él.

Me planta un beso que me deja sin aire. Me aferro fuerte de su nuca y me percato que la puerta de la habitación quedó abierta. Voy a ella y la trabo.

Él se sienta en la cama y yo me subo arriba de él. Me besa el cuello, la nuez de Adán, raspa con sus dientes mi mentón y sus manos descienden a mis costillas hasta llegar a mis glúteos, doy un respingo ya que tengo un moretón desde la última vez que estuvimos.

—¿Estás bien? —Asiento—. Perdón por lo de la otra noche, pensé que te perdía.

—Jamás me vas a perder, Lucas.

Sonríe y comienza a besarme como sabe él, como le gusta hacerlo. Sigo encima suyo y nuestras erecciones no se tardan mucho en aparecer.

Lucas comienza a tocarme, tocarme de una manera que solo él sabe, como solo él puede hacer. Sus dedos hurgan en mi carne y yo me aferro a su cuello, trayéndolo más a mí. Mi erección se choca con su abdomen.

¡Sí!

Curvo mi espalda más a su mano, a sus dedos, a él.

En un movimiento, me deja en la cama y él comienza a desnudarse con desesperación y yo imito sus acciones, termino de bajar mi pantalón y el calzoncillo. Saco mis zapatos lo más rápido que puedo, no quiero estar ni un segundo más separado de él.

¡Lo necesito!

Él me sonríe.

—Yo estoy igual, Jeremías.

Él se queda parado frente a mí. Yo me incorporo y lo traigo a mí agarrandolo de las caderas.

Me humecto los labios y llevo su erección a mi boca. Lucas me toma de los cabellos y tira de ellos.

Comienzo a moverme y sentir su pene en mi boca, su lujuria, su amor. Me excita por sobremanera.

Incremento el ritmo y él se inclina más a mí, hundiéndose, entrando más en mi boca. Lamo todo de él. Limpio con mi saliva todas las dudas e incertidumbre. Nadie puede arruinar lo que tenemos.

—Pará, Jeremías. Saca su pene de mi boca—. Todavía no —expresa desarmado.

Me limpio las comisuras de los labios.

Comienza a masturbarse delante de mí y yo me saboreo. Mi erección está deseosa de él. Realmente lo necesito.

—¿Ahora qué querés? —cuestiona todavía con la mano en su miembro. Se muerde el labio inferior y viene a mí. Yo me encuentro sentado con las manos apoyadas en el colchón, con mi chota dura al descubierto. Estoy a su disposición, a merced de lo quiera hacerme. Ya conocemos nuestros límites y no nos importó transgredirlos.

—Hacerte el amor.

Rievindicar nuestro amor. Hacerlo y volverlo a desarmar. Llegar hasta sus dudas, miedos y cavilaciones y  hacerlas añicos.

—No existe nadie más con el que pueda hacer esto, Jeremías. Solo con vos. ¿Eso tiene sentido?

—Mucho.

Se recuesta a mi lado y yo le hago lugar.

Me enredo en su cuerpo y nos perdemos en un beso interminable, regado de pasión, lujuria y por sobre todas las cosas de amor.

Se separa de mí solo para voltearse y quedarse de espaldas a mí.

Levanto sus rulos y poso mi nariz en su nuca, paso mi lengua por allí y desciendo por sus omóplatos, mis manos presionan sus costillas y él comienza a gemir, lo hacede forma  pausada y contenida.

Mi erección roza su muslo, y de vez en cuando me inclino a él.

Su piel se eriza a medida que desciendo y trazo líneas húmedas con mi lengua.

—Por favor —expresa con la voz quebrada. No hace mucho yo estaba de la misma manera que él.

Siento que mi pene está a punto de explotar.

Me posiciono.

—¿Ahora lo querés?

—No seas cruel, Jeremías.

Y sin más preámbulos y sin previo aviso me entierro en él.

La suavidad de su interior brinda cobijo y protección.

Lucas se inclina más a mí y yo gimo fuerte en respuesta a su movimiento.

Me aferro a su caderas y acelero la cadencia de mis embestidas.

¡Sí! Lo quiero todo. Lo necesito todo.

Me aferro a sus rulos y lo tiro más a mí.

—Así, Jeremías. Así —balbucea entre dientes, entre gemidos.

Me acoplo a él y un fuego comienza a invadir mi cuerpo, mi alma.

¿Así se sentirá el infierno?

No me importa.

Un par de embestidas más y culmino en su interior. Encegueciéndonos, embriagándonos con nuestro propio sudor, semen. En nuestro placer más puro y visceral.

Los dos nos encontramos agitados, agotados; agotados en cuerpo y alma. En ésta lucha constante e interna que llevamos. 

Acaricio sus rulos y le doy un beso.

El me devuelve una sonrisa satisfecha. De agradecimiento, quizá.

—¿Estás bien? —pregunto.

—¿Vos lo estás? —asiento con la cabeza, apoyando mi mentón en su pecho.

***

—Cuando venía para acá pensaba en nosotros. En realidad siempre pienso en nosotros. 

Estar enredado a su cuerpo después de hace el amor, debe ser una de las cosas más plancenteras del mundo. Del mío, por lo menos. Él acaricia mis cabellos y yo me aferro fuerte de su abdomen.

—¿Y qué pensabas? —Suspira hondo.

—En que no me quiero separar nunca de vos. 

—¿Por qué decís esas cosas?

Porque tengo miedo de perderlo, y no quiero que eso ocurra. Ya nada más importa. Él abrió un camino, que solo con él puede emprender, solo con él...

—Me prometes no nos vamos a pelear nunca más. No permitamos que nada. destruya ésto que tenemos.

Me trae a él y su apretón me confirma que él piensa como yo.

—Nada ni nadie —confirma, besándome el pelo.

La tarde y el comienzo de la noche transcurre entre besos, caricias y la vigente e irrevocable promesa de amor eterno. A esta altura, ya nada importa solo él y yo.

—Deberíamos comer algo —propone.

No quiero hacer ni un solo movimiento quiero quedarme aquí acurrucado a él. Sentir la suavidad de su piel.

Me besa la frente y se separa de mí yo me encuentro algo adornilado, ido y demasiado relajado.

—Voy a comprar algo para comer, no te muevas de acá —expresa divertido mientras comienza a vestirse.

Yo sonrío, tan solo eso me permite hacer mi cuerpo cansado. Se arrodilla a mí y me besa en la boca, yo lo tomo de la nuca y lo traigo más a mí.

—Jere, tengo que... —meto mi lengua en su boca callándolo.

Se separa de mí y niega con la cabeza con una sonrisa en su rostro.

—Ya vuelvo —expresa divertido.

Y lo veo irse. Con esa espalda ancha y los hombros alineados, bello y atractivo por donde se lo mire. Mío. Mi amor. Me acomodo en la cama y el sueño me vence.

Me despierto desbocado y un poco embotado.

Tengo la garganta seca y la sensación de que alguien me observa me penetra. Me refriego los ojos y una sombra en el umbral de la puerta me pone en alerta y confirma mis sospechas. Alguien está aquí.

—¿Lucas?

—No, no soy Lucas, patrón.

¿Patrón?

¡No!

Mi cuerpo se paraliza y el terror invade mis venas, mi corazón bombea demasiado rápido y los oídos me zumban, estoy en estado de alerta como un animal acorralado.

Él larga el humo por la boca, no hay mucha luz y no puedo ver su rostro con claridad pero a pesar de todo eso, sé quién es, puedo distinguir su voz, su maldita voz.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro