Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 37


(...) porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que se había perdido.

Lucas 19:10






-Sí, soy yo -Mi voz es apenas audible y sale sin fuerzas de mis adentros.

Deja todo lo que está haciendo y viene a mí con rapidez.

Suelto mi valija y avanzo acortando la distancia que hay entre él y yo.

Nuestros cuerpos se chocan y me abraza con desespero tomándome de la nuca.

Inspiro con fuerza embriagándome con su frescura y me acomodo en su cuello.

¡Lucas!

Me separa de él y me toma de la cara con fuerza.

-¿Sos vos, Jeremías? -Pregunta, incrédulo abriendo grandes los ojos.

Asiento con la cabeza y toco sus manos con las mías; las suyas se encuentran suaves y tibias a comparación de las mías que las siento sucias y pegajosas.

-Sí, soy yo -susurro-. Soy yo, Lucas.

Me mira a los ojos y busca respuestas que, por el momento, no las tengo.

Mis lágrimas caen sin permiso. Las estuve reteniendo todo éste tiempo; todo éste maldito tiempo.

-¿Qué haces acá? -indaga con la voz suave apoyando su frente a la mía.

Su aliento, su contacto, su olor. Todo él invade mis sentidos.

Acerco mi cara a Lucas y él hace lo mismo.

Lleva sus labios a los míos y yo abro la boca buscando todo; buscando todo en él.

Me arrastra a un costado de la capilla golpeando mi espalda a la pared.

Mi boca lo busca. Lo deseo tanto, lo amo tanto.

Llevo mis manos a su espalda y lo presiono a mí. Él inclina su cadera y siento su erección cerca de mía. Tiro de sus cabellos y él gime en mi boca.

Se separa de mí y yo siento el desarraigo de separarse de él una vez más.

Lo tomo otra vez de la cara y lo traigo a mi boca, buscando su lengua, su deseo.

-Pará, Jeremías, por favor -expresa, agitado. Pone su mano en mi cara y me separa aún más de él. Dirije su mirada al suelo con la boca entreabierta.

Agitado, pensativo y creo que me encuentro igual o más afectado.

Es verdad estamos en la casa del Señor; del maldito Señor. De ese mismo que se encomendó.

-Acá no podemos.

Sonrío esperanzado.

Tiene un aspecto diferente, además de la vestimenta, su semblante es otro.

Me toma de la mano y me tironea, siento que mis músculos no responden y temo desmayarme en cualquier momento.

Cruzamos la parroquia, él avanza delante de mí y camina más veloz que yo. Entramos a un pequeño cuarto que se encuentra en unos de los laterales de la parroquia.

-Esta es mi habitación -explica.

Lo miro y sonrío.

-Lucas, yo...

-No es momento de hablar, Jeremías. No ahora. No ahora que te tengo conmigo. Estás tan... -se queda en silencio y me inspecciona, mi boca se reseca aún más de lo que ya estaba- tan diferente. Qué me aterra pensar el porqué estás así. Sos mío, Jeremías. Sos todo mío.

Se acerca a mí y comienza a besarme y yo lo sigo idiotizado. Lo seguiría hasta el fin del mundo si es necesario.

-Te extrañé tanto, Jeremías -susurra en mi boca, tomándome del rostro.

-Yo también.

Llevo mis manos a su camisa y le quitó el rosario por arriba de la cabeza y lo deposito en la pequeña mesa que tiene junto a su cama.

-Creo que no necesitas esto -susurro mirándolo a los ojos. Comienzo a desvestirme con desespero, mi ropa queda esparcida en el suelo.

Él cierra los ojos por unos segundos.

-No puedo hacerlo, Jeremías. No es así como debería ser.

-¿Qué me estas queriendo decir?

Recoge mi ropa y me la entrega.

-¿Qué pasó en Buenos Aires, Jeremías?

-Mi familia...-Hago una pausa-. Toda mi familia es una mentira, Lucas. No podía estar un día más allí -expreso poniendo la camisa. 

-Lamento todo eso, Jeremías. Ahora me tengo que ir. Te podés quedar todo lo que quieras. Tratá de estar en silencio, por favor.

Está distante. No es buena idea que esté aquí.

-Ya vamos a hablar. ¿Comiste?

Niego con la cabeza.

-Ahora te traigo algo.

-Lucas, me quedó la valija en la parroquia. -Aprieta los labios reprimiendo una sonrisa.

Se arregla la camisa, agarra el rosario y besa la cruz; luego se lo coloca. Sale de la habitación como si nada hubiese pasado.

Esto es una locura. ¿Qué estoy haciendo aquí en la casa del Señor? 

¡El Señor las pelotas!

No sé qué hacer, todavía no trajo mi valija ni tampoco algo de comida y en este preciso instante  necesito ir al baño. No puedo estar aquí escondido toda la vida. 

Comienzo a dar vueltas en ésta pequeña habitación y me quedo observando a la virgen María y la cruz que tiene en la punta de la cama. Y me cuestiono para qué sirve la religión. Uno tiene que vivir atado a ella. Y responder a no sé quién. A ese que llaman "Dios".

Desde mi nacimiento me inculcaron esta religión, la católica, he ido a misa todos los domingos de mi vida. Me han bautizado, tomé la comunión e hice la confirmación a los dieciséis. Pero nadie me ha preguntado qué es lo que yo quería, qué es lo que yo quiero. Nadie se acercó a mí y me ha preguntado qué pensaba yo de la religión. ¿Por qué vamos todos los domingos a la iglesia? ¿Por qué rezamos sintiendo que le fallamos a alguien? Si Dios el que todo lo ve, el omnipotente. Él nos acepta tan cual somos. Estamos hechos a imagen y semejanza. Y, él como nuestro padre debería de comprender.

¿Por qué la religión me hace sentir que estoy en falta?

¿Por qué me hicieron creer que sin sentimientos no eran buenos?

Acaso esto que siento, ¿no es amor?

Aquellas personas que me han juzgado y me han hecho daño. Son esos mismos que han pecado.

Y yo también lo he hecho y lo sigo haciendo, pero a diferencia de antes hoy no me siento un pecador. Hoy no soy culpable. Porque Dios para mí no existe y nunca existió.

Después de un tiempo en dar vueltas me siento en su cama, acaricio el acolchado y observo a la biblia debajo de la almohada.

-Lo que pasó hoy no se puede volver a repetir, Jeremías.

La voz de Lucas me sobresalta e interrumpe mis indecorosos pensamientos. 

Él deja el plato de comida en la humilde mesa de pino sin siquiera mirarme. Y yo suelto de mala gana la "Santa Biblia".

-¿Qué?

Se me estruje lo que me queda de corazón. Inclino mi mirada al suelo, al abismo, al mismísimo abismo. Cierro los ojos y me encuentro en un precipicio, me siento el borde a punto de caer, de derrumbarme.

-Pero... dijiste que me extrañabas. Pensé...

-Y te extrañé y extraño. Todo este tiempo lejos de vos no fueron nada fáciles, aunque muera por estar con vos en este momento y hacerte mío. No puedo, Jeremías. No puedo. -Niega con la cabeza y agacha la mirada al suelo, poniendo sus manos en los bolsillos.

Carraspeo, tragando el mal gusto de sus palabras.

-Lo entiendo -miento.

Acomodo mi camisa en un acto de permanecer la postura y lo poco que me queda de dignidad. La pobre está maltrecha al igual que yo.

-¿Qué haces? -Pregunta, abriendo grandes los ojos

¿Qué hago?

Me voy.

-Tenes razón, Lucas. Fui muy egoísta en venir hasta aquí y preten... -Me callo unos segundos, para poder elaborar algo coherente, pero no hay caso.

-¿No vas a comer?

En este momento no me apetece comer.

Niego con la cabeza.

-Me traes mi valija, por favor.

Él se gira y no aparta la mirada de mí. Sale de la habitación y a los pocos minutos me lo entrega.

-Aquí está. -El roce de sus dedos en mi piel me estremece, su calidez y su suavidad me transporta a la época de felicidad y me recuerdan que éste tipo de contacto con él me es prohibido. Y volvemos al comienzo de todo. Él ya no me pertenece.

-Perdóname por venir así. Necesitaba verte -me justifico y trato, sin éxito, retener mi angustia y la tristeza me abraza una vez más recordándome mi realidad.

-Yo...

-Lo sé -interrumpo-. Vos elegiste a Dios por sobre todas las cosas, Lucas.

Por sobre mí.

-No quiero que te vayas, Jeremías.

-Te amo tanto, Lucas -digo con la voz quebrada.

Cierra los ojos ante mis palabras, como si confesarle mi amor le provocara dolor. La angustia me aplasta y mis lagrimas se derraman por mis mejillas, él las limpia con los pulgares tomándome fuerte del rostro.

-Yo también te amo, Jeremías. Lamento...

Me suelto de su agarre y me dirijo a toda prisa hacia la salida.

Doy pasos largos cruzando la parroquia, no me detengo ni tampoco atino a mirar hacia atrás.

Empujo con lo poco que me queda de fuerzas la puerta y me choco con una señora en la entrada.

-¿Se encuentra bien, hijo?

Asiento y dirijo mi cabeza hacia el suelo. Y salgo de una vez por todas de la maldita parroquia, con lágrimas en los ojos y sin ninguna pizca de dignidad.

¿A dónde dirigirme ahora?

Miro hacia ambos lados desorientado.

Camino unos metros hasta encontrar en dónde poder tirarme.

Me apoyo en un árbol, tanta es mi zozobra que no me permite ver con claridad. En este preciso instante no sé qué hacer con mi vida, una vez más no tengo respuestas a mis preguntas, una vez más, me encuentro solo.

Escondo mi cara en mi camisa y un quejido compungido rompe el silencio.

¿Qué haré ahora? ¿Qué debo hacer?

No quiero volver, no puedo regresar.

Camino sin un rumbo fijo. Y me encuentro con un pequeño bar. Ingreso temeroso y voy directo a la barra.

-Buenos días, señor. -Un hombre pelado me atiende-. Podría ser un vaso de agua, por favor.

-¿Solo agua, hijo?

-Por el momento, sí. Gracias.

El hombre me entrega el vaso y yo lo tomo de un solo sorbo.

-¿Usted no es de por aquí, verdad?

Suspiro hondo.

-No, soy de Buenos Aires.

¿Qué tiene eso de importante?

-Somos pocos por aquí y nos conocemos mucho -explica.

-Entiendo ¿Conoce algún lugar dónde pueda pasar la noche?

-Sí, acá a unas cuadras hay una casa grande que siempre aloja a los que vienen del puerto, capaz que tenga alguna habitación libre. Se llama Ester la señora, vaya de mi parte. Mi nombre es Augusto.

-Jeremías, un gusto. -Extiendo mi mano un poco temblorosa por la falta de comida y de descanso.

-Vaya mijo, seguro algo consigue.

•••

Golpean la puerta de la pensión. Mientras termino de acomodarme la ropa me dirijo a la puerta.

La abro sin mirar, ya que todavía sigo luchando con los botones de mi camisa.

-Hola -Su voz me empuja hacia atrás.

-¿Cómo sabías que estaba aquí?

-Pregunté en el pueblo si vieron a un rubio con cara de ángel y pinta de porteño, -responde divertido. Y yo no estoy para bromas-. ¿Puedo pasar?

-Sí -sueno un poco reticente.

-Estuve todo el día pensando en vos, Jeremías.

-Ah.

Voy hacia mis cosas y comienzo a armar un cigarro.

-¿Querés? -pregunto y él me sonríe.

-Lo dejé.

-Como a mí. -Él agacha la cabeza ante mi ataque.

Prendo el cigarro y se lo paso. Él lo toma de buen grado.

Lucas me observa en silencio y me encantaría saber que pasa por su mente en este preciso instante.

-¿Qué?

-Estoy poniendo a prueba mi fe para no tirarme en tus brazos y hacerte mío en este preciso instante.

-Entonces no lo hagas -susurro levantando la mirada.

Mi pelo húmedo toca mi rostro y él se acerca a mí.

Lleva su cigarro a la boca y le pega una pitada larga.

Se acerca un poco más y larga el humo en mis labios. Apenas siento el roce tibio de su boca y se me estremece todo el cuerpo. Yo aspiro gustoso, encantado y perdido.

Levanto la mirada y vuelvo a su boca. Me toma del mentón y comienza a acariciarme el rostro con los nudillos, hace presión en mi nuca. Y me lleva a su boca y a ese lugar que tanto extraño y que tanto me gusta estar.

Comienzo a jugar con mi lengua en su interior y Lucas marca una sonrisa en mis labios y yo lo presiono más a mí.

Comienza a trazar líneas en mi espalda. Me desabrocha la camisa y gustoso le saco el rosario.

Nuestro beso se intensifica y nuestras respiraciones comienzan a ser cada vez más profundas, más erráticas; más necesitadas.

-¿Qué pasa?

-¿En serio querés esto?

-Lo quiero desde el primer día que te ví en la iglesia, desde la noche que te dejé en tu casa y lo confirmé hoy cuando te ví entrar por la puerta de la parroquia, Jeremías.

•••

Espero que les haya gustado el capítulo.

Lamento haber tardado tanto en actualizar.

Los quiero mucho 💖

Gi 😈

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro