Capítulo 33 (sin editar)
-Jeremías no es lo que parece -dice Joaquín.
-Me gustaría saber de dónde se conocen.
Los dos se quedan en silencio y yo siento que esto es una perdida de tiempo, que ninguno de los dos va hablar.
Vuelvo a entrar agarro mis zapatos y salgo de la pensión descalzo.
-Jeremías, por favor. Volvé. -Joaquín me alcanza.
-Estoy cansado de vivir en una mentira. Todos lo hacen, todos me mienten y también te creí. Creí todo ese cuento de nuestra infancia -lo increpo.
-Jeremías, eso es verdad.
-¿Entonces decime de dónde la conoces?
Se queda en silencio y toma aire para hablar.
-Me parece que no es lugar para hablarlo -dice mirando a los alrededores.
-No puedo estar con esa mujer cerca, me mintió todo este tiempo. Me hizo creer que tenía interés en mí.
-Esperá un minuto. ¿Qué dijiste?
-Lo que oís, en una noche de borrachera estuvimos juntos. Lo hicimos.
Los ojos se Joaquín se abren bien grandes y va directo a la habitación.
¿Qué va hacer?
Entro detrás de él al escuchar los gritos de María.
Veo a Joaquín tomándola del brazo y ella llora y se queja.
-¿Qué estás haciendo? -pregunto nervioso.
-Jeremías haceme el favor y repetí lo que dijiste en el pasillo.
Trago saliva y recordar todo aquello me llena de vergüenza y amargura.
-Joaquín soltala -ordeno.
-¡Decilo, Jeremías! -grita.
-Cuando mi padre volvió de Mendoza, yo estaba muy mal al saber que Lucas no iba a regresar. Esa noche tomé de más, tomamos -recalco-. Y lo hicimos con María.
-¿Eso es verdad, Lupe?
¿Lupe?
-Jaco, soltame me estás haciendo doler, por favor.
-¿Eso es verdad? -vuelve a preguntar.
-No, no es verdad.
-Hablá entonces -Joaquín está demasiado alterado.
-Voy a hablar si me soltas. -Él la suelta de mala gana y ella de tambalea.
-Te escucho.
-Las dos sabíamos que Jeremías, una vez que se enterase que Lucas no iba a volver, no lo iba a tomar bien. Nos aprovechamos de la situación para que él crea que estuvo conmigo.
-¿Las dos? ¿Vos sabías que él no iba a volver?
-Gregoria y yo -aclara-. Sí, yo lo sabía porque ella me había contado lo que le hizo.
-¿Y qué tenés que ver con ella vos? -indago de inmediato-. ¿Qué le hizo a Lucas?
Ella se queda en silencio y lleva su mirada hacia el piso. Levanta la vista y mira hacia Joaquín buscando... ¿aprobación?
-Hablá, Lupe -grito.
-Ella...-tartamudea-. Ella es mi hermana.
-¿¡Qué!? -bramo lleno de furia, quedando de espaldas y pasando mi mano por el pelo.
Suelto los zapatos y los dejo caer a un costado.
-Joaquín también es mi hermano-finaliza, María o Lupe, o cómo se llame.
Me doy vuelta y rio nervioso.
¿Qué?
-De a poco, Lupe -le remarca, Joaquín. Qué a ésta altura no sé si ese es su verdadero nombre.
-¿Quiénes son? -expreso-. ¿Ustedes son mis tíos?
Esto es demasiado perverso y siniestro; oscuro y asqueroso.
-Jeremías, vení, sentate -pide Joaquín mientras se me acerca. Esquivo su contacto y él me mira serio y no dice nada.
No quiero que me toque.
¡Por Dios, estuve con mi tío!
-¿Joaquín vos sos mi tío? -indago aterrado.
-¡No, Jeremías! ¿Por quién me tomaste? No tengo ningún parentesco con Gregoria.
-Si en este momento Gregoria se enterase que te dijimos la verdad nos mataría, en serio lo haría -susurra, María.
Me siento en la cama un poco mareado y aturdido, siento un pequeño zumbido en mi oído me incomoda.
-¡Hablen! -grito, asustándolos.
Los dos se miran y luego a mí y otra vez entre ellos.
María está nerviosa juega con la tela de su vestido y también está tan afectada como yo. En cambio, Joaquín se lo ve más sereno.
-Yo... -titubea-. Gregoria y yo vivíamos en Mendoza. Ella trabajaba en un burdel muy conocido de allí cuando sólo tenía doce años, su madre la obligó a trabajar como prostituta.
-¿Quién es la madre de Gregoria? Ella siempre nos dijo que no tenía familia.
María vuelve a mirar a Joaquín y él le acaricia los hombros.
-Ofelia -murmura, María cabizbaja.
-¿Ofelia? -Ella asiente con la cabeza y mira a Joaquín. Él la toma de la mano y le da confianza para que siga hablando.
-Ofelia es tu abuela, Jeremías. Es nuestra madre, y Joaquín y yo compartimos el mismo padre, pero no sabemos quién es el padre de Gregoria.
Los tres nos quedamos tiesos al escuchar ruidos que provienen del pasillo.
Joaquín suelta a María, se asoma a la puerta y se voltea a mirarnos.
-No era nada -confirma-. Seguí, Lupe. Ella asiente con la cabeza.
¿Me está queriendo decir que María es mi tía?
Esto es demasiado complejo, perverso y desagradable para poder digerirlo.
Se me revuelve el estómago al recordar nuestros acercamiento. Cuando intenté hacerlo con ella por despecho, cuando nos besamos en la finca. ¿Qué clase de pesadilla es ésta?
-Ofelia, la obligó a trabajar en el burdel, hasta que tu madre conoció a Ernesto, ella nunca lo quiso, Jeremías. Yo era muy chica cuando ella se vino a vivir a Buenos Aires, al poco tiempo Ofelia también vino aquí. Yo me quedé con tu abuelo.
-¿Mi abuelo siempre lo supo?
-Sí, él fue como un padre para mí. Me salvó de todo aquello.
-¿Y por qué volviste, si tenías un buen por venir?
-Quería conocer a mi familia, pero Ofelia tenía un mejor plan para mí. Tu abuelo vivía hablando de vos y de Ernesto. Yo me moría por conocerlos. Nunca pensé que esto iba a terminar de ésta manera.
-Eso quiere decir que vos María sos mi tía -vuelvo a indagar, como si preguntando lo mismo cambiaría la respuesta, ella asiente-. ¿Y ustedes dos son hermanos del mismo padre?
-Sí, -afirma, Joaquín.
-¿Ella siempre supo que vos eras su hermanastro?
-Sí, por eso me envió lejos tuyo. Nunca pensé que ella fuese mi hermana, Jeremías. Lupe y yo nos enteramos cuándo ya éramos adolescentes. Tu abuelo siempre supo la verdad. Ofelia la obligó a trabajar mucho tiempo en ese burdel de mala muerte.
-Ella y Ofelia me obligaron a seducirte, Jeremías. Me tenés que creer por favor -María, suplica con lágrimas en los ojos.
-¿Cómo querés que te crea? ¡Te encontré con mi padre! ¿Eso también me lo vas a negar?
-¡Lupe! Eso no me habías contado -reprocha Joaquín un poco jocoso.
-Joaquín no es momento de bromas -reto-. ¿Se dan cuenta de lo retorcido que es todo esto?
Toda su vida está enredada, son una maraña de mentiras. Ahora que lo pienso si se parecen, en lo vil y manipuladores, los dos, incluído Gregoria, cortados por la misma tijera. Los dos tienen la misma mirada, tienen doble cara, doble moral. ¿Cómo pudieron hacer algo así? Manipularme de esa manera.
Me acosté con... no sé qué sos mío, Joaquín, y la que se supone mi madre y mi abuela abligaron a mi tía a seducirme y casi lo logran. Joaquín, -me dirijo a él-. Vos sos el peor de todos, me hiciste creer que eras una persona de bien y siempre supiste la verdad de quién eras y no tuviste nunca la intención de contarme la verdad.
-Sabía que si te contaba todo nuestro pasado te iba a perder, como cuando éramos chicos, cuando éramos pequeños críos y no estaba dispuesto a pasar por lo mismo otra vez.
-¿Perder? ¡Joaquín, estás enfermo!
Estoy exasperado, asqueado; inclusive siento náuseas. Quiero salir de ésta maldita pensión y olvidarme de toda la mierda que estoy escuchando.
Voy hacia mis zapatos y me retiro en silencio.
-¡Jeremías! -Joaquín me llama y lo ignoro.
-Dejalo -Escucho que le dice María -Rio sin ganas-. Ni siquiera se llama de esa manera.
Salgo de la pensión demasiado perdido, quiero correr y alejarme lo más rápido posible de éste lugar pero mi cuerpo no tiene fuerzas para siquiera mover mis pies. Todavía me pregunto cómo me mantengo de pie, cómo es que no me desplomé aquí mismo o en la pensión.
"Sos muy inocente, Jeremías"
Ahora sus palabras toman sentido, él sabía quiénes eran. Ahora entiendo todo. Él supo la verdad desde un primer momento.
Confirmo, que él se fue para protegerme u es probable que eso de "Encomendarse a Dios" sea una fachada, vil y dolorosa, pero una fachada al fin.
Camino sin ningún rumbo, no hay lugar dónde ir y se me pasa por la cabeza irme, irme lejos; irme con él.
Pongo mis zapatos y camino con las manos en los bolsillos. En mi mente vienen todos esos recuerdos que me lastiman.
La última noche con Lucas, los acercamientos que tuve con María, el sexo con Joaquín o inclusive los desagradables sucesos que padecí con Roberto.
Todo empeoró desde que se fue, todo está mucho peor. Nadie es quién dice ser, he inclusive yo miento. No soy sincero conmigo mismo.
•••
Llego a la finca y Gregoria está a los gritos es probable que sea por mi causa, no estoy dispuesto a escuchar nada de esa mujer.
Abro la puerta de entrada y la visualizo bastante exasperada, agitando sus brazos de un lado a otro.
Al escuchar ruidos se da vuelta al instante.
-¿Dónde estabas, Jeremías? -Viene a mí llena de furia. Se pone muy cerca de mí y su aliento a cigarro y a licor inunda las fosas nasales.
-¿De verdad quiere saber dónde estuve? -Ella se aleja unos pasos de mí y me inspecciona.
-¿El monaguillo volvió? -indaga y no esperaba esa respuesta.
-No, usted se encargó de enviarlo lejos, ¿no es así? Quédese tranquila, él no va a volver. Espero que se sienta orgullosa de eso.
Me mira en silencio y arruga la frente, lleva su cigarro a la boca y como siempre usa la boquilla larga de color negro.
Delia me observa y está inmutable, hasta diría que nerviosa, ya que se aferra de su delantal. A mi padre no lo visualizo por ningún lado.
Me alejo unos pasos y me dirijo hacia mi habitación. Hay un silencio sepulcral que hasta a mí me hiela la sangre.
-Estuve con Lupe y Jaco -suelto y subo las escaleras de dos en dos y me encierro en mi cuarto.
Hubiese pagado por ver su expresión.
¡Maldita hija de puta!
Me siento en mi cama y comienzo a recordar toda la conversación que mantuve con ese par de mentirosos. Me siento asfixiado y repugnado de tanta basura que me rodea. Voy a mi armario y saco la caja, la maldita caja, al igual que el sobre que me dió Teresa no quiero saber más nada con esa gente mentirosa y manipuladora.
¿Qué haré con todo esto?
¿Dónde viví todo este tiempo?
¿Cómo es posible que todo sea una mentira?
Toda mi familia lo es.
Golpean la puerta de mi habitación.
-No quiero ver a nadie.
-Le traje algo para comer, mi niño.
Es ella. Se dignó a hablarme.
Me dirijo apresurado a la puerta. Entusiasmado como si me iría a recibir un regalo de Navidad, pero solo es la sirvienta trayendome la cena. Sé que ella es mucho más que eso.
-Delia -susurro.
-Le traje la cena, hijo.
Ella está demasiado sería, diría que temerosa, sus ojos tienen un brillo particular que hacen que me desarme. En este preciso instante necesito un abrazo de ésta mujer, fundirme en su gordura, en estos brazos anchos y laxos, que sus manos curtidas me acaricien el rostro y que me mire a los ojos y me diga que solo fue un mal sueño, que en la mañana todo se va a ver más claro; que me consuele como solo ella saber hacer, como si fuese ella mi madre; mi propia madre.
••••
Es probable que tengan muchas dudas al leer éste capítulo, pero a mí favor, debo decir que se irán conociendo todos los detalles a medida que la historia avanza.
Espero que les haya gustado.
Besos 😘
Los quiero 💕
Gi
Casi me olvido pásense, por la nueva historia que publiqué.
Se llama "Con el corazón roto"
también tiene temática LGBT.
Acá les dejo el link
https://my.w.tt/UiNb/nYSd69w6RJ
Gracias 💖
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