Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 24

Estoy boquiabierto, sediento, lujurioso. Me apoyo en las maderas que recubren el confesionario.

-¡Lucas! -llaman y reconozco la voz de Miguel.

Observo a Lucas que sigue de rodillas, me mira y pone su dedo índice en la boca haciendo señas para que no haga ningún ruido. Se humecta los labios y me sonríe. Llevo mi mano a mi miembro e intento guardarlo. Si llegase entrar Miguel este instante sería una catástrofe.

Lucas me agarra de las manos y niega con la cabeza.

¿Qué quiere?

Saco sus manos de las mías y guardo mi miembro. Él se para y quedamos cara a cara.

-En algún momento se va a tener que ir, Jeremías -susurra cerca de mi boca.

Yo estoy petrificado y muerto de miedo. Si tan solo entrase... trago con dificultad e intento no mirarlo. Se lo ve tan sereno y bien consigo mismo.

Se humecta los labios y apoya sus labios en mi mejilla izquierda.

-Me parece que ya se fue -dice y lo noto divertido.

¿Por qué? ¿Por qué lo estaría?

-Esperame acá -ordena.

-¿A dónde vas? -Lo agarro del brazo y él me observa con cautela. Aprieta los labios y retiene una sonrisa.

-A ver si se fue, Jeremías -responde divertido.

Sale del confesionario y yo me quedo inmóvil hasta que me dé una señal para que pueda salir.

La carne es débil, me digo a mí mismo mientras me subo el cierre del pantalón. Yo lo soy y Lucas es consciente de eso.

Tras varios interminables minutos él aparece.

Abre la puerta y estira su brazo invitándome a salir.

-Ya puede salir, patrón.

-¿A qué mierda estás jugando, Lucas?

-No digas esa palabra en la casa del Señor. Mira hacia el altar y observa al Cristo crucificado.

Le doy un empujón en el hombro, camino unos pasos y me agarra del antebrazo con fuerza deteniéndome.

-¿Te vas a ir a revolcar con esa?

-Soltame -digo apretando los dientes y mirándolo fijo.

-Te hice una pregunta.

-Además de encomendarte a Dios, ¿ahora sos adivino?

-No te pasas de vivo, Jeremías. No juego cuando digo que sos mío.

-¿Tuyo? Un poco tarde te acordaste que lo era. Soltame -pido cerrando los ojos fastidiado de todo este juego.

La puerta de la parroquia se abre y Lucas me suelta de inmediato. Los dos miramos hacia la entrada y Gregoria con la pequeña Eva aparecen y detrás de ella mi padre.

Él se adelanta y viene hacia nosotros con una sonrisa en el rostro.

-¿Cómo anda, muchacho? Hace rato que no lo veo por la finca -mi padre saluda a Lucas. Él levanta la vista y me observa pero no dice nada. Solo hace una pequeña sonrisa y mira hacia abajo con las manos en la espalda.

Voy a Gregoria y agarro a la pequeña, ella me asesina con la mirada. Y suelta a Eva de mala gana.

Me acomodo en los primeros asientos de la parroquia jugueteando con la niña.

Mi padre va en busca de Miguel. Y mi madre no quita la mirada a Lucas. Él la esquiva y sale detrás de mi padre escapándose de ella, muy impropio de Lucas, arrugo la frente sorprendido.

Gregoria se me acerca y tiemblo en pensar en otra de sus amenazas hacia Lucas.

-¡Señora qué bueno verla!

Miguel extiende los brazos para saludar a mi madre. Ella hace una sonrisa que por supuesto es fingida. Sé que está demasiado irritada por haberme visto cerca de Lucas.

-¿Qué la trae hoy sábado por la parroquia?

-Queremos bautizar a Eva. Nos gustaría saber cuándo puede ser.

-Cuando ustedes gusten. Vengan a mi oficina así lo charlamos mejor.

Miguel los invita.

Gregoria se voltea y me observa. Yo me quedo con la pequeña. Y recuerdo porque estoy aquí. Jamás le llevé la albahaca a Delia. Me va a matar.

Sonrío.

-¿Qué te causa gracia, Jeremías?

Su voz me asusta. Él siempre tan escurridizo.

-Nada. Bueno... Tenía que llevarle albahaca a Delia, y como siempre vos me distraes y me sacas de eje -culpo.

Él se sienta a mi lado y acaricia a la pequeña. Ella le sonríe.

-¿En serio hago eso? -pregunta dubitativo-. Cuando dije que te extrañaba hace un rato era de verdad. Te extraño, Jeremías.

Sigue acariciando la mejilla de Eva mientras lo dice. Su tono es muy diferente al de hace un rato y otra vez su mirada herida me atraviesa. La misma que hizo cuando lo dejé.

-Per...

-¡Sacá tus sucias manos de mi hija! -grita Gregoria sacándome a Eva de los brazos. La pequeña comienza a llorar y los dos nos quedamos petrificados-. Veo que no comprenden cuando se les habla.

¿Cómo? ¿Habló con Lucas también?

-Creo que habían quedado las cosas claras entre vos y yo, Jeremías -afirma.

Asiento con la cabeza sin mirarla.

Mi padre aparece.

-¿Qué son esos gritos? -pregunta.

Los tres nos quedamos en silencio y la pequeña no cesa de llorar. Me levanto del asiento de un salto y salgo disparado de la parroquia, como un buen cobarde que soy.

Me monto en mi bicicleta y voy directo a la finca.

Una vez allí, observo la albahaca toda machucada en el canasto. Voy directo a la cocina. Y le pido a Delia un vaso de agua.

-¿Qué pasó, mi niño que tardó tanto? ¿Y la albahaca? -pregunta entregándome el vaso.

-No había -respondo agitado.

-¿Y porque no había tiene esa cara?

-Me la crucé a Gre... mi madre en la Parroquia -cuento aferrándome de la mesada.

-¿Y, usted qué hacía ahí?

-Bueno... yo... fui a saludar...

-¿A su amigo? -interrumpe.

-¿Lucas? Él no es mi amigo.

-Ah. Cómo eran tan cercanos.

-Sí, éramos.

-¿Y qué sucedió?

-¿Usted, sabía que mi madre iba a ir a la parroquia? -cambio el tema de conversación.

-Sí, lo sabía, hijo. ¿Por qué me lo pregunta?

-Por nada.

Si ella me lo hubiese dicho nos hubieses ahorrado todo el disgusto de hoy.

¿Qué quiso decir Gregoria?

¿Ustedes no comprenden cuando se les habla?

¿Eso lo incluye a él también? ¿Por eso no volvió? Porqué estaba amenazado por ella ¿De qué será capaz Gregoria? Se me eriza la piel tan solo pensar en Lucas golpeado o mue... ¡No! Jeremías, no vayas por ahí. No creo que sea capaz de algo semejante.

¿Será capaz?

-¡Jeremías! ¿Me está escuchando?

El grito de Delia me trae a la realidad.

-Por supuesto.

-¿Qué le dije?

Sonrío y agacho la mirada.

-No tengo la menor idea, Delia -digo con sinceridad.

Ella me sonríe y niega con la cabeza

-¿Qué andará pensando, mi niño?

En Lucas y solo en él.

-En nada.

Me acerco a ella y le brindo un beso cálido en la frente, ella me sonríe y me aprieta un cachete. Me suelto y camino unos pasos alejándome.

-¿A dónde va? Ya va a estar la comida. Sabe cómo se pone su madre si no están todos en la mesa.

-Lo sé. Dígale que estoy en la casa de María.

-No me gusta esa muchacha para usted, hijo -confiesa y se tapa la boca con las manos.

-Por fin se dignó a decirlo. -Río-. Delia, ella es solo una amiga. No sé preocupe.

-¿Le digo que está con ella a su madre si pregunta?

Asiento con la cabeza y me voy.

Nuestra​ finca está pegada a la de los Figueroa Alcorta.

Llego a la vivienda y golpeo la puerta con los nudillos. Estoy un poco nervioso, me sudan las manos y estoy demasiado inquieto.

La señora Juana, me abre la puerta.

-Hola niño, pase ya lo anuncio.

-¿Se encuentra la señorita María? -pregunto todavía en la entrada.

-Sí, está en su cuarto. Ya la llamo.

-¿Quién vino? -cuestiona, la señora Ofelia saliendo de la biblioteca.

Asomo la cabeza y la salud con la mano.

-Pero pase, hijo. ¡Qué alegría verlo por aquí!

La señora Juana se retira y va hacia la habitación de María.

-Gracias.

Se me queda mirando y creo que quiere saber que estoy haciendo aquí.

Juana, baja las escaleras y me comunica que puedo subir a su cuarto.

-Si me disculpan.

La señora Ofelia me sonríe cuando paso por su lado.

¡Qué incómodo!

Golpeo la puerta.

-Pasá -grita.

Abro la puerta un poco temeroso. La última vez que estuve con ella en un cuarto a solas pasó lo peor.

-¿Qué lo trae por aquí, señor Jeremías?

Ella retiene una sonrisa en sus labios y yo estoy haciendo lo mismo.

-Pasaba por aquí... y bueno. Pasé.

-Ah.

-¿Qué estás haciendo? -pregunto.

Ella está en su escritorio repleto de papeles. Me acerco a donde está y observo con atención. María me mira pero no dice nada.

Los papeles dicen algo así como "La catequesis hoy" "Ayudar a los niños a acercarse a Dios"

-¿Viniste hasta aquí para ver cómo preparo las clases?

Suelto el papel y niego con la cabeza.

-¿Qué pasa, Jeremías?

-¿Viniste a hablar por lo que pasó la otra noche?

Niego con la cabeza.

-Creo... que...

-¿Qué pasa?

-Creo que Gregoria amenazó a Lucas también, por eso no volvió -suelto.

-¿Cómo llegaste a esa conclusión?

-Hoy estuve con él.

Sale del escritorio y se acerca a mí.

-¿Estuviste en qué sentido? Dame detalles.

-No te voy a dar detalles, María.

Ella larga una carcajada y yo me mantengo serio.

-¡María! -reprocho.

-Perdón. Tenías que haber visto tu cara.

-Mejor me voy.

Me doy media vuelta y camino unos pasos.

-Vení, Jeremías. Perdón.

Me agarra del brazo y yo me detengo.

-¿No ves la seriedad de todo esto?

-Sí, lo sé. ¿Hablaste con Lucas?

-No pude.

-Creo que deberías hacerlo. Si no, son solo conjeturas las que estás sacando y no sabes realmente lo que pasó. Él te puede brindar esa información.

Me quedo pensando en todo lo que María me dice. Yo estuve todo el tiempo con ella.

-¿En qué pensás?

-Ella estuvo conmigo todo el tiempo.

-Pero Roberto, no -dice.

-¿Vos sabías lo de mi madre y Roberto?

-Sí, y no puedo entender cómo puede estar con esa persona tan horrible. Teniendo como marido a tu padre. Él es tan caballero, amable, buena persona...

Observo a María hablando de mi padre y le brillan los ojos cuando lo hace. Recuerdo como se puso cuando volvió.

-¿María vos estás interesada en mi padre?

-¿Qué? ¡No! ¿Cómo pensás algo así? Volviendo al tema de Lucas, deberías ir a hablar con él.

-Sabes que no puedo.

-Que tu madre piense que entre nosotros hay algo más que una amistad tiene sus ventajas, Jeremías. Pensá un poquito. -Se lleva su dedo índice a la sien-. Ahora vas a salir por la puerta del fondo y vas a ir a verlo a Lucas y preguntar de una buena vez por todas, porqué no volvió.

-¿Y si no está?

-Si no está, te volvés y listo.

-No es tan fácil. ¿Qué le digo a Gregoria?

-Nada. Yo me encargo de ella.

-Es la segunda vez que lo decís. ¿Qué hablas con ella?

-Eso no es lo importante, ahora. Después te cuento si querés.

Me toma de la espalda y me empuja hacia la puerta, la abre. Y me señala otra.

-Salí por aquella puerta. Da a la parte de atrás de la finca.

-Lo sé.

-Bueno andá. Jeremías, tenés una hora. -Mira su reloj de muñeca-. Te espero en el jardín de invierno. Una hora, Jeremías -Repite.

Asiento un poco temeroso.

-Ve -ordena.

Hago lo que me dice y bajo las escaleras a toda prisa. Corro por la sala y me dirijo hacia la cocina, tiene una puerta que da al patio trasero. Me cruzo a la señora Juana y ella pega un grito por el susto.

-Por favor, no diga nada -pido susurrando.

Ella asiente con la cabeza.

Corro esos extensos metros hasta llegar a la calle trasera dónde podré respirar y tener un poco de libertad, aunque sea corta y momentánea. Salto el cerco y caigo de rodillas en la calle de tierra.

Mis rodillas se manchan de tierra y sangre. Pero no me importa. Continúo mi camino hacia su casa. Me siento un poco incómodo y tengo la sensación que todos me observan, pero es probable que sea yo. Ruego a Dios que se encuentre en su casa. Rezo por lo bajo el padre nuestro, pidiendo por él y pidiendo por mí.

Tras unos veinte minutos de caminata llego al conventillo.

Recuerdo la última vez que estuve en este lugar, tiene un sabor agridulce ya que vinimos a buscarlos cuando nos enteramos de lo mal que estaba mi abuelo.

Tomo por el pasillo interno, donde en estas mismas paredes nos habíamos besado.

"No te sientas culpable"

Recuerdo a raja tabla sus palabras y se me eriza cada parte de mi cuerpo.

Las rodillas me molestan y están demasiadas sucias.

Me cruzo a unos pequeños jugando con la Gomera, otros están jugando en el piso a la bolita.

Llego a su casa y me quedo observando el interior para ver si hay algún movimiento. Pero no consigo ver nada.

Tomo valor y golpeo las manos. Me quedo esperando unos minutos; eternos e interminables minutos. No sale nadie y sigue sin haber algún movimiento. Vuelvo a golpear las manos con el ánimo por el piso y con un gran peso en los hombros.

Me quedo de espaldas respirando hondo y presionando mis sienes.

No está.

-¿Qué haces acá, Jeremías?

Sonrío al escuchar su voz y me doy vuelta esperanzado.

-Hola.

-Te hice una pregunta.

-Lo sé. ¿Podemos hablar? Por favor.

Él se queda en silencio, tiene puesta las manos en las caderas y me mira directo a los ojos. Me inspecciona, me observa, me penetra con la mirada. Me siento expuesto y vulnerable.

Mira para ambos lados.

-¿Alguien te vió?

Niego con la cabeza.

-Pasá.

Camino hacia la entrada y paso por su lado. Su cercanía produce en mí, múltiples sensación.

Ingreso a su casa y me quedo inmóvil en un rincón. Lucas cierra la puerta y me observa cauteloso.

-¿Qué te pasó en las rodillas?

Miro hacia ellas y luego lo observo a él.

-Me caí.

-Veo -dice, demasiado distante y rígido.

¿Será Gregoria? ¿Será ella otra vez?

-Sentate -ordena-. Hay que curar esas piernas, se te pueden infectar.

Me siento en la ya gastada silla de mimbre. Él se va y vuelve a los minutos con una botella de alcohol y unos trapos limpios. Deja todo en la mesa y observa. Yo hago lo mismo, no puede quitar mi mirada a la de él. Los dos estamos en silencio, un silencio que es implícito, repleto de reproches, de mentiras y por sobretodo de verdades; verdades que no podemos gritar a los cuatro vientos pero que se siente, se palma en el ambiente.

Pone una silla en frente de la mía.

-Dame tu pierna -pide.

Moja uno de los trapos con alcohol y lo pone arriba de mi rodilla lastimada.

-Arde, Lucas - me quejo.

Él quita el trapo y comienza a soplar mi herida, sin apartar su mirada de mí. Sus ojos parecen más grandes de lo que ya son, trago dificultad.

-¿Mejor? -pregunta.

Asiento con la cabeza sin poder hablar. Estoy encantado por él. Ni siquiera recuerdo el porqué estoy aquí.

-¿Qué lo trajo por estos lugares, Jeremías? -Indaga, agregándole más alcohol.

¡Ah! Me quema. Aunque creo que no tanto como su silencio.

Gregoria.

Tomo aire para poder hablar y limpia mi rodilla y pego un grito por el dolor.

-Jeremías, no seas exagerado.

Creo que lo está haciendo adrede.

-¿Por qué no volviste, Lucas?

Se queda inmóvil con el trapo suspendido en el aire. Me mira y niega con la cabeza. Vuelve el trapo a mi herida y se queda en silencio.

-Ya es suficiente, Lucas.

Saco mi pierna de sus manos.

Se para y se queda de espaldas a mí.

Tiene una hermosa espalda; ancha y fornida por el trabajo que realizó desde pequeño.

Me acerco a él inconsciente de mi acto.

-Hablame -susurro cerca de su nuca.

Él se da vuelta y agacha la mirada. Acto que no le pertenece, él no es así.

-Vine hasta aquí para que me hables, por favor.

Levanta la vista.

-Sos tan hermoso, Jeremías -Estira su mano y acaricia mi rostro cierro los ojos perdido en su contacto, en sus palabras-. No podría soportar estar lejos de vos. ¿Qué haría de mi vida?

-No entiendo.

¿Qué me está queriendo decir? Yo estoy aquí, por él y para él.

-Tu madre dijo que te mandaría a España si una vez más te encontraba conmigo -susurra, cerca de mi boca.

-No creo que mi padre lo permita -lo tranquilizo.

-No me puedo arriesgar a eso, Jeremías.

-Te extraño -confieso.

Él sonríe y se acerca aún más a mi boca y me brinda de eso que tanto necesito. Sus besos, sus caricias. Abro la boca recibiéndolo encantado, perdido en su sabor, en su calidez. Él presiona mi nuca y me inclina más a él. Su cuerpo tibio está pegado al mío. Sus manos viajan a todo mi cuerpo y yo me acoplo a él. Raspa con sus dientes mis labios y gimo en su boca. Él marca una sonrisa en mi boca.

-¿Qué es eso de qué te encomendaste a Dios? Eso es mentira, ¿no? -interrumpo nuestro beso.

-No, eso es verdad, Jeremías- responde.




Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro