9
AHMED ÜLKER
—Al fin, he terminado. —suelto un suspiro.
Contemplo las velas en el suelo y las que están alrededor encima de unos muebles con el fin de buscar algún error, el cual no encuentro después de varias revisiones. Salgo del lugar y examino la fachada nuevamente esperando que a ella le guste este lugar tanto como a mí, porque si no le gusta, se arruinará mi siguiente plan para esta noche.
Regreso a la casa de mi padre despacio, tratando de tardar más en la caminata porque me siento nervioso y no quiero llegar a la casa aún. Pienso en todos los posibles escenarios que podrían pasar esta noche y eso solo hace que mis nervios aumenten.
—Ahmed, te estaba buscando. —La voz de mi abuelo me hace salir de mis pensamientos, haciéndome dar cuenta que ya estoy en casa.
—Dime abuelo.
—Mira muchacho, siéntate antes de empezar porque te conozco y sé que saldrás huyendo cuando empiece—sabe que me iré sin esperarlo si empieza a decir algo que no me gusta.
Hago lo que me pide y espero que empiece.
—Yo no sé a qué estás jugando muchacho —comienza—. Primero dices querer a Elizabeth e incluso la celas de mí, después, en un arranque de celos haces que ella se sienta mal por hablar con Asil y dudas de su palabra.
—No entiendo ¿A qué viene todo esto?
—Déjame terminar muchacho —empieza a acomodar su corbatín y entiendo que lo que va a decir a continuación no me gustará pues, siempre hace eso cuando me va a dar las peores noticias—. Yo, he visto que te llevas muy bien con Mariam, de hecho, era uno de los que apostaban por su futuro matrimonio.
—Lo cual nunca pasará abuelo. —aclaro de inmediato.
—¿Estás seguro Ahmed? —me mira fijamente— Porque lo que vi hoy me hizo analizar muchas cosas y me di cuenta de que tú la quieres, no lo niegues Ahmed, tú quieres a Mariam —claro que la quiero, pero como a una hermana—. Por eso he pensado en algo, que espero no te moleste.
—¿Qué cosa? —digo con fastidio y espero que no diga alguna estupidez.
—Deja que Elizabeth sea feliz y sé feliz tú también —intento hablar, pero me interrumpe—. Estaba pensando que, ella podría casarse con Emre, él es un buen hombre y estoy seguro de que la tratará como se merece —suelta un suspiro—. Créeme que jamás pensé encariñarme con una muchachita y ahora lo hago, por eso quiero lo mejor de lo mejor para ella y eso tendrá con Emre.
No puedo creer que esas palabras hayan salido de la boca de mi abuelo, porque él sabe lo que un Ülker puede llegar a hacer enamorado y yo no soy la excepción. También me duele que piense que otro hombre es mejor que yo para estar a lado de Elizabeth.
—¿Y yo qué? —digo con la rabia contenida.
—Tú podrías casarte con Mariam y...
—¡No! —corto sus palabras sin sentido y me levanto— Lo que yo te pregunto es ¿Y yo qué hago si estoy perdidamente enamorado de Elizabeth? Dime ¿La dejo ir? ¿Me rindo como tú lo hiciste con mi abuela?.
Por un momento se queda callado analizando mis palabras, sé que le dolió el tema de la abuela. Él la dejó ir cuando ella se lo pidió y hasta la actualidad sé que se arrepiente de haberlo hecho. Quisiera disculparme por haber sacado ese tema tan doloroso para todos, pero ahora mismo estoy tan enojado que no pienso dar marcha atrás.
—No lo sé muchacho, dime más bien por qué sigues soportando y creyendo todo lo que dice Mariam sobre tu esposa, incluso llegas a poner en duda su palabra que debería valer más que la de tu amiga.
Eso ha sido un golpe bajo y creo que lo hace a propósito.
—No es..., no, yo no he hecho eso.
—Lo has hecho y no lo niegues —se levanta—, debes darte cuenta Ahmed, ahora estás a tiempo de dejar que ella sea feliz con otro hombre y tú, bueno, tú te quedarás con Mariam que según entiendo te ama y siempre ha estado enamora...
—¡No lo voy a hacer abuelo! —la sola idea de que mi Sultana esté en brazos de otro me molesta de una manera descomunal.
—Deberías hacerlo, tu no la amas y solo la estás haciendo más daño con tus preferencias hacia Mariam.
—No entendiste lo que dije hace un momento ¿verdad? ¡Yo la amo! La amo, la amo, la amo tanto que Alá se sentiría celoso de mi amor hacia ella —después de decir esas palabras me siento más libre—, y no me importa lo que digas abuelo, porque no dejaré que nada ni nadie me separe de ella, incluso si tengo que ir contra ti.
Su semblante ya no es serio como antes, ahora veo una gran sonrisa en su rostro.
—La amas, ya veo —da unas palmadas en mi hombro con una mirada orgullosa—. Solo espero que de ahora en adelante entiendas que, si vuelves a dudar de su palabra o tan siquiera hacerla llorar, yo estaré aquí con un pretendiente mejor que tú, que si la haga feliz.
—No deberías decirme eso, yo soy tu nieto y...
—Y por esa misma razón lo hago —su mirada se endurece—. Yo quiero que seas feliz hijo, pero si tu felicidad se crea a costa del sufrimiento de una mujer, preferiría que no la tengas, porque un Ülker no hace eso, solo mira a tu padre ahora que ha regresado tu madre, toma su ejemplo.
—Pensé que odiabas la idea de que Anastasia haya regresado con mi padre.
—No me gusta, pero sería inútil si trato de separar a esos dos —dice con fastidio—, pero contigo y Elizabeth estoy a tiempo para que no terminen como..., como tu abuela y yo.
—Lo siento abuelo, pero también es tarde para nosotros —digo seguro—. Yo la amo, ella me quiere y eso es todo lo que debes de saber y respetar —no responde y espero que eso sea una señal de que entendió—. Ahora, como sabes tengo la sorpresa para mi Sultana y espero estés presente esta noche, en la cena de celebración.
No espero su respuesta y me dirijo de inmediato a mi habitación. Cuando entro, me doy cuenta de que he llegado en el momento preciso pues mi hermosa Sultana está desperezándose.
—¿Acabas de despertar? —regresa a verme algo asustada, supongo que no me escuchó entrar.
—Si, dormí demasiado y pensé que me levantarías para ir a ese compromiso que me dijiste.
«Por Alá, se ve tan hermosa aun con todo su cabello alborotado»
—No te preocupes, estamos a tiempo cariño — me siento a su lado en la cama—. Yo..., te compré algo para esta ocasión, me gustaría que lo uses.
—Está bien, lo usaré —pensé que batallaría más—. Ahora, voy a tomar un baño ¿Dónde está lo que debo ponerme?
—En el vestidor, ahí está todo.
Espero le guste todo lo que conseguí, pues traté de combinar mi traje con el de ella —sí, ya lo sé, muy cursi, pero me gusta serlo con ella—. Compré una nueva tiara para ella, eso es lo que más me emociona que use pues aún recuerdo su cara de felicidad al usar su tiara en nuestro casamiento en Vakirust.
El sonido de la ducha hace que me ponga nervioso. No falta mucho para que "el momento" esperado llegue y tengo algo de miedo pues en verdad no podría soportar el hecho de perderla. Lo entendería, claro que lo haría, hasta yo llegué a pensar que fui un idiota al no haber respondido su "te quiero" con otro.
«¿Y si está enojada por eso y para vengarse me rechaza?»
«No, cálmate Ahmed. Ella te quiere y eso te lo ha repetido dos veces. Solo fuiste un idiota al no responder cuando debías, pero esta noche lo compensarás.»
La veo salir corriendo del baño hacia el vestidor y me causa algo de ternura. Se que aún le da vergüenza y es algo cohibida al mostrar su cuerpo, pero para mí no hay problema alguno, yo esperaré el tiempo que sea necesario hasta que ella esté lista en todos los sentidos.
Sin esperar más, me dirijo al baño y tomo una ducha rápida pues la idea de que mi abuelo entre a la habitación para llevarse a mi Sultana, no me resulta descabellada. Sé que lo que dijo es verdad, él jamás hace bromas de ese nivel, por eso me preocupa que en verdad haga que Elizabeth me deje por alguien más.
Al salir me pongo una bata completa para no incomodar a mi esposa.
—¿Puedo pasar Sultana? —golpeo la puerta del vestidor.
—Si, pasa.
Al entrar no puedo creer lo que veo. La mujer frente a mí se ve más hermosa que siempre y me preocupa que ese sea un problema a futuro pues de seguro habrá hombres tras ella que le ofrezcan algo que yo no tenga. Por eso trataré de mejorar en todos los aspectos, así ella jamás me dejará ni se fijará en alguien que no sea yo.
—¿No te gusta? ¿Me lo puse mal? —habla preocupada— Di algo Ahmed, no te quedes ahí sin decir nada.
—Yo...perdón, ehm... —aclaro mi garganta—. Te ves hermosa Sultana y la verdad no se si esa palabra alcance a describir lo que veo en ti ahora mismo, es que..., es que te ves como una Diosa.
—Gra-gracias —se sonroja—. Bueno, yo..., saldré para que te cambies. —Sale corriendo del vestidor como una niña pequeña.
—Cálmate Ahmed, cálmate..., todo saldrá bien. —me repito en voz alta para convencerme pues los nervios me están haciendo pensar muchas cosas que solo terminan preocupándome más.
Apenas salgo del vestidor mis nervios vuelven a surgir con la mujer que tengo frente a mí.
—¿Vamos?
—Si, vamos Sultana. —tomo su mano con algo de temor de que descubra mis nervios.
Llegamos hasta la puerta de la casa y noto que busca algo con la mirada.
—¿Qué buscas?
—¿No iremos en auto?
—No, el evento es en esta residencia, podemos caminar —miro sus zapatos—. O si quieres podría pedir un auto, no habría problema, porque si te duelen los...
—No, no, no hace falta —sonríe—. Vamos.
La llevo por el sendero iluminado que conecta con todas las casas de la residencia. En algunas ocasiones se detiene frente a cualquier casa y empieza a decirme que le gusta de cada una. Eso me tranquiliza un poco pues al menos ahora, sé que le podría gustar mi regalo.
Mi corazón empieza a palpitar más fuerte al estar a veinte pasos del lugar al que entraremos.
—¡Oh! Mira —se detiene justo en el lugar indicado—. Esta casa es enorme y ..., y Wow, es mejor que todas las que vimos en el camino.
—¿Te gusta mucho? —trato de no sonar emocionado.
—¿Y a quién no le gustaría? —ríe— Es como la casa de princesa que siempre quise tener de pequeña. Es asombrosa, me pregunto ¿Quién vivirá ahí?
—Averigüémoslo. —tiro de su mano en dirección a la casa.
—¿Estás loco? —me hace detener— Tenemos que ir a tu compromiso y no podemos molestar a los dueños del lugar.
—No los molestaremos, te lo aseguro —sigo el camino mientras ella trata de convencerme de dar la vuelta e irnos del lugar.
Como era de suponerse, al llegar a la puerta, esta se encuentra sin seguro —la dejé así al irme—. Abro la puerta e intento entrar, pero me detengo cuando mi Sultana suelta mi mano.
—¡¿Estás loco?! —«Por ti, si»— No podemos entrar, así como así a una casa que no es nuestra. Vámonos de aquí.
—Aquí es el evento Sultana —miento—. Solo quería molestarte, entra ya.
Con recelo acepta entrar. Cuando ya está completamente adentro, cierro la puerta tras ella con seguro.
De inmediato todo se vuelve negro para mí y eso debo "agradecérselo" a mi condición que no me deja ver nada en la oscuridad. Odio sentirme inútil aun cuando pasé todo el día repasando y aprendiendo toda la estructura de la casa para poder dirigir a mi Sultana al lugar indicado.
—¿Por qué no hay luz Ahmed? Esto..., no me está gustando. —se escucha asustada.
«No, no, no..., empezamos mal.»
—Tranquila cariño, confía en mí —con algo de torpeza logro tomar su mano—. Vamos.
«Quince pasos al frente, giro a la izquierda y ahí estará el camino de velas que me ayudará a ver.»
Con paso firme sigo mis propias instrucciones, esperando no haber contado mal los pasos. Al girar a la izquierda la poca luz que emiten las velas, me dejan ver por fin el camino.
—Esto se ve hermoso Ahmed, pero... ¿Dónde están los demás? Parece que somos los únicos aquí.
—Seguro llegamos muy temprano cariño —respondo al instante—. Pero sigamos.
La pongo frente a mí y camino tras ella. Su mirada no deja de repasar cada rincón del lugar y noto que le fascina.
—¿Te gusta mucho la casa?
—Me encanta, es mejor de lo que me hubiera imaginado.
—¿Qué es lo que más te gusta?
—Mmmm, creo que me gusta lo grande que es —y claro que lo es, si tiene hasta una sección solo para entretenimiento—. Ha de ser muy bonito criar niños en esta casa —mis pasos se detienen abruptamente justo cuando ella lo hace al quedar frente a la gran puerta de vidrio que da al patio trasero.
—Cri-criar ¿niños? —asiente sin apartar su vista del patio— ¿Por qué lo dices?
—Es una casa enorme y mira ese patio —apunta con el dedo—. Ellos tendrían donde correr, donde divertirse y cada uno tendría su propia habitación, no como yo que siempre viví con las sobras de mis hermanas e incluso sin un cuarto donde dormir cómodamente.
Entiendo su punto y odio no haber llegado antes a su vida, pues si tan solo la hubiera hecho, ahora mismo llevaríamos muchos años de casados y ella jamás hubiera tenido que pasar por tan horribles escenarios que pasó.
—¿Qui-quieres ir al patio? —digo sin pensar.
«Soy un idiota.»
Debido a mis nervios he adelantado la sorpresa. Y entiendo que no puedo dar marcha atrás cuando la veo salir al patio.
«Está bien Ahmed, ella está aquí, lo peor que puede pasar es que salga huyendo y te deje otra vez con el corazón roto, pero sabes que te lo mereces porque...»
«¡Ya basta!» Sacudo mi cabeza para intentar alejar esos pensamientos que empiezan a carcomer mi mente.
—¡Mira! —señala el gazebo donde justamente pensaba hacer todo lo que tenía planeado— Se ve tan hermoso ¿Podemos acercarnos? —su emoción me tranquiliza un poco.
Ahora sí, ya no hay marcha atrás. He arruinado todos los pasos previos a este momento, así que ahora debo hacerlo sí o sí.
—Claro, vamos.
A pesar de que trato de caminar lento para ir repasando mentalmente todo lo que quiero decir, mi Sultana hace que vayamos rápido pues se nota que le encanta el lugar. El Gazebo está lleno de luces pequeñas que le dan un aire de fantasía al lugar. No voy a negar que me quedó perfecta la decoración.
Instintivamente mientras subo las pequeñas escaleras, toco por encima de mi traje la pequeña caja que aguarda en mi bolsillo para ser sacada en el momento preciso.
—Hace un poco de frío ¿no? —empieza a dar vueltas de manera divertida por el lugar mientras toca las pequeñas luces que cuelgan— Pero me encanta Ahmed, me encanta este lugar —su sonrisa hace que mis nervios se atenúen por un momento.
—¿Quieres ir adentro? —niega con la cabeza— Entonces por lo menos ten mi chaqueta, no quiero que mueras del frío. —me quito la chaqueta y se la pongo encima.
Gracias a la cercanía que tenemos ahora, puedo ver sus ojos y perderme un momento en ellos. Su cabello ondulado me distrae un poco y la ayudo a acomodarlo detrás de sus orejas por lo cual ella me sonríe al final.
«Alá ¿Cuál era el siguiente paso? ¿Qué tenía que hacer?»
Mi mente se queda en blanco por un momento desconectando así, mis pensamientos de mis actos. Mi cuerpo reacciona sin siquiera esperar a que mi mente le ordene hacer el movimiento esencial para el momento.
—¿Por qué te arrodillas Ahmed? —sus palabras me hacen salir de mi trance y me doy cuenta de que ya estoy en la posición indicada.
«Soy un idiota, no puedo hacer nada bien. De seguro ella también saldrá huyendo como lo hizo Anastasia en su momento.»
— Y-yo... —aclaro mi garganta—, bueno yo..., quería saber si...
Pongo mi mano en el pecho tratando de hallar la forma para que deje de latir tan frenéticamente.
Noto que ella quiere ponerse a mi altura y decido que ya es hora, no puedo dejar que esta noche se arruine más de lo que ya está.
—Yo, quería decirte algo Sultana —vuelve a su posición—, pero la verdad es que, ya he olvidado todo lo que tenía planeado. Soy un desastre.
—¿Qué era? ¿Era algo malo o...? —noto cierto grado de temor en su voz.
Conecto mi mirada con la suya y a pesar de que he olvidado todo lo que tenía planeado decirle, empiezo.
—Te amo Sultana —su semblante se vuelve indescifrable y eso solo hace que me ponga más nervioso—. Yo..., sé que no te agradan mucho los regalos, pero quisiera que esta vez aceptes uno nada más —respiro hondo—. Quisiera que aceptes mi corazón Sultana y si no es mucho pedir, quisiera que me aceptes para estar a tu lado desde este momento, hasta el resto de nuestras vidas cariño.
Busco discretamente la pequeña caja azul entre mis bolsillos, pero no la encuentro. Empiezo a entrar en pánico hasta que recuerdo que la tenía en la chaqueta que se la presté hace un momento.
«Soy un idiota.»
—¿Me permites? —no responde y decido sacar rápidamente la caja de la chaqueta.
Con torpeza abro la pequeña caja y con cierto temor centro mi mirada en ella, otra vez. Me preocupa que ni siquiera se inmuta y me preocupa aún más que sus ojos no conectan con los míos.
«¿Va a huir? ¿Me va a rechazar? ¿No me quie...?»
—No... —dice apenas audible con voz temblorosa y puedo sentir como todo se derrumba a mi alrededor.
Las piernas me quieren fallar, pero gracias a mi posición no llego a caer y quedar más en ridículo.
«Está bien Ahmed, es algo que sabias que podía pasar, solo debes levantarte, recoger tu dignidad y...»
—No-no puedo creer que hayas hecho todo esto por mí —dice entre sollozos sacándome de mis pensamientos—. Claro que sí Ahmed, claro que quiero casarme contigo —se abalanza contra mí y me abraza con fuerza dejándome casi sin respirar.
Cuando al fin proceso sus palabras siento como mi corazón vuelve a palpitar frenéticamente que hasta pienso que quiere salirse de mi pecho.
«Me quiere..., me quiere..., no me rechazó, ella me aceptó.»
—Te amo Sultana, te amo, te amo, te amo mi Elizabeth —repito en voz alta mientras me aferro más a ella con mi abrazo.
Puedo escuchar como deja de sollozar y hace su cabeza para atrás, dejándome ver su rostro empapado de lágrimas.
—Yo también te amo Ahmed, no sabes cuánto.
Antes de siquiera poder responder su confesión, ella ya se acerca nuevamente a mí y me besa. Noto por sus movimientos sobre mis labios, que está nerviosa, por lo que me apresuro a tomar el control del beso. Disfruto cada movimiento de sus labios y suplico internamente que el aire no me empiece a faltar para no separarme de ella.
No sé cuánto tiempo pasa hasta que nos empieza a faltar el aire. Nos vamos separando lentamente y al final, dejo un casto beso en la punta de su nariz. Nuestras miradas se quedan conectadas por un buen tiempo hasta que escucho unos murmullos provenientes del patio.
Ambos regresamos a ver y me doy cuenta de que ya han llegado mi abuelo, mi padre y Anastasia. Los 3 han traído globos y no dejan de ver dentro de la casa. Tal vez piensan que seguimos adentro, tal cual tenía planeado al principio, antes de que mis planes se fueran por la borda por mis nervios.
—¿Por qué no nos acer...? —pongo mi dedo encima de sus labios para que no diga nada más y nos escuchen.
—Vinieron a ver la propuesta, pero me adelanté un poco a mis planes—susurro—. Ven, vamos a darles una sorpresa nosotros.
Tomando su mano, salimos del gazebo lentamente para no ser descubiertos. Ellos están tan concentrados en ver qué está pasando dentro de la casa que no se dan cuenta cuando llegamos tras ellos.
—Llegaron muy tarde —digo fuerte y los tres pegan un brinco antes de regresar a vernos— Ya no hay nada que ver aquí.
—Pero llegamos a la hora que dijiste —reprocha mi padre—. Incluso tuvimos tiempo de ir por estos globos.
—Lo siento, pero ya la propuesta fue hecha papá.
La cara de decepción que ponen los tres me divierte un poco por lo que estoy a punto de decirles que ella me aceptó, hasta que mi abuelo habla.
—Ella dijo que no ¿verdad? —todos centran su vista en ella, incluso yo que ya sé su respuesta.
—¿Cómo puedes decir eso papá? —interviene mi padre con un deje de diversión en su voz.
—Mira su mano Faruk, si estuvieran comprometidos, ella tendría un anillo en su mano.
«Otra vez lo olvidaste Ahmed.»
—¡¿Dijiste que no?! —dicen desconcertados mi padre y Anastasia a la vez, a mi Sultana.
—Yo-yo ehhh... —me mira— Ahmed, ayúdame.
—Dijo que si —digo con orgullo—, ¿Cómo pueden pensar que diría lo contrario?
—Pero el anillo ¿Dónde...? —continúa mi abuelo.
Tomo la pequeña caja de mi pantalón y frente a ellos saco el anillo y vuelvo a ponerme de rodillas.
—¿Me prestas tu mano Sultana? —me la da de inmediato mientras sonríe.
Coloco el anillo en su dedo y antes de levantarme dejo un casto beso en el dorso de su mano.
—Ahora si familia, les presento a mi prometida, Elizabeth.
El primero que empieza a llorar es mi padre, seguido de mi madre y por último el abuelo el cual trata de contenerse y mirar a otro lado para no ser visto. Mi padre se acerca a Elizabeth y antes de abrazarla, le pide permiso para hacerlo, lo cual ella acepta.
—Gracias hija, gracias...—empieza mi padre a decirle—. Ahora mi hijo será feliz a tu lado y espero tú también lo seas, porque si no, mataré a ese muchacho. —me señala y ambos ríen.
Mi abuelo viene a abrazarme y en voz baja para que nadie más escuche, me dice:
—Te felicito muchacho, has logrado que ella te acepte aún con todos tus defectos —río—. Solo recuerda que siempre debes hacerla feliz y jamás hacerla llorar de tristeza, porque ahora tiene quien la defienda, ahora ella pertenece a esta familia y créeme que será venerada y protegida como todas las mujeres que han estado en nuestra familia.
—Lo sé abuelo, lo sé —nos separamos—. Y te lo agradezco, porque ahora ella sabrá lo que es tener una familia que la ame tanto como ella se lo merece. —asiente.
—Por cierto ¿Le gustó el regalo? ¿Qué dijo?
«No puede ser, eso también lo olvidé.»
—Escuchen —digo fuerte para que todos me presten atención—. Yo tengo un regalo especial para mi hermosa prometida.
Me acerco y tomo su mano.
—Quiero que nuestra nueva vida de pareja empiece en un lugar especial para nosotros y sobre todo nuestro —digo mirándola a los ojos—. Por eso, mi regalo de bodas para ti Sultana, es esto —señalo con mi mano toda la casa—. Nuestro nuevo hogar, donde como tu dijiste, podrán crecer nuestros futuros hijos felices y libres como tú siempre has querido.
—¿Lo dices en serio? —dice incrédula— ¿Esta casa es..., es nuestra?
—Si Sultana, es nuestro nuevo hogar.
—Gracias, gracias, gracias ... —me abraza—. Te amo, Ahmed.
Cuando estoy a punto de responder, siento como tras nosotros, mi padre, abuelo y Anastasia nos abrazan, haciendo así, un abrazo masivo que me deja casi sin respirar. Quisiera decirles que se aparten, pero siento que no es el momento y por esta vez debo soportar la situación.
—Cuando hablaron de "futuros hijos", más o menos ¿Cuánto tiempo es ese futuro? —dice mi abuelo muy emocionado.
—El tiempo que sea necesario abuelo.
Nos separamos al fin y mientras Anastasia empieza a felicitar a mi Sultana, me llevo a mi padre y abuelo a un lado más alejado para que mi prometida no nos escuche.
—¿En la casa ya está todo listo? ¿Ya llegó la otra sorpresa?
—Ya llegó y trajo consigo otra sorpresa que de seguro pondrá muy feliz a tu prometida.
—¿Qué fue lo que trajo? —digo extrañado.
—Ya lo verás hijo.
—¿Ya nos vamos? —dice mi Sultana muy feliz.
No deja de repasar su mirada por toda la casa y eso me da a entender que le encanta.
—Claro, vamos, que tengo otra sorpresa para ti cariño. —la tomo de la mano y empezamos a salir del patio trasero.
En el camino trata de preguntarme y persuadirme para que le diga cual es la otra sorpresa, pero no caigo en sus chantajes.
«Lo único que sé es que te va a gustar la sorpresa Cariño.»
Si te gustó el capítulo:
Vota ⭐
Comenta 💬
Comparte 💚
GRACIAS POR LEERME, TEN UNA LINDA MAÑANA, TARDE, NOCHE O MADRUGADA, DEPENDIENDO DE CUANDO ME LEAS.
NOTA: Gazebo es una estructura (una pequeña caseta), como la que se ve en la foto del inicio.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro