21
ELIZABETH AYDIN
—..., y si, es una gran persona pero es muy consentidor y yo lo siento mucho mis niños, pero no dejaré que él los malcríe como a mi, ustedes serán como su madre, tan hermosos como bondadosos y educados.
La escena que veía ante mí, me conmovía demasiado. Ahmed sería el mejor padre para mis bebés, de eso estaba segura.
Lo había escuchado hablar desde cuando les pidió a mis bebés que me levantaran —y vaya que lo hicieron—, sin embargo, no quise abrir los ojos para seguir escuchándolo pues temía que aun estuviera enfadado conmigo y se callara al verme despierta.
No entendía porque estaba en una sala de hospital, pero de seguro tenía algo que ver con mis bebés y mi mala forma de cuidarlos. Me había preguntado tantas veces si otra hubiera sido su madre ¿estarían mejor que conmigo?.
Cuando me doy cuenta que he movido mi mano, me arrepiento, pues Ahmed se calla y me mira por unos segundos que parecen eternos.
«¿Sigue enojado?»
—¿Despertaste? —parecía que no podía creérselo— ¡Despertaste! —sus brazos me envolvieron con fuerza, como si no quisiera soltarme nunca.
—¿Qué pasó? ¿Por qué estoy aquí? ¿Los bebés están bien? —atiné a decir.
Ahmed se separó y me miró preocupado.
—Espera, debo llamar a que te revisen.
Y así lo hizo, en un momento entraron todo tipo de doctores y lo sé porque cada uno se iba presentando mientras me decían que iban a revisarme. Tardaron mucho pero sabía que era por mi bien y el de mis bebés. Ahmed no dejó de preguntar sobre cada cosa que revisaban y solo cuando todos salieron del cuarto lo vi respirar con normalidad.
—¿Ahora si me puedes decir qué pasó? —volvió a sentarse a mi lado y tomó mi mano.
—Te envenenaron —creí haber escuchado mal.
—¿Qué? ¿Quién?
—Mariam, creemos que lo hizo con tu desayuno.
—Mariam, Mariam, siempre ella —retiré mis manos de las suyas con fuerza. No quería saber más de esa mujer después de mi intento de secuestro y ahora incluso me quizo matar—. Y ahora de seguro sigue por ahí haciendo...
—La arrestaron y la van a procesar por lo que hizo. Mañana iré a dar mi declaración para que no la dejen libre y pague por lo que te hizo, así que no debes preocuparte por nada más que recuperarte ¿si? —tomó mis manos nuevamente y las besó.
Nunca pensé odiar tanto a una persona, pero el solo hecho de haber atentado contra mis bebés, ya me hacía aborrecerla.
Aun así, no dejé pasar desapercibida la expresión de Ahmed cuando hablaba de ella. Se notaba que estaba enfadado y muy decepcionado.
—Gracias a Dios mis bebés están bien —lo había escuchado de uno de los médicos—. Si les pasaba algo, yo...
—No les pasó nada y eso es lo importante —dijo tajante, pero noté su arrepentimiento—. Perdón, es solo que no me gusta recordar que estuviste a punto de ..., de irte de mi lado.
—Perdón. No me había dado cuenta hasta ahora que capaz y no haz descansado por estar al pendiente.
—Nada de pedir perdón, eres mi esposa y no podría haber descansado hasta ver tus ojos llenos de vida como ahora —de un momento a otro se levantó de su asiento—. Por cierto, entre tantas malas noticias tengo una buena.
—¿Qué es?
—El sexo del otro bebé, ya sé lo que es —su semblante antes apagado y cansado, había sido reemplazado por uno lleno de felicidad—. Tienes que adivi...
—Estoy muy cansada, no quiero adivinar, dímelo ya. —exigí.
—Está bien, igual no habían muchas opciones, es..., es..., es...
—¡¿Es qué?!
—¡UNA HERMOSA PRINCESA!
De pronto, las imágenes de mi infancia llenaron mi mente. Desde siempre había visto cómo cada mujer que conocía, desde mis vecinas hasta mi hermana mayor, habían sido maltratadas por los hombres de su alrededor. Nunca faltaba el chisme de que el marido las pegaba, de que las engañaban y lo peor, de que a muchas mujeres que las casaban de la noche a la mañana era porque las habían violado.
Recuerdo que tantas veces lloraba por las noches, implorandole a Dios que me convirtiera en un niño pues creía que así se acabarían los golpes que recibía y mi destino podría cambiar. La última vez que rogué por eso, fue el día de mi compromiso con ese maldito porque quería desaparecer y la única forma de poder hacerlo era dejando de ser la mujer con la que él quería casarse.
Mirando desde cualquier perspectiva, ser mujer era una medición y yo no quería tener una hija, simplemente no quería.
—¿Qué pasa? ¿No te gustó la noticia? —ví la desilusión en sus ojos, pero no podía mentirle.
—Sabes que hubiera preferido un niño.
—Pero los tendremos, un niño y una niña. ¿Qué pasa cariño? —intentó abrazarme.
—Quiero descansar —le dí la espalda, tratando de acomodarme para dormir—. Tú también deberías hacerlo, descansa.
Noté como se quedó parado a mi lado durante mucho tiempo. Tal vez era una tonta por tratarlo de esta forma pero no podía seguir viéndole la cara llena de ilusión por la bebé que yo no quería.
.
.
.
Al despertar lo primero que vi fue a mi hermano. No había nadie más en la sala y antes de preguntar por Ahmed, mi hermano se me adelantó.
—Está resolviendo unos asuntos afuera —dejó un beso en mi frente—. Cuéntame ¿cómo estás?
—Bien, ya estoy mejor.
Si hay alguien en esta tierra a la cual conozca como la palma de mi mano, es a mi hermano. Lo conocía perfectamente que ahora sé que quiere decirme algo que sabe que me molestará.
—Ya suéltalo. Estoy un poco débil asi que no me molestaré tanto.
—Está bien. Ahmed me contó lo de la bebé ¿por qué no la quieres?
Sus palabras me hicieron sentir como la peor madre, pero era la verdad.
—Porque no quiero sufrir. —mis lágrimas empezaron a acumularse en mis ojos.
—No entiendo ¿Por qué sufrirías?
—Porque toda la vida estaré preocupada de que algo malo pueda pasarle, tú sabes que en este mundo las mujeres solo vienen a sufrir. Y yo no podría ver a mi hija sufrir como yo lo hice, simplemente no podría vivir con eso toda la vida.
—Entiendo —me alegraba que él me entendiera—. Eso es lo que piensas por todo lo que has vivido de Vakirust ¿verdad?
—Exacto y no solo yo, todas las mujeres de ese pueblo vivían siempre con temor de los hombres que estaban dentro o fuera de sus casas. Incluso yo fui víctima de ese maldito que intentó ...
—Lo sé Eli, lo sé, pero ¿podrías por favor ponerte a pensar un poco más? ¿O es que acaso no te das cuenta?
—¿De qué?
—De que todas las mier... —se contuvo. Sabe que odio las malas palabras—, de que todas las barbaridades por las que has pasado, ha sido culpa de las estúpidas tradiciones que teníamos que seguir en ese maldito pueblo y nosotros ya no estamos ahí, estamos en Turquía.
—Si pero...
—Déjame terminar, por favor —jamás lo había visto tan molesto como ahora—. Se que ni aquí ni en ningún otro lugar en el mundo ella estará a salvo completamente, pero creo que tu aun no conoces el poder que tiene la familia de Ahmed.
—¿Eso que tiene que ver?
—Tus miedos son porque no quieres que ella nazca para ser la esclava de un hombre ¿verdad? —solo asentí— ¿Tú crees que Ahmed, su padre, nuestro padre, su abuelo o yo, dejaríamos que cualquier idiota se la llevara de tu lado para tratarla como solían hacerlo contigo?
—¿No?
—Exacto, jamás dejaríamos que cualquier aparecido de por ahí se la lleve de nuestro lado para tratarla como algo menos que una reina.
Las palabras del abuelo resonaron en mi cabeza.
Desde que supimos del embarazo, solía decir que si tenía una niña, pondría el mundo a sus pies para que ningún hombre pudiera asombrarla con cualquier detalle. Recuerdo que solía hacerme reír cuando decía que sería capaz de construirle un castillo como los antiguos sultanes mandaban a hacerlo para las mujeres que más amaban.
—Pero alguien podría robar su corazón sin necesidad de regalos abuelo. —recuerdo haberle dicho.
—Si eso pasa, me aseguraré de que el hombre afortunado no sea un idiota y la ame por lo menos un mil por ciento más que yo. Porque si juega con su corazón, créeme que me conocerá y se arrepentirá toda la vida—comenzó a reír.
Mi corazón se calmó un poco al entender que es lo que mi hermano trataba de hacerme entender.
—Además, si es por la seguridad —continuó—, deberías estar tranquila. Ahora mismo, el padre de Ahmed ha contratado a más personas de seguridad y no te imaginas como está la casa.
—¿la casa?
—Si, desde que ustedes se fueron, el padre de Ahmed no ha parado de hacer remodelaciones en cada rincón que él considera peligroso para los bebés. Créeme que no hay espacio en la casa que no tenga un borde redondo y acolchado.
Eso me podía feliz porque me daba a entender que mis hijos eran tan bendecidos por tener a tanta gente esperando su llegada que haría cualquier cosa, desde construir un castillo, hasta asegurarse de que cada rincón de la casa sea seguro, solo para ellos.
Mis miedos poco a poco fueron desapareciendo de mi mente y daban paso al deseo de tenerlos ya en mis brazos. A los dos.
—Entonces ¿crees que ambos estarán bien? ¿Vivirán bien?
—No lo creo, estoy seguro que vivirán bien. Y si no es suficiente con la familia de Ahmed, nos tienen a nosotros que los amaremos y enseñaremos las cosas buenas de la vida —Acomodó mi cabello como cuando era niña—. Sé que es difícil de olvidar todo lo que viviste por años, pero ten por seguro que ninguno de tus hijos tendrá que pasar por lo mismo.
—Gracias hermanito —lo abracé y solté las lágrimas que tenia retenidas.
De pronto, el sonido de la puerta siendo abierta, nos hizo separar.
Era Ahmed, su semblante serio me preocupó al instante. Sin embargo, lo que llamó más mi atención fue la sombra de alguien tras él, que se me hacía muy conocida. No tuve que esperar mucho para descifrar quien era, pues Ahmed le dio paso para entrar y lo único que dijo apenas me vio fue...
—¿Abejita?
NOTA: ¿Recuerdan quien solía llamarla así?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro