AHMED ÜLKER
—¿Qué pasó? ¿Qué dijo la doctora? —mi abuelo es el primero en acercarse y tras él todos me miran preocupados.
No quiero que lo sepan aún del embarazo pues por pedido de mi Sultana, quiere decirles ella mismo después de ir al doctor y conseguir una prueba más sólida de lo que ya sabemos y para eso vamos a planear algo que los sorprenda en realidad.
Solo bajé para buscar algo de comida para ella y esperaba no encontrarlos para evitarme darles explicaciones.
—Dijo que debemos ir mañana en la mañana al doctor —antes de que salgan con más preguntas, aclaro—. Cree que no es nada grave, pero necesita un chequeo de rutina, tal vez solo es el estrés por la boda. —miento.
—Yo les dije que no debían apurarse con la boda y mira lo que ha provocado el estrés —reprocha el abuelo—. Yo iré mañana con ustedes al hospital, la llevaremos al hospital Medistanbul, yo conozco muy bien al director y tendrá la mejor atención.
—No hace falta abuelo —digo al instante pues no quiero que vaya—. Ella no quiere preocuparlos y me pidió que solo yo la acompañe.
Lo veo resoplar y tras unos segundos, asiente.
—Está bien, pero deben ir al Medistanbul, hablaré con el director de todos modos para que los esperen con los mejores especialistas y no acepto un no como respuesta.
—Está bien. Por lo pronto pueden estar tranquilos, yo solo le llevaré algo de comer, así que pueden ir a dormir.
—¿No le hará mal a esta hora? —Ahora es Anastasia la que interviene— Si quieres puedo hacerle algo ligero, ahora mismo no hay nada cocinado.
—No te preocupes, puedo hacerlo yo mismo. —quiero cocinarle a mi Sultana, no quiero que nadie más la vea.
—¿Puedo ver a mi hija? —quisiera decirle que no, pero es el padre de mi Sultana y no puedo dejarlo preocupado pues ahora lo entiendo.
—Claro, puede ir —veo las intenciones de George de hablar, por lo que me adelanto—. Solo le pido que sea rápido porque debe descansar.
Me dirijo a la cocina apenas veo como todos suben a sus habitaciones.
«Mañana seguramente será un día ..., espera, espera Ahmed.»
Reviso la fecha en mi celular y no puedo creer lo que veo. Mañana, es mi cumpleaños y el de mi abuelo también.
«Bueno, creo que yo recibí mi regalo por adelantado y mi abuelo seguramente me querrá matar por no haberselo dicho hoy mismo, pero será el mejor regalo que le puedo dar por su cumpleaños.»
Preparo rápidamente una sopa ligera y un poco de guarniciones. Subo con la bandeja lista para que mi Sultana deguste lo que preparé, pero al llegar, noto que está completamente dormida. Dejo la bandeja en una mesa y me acerco a la cama donde puedo notar como un pote de helado de mora está completamente vacío junto a ella.
«Creo que tendré que aprender a cocinar más rápido..»
Me levanto por el ruido que no me deja dormir y de inmediato noto que mi Sultana no está a mi lado. Corro al baño que es de donde proviene el ruido y puedo notar como otra vez está la puerta con seguro.
—Sultana ¿Estás bien? Abre la puerta, por favor. —golpeo incesante y puedo distinguir que sigue vomitando.
Ya en este punto me preocupa su estado y estoy a nada de llevarla ahora mismo al hospital. Reviso el reloj de la habitación y me doy cuenta de que no falta mucho para que suene.
«Ya no falta nada para ir al doctor.»
Cuando la puerta es abierta, mi preocupación aumenta por cómo se ve el amor de mi vida.
—Perdón, no quería despertarte —es lo primero que dice y las ganas de reprenderla la suprimo pues me preocupa más su estado que otra cosa.
—¿Estás bien? ¿Te duele algo?
—Un poco la garganta, pero creo que es por la fuerza que hago al vomitar.
No me gusta verla así, está muy pálida y me da mucho miedo que algo en el embarazo esté yendo mal, pues no sabemos desde cuando está en este estado por lo que tampoco sabemos si hicimos algo que pudo poner en riesgo al bebé.
—Debes bañarte, tenemos que ir ahora mismo al doctor.
Sin refutar regresa sobre sus talones y se dirige a la bañera. Dándole un poco de privacidad, pero procurando su seguridad, no cierro la puerta por completo, pero si salgo del lugar para alistar su ropa. Opto por un vestido y unos zapatos bajos para que se sienta más cómoda. Lo dejo todo listo y a la mano para hacérselo más fácil todo.
Cuando entra al vestidor, puedo ver que su rostro ya tiene color, lo cual me quita un gran peso de encima pues no dejaba de pensar en lo que haría si seguía en el estado en el que la encontré.
—Ya alisté todo —señalo donde dejé su ropa—. Yo voy a bañarme rápido, pero si pasa algo, lo que sea, solo debes decir mi nombre y estaré aquí.
—No te preocupes Ahmed, ya me siento mejor así que puedes tomarte tu tiempo.
A pesar de sus palabras, tomo un baño en tiempo récord y salgo casi corriendo al vestidor pues desde que entré a bañarme no escuché ruido alguno y sinceramente, en este punto todo me preocupa. Al entrar, lo primero que veo es a mi Sultana con la mirada perdida a los zapatos que aún no se pone.
—¿Necesitas ayuda? —me mira.
—No..., bueno, si —hace una mueca—. Sé que te sonará estúpido, pero, no me gustan esos zapatos.
Creí que combinaban con el vestido a la perfección, pero al ver su rostro a punto de llorar me hace dirigir de inmediato al lugar donde están todos sus zapatos sin estrenar.
—¿Cuál quieres? Tu solo dime y te los paso. —señala unos negros que cojo al instante para acercarme y ponerme de rodillas para colocárselos— ¿Ahí están bien? ¿Te gusta?
—Si —me sorprende como sus ojos que antes estaban llenos de lágrimas contenidas, ahora no tenga nada de ellas y se vea muy feliz solo por esos zapatos que ahora no deja de ver.
«Nota mental: esperar a que ella escoja sus zapatos.»
Después de literalmente escapar del abuelo, el padre de mi Sultana, Anastasia y su insistencia por acompañarnos, llegamos al hospital y como era de esperarse, una fila de doctores de distintas especialidades ya nos estaban esperando.
—Buenas tardes, es un placer tener a la familia Ülker aquí. —dice uno de los doctores— Soy el Doctor Celiker, director del hospital.
Nos da la mano a ambos.
—Buenas tardes, gracias por recibirnos. —respondo para que suelte la mano de mi Sultana.
—Bueno, el abuelo Ülker me pidió que...
—Si, respecto a eso —lo interrumpo pues no quiero perder más tiempo—. Necesitamos de hecho una sola especialidad el día de hoy.
—Claro, el abuelo me comentó algo del estado de su prometida, así que lo más recomendable es que primero vaya al departamento de...
—Necesitamos una ginecóloga u obstetra —no se ni siquiera de especialidades médicas, pero me estresa perder el tiempo aquí—, la verdad es que ni siquiera se cuál de las dos sea mejor para..., para...
Había olvidado lo que me dijo la doctora ayer, mi mente ahora está en blanco de los nervios que tengo.
—Me hice una prueba de embarazo y salió positiva —dice mi Sultana con voz firme mientras toma mi mano con más fuerza, lo noto, está nerviosa igual o más que yo—, la doctora que me ayudó ayer dijo que necesitaba un chequeo completo.
—¡Oh! —es lo único que dice el doctor.
Regresa a ver a una de las doctoras que están en la fila tras él y la llama con la mano.
—Les presento a la mejor gineco-obstetra del país, la doctora Beyatli. Ella los ayudará con todo lo que necesiten y si necesitan de alguna otra especialidad, no duden en decírmelo —me extiende una tarjeta de negocios que la tomo y guardo sin prestarme mucha atención.
Una idea llega a mi mente ese momento y por si acaso tengo que pedírselo al doctor.
—Por favor, le pido que no le diga nada a mi abuelo —por su expresión puedo deducir que pensaba decírselo todo—. Yo mismo le contaré todo a mi abuelo, él no sabe nada de esto y no quisiera que se entere por otra persona. —asiente.
Al despedirnos de los otros especialistas, seguimos a la doctora por los pasillos del hospital. Por alguna razón siento que el tiempo pasa muy despacio a cada paso que doy. Mi cuerpo incluso se siente más pesado y me aterra pensar que podría desmayarme en este momento tan importante.
Trato de calmarme regresando mi vista a la mujer de mi vida la cual me sorprende por la sonrisa que tiene plasmada en su rostro. Quisiera que jamás desaparezca esa expresión de su rostro, pero sé que eso no es posible incluso si yo tratara de alejar todo lo malo de ella.
«Por favor, Alá, queremos recibir buenas noticias, solo buenas noticias.» rezo en mis adentros.
—Tomen asiento —lo hacemos—. Y bien ¿Cuál es el motivo de su consulta?
—Mi prometida, se hizo una prueba de embarazo ayer y salió positiva, bueno, de hecho, se hizo tres pruebas y todas dieron ese resultado.
—Oh, ya entiendo, entonces ¿vinieron para confirmarlo?
—Si. —respondemos al mismo tiempo.
—En ese caso, lo más optimo sería realizarle un ultrasonido transvaginal ¿Están de acuerdo?
No me gusta como suena eso, pero antes de que pregunte por otras opciones, mi Sultana responde.
—S-si, claro, lo-lo que sea. —puedo notar como su confianza anterior se ha desvanecido.
Tomo otra vez su mano y dejo un beso en el dorso para demostrarle que estoy con ella y no la dejaré sola.
La doctora nos entrega una bata típica de hospital y le pide a mi Sultana que se la ponga mientras ella espera afuera. Yo aguardo tras la puerta del vestidor esperando que salga cambiada y cuando sale al fin, su rostro se ve pálido como en la mañana.
—¿Tienes ganas de vomitar otra vez?
—No, solo estoy algo asustada, nada más —la abrazo y dejo un beso en su frente—. Por favor, no me dejes sola Ahmed.
—Jamás cariño, yo estaré aquí.
La doctora entra y le pide que se recueste en una camilla. Yo la ayudo y sin dejar de sostener su mano me quedo parado a su lado. No lo niego, mi corazón también está latiendo como loco y hasta siento que en algún momento se me saldrá por la boca.
«Cálmate idiota, debes ser su soporte.»
—Bueno, le explicaré lo que haremos señorita Aydin —ambos asentimos y quedamos atentos a su explicación— Yo, introduciré este dispositivo por su canal vaginal, será algo incómodo al principio, es normal, pero si en algún momento desea que pare, solo tiene que decirlo ¿Ok?
—Si, entiendo.
La doctora empieza a prender y tocar diferentes botones que no se para que sirven en esa máquina y cuando comienza a introducir ese aparato en mi Sultana, siento como mi mano es apretada con más fuerza.
—Tranquila cariño, todo está bien. —trato de tranquilizarla.
Por un momento el consultorio se queda en silencio absoluto y me niego a romperlo pues no quiero que la concentración de la doctora se vea interrumpida. Quiero que todo salga bien, necesito saber que todo marcha bien para poder estar tranquilo y que mi estúpido corazón se calme.
—Aquí está — dice al fin la doctora mientras señala la pantalla donde sinceramente no distingo nada— ¡Oh!
«¿Oh? ¡¿dijo "oh"?!»
—¿Pasa algo? ¿está todo bien? —ahora soy yo el que aprieta la mano de mi Sultana con fuerza.
—Si, todo está muy bien, pero...
—¡¿Pero?! —me desespera esa mujer que no hace más que apretar botoncitos en ese maldito aparato mientras me ignora.
—Déjala hablar Ahmed. —espeta furiosa mi Sultana por lo que trato de tranquilizarme.
Con una sonrisa en el rostro, la doctora regresa a vernos y nuevamente señala la pantalla.
—Los felicito, están esperando unos gemelos muy sanos. —Como por arte de magia, mi cerebro pareciera entender la imagen de la pantalla donde noto dos círculos perfectos—. Según sus características, sus bebés tienen 6 semanas y...—dejo de escuchar la explicación.
«Dos, son dos... ¡¿Son dos?!»
Mi vista comienza a nublarse y puedo escuchar las voces a mi alrededor que parece que cada vez se hacen más lejanas.
«Esto no me puede estar pasando...no, no...»
—Está despertando, no se preocupe, solo se desmayó.
Es lo primero que escucho mientras abro los ojos. Noto de inmediato que estoy recostado en una camilla en el mismo consultorio donde estábamos. Mis ojos buscan a mi Sultana y la veo de pie a unos metros frente a mí.
—No me diga que...
—Si, se desmayó señor Ülker —dice la doctora a mi lado—. Pero no se preocupe, eso siempre pasa con los padres primerizos de gemelos, por eso estamos preparados con una camilla. —se ríe.
Ignoro su burla y me levanto para acercarme a mi hermosa Sultana.
—Dos... ¿No lo soñé verdad? —afirma lentamente con la cabeza— Perdón, no quería desmayarme, solo que me ganó la emoción y no sé, todo se volvió negro de un rato al otro. —suelto mi disculpa lo más rápido que puedo.
—No tienes que disculparte —ahora es ella la que alza sus manos para lograr acunar mi rostro entre sus manos—. Yo también estuve a punto de desmayarme, pero cuando escuché sus latidos mientras tú te desmayabas, no pude...
—¡¿Latidos?! —miro a la doctora, la cual asiente— ¿Ya se pueden escuchar sus latidos?
—Si, de hecho, los pude grabar ¿Desea escu...?
—¡Si, si! Claro que quiero. —me zafo de las manos de mi Sultana y corro a lado de la doctora que ya está nuevamente tocando los botones de esa máquina.
No puedo evitar que las lágrimas se acumulen en mis ojos aun cuando ni siquiera los escucho. Saco mi celular y alisto la grabadora pues esto será el mejor regalo del mundo para mí y para mi abuelo que seguramente me matará cuando se entere que yo ya sabía que estábamos embarazados.
*Lub dub, lub dub, lub dub, lub dub" suena rápido y fuerte.
—Ese fue el corazón del primer bebé. Ahora, va el segundo.
*Lub dub, lub dub, lub dub, lub dub"
Cuando se detiene la grabación, respiro profundo pues no me había dado cuenta de que todo este tiempo había estado conteniendo la respiración. Las manos de mi hermosa Sultana que tampoco me había dado cuenta de que llegó a mi lado, comienzan a limpiar de mi rostro las lágrimas que ahora cubrían toda mi cara.
—Es..., es hermoso.
Sin importarme si la doctora nos veía o no, tomo a la madre de mis hijos por la cintura y la acero a mi para darle un beso que demuestra cuanto la amo y cuan agradecido estoy por este regalo maravilloso e inesperado que me a dado justo hoy, el día de mi cumpleaños.
—Te amo, te amo, te amo mi hermosa Sultana —es lo primero que digo al separarnos.
Ella también está con lágrimas en su rostro, pero al darme una sonrisa, comprendo que son de felicidad.
—Yo también te amo, bueno, los amo —aclara poniendo una mano sobre su vientre.
El carraspeo de alguien a nuestro lado nos hace salir de nuestra burbuja.
—Yo, quisiera pasar a darle las recomendaciones y el tratamiento que debe llevar de ahora en adelante.
—Claro que sí doctora y puedo hacerle preguntas ¿verdad?
—Por supuesto, tomen asiento para empezar.
Ahora más que nunca tengo miles de preguntas rondando en mi cabeza las cuales no dejaré sin respuesta. Al comenzar la doctora a explicarnos todo, la interrumpo varias veces para despejar cualquier duda, mi Sultana también lo hace varias veces, pero siento que yo soy el que más dudas tiene pues no dejo de pensar en las cosas que puedan hacerles daño a mis bebes por lo que más vale prevenir y preguntar, antes que lamentar.
Prácticamente nos tomamos una hora solo en la explicación que nos dio la doctora, al final, hasta yo me sentía cansado, no se diga la doctora que me tuvo que soportar.
—Eso es todo, tengan —nos entregan las imágenes donde se pueden ver las dos bolsitas donde se supone están los bebés—. Por favor, no olvide las recomendaciones y sobre todo de empezar a tomar sus suplementos.
—Claro que sí, de eso me encargo yo. —digo decidido.
Al salir del hospital una ráfaga de reporteros y camarógrafos comienzan a acorralarnos y lo único que mi mente piensa es en mandarlos a la mierda a todos, pero sé que eso no funciona con ellos.
Gracias a Alá, nuestro personal de seguridad llega a nosotros y arma un cordón de seguridad a nuestro alrededor. Abrazo a mi Sultana como puedo y por instinto coloco una de mis manos en su vientre, pues lo menos que quiero es que esos malditos le hagan daño a ella y a mis bebés.
Empezamos a caminar despacio mientras los reporteros siguen gritando las preguntas que esperan que respondamos. No es hasta que logró distinguir una de las preguntas que se repiten demasiado que me detengo.
—Nos podría decir ¿Por qué cambió a su exnovia Mariam por una Vakir? —lo miro a los ojos esperando que termine de formular lo que en realidad quiere saber— Ella dice que aún lo ama pero que usted está comprometido con esta mujer por conveniencia ¿Es verdad eso? Si es así ¿Qué beneficio obtendrá la familia Ülker de este matrimonio?
Los otros periodistas se callan y tratan de acercar lo que más pueden sus micrófonos hasta nosotros.
«No seas tan duro Ahmed, recuerda que ella está aquí, no puede asustarse.»
—Primero, "esta mujer" tienen nombre, se llama Elizabeth Aydin y lo saben, pero parece que su falta de profesionalismo o cerebro los hace olvidar estos pequeños detalles.
—Eso no responde mi pregunta señor —me interrumpe el imbécil mientras mira con desprecio a la madre de mis hijos— entonces ¿es verdad lo que dije? ¿No lo puede desmentir?
—Segundo, Mariam jamás fue mi novia, ni nada que se le parezca, solo fuimos amigos de la infancia —los veo con la intención de hablar por lo que continuo sin dejar espacio para que lo hagan—. De hecho, quiero que sepan que ella, su familia y la mía, ya no tienen ningún tipo de relación, pues hemos decidido romper cualquier vínculo por razones que ustedes no necesitan saber.
Un apretón en mi mano me hace desviar mi atención, haciéndome centrar en ella. Acerco mi oído para que me diga lo que le pasa pues de seguro si estos periodistas llegaran a escuchar algo, lo harán noticia internacional ese mismo momento.
—Quiero irme, no me gustan esos aparatos, me dan miedo. —señala las cámaras.
No pienso dejar que estos infelices arruinen este día especial.
—Por último, el beneficio del que habla este pseudoperiodista —señalo al que hizo la pregunta—, es enorme e incalculable para muchos expertos —por sus expresiones puedo deducir que piensan que hablo de dinero.
—¿Y qué es? ¿Tierras en Vakirust? ¿Una expansión comercial hasta ese país? —preguntan a la vez.
Dejo un beso en la frente de la madre de mis hijos antes de responder.
—El que se convierta en parte de mi familia, que me haga el honor de ser mi esposa, ese es el beneficio que mi familia obtendría. Si no me creen, pueden preguntarle a mi abuelo, ustedes ya saben cómo es él.
Mi abuelo es un terriblemente orgulloso y protector de la familia Ülker y el imperio que él mismo ha forjado junto a mi bisabuelo. Él jamás se ha detenido incluso al criticar las acciones de mi padre cuando tomó la empresa de la familia. Ellos saben que, si hay algo que no le agrada a mi abuelo, por más pequeño que sea, no dudará en decirlo.
Ya de camino a casa con todos los medicamentos y un libro que compré sobre maternidad en la farmacia, nos detenemos un momento en una tienda a pedido de mi Sultana.
—No quiero sonar caprichosa, pero... ¿Podrías comprarme unas galletas dulces? Quiero combinarlas con el helado que sobró ayer y...
—No, lo siento, pero no te puedo comprar eso —su ceño se frunce pero eso no me convencerá—. Escuchaste a la doctora, debemos evitar ese tipo de comidas, son dañinas para los bebés.
—Pero tú mismo lo dices, ella solo dijo "evitar", no dijo que no podía probarlo nunca más.
Jamás había visto esta faceta de caprichosa en ella y la verdad es que no me molesta pues sé que yo no cederé fácilmente a sus pedidos si estos son dañinos para ella o mis bebés.
—No señorita, no me convencerás —trato de apretar su nariz, pero se retira para atrás molesta—. Pero si quieres puedo comprarte otra cosa, no sé, tal vez uvas, moras, sandías o...
No logro terminar de darle opciones cuando se da media vuelta y sale de la tienda. Se que está enojada pero no quiero hacer las cosas mal desde el comienzo, quiero evitar cualquier precursor de riegos para los bebés y eso incluye un ajuste a su alimentación.
Eso me recuerda que tengo que conseguir una chef con experiencia en dietas específicas para mujeres embarazadas.
Al subir al auto me doy cuenta de que está muy pegada al otro extremo mirando a la ventana.
—¿Estás enojada?
—No. —ni siquiera me mira al responder.
«Si, está muy enojada, conozco esa mentira.»
—Entonces, si no estas enojada ¿puedes darme un beso? —tiento a mi suerte.
—No.
—Está bien, no te molesto más. —Sé que su actitud es por los cambios de humor del embarazo, así que prefiero evitar molestarla y que se le pase un poco el enfado antes de hablar.
Mientras el auto sigue en marcha, no puedo evitar regresar a verla a cada minuto. Quiero abrazarla, quiero poner mis manos sobre su vientre que, aunque sé que no sentiré nada, significa mucho para mí poder estar cerca de mis bebés, aunque sea con mis manos.
«Ya no puedo más, esta vez, solo por esta vez me rendiré»
Saco la galleta que compré por si acaso y la pongo entre su rostro y la ventana para captar su atención.
—¡Me la compraste! —trata de quitármela, pero la aparto a tiempo.
—¿La quieres? —asiente con su cabeza frenéticamente— Entonces siéntate aquí —señalo mis piernas—, quiero abrazarte Sultana, puedo hacerlo mientras comes tu galleta.
No hace falta que intente persuadirla más cuando ya la tengo sobre mi mientras reparte un par de besos en todo mi rostro.
—Te amo, te amo, eres el mejor.
Rápidamente me quita la galleta de las manos y comienza a comerlas. Por su cara pareciera que la he tenido en hambruna por años pues disfruta cada mordisco que da a esas estúpidas galletas que me roban su atención.
Obviando esta pequeña derrota, me centro en abrazarla y colocar mis manos en su vientre. A la mente me llegan como visiones de mi con 2 pequeños bebés en brazos. Quiero conocerlos pronto, quiero tenerlos ya en mis brazos y nunca soltarlos.
Las famosas mariposas que se supone que se sienten en el estómago cuando uno está enamorado, ya no las siento ahí, ahora siento que dos pequeñas mariposas revolotean alrededor de mi corazón provocando que los añore más.
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GRACIAS POR LEERME, TEN UNA LINDA MAÑANA, TARDE, NOCHE O MADRUGADA, DEPENDIENDO DE CUANDO ME LEAS
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