11
AHMED ÜLKER
—Señor..., señor —me levanto de inmediato y veo a Asil que está con un semblante preocupado.
Mi mirada se dirige a mi costado por instinto y me doy cuenta de que todo este tiempo he estado abrazando a una almohada.
—¿Dónde está mi esposa? —me levanto de la cama.
—De eso quiero hablarle.
—¡Habla ya!
—La señorita Mariam me encontró en el pasillo hace unos minutos y... —estoy a punto de golpearlo por demorarse tanto en decirme donde está mi Sultana—, ella me dijo que se llevará a la señorita Elizabeth a una sorpresa que usted tenía preparada, pero se me hizo muy raro su forma de actuar, después de eso vi como el hermano de la señorita se la llevaba y eso me pareció aún más extraño por lo que...
«¿Qué hiciste Mariam?»
—¡¿Dónde está?! ¿Hace cuánto tiempo pasó eso?
—Hace unos minutos señor, se dirigían al estacionamiento.
—Llama a los de la caseta de seguridad —termino de ponerme los primeros zapatos que encuentro—, nadie entra ni sale del conjunto.
Salgo disparado rumbo al estacionamiento y al notar que falta uno de mis autos, me doy cuenta de que tal vez es muy tarde.
«Lo voy a matar, no me importa si es el hermano de mi Sultana.»
—¡Auxilio! —alcanzo a escuchar a lo lejos.
Todo el personal de seguridad se dirige en una dirección y yo hago lo mismo con la esperanza de encontrarla. A lo lejos logro divisar el auto que me hacía falta, está rodeado completamente por los de seguridad.
—¡Saquen a todos de ese auto! —digo mientras me acerco corriendo.
Al primero que sacan es al imbécil de George el cual me mira con odio profundo, pero eso ni siquiera me interesa en este momento. Seguido de él sacan a Mariam la cual se ve un poco asustada y con lágrimas en sus ojos lo cual tampoco me importa.
Llego al auto justo en el momento en el que un idiota de seguridad saca a la fuerza del auto a mi esposa.
—¡¿Qué haces imbécil?! ¡Suéltala! —lo hace de inmediato.
Cuando está a punto de hablar la atraigo hacia al abrazo. No alargo mucho el momento pues la idea de que le hayan hecho daño empieza a retumbar en mi cabeza por lo que la aparto de mí y la empiezo a inspeccionar de pies a cabeza.
—¿Qué te hicieron? ¿Estás bien? ¿Te duele algo? —con el corazón a mil, regreso a ver a Asil— Llama a una doctora, ¡Ahora!
—Estoy bien Ahmed, solo... —sé que quiere llorar, pero no lo hace—, solo estoy un poco asustada, yo... —mira a su hermano que aún está custodiado por mis hombres—, George..., él no quería...
—¡El hermano de tu querida Sultana nos secuestró Ahmed! —grita Mariam desde el otro lado y comienza a llorar.
—Es mentira —refuta mi Sultana de inmediato, está asustada—, no le creas Ahmed, ella le metió ideas en la cabeza a mi hermano sobre ti y...
—Cálmate —la abrazo otra vez—, después hablaremos de eso, ahora quiero que entres y esperes a que te revise la doctora ¿Está bien?
—Está bien, pero..., no le hagas nada a George, él no...
Me molesta un poco su desesperación para que no le haga nada a su hermano, pero la entiendo, aunque me moleste la comprendo, pero eso no cambia las cosas y su hermano va a pagar esto que ha hecho de cualquier manera
—Por favor Sultana —me separo—, haz lo que te pido esta vez. —asiente.
—Asil, llévala adentro y no la pierdas de vista —él asiente y se la lleva.
Cuando al fin la veo entrar a la mansión me siento más tranquilo y ahora si todo el enojo contenido sale a flote haciéndome ir primero contra George.
—Idiota —le doy el primer puñetazo y de no ser por las personas de seguridad que lo tienen por detrás, ahora estaría en el suelo— ¡¿Qué pensabas hacer con MI ESPOSA?!
—Ella no es tu esposa, ella ahora es ...
—¡Cállate! —amenazo—, que tú no sabes todo lo que hemos pasado para estar juntos, por lo que no voy a permitir que tus retorcidos sentimientos hacia tu hermana lo arruinen todo.
Con una risa irónica en su rostro, regresa a ver a Mariam.
—Tenías razón, es muy impulsivo —ella gira su rostro para dejar de verlo—. Pero creo que me mentiste cuando me dijiste que él no amaba a mi hermana.
Ella no responde, se ve avergonzada.
—¿Qué no la amo? —río ante su comentario absurdo— Por favor, si ella se ha convertido en el centro de mi corazón y alma aun cuando pensé que no los tenía. Incluso, estaba dispuesto a morir por ella ¿Acaso no te contaron eso también? ¿O decides crees solo en lo que te conviene para justificar tus sentimientos y actos retorcidos hacia tu hermana?
—¿Sentimientos y actos retorcidos? —parece ofendido— No sé de qué hablas idiota. —trata de zafarse, pero no puede.
—De que es más que obvio que ves a tu hermana con otros ojos —trata de refutar, pero no lo dejo—. O niégame que la ves como algo más que tu hermana, niégamelo.
Se queda sin palabras y ni siquiera me sorprende pues era muy obvio. Sin esperar más su respuesta, ahora me dirijo a Mariam la cual, al verme parado frente a ella, empieza a llorar otra vez.
—Él nos secuestró —mira con odio a George el cual se ríe—, tenía mucho miedo Ahmed.
—No te creo —su llanto cesa al instante—. No puedo creer que hayas intentado secuestrar a mi esposa y en mi propio auto.
—Ella no es tu esposa y no, yo no lo hice, fue...
—De ahora en adelante, no quiero verte más Mariam —su semblante se vuelve sombrío—. La amistad que hemos tenido durante tantos años ha terminado el día de hoy para siempre.
—¡No, no, nooo! —Su desesperación no causa nada en mí, solo me hace quererla más lejos que nunca— Tú no puedes hacer eso, no puedes ponerla a ella sobre mí cuando yo fui primero.
Es la rabia la que habla por ella y a pesar de que me duele un poco perder su amistad, no pienso dar marcha atrás.
—Hoy mismo irás al pent-house y sacaras todas tus pertenencias. Un grupo de mis escoltas irán contigo, no para ayudarte, sino para ver que no te lleves nada de lo que es mío.
—¿Ahora soy una ladrona también? —niego.
—Eres una mujer obsesionada y despechada, lo que es peor y créeme que no estoy dispuesto a ver que más eres capaz de hacer pues no entiendo como has entrado a la casa de mi padre y te has robado mi auto. Así que, prefiero evitarme futuros problemas con mi esposa y cortar todo tipo de relación que tenga contigo.
—Así que me tienes miedo —sonríe satisfecha—. En ese caso deberías tener cuidado, no vaya a ser que tu Sultana tenga algún accidente en un futuro y...
—Ustedes —señalo a los hombres que la están reteniendo— se encargan de llevarla al pent-house y ver que saque solo sus cosas, llaman a un cerrajero apenas se vaya y verifican que cambie las chapas de todas las puertas, por último, le piden al guardia del edificio que, si la ve por ahí, llame a la policía.
A pesar de sus gritos descontrolados y maldiciones contra mí Sultana, salgo de ahí no sin antes pedirle a uno de los guardias que escolten a George a su habitación y que no lo dejen salir.
«De no ser por mi Sultana, su hermano estaría muerto y enterrado ahora mismo.»
Al llegar a la habitación entró con sumo cuidado para no interrumpir el trabajo de la doctora. Es algo bueno que la mejor doctora del país viva en nuestro conjunto, de hecho, esa fue una de las razones por la que quise tener nuestra casa aquí.
Después de unos minutos, se dan cuenta de mi presencia.
—Buenas noches, señor Ülker, ya terminé de revisarla y todo está bien, excepto por...—noto claramente como mi Sultana la toma de la mano para que no hable.
—¿Qué tiene?
—Nada Ahmed, ya escuchaste a la doctora, estoy bien.
Me acerco a la cama, donde están y miro a la doctora.
—Y bien, dígame ¿Qué pasa?
La doctora mira a mi Sultana y pareciera como si le estuviera pidiendo perdón.
—Su esposa tiene moretones en sus muñecas y brazos, creí que usted se los había hecho pero la señorita me dice que no es así.
«¿Por qué no quería que lo sepa? ¿Acaso si lo hice? ¿Cuándo...?»
—Tu no lo hiciste Ahmed —aclara y me saca de mis pensamientos—, de eso estoy segura.
La doctora se despide y se va, dejándonos a los dos sumidos en un silencio casi matador.
Mi cerebro empieza a recordar todas las veces en las que la tomé de la mano o de los brazos, pero en ningún recuerdo tengo claro si fui o no tan bestia como para hacerle daño. Jamás me atrevería a hacerle daño, al menos no al propósito, pero la duda sigue ahí.
«Eres un imbécil Ahmed, debías protegerla y mira cómo está» me reprocha mi conciencia.
—Yo..., Ehm, creo que será mejor que vaya a dormir al cuarto de invitados. —me levanto y ella imita mi acción asustada e incluso me toma de las manos.
—¿Por qué te quieres alejar de mí? ¿Hice algo mal? —«No, creo que yo hice algo mal cariño»— Si es por lo que pasó hoy, yo no quería huir, tienes que escucharme y...
—No, tranquila, no es por eso. —trato de calmarla.
—¿Entonces?
Tomo sus manos y con algo de miedo levanto la manga de su suéter y puedo ver claramente los moretones marcados en su delicada piel.
—¿Yo te hice esto? Dime la verdad—niega con la cabeza— Entonces ¿Por qué no querías que la doctora me lo diga?
—No —contesta al instante—. Tu jamás me harías daño Ahmed. —su respuesta no me convence.
—Si, pero tal vez yo no supe medir mi fuerza y te hice esto..., no lo sé.
—Fue George —suelta haciéndome callar al instante. Esa pequeña frase hizo que algo dentro de mí se encendiera.
«Ahora si lo voy a matar.»
Como si hubiera leído mi mente se apresura a abrazarme. Y, aunque quisiera permanecer con ella aferrada a mi toda la noche, iré donde su hermano y acabaré con él.
«No caeré en tu chantaje Sultana.»
Me separo de ella lentamente.
—Sabes que iré de todos modos ¿verdad? —asiente algo decepcionada— Porque nadie vive después de hacerte daño Sultana, nadie, tú naciste para ser adorada y querida por todos, no para...
Su beso me toma desprevenido y tras unos segundos de procesar la información, respondo su beso con uno más apasionado mientras mis manos hacen lo posible por rodearla sin ejercer mucha presión para no asustarla. Su cuerpo termina juntándose más a mí y eso solo provoca problemas en mi razonamiento pues incluso el hecho de que quiero matar a su hermano pasa a segundo plano.
Cuando nos quedamos sin aire nos separamos, pero no del todo pues aún puedo sentir su respiración chocar con la mía.
—Si estás haciendo esto para proteger a tu hermano...
—Te amo Ahmed —estoy a punto de responder que yo la amo más, pero un casto beso deja mis palabras atoradas en mi boca—. Quiero..., quiero entregarme a ti.
Su confesión me deja perplejo por unos segundos, pero tras pensar que tal vez la única razón por la que ella esté dispuesta a hacer esto sea por su hermano, me molesta.
—Te amo más Sultana, lo sabes —para no caer en la tentación, me alejo completamente—, pero no quiero que te entregues a mí solo por distraerme para que no vaya a buscar a tu hermano.
—No lo hago por eso Ahmed —ahora ella es la que está enfadada y eso por alguna razón provoca que la desee más—. Lo hago porque cuando me estaban alejando de ti, de lo único que me arrepentía era de no haberme entregado al único hombre que he amado en mi vida, pero si eso no es suficiente para ti, está bien.
Gira sobre sus talones y dispuesta a recostarse en la cama, retira las cobijas.
«Al diablo George.»
En un movimiento rápido, la giro hacia mí y sin esperar nada, tomo sus labios como si hubiera estado ansioso desde hace mucho tiempo por besarla. Ahora mismo ni siquiera me interesa si me quedo sin aire, en mi cabeza solo sigue rondando el hecho de que ella quiere entregarse a mí a pesar de todo lo que ha pasado.
Me separo unos segundos para dejar las cosas en claro.
—Iré despacio, pero si algo, por más mínimo que sea te incomoda, debes decirme cariño, yo te amo y puedo esperar el tiempo que sea necesario si aún no estás lista. —asiente despacio.
Nuevamente uno nuestros labios en un beso profundo mientras la ayudo a recostarse con mucho cuidado mientras yo me posiciono encima de ella sin dejar caer todo mi peso. Mis manos no tardan en posarse en sus caderas y desesperadas empiezan a dar leves apretones que provocan en ella pequeños jadeos que terminan en medio de nuestro beso.
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